miércoles, 19 de septiembre de 2012

DECLARACION (INTRODUCCION)


Toni Negri & Michael Hardt

            Esto no es un manifiesto. Los manifiestos proporcionan la visión de un mundo por llegar pero también crean el sujeto, que aunque ahora solo sea un espectro debe materializarse para que pueda convertirse en agente del cambio. Los manifiestos funcionan como los antiguos profetas, que gracias a su poder visionario crean su propia gente. Los movimientos sociales de hoy han invertido este orden y han vuelto obsoletos tanto a los manifiestos como a los profetas. Los agentes del cambio ya han bajado a las calles y han ocupado las plazas de las ciudades, amenazando y derribando a los gobernantes pero también conjurando visiones de un nuevo mundo. Y lo que es quizás más importante, las multitudes, a través de sus lógicas y sus prácticas, sus eslóganes y sus deseos, han declarado un nuevo conjunto de principios y verdades. ¿Cómo su declaración puede convertirse en la base de la constitución de una sociedad nueva y sostenible? ¿Cómo pueden sus principios y verdades guiarnos en reinventar cómo nos relacionamos entre nosotros y nuestro mundo? En su rebelión, las multitudes deben descubrir el pasaje de la declaración a la constitución.
            A principios de 2011, en las profundidades de las crisis económicas y sociales caracterizadas por una radical desigualdad, el sentido común parecía dictar que confiáramos en las decisiones y la guía de los poderes dominantes, si no queríamos que cayeran sobre nosotros desastres aún más terribles. Los gobiernos y poderes financieros puede que sean tiranos, y que hayan sido los principales responsables en la creación de las crisis, pero no teníamos elección. Sin embargo, a lo largo de 2011, una serie de luchas sociales hicieron añicos este sentido común y empezaron a construir uno nuevo. Occupy Wall Street fue el más visible pero fue solo un momento en un ciclo de luchas que desplazaron el terreno del debate político y abrieron nuevas posibilidades para la acción política a lo largo del año.
            Dos mil once comenzó pronto. El 17 de diciembre de 2010 en Sidi Bouzid, Túnez, el vendedor callejero de veintiséis años Mohamed Bouazizi, que dicen que había obtenido una licenciatura en ciencias informáticas, se prendió fuego. A finales de mes, las revueltas de masas se habían extendido en Túnez con el reclamo de “Ben Ali dégage!” y efectivamente a mediados de enero, Zine el-Abidine Ben Ali ya se había marchado. Los egipcios tomaron el relevo y, con decenas y centenares de miles saliendo regularmente a las calles desde finales de enero, exigieron que Hosni Mubarak se fuera también. La Plaza Tahrir de El Cairo fue ocupada durante apenas dieciocho días antes de que Mubarak abandonase el poder.
            Las protestas contra los regímenes represivos se expandieron rápidamente a otros países en el Norte de África y en el Medio Oriente, incluyendo Baréin y Yemen y finalmente Libia y Siria, pero la chispa inicial en Túnez y Egipto también prendió más lejos. Los manifestantes que ocuparon la sede del gobierno estatal en Wisconsin en febrero y marzo expresaron su solidaridad y reconocieron la influencia de sus homólogos en El Cairo, pero el paso crucial comenzó a darse el 15 de Mayo con las ocupaciones de las plazas centrales en Madrid y Barcelona de los llamados indignados. Las acampadas españolas se inspiraron en las revueltas tunecinas y egipcias y llevaron a cabo sus luchas en formas nuevas. Frente al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero reclamaron “Democracia real ya”, rechazando la representación de todos los partidos políticos, y transmitiendo una amplia gama de protestas sociales, desde la corrupción de los bancos al paro, desde la falta de servicios sociales al insuficiente acceso a la vivienda y la injusticia de los desahucios. Millones de españoles participaron en el movimiento, y la amplia mayoría de la población apoyó sus demandas. En las plazas ocupadas los indignados organizaron asambleas para tomar decisiones y comisiones de investigación para explorar un amplio abanico de asuntos sociales.
            Incluso antes de que se desmantelasen los campamentos en la Puerta del Sol de Madrid, los griegos habían tomado el bastón de mando de los indignados y ocuparon la plaza Sintagma en Atenas para protestar contra las medidas de austeridad. Poco después, las carpas brotaron en el bulevar Rothschild de Tel Aviv para reclamar justicia social y bienestar para los israelíes. A principios de agosto, después de que la policía británica matase de un disparo a un ciudadano negro, en Tottenham estallaron revueltas que pronto se extendieron por toda Inglaterra.
            Cuando unos pocos centenares de ocupantes pioneros trajeron sus tiendas de campaña al Parque Zuccotti de Nueva York el 17 de septiembre, entonces fueron ellos quienes tomaron el relevo. Y efectivamente sus acciones y la expansión de los movimientos en los Estados Unidos y en todo el mundo deben entenderse con la experiencia de aquel año a sus espaldas.
            Muchos de los que no tomaron parte en las luchas tendrán problemas para apreciar las conexiones en esta lista de acontecimientos. Las rebeliones norafricanas se opusieron a regímenes opresivos y sus demandas se centraron en el derrocamiento de los tiranos, mientras las muy diversas demandas sociales de las acampadas en Europa, Estados Unidos e Israel se dirigieron a sistemas constitucionales representativos. Además, las protestas de las tiendas de acampada en Israel (¡no lo llames una ocupación!) sopesó sus peticiones con delicadeza para permanecer en silencio sobre las cuestiones de los asentamientos y los derechos de los palestinos; los griegos se están enfrentando a una crisis de la deuda soberana y a medidas de austeridad de proporciones históricas; y la indignación de los alborotadores británicos se dirigió a una larga historia de jerarquías raciales, y ni siquiera armaron tiendas.
            Cada una de estas luchas es singular y se orientó hacia condiciones locales específicas. Lo primero que hay que notar, no obstante, es que de hecho se hablaron las unas a las otras. Los egipcios, por supuesto, recorrieron claramente senderos que ya habían caminado los tunecinos y adoptaron sus eslóganes, pero los ocupantes de la Puerta del Sol también pensaron en su lucha como portadora de las experiencias de la gente de Tahrir. A su vez, los ojos de Atenas y Tel Aviv se centraron en las experiencias de Madrid y El Cairo. Los ocupantes de Wall Street tuvieron todas ellas en cuenta, traduciendo, por ejemplo, la lucha contra el tirano en una lucha contra la tiranía de las finanzas. Puede pensarse que simplemente estuvieran engañados y que hubieran olvidado las diferencias en sus respectivas situaciones y demandas. Creemos, sin embargo, que ellos tienen una visión más clara que los que están fuera de las luchas, y ellos pueden sostener sin contradicción sus condiciones singulares y las batallas locales con la lucha común global.
            El hombre invisible de Ralph Ellison, después de una dura jornada en una sociedad racista, desarrolló la habilidad de comunicarse con los otros en la lucha. “¿Quién sabe” concluye Ellison el narrador, "si en el fondo no hablo también por ustedes, aunque sea en las bajas frecuencias?". Hoy también aquellos en lucha comunican en las frecuencias bajas pero, a diferencia de la época de Ellison, nadie habla por ellos. Las bajas frecuencias son ondas abiertas para todos. Y algunos mensajes solo pueden ser oídos por aquellos en lucha.
            Por supuesto, estos movimientos comparten una serie de características, la más obvia de las cuales es la estrategia de las acampadas o de la ocupación. Hace una década los movimientos de la alterglobalización eran nómadas. Migraban de una cumbre a la siguiente, iluminando las injusticias y la naturaleza antidemocrática de una serie de instituciones clave del sistema de poder global: la Organización Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y los líderes nacionales del G8, entre otros. El ciclo de luchas que comenzó en 2011, en contraste, es sedentario. Frente a la itinerancia de acuerdo con el calendario de las cumbres, estos movimientos se quedan ahí y, de hecho, rechazan moverse. Su inmovilidad se debe en parte al hecho de que estén tan profundamente arraigados en las cuestiones sociales locales y nacionales.
            Estos movimientos comparten también su organización interna como multitud. Los corresponsales de la prensa internacional buscaban desesperadamente en Túnez y Egipto un líder de los movimientos. Durante el período más intenso de la ocupación de la Plaza Tahrir Square, por ejemplo, cada día presumían que una figura diferente era el líder real: un día era Mohamed ElBaradei, el ganador del Premio Nobel, al día siguiente era el ejecutivo de Google Wael Ghonim, y así sucesivamente. Lo que los medios no podían entender o aceptar era que no había líderes en la Plaza Tahrir. El rechazo de los movimientos a tener un líder fue reconocible a lo largo del año pero quizás fue más pronunciado en Wall Street. Una serie de intelectuales y famosos apareció en el Parque Zuccotti, pero nadie podía considerar a ninguno de ellos líderes; eran invitados de la multitud. Desde El Cairo y Madrid a Atenas y New York, los movimientos desarrollaron en cambio mecanismos horizontales de organización. No construyeron cuarteles o formaron comités centrales sino que se extendieron como enjambres, y lo más importante, crearon prácticas democráticas de toma de decisiones de modo que todos los participantes pudieran liderar juntos.
            Una tercera característica que exhiben los movimientos, aunque en formas diferentes, es que lo que concebimos como una lucha por el común. Lo cual se expresó en algunos casos en llamas. Cuando Mohamed Bouazizi se prendió fuego, su protesta se entendió que se dirigía no sólo contra el abuso que sufrió en manos de la policía local sino también contra la difícil situación social y económica que compartían los trabajadores en el país, muchos de los cuales son incapaces de encontrar un trabajo adecuado a su educación. De hecho tanto en Túnez como en Egipto los gritos que exigían la salida del tirano volvieron a muchos observadores sordos frente a las profundas cuestiones sociales y económicas en juego en los movimientos, así como a las acciones cruciales de los sindicatos. Los fuegos de agosto de los disturbios de Londres también expresaron la protesta frente al actual orden económico y social. Como los amotinados de París en 2005 y en Los Ángeles más de una década antes, la indignación de los británicos respondió a un conjunto complejo de cuestiones sociales, el más central de los cuales es la subordinación racial. Pero la quema y el saqueo en cada uno de estos casos también responde al poder de las mercancías y al gobierno de la propiedad, que en sí mismos son con frecuencia, por supuesto, vehículos de subordinación racial. Estas son las luchas por el común, entonces, en el sentido de que contestan las injusticias del neoliberalismo y, en última instancia, el gobierno de la propiedad privada. Pero ello no las hace socialistas. De hecho, vemos muy poco de los tradicionales movimientos socialistas en este ciclo de luchas. Y del mismo modo que las luchas por el común contestan el dominio de la propiedad privada, igualmente se oponen a la dominación de la propiedad pública y el control del Estado.
            En este panfleto pretendemos tratar los deseos y los logros del ciclo de luchas que estalló en 2011, pero lo hacemos sin analizarlos directamente. En cambio empezamos investigando las condiciones sociales y políticas generales en las que surgen. Nuestro punto de ataque aquí son las formas dominantes de subjetividad que se producen en el contexto de las actuales crisis sociales y políticas. Nos referimos a cuatro figuras subjetivas primarias — el sujeto endeudado, el mediatizado,el asegurado y el representado—todos los cuales están empobrecidos mientras sus poderes para la acción social aparecen enmascarados y mistificados.
            Creemos que los movimientos de revuelta y de rebelión nos aportan los medios no sólo para rechazar los regímenes represivos bajo los cuales estas figuras subjetivas sufren sino también para invertir estas subjetividades en figuras de poder. En otras palabras, descubren nuevas formas de independencia y seguridad en el terreno económico y también en los terrenos sociales y comunicativos, que conjuntamente generan el potencial para deshacerse de los sistemas de representación política y reafirmar sus propios poderes de acción democrática. Estos son algunos de los logros que los movimientos ya han conseguido y que pueden desarrollar aún más.
            No obstante, para consolidar y aumentar los poderes de dichas subjetividades es necesario dar otro paso. Los movimientos, en efecto, ya proporcionan una serie de principios constitucionales que pueden ser la base de un proceso constituyente. Uno de los elementos más radicales y de mayor alcance de este ciclo de movimientos, por ejemplo, ha sido el rechazo de la representación y la construcción en su lugar de esquemas de participación democrática. Estos movimientos también dan nuevos significados a la libertad, a nuestra relación con el común y a una serie de acuerdos políticos centrales, que exceden ampliamente los límites de las actuales constituciones republicanas. Estos significados ya están pasando a formar parte de un nuevo sentido común. Son principios fundacionales que ya consideramos derechos inalienables, como aquellos que se anunciaron en el transcurso de las revoluciones del siglo XVIII.
            La tarea no consiste en codificar nuevas relaciones sociales en un orden fijo, sino crear en su lugar un proceso constituyente que organice dichas relaciones y las haga duraderas, al tiempo que fomenta futuras innovaciones y permanece abierto a los deseos de las multitudes. Los movimientos han declarado una nueva independencia, y un poder constituyente debe llevarla a cabo.
(Del libro DECLARATION, Toni Negri & Michael Hardt, Mayo 2012) Traduccion: Santiago Arcos
Desde este link se puede descargar completo en su versión inglesa.

martes, 18 de septiembre de 2012

El 13S como vacío de la governance kirchnerista


Cesar Altamira (ARG)



La coyuntura política

            El último jueves 13 de septiembre -13S- se realizaron manifestaciones con cacerolas en varias ciudades del país. La mayor movilización fue la de Capital Federal donde miles de manifestantes llegaron hasta Plaza de Mayo con fuerte presencia juvenil. Desde varias esquinas de la ciudad fueron formándose grupos, sobre todo en barrios del norte porteño, que confluyeron en el centro. El Obelisco y la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, fueron los lugares más concurridos. También se produjeron manifestaciones en el interior de las provincias y sus capitales, Salta, Tucumán, Rosario, Córdoba, Misiones, Mar del Plata, Mendoza, Neuquén, Bariloche, Bahía Blanca, Carlos Paz, Rio Cuarto.
            La convocatoria a la movilización se realizó desde diferentes redes sociales facebook, tweeter, cadenas de mails y de servicios de telefonía (Blackberry, Whatsapp). Las consignas fueron muy diversas: el rechazo a la idea de la reforma de la Constitución Nacional y a la “re-reelección”, "contra el abuso de la Cadena Nacional”, “No tenemos miedo”, “Boudou miente”, “Basta de corrupción”, “No al aborto”, “Queremos libertad de expresión”, “Por las libertades públicas”. El conjunto constituyó un vario pinto de reclamos  fragmentarios que contrastó por su masividad y variedad de reclamos con los cacerolazos anteriores. Sin expresar un proyecto ni reconocer un líder, el descontento que se expresara en las calles exige un abordaje que nos aleje de la coyuntura inmediata para encuadrarlo en el ciclo de luchas abierto a partir del 2001. Todo otro análisis se presenta como limitado, de horizonte corto y evade el dato político central del momento: la crisis de representatividad, expresión de una más profunda, aquella de la relación salarial y del constitucionalismo contractualista existente en nuestro país hasta mediados de los 70's. 

            La masividad y extensión geográfica de la respuesta fue inesperada. Si bien se conocía, la convocatoria sorprendió a propios y extraños. Como en geografías distantes (desde las riberas mediterráneas árabes hasta las ciudades españolas y griegas, en Occupy WS y en Wisconsin) las redes sociales confirmaron el enorme poder y la efectividad y productividad política en tanto mecanismo de convocatoria y de movilización social. También, como expresión de nuevos instrumentos movilizatorios que han llegado para quedarse, reemplazando y compitiendo aún con las viejas instituciones partidarias y sindicales. La carencia de aparatos institucionales y la movilización a partir de la propia voluntad de las múltiples singularidades expresa la crisis de las mediaciones políticas que ya se había manifestado el 19-20D.
            Ni oficialismo ni oposición comprenden el fenómeno. Ambos aceptan, a fuerza de haberse vuelto un lugar común, los cortes de ruta y las marchas tras los reclamos de planes sociales que mitiguen la pobreza, las protestas sindicales o las mismas huelgas de los servicios públicos como fuera recientemente el caso de los Subterráneos o Ferrocarriles. Sin embargo, les cuesta entender que grupos de ciudadanos, de trabajadores sin representación, auto-representados se unan, protesten y se movilicen de manera espontánea, sin su "permiso". Permanecen atados a estructuras políticas  que no se corresponden con los cambios que el capitalismo produjera en la periferia y en el centro. El Gobierno interpretó los hechos con la lógica binaria que incentivó las protestas, dialéctica de la gubermentalidad que lo condujo al lugar común esperado: organizar una próxima concentración de adhesión a la Presidenta, emulando aquella "Plaza del sí", que en los 90´s se organizó para sacar a Menem de una depresión.
 
Crisis de la relación salarial, representatividad y governance

            ¿Cómo dar cuenta de esta movilización callejera, pacífica, masiva, independiente de los partidos políticos y de instituciones religiosas o culturales, cuando no ha transcurrido un año de las últimas elecciones donde Cristina Kirchner obtuvo el 54 % de los votos? Un análisis simplista y periodístico, aunque no menos realista, aconsejaría mirar hacia la impunidad de un vicepresidente envuelto en hechos de corrupción, al rechazo a la idea de  una "Cristina Eterna", a la ambivalencia de un discurso oficial que niega la inflación, al cansancio y fatiga que muestra un sector social ante la creciente frecuencia de los discursos presidenciales autorreferenciales, más cercanos a los sermones, que no reconocen errores.
           
            Dejemos de lado este decálogo de razones para avanzar en lo que entendemos la médula del proceso. Hoy las nociones de “representación”, “soberanía popular” e “interés colectivo” como dogmas iluministas van perdiendo relevancia política. Los partidos políticos se ven  deslegitimados dado que las democracias son dominadas por la llamada “nueva clase capitalista transnacional” que controla los procesos de globalización desde las alturas de las torres de cristal de metrópolis como Nueva York, Washington, Londres, Frankfurt, Nueva Delhi o Shanghái. Han dejado de ser vehículos de representación política sostenidos por militantes y electores. Los procesos de globalización vuelven improbable la conservación de los mecanismos de la democracia que son sustituidos por formas de ejercicio del poder concentradas en manos de expertos. El poder ejecutivo –con un Congreso desprovisto de funciones autónomas– reemplaza a la que un tiempo era la voluntad del "pueblo soberano". En consecuencia, no hay participación activa de los ciudadanos y decae su sentido de pertenencia a una comunidad civil y democrática.

            La crisis penetra y desarma la organización en términos de opuestos (UNO-pueblo) propios de la soberanía de la era moderna. La organización social, los principios de justicia y el propio sistema de poder están en discusión. La subsunción real del trabajo por el capital que se manifiesta en la actualidad implica que los componentes de la sociedad que pudieran presentarse separadamente se resuelven ahora en un solo proceso de producción. No existen formas de producción independiente que puedan subsistir autónomamente. La crítica jurídica contemporánea ya no podrá ejercerse en términos binarios (sociedad-estado, base-superestructura, adentro-afuera) en la medida que la representación política democrática ya no funciona. El mecanismo de mediación de los conflictos sociales, propio del fordismo, típico dispositivo disciplinario foucaultiano, que buscaba resolver los conflictos en términos de una formalidad democrática, ha dejado de funcionar.

            Son variadas las formas en las que se expresa  esta crisis de representación en nuestro país: la sobreexposición del ejecutivo y la dominación del legislativo por parte de éste; las distorsiones y bloqueos que las corporaciones han producido en los mecanismos de representación; la banalización de los hechos de corrupción administrativa. Pero la crisis también se manifiesta en el paulatino abandono de los espacios oficiales de la representación (gobierno y legislativo)  frente a la expansión sin límites de los nuevos espacios públicos, definidos o alcanzada por los llamados "mass media". Si bien algunos de estos aspectos de la crisis de representación es reconocida por gobierno y oposición, unos y otros siguen apostando a una modalidad de distribución del poder y del gobierno asentada en la gubermentalidad foucaultiana, propia de sociedades disciplinarias, desconociendo las formas que adoptan en las nuevas sociedades de control. Se naturaliza el modelo estatal keynesiano, el estado benefactor y la soberanía estatal fordista. Al dejar de lado la necesaria historicidad de los procesos sociales y el análisis situado, el discurso se deslegitima y se vuelve improductivo. 

            Nos encontramos frente a cambios en la forma de la estatalidad contemporánea derivados de una reorganización del poder que pone en discusión nuevos criterios de legitimación, diferente e independiente de aquellos tradicionales asociados a la forma de la representación. Lo que está en discusión, con relación al concepto de soberanía, es la capacidad del UNO para comandar políticamente y organizar la sociedad. Dicho de otra manera, el interrogante es si la figura del Leviatán cumple la función unitaria contractual e institucional ante la anarquía social y la multitud de sujetos propio de la nueva etapa. La pregunta que surge es: ¿qué alternativa contemporánea tenemos ante el fetiche de la soberanía, como concepto de gobierno en la modernidad? Es la ilegitimidad generada por la resistencia social difusa, por el rechazo y abstencionismo presentes y la explosión de las relaciones sociales lo que provoca la crisis de gubermentalidad. El quiebre de la soberanía estatal que acompaña a la crisis del fordismo supone reconocer la crisis de la gubermentalidad, su deconstitucionalización  y la necesidad de la puesta en práctica de nuevos dispositivos de comando.
           
            En palabras de Foucault se trata del tránsito de la producción de las leyes a la de normas o sistemas. No se trata de la intromisión de las leyes en la vida diaria  bajo formas coercitivas, ni tampoco simplemente disciplinarias. Se trata de una nueva dinámica de sistemas que interviene en la fábrica de la realidad social y que transforma las leyes de la máquina disciplinaria en un aparato de control y de governance. Frente a la crisis de la representatividad, la governance capitalista da cuenta de los nuevos mecanismos de mediación, categoría política que no se referencia en mediaciones trascendentales ni en esquemas fijos, ni puede ser asimilada a la moderna versión de la razón de estado. Son formas aleatorias de gobierno sobre las contingencias a través de procesos legales; suerte de constitucionalización sin estado que no restaura el régimen de representación de los regímenes republicanos de tolerancia. Busca crear un orden sin representación. No salda la crisis, sino que la gestiona. Bien puede decirse que la governance es un espacio de conflicto y de lucha entre el poder de la soberanía y el contrapoder de lo social. Queda claro que los dispositivos de governance no configuran procesos uniformes ni homogéneos. El proceso de construcción de la governance supone avances y retrocesos dependiendo de la coyuntura que modula su construcción, razón que vuelve difícil pronosticar su consolidación. En todo caso parece más plausible analizar en la coyuntura el estadio transitorio y situado de la governance, es decir su estado materialmente existente.

De la "transversalidad" a la gubermentalidad. Y ahora...?

            La política llevada a cabo por el kirchnerismo durante los primeros años de gobierno, conocida con el nombre de transversalidad nos permite hablar de una governance como gestión de la crisis que estalló en el 2001. Dicha gestión consistió en la relación y articulación de las políticas de gobierno con los movimientos sociales que fueran promotores  fundamentales de la crisis del 2001. La incorporación en áreas de gobierno de miembros de los organismos de DDHH y de los movimientos sociales puede asimilarse a lo que se ha llamado constitucionalismo sin estado: prácticas gubernamentales que sin necesidad de respaldo jurídico disparan o gatillan un sinnúmero de dispositivos y acciones de gobierno que, asociadas a políticas sociales, buscaron aliviar las condiciones de vida de los pobres y desocupados del conurbano. Se construyeron espacios políticos de interacción con una sociedad que había modificado su comportamiento con relación al pasado. Incluso con aquellos movimientos que no se reconocían como justicialistas. Se acordaron modalidades de distribución del nuevo workfare; un particular direccionamiento de las ayudas; la elección política de los interlocutores sociales; la determinación, oportunidad y elección de los objetivos políticos de las movilizaciones sociales así como la elección conjunta de las geografías asignadas para los planes sociales. No pocos interlocutores del gobierno, incluido el mismo Kirchner, construyeron espacios de diálogo y recomendaciones-determinaciones para el accionar movimientista. Aunque debemos puntualizar que no se trataba de la construcción de espacios de consenso, utopía política imposible de alcanzar en época de multitudes.

            Esta governance kirchnerista en construcción será dinamitada por el propio gobierno desde el año 2006 al definir el marco de alianzas para las elecciones presidenciales del 2007, privilegiando como interlocutor al Partido Justicialista y a los intendentes del conurbano bonaerense. Fue el propio Kirchner quien comunicó a los movimientos sociales esta resolución. Este hecho marca el quiebre de la governance en construcción y el regreso a la vieja gubermentalidad que se verá reforzada luego del conflicto con el campo en 2008. El gobierno de Cristina Kirchner se ha mostrado refractario a recomponer la governance. Más aún, los signos de debilitamiento del llamado "modelo" llevaron al gobierno a profundizar la gubermentalidad reemplazando al Partido Justicialista por la agrupación kirchnerista La Cámpora que, como burocracia orgánica de estado, gestiona y funciona como comisario político al interior del gobierno. Hoy el gobierno de Cristina Fernández intenta ampliar esa política con algunos movimientos territoriales incorporados al entorno oficial tras la consigna Unidos y Organizados.  Mientras tanto la re-reelección presidencial extrema el costado más conservador de la Constitución existente. Una iniciativa similar fue propuesta por el conservadurismo nacional como durante el menemismo con el objetivo de “transformar” la sociedad.

            Tras los intentos de re-reelección el kirchnerismo parece apostar a que el destino de la sociedad dependa de alguna figura esclarecida y no de la sumatoria de las múltiples voluntades soberanas y democráticas como expresión de una multitud emancipada, capaz de construir una democracia radical a partir de la edificación de un espacio político común. Su discurso de realizaciones autoreferenciadas remite inmediatamente a las prácticas de la representatividad donde los avances políticos no se asocian a las luchas y a la resistencia social, sino a la acción de un poder trascendente. Esta modalidad de construcción desarticula la resistencia desde abajo fomentando la delegación del poder y la anomia social.

            Los intentos de reforma constitucional lanzados en los últimos días, excusa para permitir filtrar en la propuesta la re-reelección de la actual presidente, consumarían la expropiación del poder político-social que las múltiples singularidades pudieran construir al calor de las movilizaciones. Explícitamente así lo manifiesta la última Carta Abierta, que es la expresión de la intelectualidad kirchnerista: "Rediseñar las magnas normas para que coincidan con los procesos de transformación que suceden en varios países de la región viabilizando..., la eventual continuidad democrática de liderazgos cuando estos aparecen como condición de esta inédita etapa regional".  Más allá de que estos intelectuales convocan a discutir desde "abajo", esto conducirá inevitablemente al  reforzamiento del UNO. A diferencia de la reforma constitucional boliviana esta propuesta pretende reforzar el UNO confiscando el Poder Constituyente en construcción.

            Este no se limita al 13S. Se destacan la masiva resistencia a las explotaciones mineras que en diferentes geografías se oponen a la acumulación por desposesión, las variadas luchas que los diferentes movimientos aún porfiadamente mantienen a nivel territorial, los intentos de los desposeídos por mantener espacios de producción y reproducción de la vida cotidiana que han ganado centralidad como nunca antes y que persisten tozudamente arraigadas en territorios de pobreza, las batallas que en los diferentes lugares de trabajo sostienen los trabajadores por la democratización de las relaciones laborales y sindicales, las luchas de resistencia de aquellos trabajadores autónomos por salir de la precariedad laboral, la de los inmigrantes esclavizados en los talleres de costura y producción de vestimentas para las grandes firmas. En fin, se trata de la creación de nuevas subjetividades que desean y son capaces de construir relaciones verdaderamente democráticas. Prácticas todas que anticipan formas sobre cómo crear, producir y vivir en una nueva sociedad.        

lunes, 3 de septiembre de 2012

A dónde va el movimiento estudiantil chileno


Santiago Arcos (Chil-Ar)


“¡Que broten mil flores en el terreno que la destrucción capitalista pretende minar! ¡Que mil máquinas de vida, de arte, de solidaridad y de acción barran la arrogancia estúpida y esclerótica de las viejas organizaciones! Qué im­porta si el movimiento tropieza con su propia inmadurez, con su «espontaneismo» - al final su potencia de expresión se verá reforzada. Sin darse cuenta siquiera, y pese a la amplitud de los movimientos moleculares que le agitan, las líneas de cris­talización organizativa que se ponen en marcha se orientan en el sentido de las nuevas subjetividades colectivas.”[1]




Los días recién pasados  las calles de Santiago de Chile vieron, nuevamente, desfilar a más de 100 mil estudiantes de escuelas secundarias y de universidades públicas y privadas, aunados en una nueva marea humana que lucha contra el lucro en la educación chilena, y lo que es más importante por la gratuidad de la educación, como una consigna anticapitalista que no puede ser recuperada por el  gobierno de turno.
Pero, cuales son las características que vienen a hacer la diferencia entre estas movilizaciones y las del año pasado? Las ocupaciones de los liceos de enseñanza secundaria han vuelto a ser la vanguardia de esta lucha, estableciendo instituciones del común, auto-enseñanza, gestión y administración, en algunos casos de sus establecimientos, asambleas que funcionan para el gobierno de sí mismos como una comunidad en lucha pero que se mantiene con el correr del tiempo, todas prácticas que van conformando en la subjetividad de los sublevados una nueva manera de vivir, vivir y convivir en común.
Desde las asambleas de los estudiantes secundarios vemos la voluntad del común de establecer un welfare universal, por lo menos en lo que a educación se refiere, estableciendo un programa de lucha que contempla la administración por la comunidad de la enseñanza, desde la escuela primaria hasta la universidad. Esta propuesta también contempla la gestión por las comunidades de los programas de educación, estableciendo por primera vez, desde las primeras luchas estudiantiles (año 2001 y 2006), conscientemente su anticapitlismo, o proponiendo Consejos Escolares Resolutivos por comuna (división territorial administrativa), todas estas propuestas conllevan, además, un proyecto social intrínseco, los estudiantes secundarios chilenos han comenzado a comprender que dentro del capitalismo no conseguirán nada, y es por eso que se plantean un cambio estructural de la sociedad en su conjunto.
Dentro de este marco existen dos organizaciones de estudiantes secundarios, que si bien marchan juntos, difieren en cuanto a lo que hemos llamado el programa. La ACES (Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios) y que es la que ha llevado adelante una política de asambleas y de gestión del común a partir del deseo de los estudiantes. Estableciendo una propuesta de gratuidad en todos los niveles de la educación y de gestión, control y administración comunitaria de esta, buscando a otros sectores de la sociedad para, en la política de lo social contra lo político, establecer una alianza que vaya conformando un agenciamiento mayor, abierto a la potencia de sus capacidades de organización. “Todo esto no para evitar la violencia, sino para llegar al enfrentamiento violento organizado y capaz de reunir a la sociedad que trabaja, a la sociedad que sufre, en la lucha.”[2]
Por otro lado existe la Cones (Coordinadora Nacional de Estudiantes Secundarios) que mantiene una orgánica más burocrática y controlada por el Partido Comunista, con una propuesta más bien asistencialista y cuya base es mayoritariamente militante de las Juventudes Comunistas.
Del lado de los estudiantes universitarios, que en este caso son el vagón de cola de las movilizaciones y del “programa” secundario, tenemos una orgánica anquilosada en su burocracia y controlada, aun mayoritariamente, por los partidos, y por ende con intereses corporativos que muchas veces son contrarios a las bases universitarias. Es así como las nuevas dirigencias universitarias no hacen más que buscar los ángulos a través de los cuales puedan negociar con el gobierno, a través del medir fuerzas y llevar nuevamente al camino de la institucionalidad la discusión, no buscando derrotar al gobierno, sino que en el camino de la negociación ofrecerse a resguardar el orden en las marchas, coordinándose con la policía, para que el enfrentamiento no se produzca.[3]
La Fech, ahora comandada por Gabriel Boric, militante de Izquierda Autónoma, no es la excepción a la regla, mantiene la misma política de marchas multitudinarias, que en su origen son decididas entre las cuatro paredes de los consejos de la Confederación de Estudiantes de Chile (entidad que aglutina a todas las federaciones de universidades públicas y ahora también algunas privadas), arreando la fuerza de la movilización hacia las políticas que mantiene Izquierda Autónoma: “Estamos en la apuesta por constituirnos como un referente nacional, como una nueva alternativa política que dé cuenta del malestar que existe en las calles y que no se siente representado por el eje derecha-Concertación”[4]…La lectura que podemos hacer de esa frase “referente nacional” es la de constituirse en un movimiento hegemónico con “vocación de poder”[5]  y que se transforme en el director del poder constituyente del común, expropiando al mismo tiempo dicha constitución del común, en otras palabras es un ofrecimiento para gobernar y administrar de mejor manera los recursos que el capitalismo cognitivo ha destinado para la educación de la fuerza de trabajo y al mismo tiempo convertirse en los “representantes” del común.
Boric, ha sostenido en reiteradas ocasiones que “lo que  nosotros tenemos que hacer es crear poder popular y fortalecer el tejido social chileno”[6], manteniendo de que es la vanguardia, o el partido quienes “recomponen” al movimiento social, Izquierda Autónoma, al igual que el Partido Comunista busca dirigir el movimiento social para entramparlo en su itinerario político, cosa que en el Chile subsumido no es difícil de lograr, además de buscar una constante de dialogo con la institucionalidad, “debemos construir nuestras propias propuestas para presentárselas a la institucionalidad”[7], buscando un espacio para insertarse en el dialogo con los poderes del estado, sin pasar por el dialogo con las asambleas de estudiantes, y de este modo transformarse en un ente político capaz de referirse a sí mismo como alternativa de poder ante el estado.
Cabe señalar que el movimiento, al dia de hoy, ha logrado sortear a las direcciones y mantener la lógica de sus propios derroteros, manteniendo una forma de politización que combina dos elementos, el que mantiene que es el Estado el garante institucional y otro que avanza en la constitución de una nueva forma de sociabilizar la protesta por medio de las asambleas.
Es evidente que la corriente estatista y burocrática de las izquierdas presentes en la Confech hasta ahora han conseguido por arte de magia colocar sus propuestas, a sabiendas del fuerte  rechazo a los partidos, que viene desde las bases estudiantiles. Han logrado trasvestir la indignación y las posibilidades del movimiento desde abajo en una “autonomía” totalmente desfigurada, que solo se mantiene en el discurso para desdoblarse en las practicas llevando en, esa dinámica, al movimiento a un acuerdo con el Estado. En este “método” tratan de conformar la reconstitución de organismos partididarios, cosa que algunos, como Izquierda Autónoma, no declaran abiertamente, ya que las bases han mostrado una fuerte y abierta aversión a los aparatos partidarios, y la otra es el estatismo como solución a los problemas estratégicos.
En la política del Confech lo que esta en juego es como desvirtuar y negociar con la autonomía estudiantil, negociando entre sus componentes, la totalidad de sus miembros pertenece a la alianza PC-Concertación, y la otra mitad esta compuesta por grupos anarquistas, trotskistas, ciertos grupos que se reclaman, aun, del maoísmo o de cualquier otra corriente estalinista y otros de raíz guevarista, y una corriente “autonmista” que supedita lo social a lo politico, en este sector tenemos a los colectivos Praxis, Izquierda Autónoma, Autonomistas, Arrebol, Fenapo e Igualdad, a quienes se suman la Organización Comunista Libertaria con su frente del FEL; todos tratando de capitalizar lo social. Dentro de este panorama se ha ido dando el fortalecimiento de un ámbito autónomo, que se ha ido constituyendo desde la base de las asambleas, en la democracia, abriendo, asi, un eje de experimentación del hacer, desde los propios cuerpos, desde el deseo de los sujetos sublevados.
Hoy se abre una posibilidad, que la movilización estudiantil, con sus ocupaciones, con sus asambleas, con la practica de un elan común, plantea el despliegue de la imaginación, de la innovación, de la colaboración en torno a las luchas, acallando las banderas partidarias y sus sectarismos.
Tenemos entonces entre los estudiantes, y en la sociedad chilena en su conjunto, basta mirar los movimientos de pobladores de Aysen, Freirina, los  pescadores artesanales, las comunidades que se oponen a la megamineria, a las termoeléctricas y a la destrucción del medio ambiente , una enorme potencia que los partidos y los grupos que dicen que “no son” buscan dirigir y “acarrear” y una multitud que ya no teme sublevarse, dispuesta a gestionar desde si misma, desde su deseo,  y proyectar junto al colectivo de los que luchan su potencia constituyente en el hacer.
El poder-sobre es el término de la autonomía e instala la interdicción del deseo, la producción de reglas por fuera del sujeto. En nuestro concepto somos nosotros, el común, personas, seres humanos, quienes organizamos la potencia y la proyectamos en la colaboración del hacer, del producir para transformar. Y en ese despliegue reconocernos como sujetos.
En el estudiantado chileno, así como en ciertos sectores de la sociedad que han iniciado su proceso de constitución hay, hoy en dia, la riqueza del común, de la potencia que rompe con todo lo viejo buscando destruir el orden de cosas actuales, constituyendo las nuevas instituciones del común en la práctica cotidiana.
Los estudiantes chilenos, asi como los canadienses, mexicanos, o las multitudes que poblaron Tahrir, Syntagma, Sol, y que ahora pululan por los barrios de sus ciudades como esporas de subversión, nos proponen que busquemos en esa potencia las herramientas para trazar los mapas de las luchas, y las asociaciones que el común construye en torno a ellas, haciendo, porque nada esta hecho, ni preconcebido



[1] Toni Negri, Felix Guattari, Las verdades nómades & general intellect, podes constituyente, comunismo. Edit.Akal, Madrid 1999, pag.73.
[2] Toni Negri, Conversación de Toni Negri con los estudiantes en Casa Central, Univ de Chile, Santiago, Chile, Octubre 2011.
[3] http://www.emol.com/noticias/nacional/2012/08/24/557328/confech.html
[4] Entrevista a Gabriel Boric, presidente de la Federacion de estudiantes de la Universidad de Chile, militante de izquierda Autonoma. Radio Universidad de Chile. Diciembre 11, 2011. http://radio.uchile.cl/noticias/133054/
[5] Ídem.
[6] Gabriel Boric en http://vistasdepunto.blogspot.com junio 27 2012
[7] Idem.

Los estudiantes chilenos no le temen a la policía


Nicolas Slachevsky
Contra todo pronóstico de sociólogos y cientistas políticos,  el movimiento estudiantil chileno, luego de un principio de año más bien frío y nublado por las negociaciones infructuosas de los representantes de federaciones con el poder político, vuelve a rehusarse a la condición de mero alumnado, declarándose en paro, tomándose los colegios y ocupando las calles. Primero fueron los liceos públicos, terminadas las vacaciones de invierno, remeciendo la quietud de los universitarios, obligando a admitir la esterilidad de las negociaciones en el congreso y poniendo en evidencia la insuficiencia de la representatividad dentro de los movimientos cuyo poder se haya necesariamente en la expresión de la multitud como multitud. Este fue el puntapié inicial para que, luego, paros y tomas se extendieran a las Universidades, movimiento originado de los mismos estudiantes en apoyo a los secundarios movilizados y arrastrando consigo, solo en un segundo momento, las cabezas de las federaciones estudiantiles.
Pareciera ser una constante del poder el reconocer las luchas pasadas para incorporarlas a su órbita, y ya el año pasado, cuando las calles estuvieron colmadas por la exigencia de gratuidad en la educación, Estado y aparatos ideológicos, sin disminuir la intensidad de la represión, dieron la imagen de lo falso que en la medida que era nombrado debía ser admitido inmediatamente como lo real, consintiendo la validez de la movilización estudiantil  a través del reconocimiento espectacular de las luchas como un movimiento exclusivo por la calidad de la educación (y “en el mundo realmente invertido, lo real es un momento de lo falso”). Esta vez, sin embargo, el conflicto renace evidenciando, por una parte, las posiciones enfrentadas con una intensidad renovada, al mismo tiempo que en el seno de la lucha misma explota el potencial político latente, a través del cual se vislumbra con cierta claridad la realidad de la explotación en las estructuras educativas dentro de las cuales se están dando estas peleas, y se crean nuevas formas de asociación entre los estudiantes que exceden las demandas concretas, enmarcadas dentro del sistema educativo tradicional y de un republicanismo no extraño al capitalismo.
Concretamente, podríamos decir que las demandas de este año, alrededor de las cuales se han unido las federaciones universitarias con los centros de alumnos de los colegios y se han organizado las recientes movilizaciones, las “5 exigencias para avanzar hacia un nuevo sistema educacional”, no presenta grandes cambios respecto de las exigencias del año 2011. Así, tomando los puntos más fuertes del petitorio, vemos que el horizonte final de las movilizaciones sería la desmunicipalización de los colegios, la gratuidad de la educación básica a superior, el fin al lucro y una mayor participación democrática de estudiantes y trabajadores en las instituciones educativas. El gobierno, por su parte, se ha visto sacado del cariz tecnócrata que con la designación del actual ministro había querido pintar la discusión sobre educación, o más bien, ha demostrado en qué medida la tecnocracia es el barniz ideológico del liberalismo (su forma neutra, original de gobierno), y desde entonces se esmera en mantener posiciones, negándose categóricamente a admitir los cambios exigidos por el estudiantado y encomendándose definitiva y finalmente a la misión histórica del liberalismo en Chile. Y habiendo éste nacido de la sangre, no se desprende, aún hoy, de la amenaza.
Es, quizás, sobre este punto que la agudeza del conflicto se deja presentir en su trama biopolítica. Recientemente, luego de desalojar por segunda o tercera vez los liceos más tradicionales y a fin de evitar nuevas tomas, se puso a la policía a vigilar la entrada a estos y resguardar el funcionamiento de las clases, evidenciando con crudeza cierta condición de las instituciones educativas común a las cárceles y las industrias: el control y la explotación. En efecto, si bien no se puede hablar aún de la articulación de discursos en este sentido, la prolongación de las luchas estudiantiles, la globalidad de las demandas y la profundidad de las experiencias de lucha pareciera ir necesariamente más allá de la cuestión de clases dentro del estudiantado para confirmar la conformación del estudiantado en clase. Esta idea no es antojadiza, y tanto la realidad de la producción y capitalización de los conocimientos, en el mundo, y de la educación, en Chile, como la intensificación de los mecanismos de control en las instituciones educativas y la elaboración de discursos sobre la calidad en educación bajo el patrón clásico de los discursos de la productividad, evidencian un lugar en la producción que concierne exclusivamente al estudiantado (dentro de una cadena que comprende académicos, sostenedores y apoderados) y  una explotación sostenida que, con ocasión de las luchas y a través del espectáculo del discurso de la calidad y el nefasto sentido común que afecta el pensamiento sobre la educación, el Estado se encuentra hoy refinando.
Así, pues, el movimiento estudiantil en Chile ha revelado cierta lucha que es una lucha de clases. El gobierno intensifica la represión y toma conciencia del peligro que un movimiento como este puede desencadenar cuando excede el carácter de mero movimiento reivindicativo, y efectivamente ese es el camino que pareciera abrirse cuando las reivindicaciones son imposibles de llevar a cabo, tal como ya dijimos, para un liberalismo tan ideologizado como el chileno. Por eso que hoy se pasa por el congreso una ley especial que pretende penalizar con hasta tres años de cárcel a quienes sean detenidos con el rostro cubierto (encapuchado) en manifestaciones, a quienes convoquen a protestas no autorizadas, a quienes bloqueen los servicios públicos y quienes ocupen los colegios; en fin, persiguiendo todo aquello que escape al consentimiento tutelar del Estado.
Del otro lado, sin embargo, las experiencias de lucha han ido creciendo y cuajando; se ha comenzado a tomar conciencia de una condición común dentro de las luchas, más allá de la concertación contingente alrededor de un determinado número de demandas; se han desarrollado nuevas formas de solidaridad y de autogestión a nivel cotidiano, desde las ollas de comida en las tomas a la autoformación en los mismos colegios ocupados, para enfrentar las pruebas de selección universitaria y, aun más, formarse en conocimientos no curriculares y de común interés entre los compañeros, dando luces de una lucha que en su mismo andar supera y destruye las formas de educación, subjetivación y asociatividad capitalistas.
En estos días (el 25 de Agosto) recordamos que hace un año el estudiante Manuel Gutiérrez fue asesinado por la policía en un día de protesta. A la entrada de un colegio de mujeres tomado de Santiago, un lienzo parafrasea la canción “Te recuerdo Amanda”, de Victor Jara, diciendo “Suena la campana / de vuelta al colegio (donde en la original dice “al trabajo”) / muchos no volvieron / tampoco Manuel”. Los dirigentes de la Confech, la confederación de estudiantes universitarios más importante del país, pidieron hace pocos días que los “encapuchados” no se presentaran en las próximas movilizaciones convocadas para el día 28 de Agosto, como acatando al gobierno en su política divisionista y desesperada en afirmar que este no es más que un movimiento reivindicativo. Pero las reacciones de rechazo a estas declaraciones de parte de los estudiantes movilizados en los medios sociales dan cuenta por sí solos que lo que se está poniendo en juego en la lucha de los estudiantes chilenos excede la representación de las dirigencias para negociar y realizar un determinado número de demandas; que lo que ha empezado es un movimiento propiamente tal, cuya perspectiva se está dirimiendo hacia el movimiento mismo como experiencia que busca atacar y salir de la órbita del capital; que, como tal, el movimiento se compone de una multitud de expresiones, prácticas y deseos, y que no puede ser comprendido meramente como arma de negociación de las dirigencias frente al gobierno; que se está tomando conciencia de que una nueva educación no es simplemente la que el Estado tiene que brindar de manera gratuita, cuestión que debe ser considerada, simplemente, como un requisito básico dentro de las formas actuales de juego capitalista, aquello a lo que los chicago boys nos redujeron,  pero que en el movimiento mismo se está construyendo una nueva educación y se está educando; que la explotación debe ser combatida en todas sus formas, y que esa es la raíz de la verdadera lucha que se está dando en las calles y los establecimientos.
(Publicado en Uninomade 2.0)

Institucionalización de la lucha social


Patrick Cuninghame (Mex)

La institucionalización ha sido históricamente y sigue siendo actualmente una de las formas más eficaces utilizadas por el capitalismo para dividir, cooptar, reprimir y marginalizar las luchas sociales radicalmente anti-capitalistas. En México esta estrategia estatal en el pasado ha tomado la forma del “plomo o plata” dirigida hacia la corrupción y cooptación de los líderes y caudillos de las luchas sociales, no tanto de sus seguidores, quienes según la lógica autoritaria habría siempre obedecido y seguido a sus mandos. Hoy existen métodos más sofisticados y engañosos para persuadir a los rebeldes a regresar a dormir y obedecer. Se puede y se debe criticar al nuevo movimiento #YoSoy132 por sus varias ingenuidades políticas y falsas conciencias pero una cosa que ha hecho muy bien ha sido desnudar la relación intensamente simbiótica entre los medios masivos corporativos y el sistema político “democrático” capitalista y sus intentos periódicos a reproducir un consenso a su favor a través de los procedimientos electorales mediatizados. La Escuela de Frankfurt en los años 30 ya había identificado la capacidad de los medios masivos y demás ramas de las industrias culturales a inducir integración, pacificación y falsos consensos como uno de los claves del control capitalista sobre una clase obrera adormecida, engañada e influida a la pasividad, la obediencia silenciosa, la resignación y la integración en el sistema capitalista con sus valores corruptos individualistas y consumistas.
Sin embargo, más allá de estos mecanismos sociales y cotidianos para garantizar la paz social de la sociedad capitalista por medio de la narcotización mediática, que representan el fondo de nuestras luchas sociales, estamos más interesados en las técnicas políticas del estado capitalista contemporáneo mexicano en institucionalizar las luchas sociales, así convirtiéndolas en procesos por su integración y consolidación en lugar de su debilitación y derrota. En fin queremos saber cómo identificar los mecanismos y procesos de la institucionalización política de las luchas sociales para evitarlos y superarlos.
Aquí sin duda el lopezobradorismo en particular y el prdismo y demás formas de la social democracia reformista y neoliberal “progresista” estilo Lula, liberalismo pseudo-radical  y neo-institucional, también de algunos movimientos sociales o sectores a sus internos, han jugado el papel de los “tontos útiles” del sistema. Se puede debatir si el lopezobradorismo es mas “neo-keynesiano conservador” o “neoliberal progresista” pero sin duda ha sido sumamente eficaz en cooptar casi la totalidad de la izquierda extraparlamentaria mexicana a luchar día y noche (literalmente durante el plantón postelectoral en 2006) a favor de un capitalismo populista y “bueno” como único alternativo “realístico” al neoliberalismo tecnocrático, entreguista y desde 2007 abiertamente, violentamente y masivamente asesino. La situación ha llegado a tal extremo que votar para AMLO pareció la única forma para parar la guerra absurda de Calderón contra los narcos que ya ha costado más de 95,000 vidas desde 2007 según el último informe de la INEGI de agosto de este año.
Pero no solamente la izquierda histórica, obrera y sindicalista “independiente” parece haber aceptado y adoptado como suyo el discurso  “amoroso” (o sea hay que aprender amar el capitalismo “bueno” populista para poder acabar con el capitalismo mafioso)  de AMLO. También el sector de los “nuevos movimientos sociales” con sus valores “posmaterialistas” y objetivos políticos “poscomunistas”, de antemano el #YoSoy132, objetivamente han caído en la trampa de la institucionalización. Este movimiento sin duda rompió la esterilidad de una campaña electoral particularmente aburrida en mayo de este año cuando desnudó la dependencia no solamente de Peña Nieto pero de hecho de toda la clase política de su alianza con los medios masivos en general y con el duopolio (ahora monopolio desde junio) de Televisa y Teleazteca. Aunque declaró su intención de ampliar y profundizar su lucha contra el neoliberalismo (hasta se menciono la palabra capitalismo algunas veces) y de aliarse con movimientos que constituyeron la Otra Campaña en 2006 como el FPDT de Atenco en su primer Asamblea Interuniversitaria en las Islas de CU a finales de mayo ( hasta aquí la única vez que ese movimiento practicó la democracia participativa, directa e incluyente antes de recaer en la democracia representativa, indirecta y excluyente en todas las demás asambleas interuniversitarias desde entonces) no ha podido escapar el neo-institucionalismo de su ala derecha protagonizada por muchos de los académicos de las universidades públicas y privadas y por buena parte de los estudiantes de las privadas y hasta algunos de las públicas. A pesar de un sinfín de pruebas de la corrupción irremediable de las actuales instituciones electorales desde IFE a TEPJF a los mismos partidos políticos, casi dos meses después del enésimo fraude electoral del 1 de julio se sigue con la absurda pretensión que las mismas instituciones electorales y políticas fraudulentas y corruptas van a suicidarse políticamente y declarar las elecciones anuladas. Mientras tanto algunas coyunturas críticas para la lucha de clases anti-capitalista han llegado e ido casi sin un esfuerzo serio por parte del 132 y sus movimientos y redes sociales asociados. Nada mas pensamos en la marcha de los estudiantes rechazados que este año fue de lo mismo tamaño relativamente pequeño como todos los años a pesar que el 90% de los aspirantes fueron excluidos por UNAM y por la cual el 132 no movilizo seriamente, perdido en su obsesión electoralista, mediática y neo-institucionalista. El 132 sin duda es uno de los movimientos sociales más importantes en la historia reciente de México y de América Latina y evidentemente acaba de iniciar sus luchas. Además es un movimiento necesariamente en conflicto con si mismo, con la presencia de una derecha liberal importante pero no muy aceptada por su izquierda mayoritaria pero por el momento desplazada y confundida por el actual enfoque electoralista y legalista. Es un movimiento que todavía podría volverse radicalmente anti-capitalista mientras mantenga sus características masivas, pacificas e innovadoras pero no antes de separarse y alejarse del liberalismo lopezobradorista y neo-institucional.
Es cierto que necesitamos nuevas instituciones externas al estado capitalista para consolidar los avances en nuestras luchas antes de poder finalmente derrumbar un sistema pasando por su peor crisis económica, institucional y de credibilidad en los 500 años de su historia infame. Los zapatistas ya nos han señalado que la construcción de tales instituciones revolucionarias y extraestatales desde abajo es factible y necesaria con la constitución de las JBG y de los Caracoles desde 2003. Tambien los levantamientos de la multitud en 2011 y 2012 en Medio Oriente, en España, Grecia, Inglaterra, Chile, Estados Unidos y Quebec y en muchos otros países y ciudades, nos enseñan que el camino hacia la democracia absoluta no pasa por las instituciones liberales capitalistas, diseñadas específicamente por la captura, cooptación e institucionalización de las luchas civiles, obreras y campesinas anti-capitalistas. Al contrario, pasa desde abajo y por la izquierda por las instituciones extraestatales, incluyentes, participativas, construidas y constituidas por nosotros cada día a través de nuestras luchas, al fin la verdadera forma democrática y la única libre de fraudes y manipulaciones mediáticas en este o en cualquier país.
Ponencia a la 5ta Asamblea Nacional Obrera y de Trabajadores de la Ciudad, el Campo, el Mar y el Aire
Ciudad Juárez, 24-26 de agosto de 2012 (Primera Parte)
Ponencia detonadora para MESA 4: Institucionalización de la lucha social
Patrick Cuninghame es profesor de la UAM-Xochimilco y miembro de SITUAM