martes, 26 de febrero de 2013

Una Lucha Común


Reflexiones sobre el movimiento político educacional chileno
Rodrigo Sepúlveda Montero (Chil)

 "Estamos al principio de algo (…) en el régimen de las escuelas: las formas de evaluación continua, y la acción de la formación permanente sobre la escuela, el abandono concomitante de toda investigación en la universidad, la introducción de la ‘empresa’ en todos los niveles de la escolaridad."
Gilles Deleuze, Posdata sobre las sociedades de control

“La educación, por más que sea legalmente el instrumento gracias al cuál todo individuo en una sociedad como la nuestra puede acceder a cualquier tipo de discurso, se sabe que sigue en su distribución, en lo que permite y en lo que impide, las líneas que le vienen marcadas por las distancias, las oposiciones, y las luchas sociales.”
Michel Foucault, El orden del discurso

 “Ya no es necesario para el capitalista o el estado organizar la
producción desde afuera. Al contrario, cualquier intento en la organización externa solo perturba y
corrompe el proceso de autoorganización ya funcionando dentro de la multitud
Michael Hardt y Antonio Negri, Commonwealt

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Para entender las contradicciones que vive hoy la sociedad chilena, debemos analizar cómo es que han ido mutando las formas de interpretar y significar la realidad, poco a poco nos hemos ido acostumbrando al uso de un nuevo vocabulario político, hace algunos años, el pasado gobierno inauguró en el imaginario social el concepto de 'equidad', desplazando con bastante aceptación el común uso del término 'igualdad', de forma que hacer la distinción entre estos se volvió un tema obligado en cualquier documento serio, y a la hora de darse cualquier debate aparece como un signo de buena formación académica. Algo parecido aconteció con el concepto de diferencia, lo importante ahora ya no es lo que nos hace distintos, sino lo que nos hace diversos, como si lo diverso constituyera un valor en sí mismo, diversidad que si bien no reúne ni distingue, define y construye la falsa imagen de un nuevo tipo de identidad.

En el mundo político por ejemplo, se participe o simpatice de un partido heredero de las ideologías de izquierdas o derechas, se aconseja transversalmente asumirse públicamente como un progresista, hipótesis liberal de amplia aceptación en todos los sectores, y aún más, propugnada desde la izquierda como un deber ser. Es completamente normal para todo quién pretenda acceder al mundo laboral comportar en tanto variables de conductas indicadores tales como “emprendedor, orientado al logro y competitivo” clara caracterización de lo que Michel Foucault denominó empresario de sí mismo, el nuevo homo oeconomicu.

En la universidad el equivalente a esta suma de indicadores, o como la psicología suele llamar; “habilidades blandas”, es la excelencia, variable que asegura en la empresa, pública o privada  estándares de calidad a sus usuarios. Chile en suma quiere verse a sí mismo, y en todos sus sectores como una empresa moderna, progresista y de excelencia, brindando un buen servicio a sus usuarios, estudiantes, ciudadanos en cualquiera de sus formas.

Partamos en este breve ensayo la tarea de cartografiar estas diversidades, y como buenos emprendedores que somos, hagamos el ejercicio de pensar el concepto de empresa en un sentido amplio, para entender de qué forma se va introduciendo en nuestras escuelas, armemos como hace Foucault, un cuadro, una empresa como se decía en el siglo XVII, con el fin de descifrar las formas culturales, sus técnicas, sus métodos, y sus sistemas de interpretación. (2)





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La historia muestra que cada cierto tiempo, en momentos de aparente crisis o ruptura ontológica con la tradición, la creatividad constante de las sociedades tiende a dar paso a nuevas estéticas y narrativas, que traspasan la vida cotidiana, como flujo, proceso o evolución del saber colectivo. Estos movimientos del saber permiten nutrir el desarrollo cultural de la sociedad, de la cuál emergen pensadores que tienen la capacidad de interpretar estas señales y significarlas, plasmándolas en el arte, la técnica y la ciencia.

El tiempo se encargará luego de organizar y recrear estas manifestaciones, haciéndonos hablar de ellas como hechos del pasado, sacrificando nuestra experiencia y el saber colectivo que las constituye, por una nostalgia monumental, privilegio de grupos e instituciones que capitalizan estos discursos, cristalizando en el tiempo, un movimiento, que parece escrito en nuevo lenguaje, tarea de especialistas que han sabido recodificar y elaborar a partir de estos, sofisticados instrumentos, de difícil acceso y muy complejos de entender.

Un ejemplo de la emergencia de estos saberes lo fueron las llamadas vanguardias culturales, que en tanto reproducción de bienes sociales, son una clara muestra del funcionamiento del viejo modelo de construcción de sentido, donde transitan las múltiples externalidades positivas derivadas del proceso educacional fuera y dentro de las instituciones, centros o 'contenedores institucionales', y el desborde lógico de las formas de representación plasmados en el cotidiano de las prácticas, expectativas y formas según evoluciona el pensamiento.

Una empresa colectiva avocada al desarrollo educacional como motor de cambio social, debiera en este sentido, comportar tanto la memoria del pasado como la del presente, la ideas que tenemos sobre el futuro, no existen más allá de nuestras acciones cotidianas por más pequeñas que éstas parezcan, la emergencia y apropiación de los nuevos saberes puede ser duradera a partir de una organización social entramada en el día a día de las nuevas redes de comunicación, atenta a las variables o quiebres institucionales, que nos permiten establecer una interrelación afirmativa con la multitud de sujetos que participan de su desarrollo.

El movimiento por la educación, tema que convoca este ensayo, en gran medida ha tenido éxito gracias a la reapropiación del trabajo colectivo en conjunto con la sociedad civil, la multiplicidad de demandas ha transformado progresivamente las formas organizacionales, implicando a un espectro cada vez mayor de voluntades, construyendo desde la práctica y la improvisación, una “caja de herramientas”, que potencia desde la heterogeneidad y la crítica, un pensamiento libre caracterizado por una multiplicidad de escenarios diversos, cuya fuerza ha radicado en la autoconvocatoria, como “recodificación estratégica” permitiendo junto con situar la diversidad de posturas en conflicto, dimensionar sus verdaderos alcances.

Estas señales, en apariencia incompatibles; articulación, espontaneidad, fuga, organización, impiden entender a los medios oficiales las nuevas formas de antagonismo, cuyos objetivos aun no están delineados, precisamente porque estos no se encuentran en los libros ni en las aulas. Es por esta razón, que junto con observar las condicionantes de la actual crisis, cuyo primer diagnóstico podrían ser las formas jurídicas heredadas del régimen militar, la administración política del continuismo binominal y la diametral contradicción entre la repartición de la riqueza y el eventual éxito financiero, es necesario hablar de un exterior, de un afuera de la educación, la reorganización de un movimiento social de estas características va más allá del análisis binario de las nociones de lo público y lo privado, de las estructuras y las organizaciones sociales, de ahí su enorme capacidad de potenciar y entramar en sus demandas todos los procesos de subjetivación, regenerando y reinventando formas ciudadanas que se veían soterradas.

Pensar un afuera de la educación, o dicho de otro modo, cartografiar las fuerzas de producción  social contenidas en el proceso educativo, supone traspasar las barreras de la ciudad civilizada, remover las bases populares, y agenciar la diversidad de saberes connaturales a nuestra fisonomía identitaria, desarrollando en su ejercicio una pedagogía colectiva capaz de promover una enunciación múltiple de sujetos sin relaciones diferenciales, que por medio de una serie de coaliciones construye sus propios espacios de conocimiento, replanteando radicalmente los sistemas pedagógicos y universitarios, acción educativa de la cual se desprende progresivamente una agenda de acción política, trazando un camino rizomático de experiencias contextuales y emplazado a quienes requieran de los instrumentos necesarios para su reproducción y síntesis.




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Los discursos son espacios en constante dispersión, mapas en movimiento que nos obligan a elaborar constantemente nuevas cartografías para poder situar el orden que toman los enunciados en sus distintos niveles, siendo necesario dimensionarlos dentro de determinados procesos históricos, demarcando tanto sus connotaciones ideológicas, sus condicionamientos estructurales, sus mixturas y adecuaciones en el espectro liberal.

La tradición política tal como la conocemos, se ha encargado de codificar los discursos en espacios dicotómicos de entendimiento, subordinando los campos ideológicos a un espacio instrumental, de ahí que sus principios se apliquen mecánicamente, hasta el punto de su naturalización en medios intelectuales, periodísticos y de especialistas, todo lo cual hacen complejo pensar un afuera de estas relaciones en tanto trama integral de alternativas, lo que determina el diálogo a espacios contrapuestos de un mismo escenario, que tiene como límite acuerdos normativos flexibles, contextuados por las lógicas de mercado, que condicionan la oferta y la demanda, como sus posibles; ideológicos o sociales.

Dimensionar un pensamiento sustantivo y promover el tránsito progresivo hacia un conocimiento entramado en las prácticas sociales, presupone necesariamente un esfuerzo ético, dónde la vida humana y su historicidad constituyen las fuerzas centrales del cambio hacia un nuevo estadio de desarrollo científico y tecnológico, “es decir, trabajo vivo en cuanto objeto del capital y trabajo vivo en cuanto sujeto de su propio devenir”(3), para constituir un modelo social que englobe todos los procesos de subjetivación.

Esto si partimos del supuesto que somos capaces de compartir los costos y beneficios que importan a la sociedad en sus distintos niveles, ya sea a mediano o largo plazo, más allá de la perspectiva e interés estrictamente individual de los grupos ajenos al cometido común, una actividad como la educación no puede sino ser considerada desde un punto de vista social, acorde a un conocimiento dinámico de la realidad, que no obtiene validez a partir de su facultad universalizadora, sino de su capacidad de dirigirnos y mostrarnos una “inmensa red de relaciones”. (4)

En este sentido deberíamos pensar que implica que la educación cumpla un servicio público, no sólo como una empresa del estado o una actividad subsidiaria de este, sin caer en la mitología de un sistema social carente de actualidad o contexto, de lo contrario, pese a que nuestro proyecto sea coherente bajo sus propias reglas discursivas, favorecemos un orden de continuidad que se ha caracterizado por profundizar las contradicciones del modelo. Es cierto que estas fracturas tienen que ver con la desarticulación de la sociedad civil como espacio de cohesión social, pero también dicha historicidad es consecuente con la demanda real comprometida en el proceso, parte esencial del problema y variable sin la cual es ilegible el amplio apoyo de gran parte de los sectores sociales.

Es precisamente al interior de estas contradicciones, en este espacio diferencial irreconciliable para los mapas políticos, dónde se hacen efectivas las relaciones de poder que profundizan la crisis, subvirtiendo el uno al otro, dando lugar a espacios deslocalizados, invisibles para de los discursos dominantes, espacios en tránsito, un constante devenir que desafía y compromete las prácticas educativas con las vidas de todos los involucrados en el quehacer social, más allá de la promesa de un futuro, más cerca de nuestras condiciones materiales y la multiplicidad de vidas y expectativas que éstas proyectan.

El lugar de estos discursos responden necesariamente al sustrato político de nuestra historia reciente, motivaciones que ponen en relieve las rupturas o cortes de línea en el desarrollo social, ya que hablamos de proyectos que inspiran los modelos que como sociedad queremos construir, a partir de la misión que las instituciones educacionales tienen en su rol de formador de individuos, como a su vez del papel que estas desempeñan en la sociedad que las motiva. Comprender estas rupturas, no implica necesariamente dilución de los valores que mueven el pensamiento de izquierda, sino una apertura de estos, que permite verlos en perspectiva y definir su eficacia.

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Con el objeto de situar la diversidad de perspectivas que ordenan en debate educacional chileno, podemos identificar a grandes rasgos tres tópicos centrales, que a su vez corresponden a los escenarios históricos del movimiento de los últimos años; por un lado tenemos el diagnóstico de una creciente apertura de la oferta educativa condicionada por la especulación, y la evidencia de una incompatibilidad de paradigmas a la hora de definir igualdad y equidad en las políticas de financiamiento (crisis), observamos también una sociedad cada día más consciente que la educación es el reflejo de un esfuerzo colectivo, cuestión que hemos observado en la confluencia de movilizaciones, la creciente articulación organizacional y todo tipo de demandas mediatas e inmediatas (movimiento) y por otro lado la holgada administración de estos procesos a fin de generar nuevas políticas y acuerdos (reforma).

Estos tópicos dan cuenta de un estado o “normalización” de la estructura atingente a la política educativa, dónde se ordenan y operan los actores referenciados por la producción discursiva de los campos interés definidos por la matriz político clásica (dicotomía estatal v/s mercado), la que podemos despejar y descomponer en sus elementos principales para entender sus puntos de inflexión.

Podemos resumir estas posturas en tres puntos:

1.- Si bien es cierto que cuando la educación pública se apoyó en el esfuerzo del Estado, hubo insuficiencias de cobertura y en muchos aspectos fue incapaz de dar solución a problemas estructurales. Por otro lado, la educación pública chilena bajo la impronta del Estado Docente, obtuvo logros que trascendieron nuestras fronteras debido a que estuvo centrada principalmente en el papel de los educadores, mientras hoy en día lo está en los sostenedores, en los alcaldes, en los gestores privados, que no tienen ninguna vocación como no sea en objetivos que están en otras esferas de interés ajenos al proceso educativo.

2.- Una participación más activa del Estado como ente regulador es criticada a partir de afirmaciones que sostienen que la Educación Pública es deficiente por el simple hecho de ser pública y que a consecuencia de ello, es culpable de las insuficiencias que tuvo el sistema educacional chileno antes de la reforma neoliberal que impusiera el régimen autoritario. Tales carencias de la Educación Pública justificarían las ventajas del sistema actual, donde todo queda sujeto a las reglas mercantiles, y donde el papel del Estado sólo está destinado a garantizar ciertos accesos mínimos para los menos beneficiados. A su vez se constata que el grueso de los recursos sirve para financiar proyectos educacionales orientados exclusivamente al lucro de ciertos sectores, instituciones o personas.

3.- El enfoque privado de la educación enfatiza que los desembolsos o gastos asociados a ella, tales como aranceles, materiales, transporte, etc. se conciban como una inversión privada directa, inversión que como tal tiene un costo alternativo, y que su fin principal es incrementar la productividad laboral. Aun cuando tal enfoque adolece de simplicidad en el análisis, puesto que el sistema educacional produce otras externalidades esenciales para el cambio y el desarrollo social, y sus insumos tiene orígenes variados entre los cuales el aporte privado aparece como uno más, no es menos cierto que en este enfoque se fundamentan variadas políticas públicas, relacionadas con el sistema de matrículas, subvenciones escolares, créditos y becas.

Estas posturas marcadas por la tensión entre la inversión del mundo privado y la demanda histórica de una educación cuyo fin sea el propender a mayores niveles de movilidad social, han formulado dos grandes modelos interdependientes, por un lado en relación a la “equidad social” y por otro a la “calidad del sistema”. La primera tiene que ver con la igualdad de acceso al sistema y la segunda con la calidad de la educación que reciben los educandos en cada una de las partes en que se divide el sistema educacional. En estos términos, no hay equidad si los individuos no gozan de las condiciones materiales y de formación personal indispensables para acceder al sistema educativo, pero tampoco hay equidad si una vez ingresados al sistema, no reciben educación de calidad similar para todos.

Estos puntos son centrales ya que la nomenclatura y énfasis que cada uno de ellos distingue, permite demarcar los aspectos principales del debate y que tienen que ver tanto con el rol de estado y el mercado, como con el énfasis respecto de la libertad y la igualdad al interior del modelo democratizador, definido en el gobierno de la concertación como “desarrollo con equidad". Bien, discutamos sobre este punto.


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La equidad viene del latín aequitas, de aequus, igual. El término tiene una connotación de justicia e igualdad social que supone responsabilidad y valoración de la individualidad, llegando a un equilibrio entre ambas, la equidad si somos fieles a su definición filosófica es: lo justo en plenitud. El problema de la equidad en el plano educativo es enormemente complejo, siempre se ha planteado la educación como una herramienta para favorecer la igualdad social, pero cuando hablamos de equidad como instrumento de las políticas sociales, el énfasis es necesariamente pragmático, ya que supone desplazar de la agenda concepciones ideológicas que respondan a una igualdad a secas, que se expresan en la demanda por la gratuidad, ya que la equidad bajo una lógica redistributiva aparece supeditada a la idea de desarrollo, basado en la libre competencia como instrumento destinado a alcanzar mejoría social, cultural y económica.

Este es un problema cuestionable en todos los niveles, ya sea a partir de una fórmula igualitaria, necesaria o posible, dependerá en cada caso de variables estructurales a las cuáles se aplique, por ejemplo la educación primaria será determinante a la hora de seleccionar a los futuros profesionales, y no así las cualidades relativas al mérito o aptitudes personales como dinámicas de selección, variables instrumentales de regulación que instituyen gradaciones de justicia, coherentes con los niveles de fragmentación y segregación de uno de los modelos económicos más desiguales del mundo.

De esta forma hablamos de equidad con énfasis distintos, “lo propio de lo equitativo consiste precisamente en restablecer la ley en los puntos en que se ha engañado” (5), pero siempre en un sentido parcial sujeto a cuestiones ordinarias, debemos recordar que pertenecemos a una tradición republicana liberal, cuyo fin es cautelar y reformar velando por la articulación de intereses y valores que tienen lugar en espacios acotados de la gerencia social, donde la equidad redunda en equivalencias posibles dentro del abanico de posibilidades que ofrece el mercado a la par con las indemnizaciones sociales, fórmula incuestionable en los debates de estos últimos 30 años salvo en la cotidianidad de colectivos y pequeñas orgánicas, que en el movimiento educacional estos últimos años desborda todas las expectativas históricas, aglutinando a gran parte de la sociedad chilena y la opinión pública internacional.

Lo que esconden los discursos, es la crisis que los mueve, el diálogo prevalece por sobre graves problemas de igualdad en acceso y calidad, que bajo la semántica de la equidad, la excelencia y el buen vocabulario político, hacen inaudibles posturas que propugnen un cambio de modelo. No por nada las políticas estatales tienen como público objetivo la población más vulnerable, o al menos, la más cercana a los mecanismos de protección social, lo que no sólo revela la enorme distancia entre los sistemas público y privado, sino también de los subsistemas de precariedad estructural, dónde las condiciones de vida sitúan a gran parte de la población simplemente fuera del sistema educacional.

El discurso y las prácticas políticas de las democracias liberales ignoran que todas las medidas tendientes a democratizar la demanda a partir de la autonomía relativa y la flexibilidad en la oferta, no hacen sino reproducir las condiciones de clase dentro de la sociedad, estratificación que afecta tanto al sector subsidiario como el sector privado, autonomía que se traduce en mera inversión privada, implicando en la práctica, educación particular o subvencionada, agudizando las diferencias e impulsando una lucha de precariedades sistémicas.

Debemos al menos sospechar que los grupos privilegiados que acceden a la educación superior no solo ocupan las principales vacantes de educación pública, sino que a su vez son los futuros encargados de estas dinámicas de control y gestión, dinámica natural del capitalismo en la jerarquización social de sus miembros y performance histórica, que actúa como mecanismo ritual del poder y sus paradojas, y no como variable de nivelación o movilización real en favor del desarrollo colectivo.

Estas contradicciones son parte de un proceso paulatino, según el cual los intereses y formaciones sociales lejos de toda lógica, no se ha consolidado en determinadas instituciones, sino que a la inversa, las instituciones y las fuerzas políticas tienen como trasfondo una amplia gama de condicionantes y normativas que involucran que cualquiera de los cambios posibles tienen un alcance temporal, un marco de operatividad, que responden de los mecanismos de control amarrados a formas constitucionales.

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La demanda de una constitución democrática, tarea de la ciudadanía, radica en el ejercicio de su potestad soberana, poniendo en cuestión toda regulación que sea exterior a su propia constitución. El Poder Constituyente es el que ejerce el pueblo en un acto soberano, en el que expresa su voluntad política en la constitución de la relación consigo y en la constitución de la relación con los otros, un ejercicio ético de libertad que “abre un campo a nuevas relaciones de poder que hay que controlar mediante prácticas de libertad” (6) El Poder Constituyente es una resistencia, una síntesis particular, la “reencarnación específica de un desarrollo ontológico, de una pregunta que la historia presenta, sobre su superficie y el acontecimiento de la singularidad.” (7)

Los alcances de lo que se ha denominado “el movimiento”, deben en consecuencia responder a las demandas que este se ha dado a sí mismo, olvidar sus diferencias en acuerdo a las acciones sostenidas por toda la población que ha dado legitimidad, hace tiempo que la efectividad de cualquier reivindicación social sobrepasó a sus interlocutores inmediatos, nada menos estratégico puede haber en el culto a la personalidad y el carisma, las formas mediáticas del capitalismo solo cumplen con instrumentalizar uno tras otro los simulacros para anular la singularidad del común, en palabras de Nietzsche; “no hay ningún «ser» detrás del hacer, del actuar, del devenir; «el agente» ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer es todo”. (8)

Asistimos a un movimiento del deseo, cuyas capacidades de reproducción y contagio lo hacen instituyente, capacidad constante de reorganización e innovación que ha radicado en la superposición del rol del agente cooperante al del dirigente, “...El militante político revolucionario actual (…) debe redescubrir la que ha sido siempre su propia forma: no la actividad representativa sino la constituyente.” (9) generando progresivamente campos de autonomía social, que junto con emplazar a la ciudadanía, le permiten generar nuevas alianzas a través del fortalecimiento y la multiplicación de las capacidades de los individuos rompiendo con las relaciones de poder que las determinan.

Señala un académico de una universidad chilena tras la primera movilización estudiantil importante el año 2006; “Los secundarios han mostrado que el deseo es productor de deseo. Es el efecto de rebote al azar, en la medida en que algo se hecha a andar, comienza a crecer y extenderse hasta lo impensable. El deseo de hacer crea las condiciones para seguir haciendo y hacer a su vez cosas  distintas cada vez, con un efecto de total descolocación de aquello que está en su entorno. Producción de producción, se trata de aquello que transita en lo social. El deseo se autogenera, se autoproduce maquínicamente. No es un problema de voluntad sino de efectos. Efectos de derrame ya que no puede dejar de colarse en cualquier dirección contaminando todo a su paso.” (10)

“Un proceso de comunicación de una lucha local a otra (…) como una enfermedad contagiosa, por comunicación de prácticas y deseos comunes” (11) alianzas o ensamblajes que le permiten a un grupo de personas, cuyos miembros no son identificados como sujetos o individuos de una u otra categoría, devengan en algo más que un grupo, para transformar los espacios y situaciones en un proceso continuo de rebasamiento.

7

No son pocos los pensadores de izquierda que ven el actual modelo político, según la tensión evidente entre los movimientos sociales y los mecanismos de representación, como un viejo mausoleo, cada vez más frágil, tanto para los estados como para la gobernance financiera. El desgaste progresivo de las formas de interpretar el creciente agitamiento de las multitudes a partir de formas de organización política y productivas suscitadas durante la época industrial, han dejado de ser creíbles fuera de los estrechos márgenes de representación, una vez que entran en contradicción con los tiempos y experiencias singulares y subjetivos de la colectividad.

Este complejo momento denota el fuerte extrañamiento ante los procesos de cambio en la producción de valor, el capitalismo, en tanto modo de producción colectivo, se ha vuelto progresivamente un dato exterior, un valor ya producido, apropiable bajo la forma de una renta social. Este proceso definido por Marx como subsunción real, reorganiza toda la producción según la norma del propio capital y conoce en su fase neoliberal una subsunción biopolítica, la subsunción de la vida misma a la norma del capital.

El estado, en su rol tanto de mediador como impulsor de las relaciones sociales de mercado, ha intentado desarrollar fórmulas cada vez más sofisticadas de control y extraer renta de una nueva fuerza de trabajo que ha ido desmoronado los procesos de producción y organización, la ausencia histórica, como filosófico política de todo contrato entre la sociedad y el capital, nos muestra su verdadero rostro, la ausencia de todo contrato entre la sociedad y el estado (12). La ilusión de un conjunto social y la producción de referentes al interior de lo público y lo privado se disuelven bajo las nuevas formas de organización del capital productivo.

En esta nueva fuerza o fábrica social, el conocimiento ya no solo tiene lugar en las universidades públicas de la matriz desarrollista, o en universidades privadas en su forma democrático liberal, el recurso más preciado del actual sistema económico es la fuerza diversa e integradora de los modos de producción común del capitalismo inmaterial, racionalidad de la fuerza de trabajo cognitiva que producimos todos y todas colectivamente. Señalan estudiantes miembros de la internacional situacionista allá por los años sesenta, que; “La famosa "crisis de la Universidad" parte de una crisis más general del capitalismo moderno; sigue siendo el objeto de un diálogo de sordos entre diferentes especialistas. Dicha crisis traduce simplemente las dificultades de un ajuste tardío de este sector especial de la producción a una transformación de conjunto del aparato productivo.” (13)

El sometimiento del sistema educativo a las a las técnicas de gobierno y la irrupción del mercado en las prácticas de planificación, han convertido al sistema educacional en piezas claves del armado neoliberal, continuidad de la tradición disciplinaria y el pragmatismo de la empresa conformada por estudiantes, en su calidad de clientes y futuros empleados, condicionamiento que invalida cualquier influencia que pudieran tener a largo plazo en las variables de cambio, ante la carencia de un proyecto que promueva un horizonte de relaciones propio y permita generar espacios nuevos de creatividad entre la institucionalidad y las formas políticas.

En este sentido Hardt y Negri sostienen que “Las políticas universitarias y las de comunicación deben superar no solo la actual condición de miseria privada sino el nivel de organización pública de enseñanza para convertirse en motores de la construcción de lo común y la integración social.”(14) Construcción del común que supone abrir las universidades y trabajar desde las comunidades, crear universidad popular y libre, hacerse cargo precisamente de este quiebre, dónde un sin número de nuevos agentes puedan propagar desde sus propias experiencias el saber del cuál son portadores, rompiendo las rutinas y disciplinas impuestas por la universidad, cuyo único fin para la sociedad capitalista consiste en su propia reproducción.

La alternativa proyecto es la generación de espacios no institucionalizados de conocimiento,  espacios que si bien se reapropian de los discursos y sistemas universitarios, los multiplican y diversifican en favor de la comunidad, un trabajo colectivo de resistencia que se manifiestan en la práctica contra las relaciones verticales de poder, reproducción y fuga que se da en contextos de cooperación social, conformando una nueva ciudadanía democrática que promueve un cambio radical de las estructuras de gestión, optimizando una nueva trama de relaciones constituyentes.

Este proceso pasa por una renuncia de los modelos de cooperación a los mecanismos de control y captura del estado, como también, una resistencia a los nuevos procesos de gobernanza, que no cuentan ni forman parte de las redes de confianza guiadas por el mutuo acuerdo, de forma de potenciar lo que está ocurriendo en los márgenes o en el afuera institucional. La defensa del común en este sentido es una oportunidad para pensar otros modelos económicos de pequeña escala, relaciones de vida sustentables capaces de proponer soluciones desde la práctica y desde la misma comunidad.

Francisco Baño Burgos en su tesis sobre el “nuevo skholé co-instituyente” y la constitución de “La escuela de multitud” plantea que este proceso no toma la forma de un éxodo, si no más bien de una nomadía, un lugar común contra las formas burócraticas del sistema escolar, plantea en este sentido una de pedagogía radical democrática que bajo un dispositivo de coevaluación, sea capaz de transformar el horizonte de lo real. “La práctica social del trabajo vivo sembrada, acoplada, instalada en el espacio–tiempo del Otium, alumbra un nuevo porvenir para la Escuela: el de la co-institución ociosa (escolar radical democrática) que, redescubriendo sus posibilidades, sus facultades y su fuerza, en definitiva, su potencia, alberga en su seno el “nuevo skholé co-insituyente”, cuya definición más breve y concisa sería la siguiente “la práctica social del trabajo vivo en el espacio tiempo del Otium”.” (15)

Bajo esta perspectiva, así como hablamos en términos marxistas de la enajenación del trabajador al separar pensamiento y ejecución, debemos pensar la práctica educativa a partir de una articulación efectiva con la política, tal como observara Paulo Freire a partir de la separación del educador-educando, articulando enseñanza y aprendizaje como ejercicio político de la autonomía (16). Coincido con Querrien que la destrucción de la escuela sería un paso importante en la construcción de alternativas (17), las tomas de colegios y universidades han demostrado ser efectivos como herramientas de articulación y sensibilización abriendo nuevas posibilidades de experimentación, si bien, la democracia profunda permite desenmascarar los usos dogmáticos y nostálgicos de la administración estatal bajo la coevaluación, requiere un ejercicio activo y extensivo del educador en el proceso, y al menos en el caso chileno, los docentes de la educación formal se encuentran totalmente al margen de las microprácticas de resistencia.

El ejercicio de una pedagogía radical democrática en la experiencia chilena, es sostenida desde sus propios protagonistas, situada principalmente en el movimiento secundario, como también en otro tipo de experiencias emergentes que desbordan el espacio universitario, devenidas en un sin número de prácticas que articulan tanto nomadía como éxodo. Esta articulación es en gran medida resultado de un largo ejercicio biopolítico, un laboratorio neoliberal que comporta por un lado una contextura legislativa y policial disciplinaria, herencia del la intervención militar norteamericana, y por otro, un rol activo en la reagrupación de las potencias regionales, caracterizadas por una amplia red de alianzas que entran en contradicción con la estrategia unilateralista, características de los rasgos geopolíticos imperiales definidos por Negri, condicionando una coyuntura y un espacio de resistencia totalmente al margen de la ideología organizada por pequeños grupos de interés vinculados a formas políticas e institucionales.

Comenzábamos este ensayo señalando que es necesario hablar de un exterior, de un afuera de la educación, un afuera que como vemos va constituyendo una profundidad, un adentro coextensivo, un entrelazamiento de prácticas constituyentes. Sin duda no hay un afuera de las lógicas del poder, la geopolítica contemporánea funciona a base de fronteras, las jerarquías universitarias -señala el colectivo Edu-Factory- ya no están gobernadas por una dialéctica de la inclusión y la exclusión, en “... el capitalismo global contemporáneo ya no hay exterior; no hay afuera entre la universidad y la metrópoli, sólo un adentro marcado por relaciones de explotación.” (18)

Esto nos obliga a pensar el movimiento político por la educación como un proceso mayor, como un rebasamiento de las fronteras del poder que el propio capitalismo ejerce en la sociedad, pensar el afuera, es un ejercicio de adentrarse en el movimiento social desde su desborde, franqueando así las líneas de poder, sus afueras son su pliegues, una suma de acontecimientos que arrastran una concientización profunda y que traman nuevas prácticas de colaboración, ya sea del lado de las relaciones de explotación o a partir de la generación de nuevas coordenadas de articulación y diseminación de un proyecto colectivo, esta multiplicidad constituye su posibilidad política, líneas de fuga que unen las diversas dimensiones de la base del trabajo común, en su propio espacio discursivo.


Notas

Compilación de notas escritas durante las movilizaciones estudiantiles en Chile durante el 2011 y 2012 reeditadas para Universidad Nómade Latinoamérica (UniNomade-LA).

2 Michel Foucault, “Nietzsche, Freud, Marx” de la traducción: Carlos Rincón, Revista Eco nº 113/5 Bogotá, Colombia.
3 Cesar Altamira, “La guerra como el control de las multitudes” en “Diálogo sobre la globalización, la multitud y la experiencia argentina” A. Negri, G. Cocco, C. Altamira, A. Horowicz. Editorial Paidós, Buenos Aires, 2003 p. 59
4 Alusión a William James en “Por una política menor” Maurizio Lazzarato, 2006, De la edición Traficantes de Sueños.
5 Aristóteles, Moral a Nicómaco, libro quinto, capítulo X, De la equidad. http://www.filosofia.org/cla/ari/azc01146.htm
6 Michel Foucault, “La ética del cuidado de uno mismo como práctica de la libertad”, Entrevista realizada por Raúl Fomet-Betancourt. Helmul Becker y Alfredo Gómez-Muller el 20 de enero de 1984.
7 Antonio Negri, “Una Teoría del poder constituyente”, Entrevista de Rais Buson, Anthropos 144, p. 32
8 Federico Nietzsche, “La Genealogía de la moral”,  Alianza Ed., Madrid, 1997, p. 61
9 Michael Hardt, Antonio Negri, “Imperio”, De la edición de Harvard University Press, Cambridge, Massachussets, 2000 p. 356
10 Horacio Foladori, “El deseo de los pinguinos”, en “De actores secundarios a estudiantes protagonistas” OPECH, Abril 2009, p. 59
11 Michael Hardt, Antonio Negri, “Multitud, guerra y democracia en la era del imperio” Primera Edición Buenos Aires: Debate, 2004 p. 251
12 Ver La anomalía salvaje de Negri, específicamente la relación spinoziana potentia contra potestas.
13 Internationale Situationniste “Sobre la miseria de la vida estudiantil considerada bajo sus aspectos económico, político, psicológico, sexual e intelectual”. Transcripción íntegra de la traducción de Carme López (Barcelona, Icaria, 1977) del texto publicado por UNEF, Strasbourg 1966. Publicado primero en 1966 en la Universidad de Estrasburgo por estudiantes y miembros de la I.S.
14 Michael Hardt y Antonio Negri “La constitución del común y las razones de la izquierda” en http://www.politicaycomun.com/ traducción al español de Cesar Altamira del original “La costituzione del comune e le ragioni della sinistra” en http://uninomade.org/la-costituzione-del-comune-e-le-ragioni-della-sinistra/
15 Francisco Baño Burgos, “La escuela de multitud. Una lectura pedagógica de los textos de Antonio Negri” p. 289
16 “En el fondo, lo esencial de las relaciones entre educador y educando, entre autoridad y libertadaes, entre padres, madres hijos e hijas es la reinvención del ser humano en el aprendisaje de su autonomía” Paulo Freire, “Pedagogía de la autonomía” Ed. s.XXI p. 91
17 Querrien, A. "Trabajos elementales sobre la Escuela Primaria" Madrid, La Piqueta, p. 198 en Francisco Baño Burgos, “La escuela de multitud. Una lectura pedagógica de los textos de Antonio Negri” p. 421
18 Alberto de Nicola y Gigi Roggero, “Ocho tesis sobre la universidad, la jerarquización y las instituciones del común” Colectivo Edu-Factory http://www.edu-factory.org.








sábado, 9 de febrero de 2013

Los Grundrisse de Karl Marx


Antonio Negri


I. Comencé a trabajar sobre los Grundrisse durante los años sesenta. Cuando comencé ya era comunista desde hacía bastante tiempo, aunque no marxista. Yo había trabajado mucho sobre Kant, Hegel, y el neokantismo, Max Weber, Lukacs y luego, por último, a principios de los años sesenta, a los 30 años, empecé a leer El Capital. Había pasado también a través de las interpretaciones de moda en ese entonces, sobre el joven Marx: había leído y discutido a los Frankfurtianos (no se pueden imaginar la intensidad de las emociones planteadas por el "descubrimiento" en Francia, Italia y Alemania) en el clima de un cierto existencialismo humanístico. Me llevé las mismas ambivalentes (si no ambiguas) impresiones que había tenido estudiando el marxismo sartriano. En consecuencia, no tuve dificultades para aprovechar sensatamente la "ruptura epistemologica" que había proclamado Althusser. Esta ruptura no representaba para mí un elemento ni pertinente ni decisivo desde el punto de vista filológico. Lo era más bien (como, por otro lado, quería Althusser) desde el punto de vista de una hermenéutica política y polémica "situada" (como, precisamente, apunto en Kampf-Platz) en el pensamiento revolucionario, en la época de los últimos intentos de éxito del hegelianismo dialéctico en Occidente, como en Oriente. El materialismo marxiano me parecía convertirse en ”entero” precisamente, pasando por esa ruptura – ruptura anti-humanista, en el sentido que las ilusiones del humanismo burgués habían sido para ese momento definitivamente extirpadas y, sobre todo, en el sentido que la dialéctica hegeliana era efectivamente dejada de lado. Para nosotros, educados en el hegelianismo y en las infinitas variaciones de la "conciencia desdichada", este paso era necesario: constituía una propedéutica para la militancia revolucionaria.
La lectura de El Capital me resultó sin embargo muy difícil. Cierto que mi lectura de El Capital no fue la de un filólogo, de un académico, ni siquiera la de un "marxista" diplomado. Fue, más bien, la de un militante comunista que quería apropiarse de un método subversivo de investigación y de un programa de acción. Marx y El Capital debían ser útiles para hacer política entre los obreros, no sólo para comprender las contradicciones y las crisis del capital, sino para transformarlas en ocasiones de lucha en las fábricas y en la sociedad. Cuando, luego de El Capital, me puse a leer los Grundrisse, reconocí de repente una nueva potencia, inesperada pero deseada. Fue un proceso genealógico aquel al que fui introducido. Yo ya había empezado a hacer "co-investigación" con los obreros para comprender cuáles eran las condiciones en las cuales se desenvolvía la lucha de clases. Con la inclusión de los Grundrisse, más que hacer «investigación obrera" se trataba también de el método de Marx. Era redescubrir Marx, reinventarlo. Yo siempre me he preguntado, como hizo Eric Hobsbawm, a partir de la constatación de que medio siglo después de la muerte de Marx los Grundrisse aún eran desconocidos. Y también me pregunto sobre tantos otros (más de los que lo eran) que se convirtieron en marxistas, si lo hubieran hecho de manera distinta- aquellos que lo habían hecho sin leer los Grundrisse-, si hubieran podido leer los Grundrisse simultáneamente con El Capital. Para la manera en como nosotros conocemos los libros mencionados, nos fue imposible separar los Grundrisse no sólo de El Capital, sino del papel de operadores políticos que las lecturas de Marx debían promover.
II. Hobsbawm ha dicho de los Grundrisse –que se trata de una "especie de taquigrafía intelectual privada que resulta a veces impenetrable". Creo que este juicio es totalmente inexacto: es cierto que hay páginas incompletas, y que a veces hay simplemente esquemas, pero no es correcto concluir que el texto (ni siquiera parcialmente) sea incomprensible. Al contrario. Sin duda, es un texto difícil pero hay elementos centrales – nada difíciles de entender– que regulan el hilo. Sobre ello volveremos más adelante. Es cierto sin embargo, que, aunque puestos bajo una luz menos dramática, los Grundrisse han representado un punto de inflexión notable en las continuas lecturas y relecturas del pensamiento marxiano e impuesto una serie de nuevas divisiones sobre su interpretación. Los hay quienes han considerado los Grundrisse como un texto delirante, escrito sobre la base del choque fortísimo provocado por la lectura de la primera crisis global del capitalismo, inspiración sin embargo frustrada por un consecuente error político. Hay otros que han más bien considerado los Grundrisse como una nueva fuente interpretativa para el materialismo dialéctico, el más oficial y ortodoxo. Y luego están aquellos que han considerado los Grundrisse como homologables del todo con El Capital. Yo creo que, vistos en forma más realista y políticamente adecuada, los Grundrisse deben ser leídos – en su ubicación histórica dentro de la evolución del pensamiento marxiano –como una genealogía no tan (o no sólo) del capital sino, sobre todo, como fuente de método y de invención de una política revolucionaria. Si la cuestión es puesta en estos términos y, al mismo tiempo, olvidamos las bellas fábulas hegelianas de la teleología dialéctica, Althusser no debería escandalizarse si en este punto asumimos un "Marx entero". En los Grundrisse se debe por tanto leer el curso de un proceso de constitución de la lucha de clases: Hans Jürgen Krahl, en medio del 68 francfurtiano, lo había comprendido perfectamente. En esta perspectiva los Grundrisse son el proyecto de revolución que el "trabajo vivo" construye desde dentro de la estructura de la producción capitalista.
Los Grundrisse son, de conjunto, una "práctica teórica" que asume la rebelión del "trabajo vivo" en la crisis – considerando esta crisis como una ocasión revolucionaria –y también, como bien señala Enrique Dussel, un motor generador de las categorías de análisis del desarrollo capitalista. En definitiva, en los Grundrisse (como lo vieron los hombres del 68 de manera similar) se puede reconocer un centro dinámico del pensamiento marxiano, tanto de su historia lógica, como del proyecto revolucionario. Desde este punto de vista los Grundrisse han constituido un apoyo absolutamente central para la crítica de toda delegación de conocimientos y de tareas, considerados de vanguardia, a la teoría; para la crítica de cualquier concepción de "revolución desde arriba", impuesta al movimiento real; y más bien como una afirmación de "revolución desde abajo", como potencial de fuerza autónoma constituyente del comunismo. Sólo el proletariado puede construir programa.
 III. En "Karl Marx's Grundrisse. Foundations of the emergency of political economy, 150 years later" (Routledge, Oxford y Nueva York, 2008), silogismo que Marcello Musto recogió para celebrar, precisamente aquel aniversario, el enfoque está oportunamente dividido en tres partes. En la primera se consideran las lecturas críticas de los Grundrisse que han señalado sus líneas conceptuales más importantes (teoría del valor y del plusvalor, alienación y emancipación, principios del materialismo histórico, etc.); en la segunda parte se estudia la vida de Marx, como periodista e intérprete de la primera crisis económica global en 1857-58; en la tercera se describe y analiza la extraordinaria recepción –una diseminación, precisamente – de los Grundrisse en el mundo. Este trabajo es llevado a cabo con rigor y de manera completa. A mí me interesa destacar algunos aspectos de la lectura que Musto (en buena compañía como dice Michale R. Krätke) hace de la relación de Marx con la crisis– de la "maravillosa crisis que habíamos previsto", dice Marx. Ya Sergio Bologna, en nuestra juventud, nos había ofrecido una insuperable pintura de este período ("Moneda y crisis: Marx corresponsal del New York Daily Tribune", en Bologna, Carpignano, Negri, crisi, organizzazione operaia, Feltrinelli, Milán, 1974). Los dos elementos a subrayar, en el renovado análisis de este libro, me parece, son la insistencia en que el análisis marxiano no sigue simplemente el acontecimiento crítico, sino que recupera los aspectos categoriales, el dispositivo teórico inmanente. En este caso la normativa que erosiona el vínculo moneda-crisis, medida-producción, producción-explotación. Ahora bien, y este es el segundo elemento, precisamente porque esta inmanencia de la crisis monetaria en aquella social (en la relación de clase) es tan profunda, precisamente por esta razón, toda crisis será considerada de manera singular (como pertinente a la particular determinación de la lucha de clase que la sostiene) y cada continuidad crítica del capital será considerada según criterios de discontinuidad. 1857-58, crisis de superproducción, cierto. Pero cualquier otra crisis no es homologable a ésta y dependerá, más bien, de las condiciones concretas de las relaciones de clase en que ésta se desenvuelve. Medidas y límites, causalidad y casualidad no son normas abstractas, sino dispositivos de la investigación (sobre las luchas, sobre las determinaciones de la lucha de clases) una vez descubiertos. Diferencias, relaciones desiguales, correspondencias no rígidas regulan, en este punto, el método. Hay un anti determinismo muy fuerte en los Grundrisse, desde el comienzo al fin: en la aproximación a la crisis, en la invención y en la primera experimentación del método. Esta idea me parece un gran aporte expuesto en este texto.
Método de la discontinuidad, por lo tanto un universo plural por descubrir. Es muy importante esta definición – ella nos permite reabrir la investigación en la continuidad de la investigación misma, de conducirla en términos de experimentación. Forschung, Darstellung –pero luego, nueva Forschung y nueva Darstellung. Cuando se dice Forschung se dice profundizar en la experiencia allí misma, desde adentro, siempre dispuestos a encontrar lo nuevo. El método crítico (mejor dicho subversivo) construye un misil en varias fases y cada fase nos lleva más lejos y pone en condiciones de construir conceptos cada vez más intensos y ampliados. Así, al avanzar la investigación dentro del desarrollo capitalista, la vida es cada vez más investida por el proceso productivo y el método permite al investigador ampliar sus descubrimientos, mucho más allá de las determinaciones genéticas de la propia investigación –y llegar hoy a analizar tanto las consecuencias biopoliticas como las ecológicas presentadas en la interesante contribución de J. B. Foster. Precisamente por esto, la conceptualización se vuelve cada vez más rica, en términos analíticos y también proyectuales, y el marxismo se presenta como una obra abierta. Marcello Musto nos entrega un ejemplo, referido a la categoría de “común” que, sin duda, resulta extremadamente eficaz. Dada la radical diversidad entre el común como "dependencia” entre los individuos al comienzo de la civilización (en tribus, familias, etc. ) y el común en el capitalismo maduro, donde la independencia de la singularidad está integrada por la dependencia social que se expresa en la división del trabajo… bien, sólo si asumimos la crisis como motor de transformación ontológica, el método de Marx, formado en la crisis, podrá ser apto para "sobrevolar" y por lo tanto (como quería Deleuze) alcanza la abstracción determinada.
IV. Como decíamos más arriba, encontramos (y está bien ilustrado en el texto a cargo de Musto) las líneas principales que, nucleadas en los Grundrisse, resaltan el carácter de obra política "comunista". El punto fundamental consiste en que el dinero aquí está planteado como inmediatez del valor. Es así como Marx lo recoge. Respecto de El Capital, aquí no se parte de la mercancía sino del dinero; no se parte del valor uso por excelencia (que es el "trabajo vivo") sino de su explotación capitalista; no se parte del dinero sólo como medida de la explotación sino del dinero como regla sobredeterminada del antagonismo producto de la explotación; no del dinero como forma exclusiva de expresión de valor sino del proceso de socialización del capital como su presupuesto. El antagonismo de clase está en la base de todo el proceso, y la relación de explotación representa el contenido del equivalente monetario, como el signo de su crisis. Es de hecho la crisis la que permite incorporar este fundamento (que no es otro que la relación social del capital). Con esto, el capital es, desde un principio desprovisto lanzado de su poder. "Es absolutamente necesario que los elementos violentamente separados, que son esencialmente homogéneos, mediante una violenta erupción, se muestren cómo escisión de algo que es esencialmente homogéneo. La unidad se restablece violentamente. Cuando la escisión extrema es puesta en erupción, los economistas agregan la unidad esencial y abstracta de la alienación” (Grundrisse, I, p. 68).
 No se puede estar en desacuerdo con Terrell Carver cuando, en su artículo "Marx's conception of alienation in the Grundrisse”, establece de manera refinada, la conexión entre las diversas formas lingüísticas que, alrededor del concepto fundamental de la "alienación”, representan la "escisión" producida por la explotación, e indica la estructura de la crítica de la economía política que dicha escisión rescata, es decir, la máquina antagónica que organiza la célula elemental de esta relación. (Y no se puede no estar de acuerdo incluso con la sustancial recomposición que desarrolla sobre las distintas fórmulas utilizadas por Marx, a lo largo del curso de toda su vida, para expresar, precisamente, la célula primaria). De la misma forma que se debe valorar el diseño que recorre el capítulo de Joachim Bischoff y Christoph Lieber, "The concept of value en modern Economy: on the relationship between money and capital en Grundrisse".
Porque aquí, la máquina antagonista del plusvalor (PV) –es decir, la ley del valor como ley de la explotación– acciona como estructura plural y dinámica de recomposición productiva del proceso de acumulación capitalista y del comando sobre los antagonismos que en él surgen. Estructura dinámica, porque sólo en el capitalismo las relaciones de dominio consiguen funcionar progresivamente mistificando la explotación en términos de producción de riqueza. En cuanto al valor de cambio, éste no es simple signo de circulación sino motor de la producción; y las formas burguesas de solución del conflicto de clase representan un universo ontológicamente consistente. Todo esto, contra cualquier concepción catastrofista, contra cualquier pretensión de autodestrucción o, simplemente, contra la perspectiva de un decrecimiento necesario del desarrollo capitalista. Pero, por otra parte, estructura plural: la ley del valor funciona efectivamente también como instrumento fundamental para regular la competencia (mercantil). Marx está bien alejado de toda ilusión sobre el funcionamiento del mercado en términos ideales. No, el mercado es así (y hoy, añado, el funcionamiento del capital financiero lo demuestra abundantemente); siempre se encuentran esos monstruos reinventados y re propuestos para generar impotencia en los trabajadores: un capitalismo monopolista de Estado (que todo oprime y comanda) y ni siquiera un capital social que siempre recompone y subsume de manera totalitaria todo proceso singular de acumulación. El capital no es un Leviatán sino una "relación social", subordinada a la lucha de clases. En la ley del valor se articulan tanto intercambios y equivalencias, enfrentamientos y estructuras –de manera cada vez más plural y antagónica. Es este antagonismo que define la ley del valor, que lo muestra no como un modelo de medida temporal, sino como la relación siempre inconclusa entre el poder de la acumulación del capital y la potencia productiva del trabajo vivo.
V. El intento más explícito de dar a los Grundrisse un carácter innovador que vuelva la enseñanza marxiana adecuada al análisis del presente es, en el texto que analizamos, el de Moishe Postone, "Rethinking capital en light of the Grundrisse". Resulta conocido como Postone la emprende contra el "marxismo tradicional”. Considera que el marxismo tradicional considera al trabajo como punto de partida de la crítica del capital; propone, en su reemplazo, considerar el recorrido crítico marxiano de la relación contradictoria que se establece entre las formas de la vida social y las formas de la riqueza: van de la mano y se modifican conjuntamente. Las páginas del “Fragmento sobre las máquinas" de los Grundrisse se incorporan como clave de la demostración: la ley de la medida del valor-tiempo resulta de hecho disminuida con la transformación tecnológica que sigue al modo de producción de la "gran industria" (el último por él conocido). La jerarquía que se establecía entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, y la calidad productiva y valorizante de esta figura de la fuerza de trabajo se desborda con la revolución tecnológica y la ley del valor termina por ser utilizada como arma ideológica en la gestión política del capital por parte de la burguesía. Etc. , etc. . En resumen, en la polémica contra el marxismo tradicional, parece escuchar algún recitado de la Biblia del post-obrerismo, su analítica. Lo mismo ocurrirá cuando Postone analice las categorías marxianas utilizadas en los Grundrisse al insistir en considerar su carácter, específicamente histórico y tendencial.
Más duda me sobrevienen en el discurso de Postone cuando, acentuando la "duplicidad" de las categorías marxianas (la de fuerza de trabajo como capital variable o como clase es ejemplificativa) – pretende que no haya solución estructural (revolucionaria?) tras la determinación histórica de la "subsunción real" de la sociedad en el capital. Ya Panzieri y Tronti (a finales de los años cincuenta) destacaban esta situación, denunciando en ella la "magia del método" (dual, dialéctico negativo) y un consiguiente “bloqueo de la investigación". Si todo ha sido absorbido por el capital, ¿como se define la determinación revolucionaria?, ¿cómo surge la “diferencia esencial" de la clase? Postone responde que la única conclusión frente a este desarrollo lógico consiste en la catástrofe (aunque también, paradójicamente, en la realización) final del desarrollo capitalista: le seguirá la extinción del proletariado. Es necesario, lamentablemente, observar que con esto se extingue también todo aporte de Postone en la detección de las novedades introducidas por los Grundrisse. El encuentro con las tesis del obrerismo se desvanece tras la renovación del horizonte, a veces pesimista, a veces utópico, de la escuela de Francfort. ¿En qué consiste ese punto de vista? En la convicción, repetida hasta la saciedad, que las contradicciones estructurales del capital no podrán ser reducidas a los conflictos de clase. Aquí no tenemos ya que leer el "marxismo tradicional" sino, pura y simplemente, enfrentarnos con la filosofía socialdemócrata. Aquí se pierde el elemento más específico del marxismo de los Grundrisse, su determinación ontológica, expresada siempre en nuevas formas de subjetividad de clase. Fuera de cualquier determinismo tecnológico, precisamente en nombre de las formas de vida que el análisis de vez en cuando asume en la investigación, surge, en efecto, la potencia transformadora de la lucha de clases. En la subsunción real de la sociedad en el capital – enseña el futurismo marxiano de los Grundrisse – se revela la nueva calidad de la subjetividad revolucionaria: General Intellect como parte del capital, por un lado; y por la otra, multitud (es decir conjunto cooperativo de singularidades sociales productivas) como clase, que rompe el "bloqueo" de la actividad revolucionaria; que se encuentra transformada como dualidad ontológica de la fuerza de trabajo.
No es posible –estabilizada la condición analítica fijada por los Grundrisse, en el presente de subsunción real de la sociedad –pensar en un despliegue de análisis, en un salto hacia adelante, que no esté vinculado a una fuerza, a un sujeto que opera este salto. Así termina realmente aquella dialéctica que, como Althusser lo había visto muy bien, castraba el proyecto revolucionario. Sólo la subjetividad política de clase, no como elemento externo al desarrollo del capitalismo, sino como fuerza que se mueve "dentro y contra" el capital – enseñan los Grundrisse – permite, en efecto, leer en el presente la lucha de clases contra el dinero-capital-crisis.
Traducción: César Altamira
Del sitio italiano Uninomade 2.0 http://www.uninomade.org/karl-marx-grundrisse/

domingo, 3 de febrero de 2013

Del fin de las izquierdas nacionales a los movimientos subversivos en Europa


Toni Negri

I- Cuando se habla de mundialización de los mercados, se habla también de la limitación impuesta a la soberanía de los Estados-Nación. En Europa occidental, el error fundamental de las izquierdas  nacionales ha sido no entender que la mundialización era un fenómeno irreversible.
Hasta la caída de la Unión Soviética, el liderazgo estadounidense había consistido – con prudencia, pero también con una constancia evidente – en combinar las especificidades nacionales de los países pertenecientes a las alianzas occidentales (especialmente de la OTAN) y la continuidad del imperialismo clásico, reuniéndolos alrededor de un antagonismo respecto al "socialismo real". A partir de 1989, una vez que el bloque soviético se derrumba, el hard power americano fue reemplazado poco a poco por el soft power de los mercados: la libertad de comercio y la moneda han condicionado los viejos instrumentos de poder – el poder militar y el de la policía internacional-; y el poder financiero y la gestión autoritaria de la opinión pública han determinado, por otra parte, el campo donde se iba a ejercer de ahora en más la nueva acción liberal de sostenimiento a la política de los mercados. El neoliberalismo se ha organizado muy fuertemente a nivel mundial: gestiona hoy la crisis económica y social en beneficio propio y tiene muy probablemente ante sí, un brillante futuro… A menos que – en la medida que una transformación democrática y pacífica de los actuales fundamentos políticos del neoliberalismo no resulta imaginable a un nivel mundial – no se den rupturas revolucionarias.
Paralelamente a esto, desde 1989, precisamente cuando el sistema capitalista en su forma neoliberal se reforzaba,  la desbandada de las fuerzas políticas de izquierda se profundizaba. No solamente las fuerzas dogmáticas, en nombre de una supuesta fidelidad a formas ideológicas arcaicas, han renunciado a toda comprensión de la lucha de clases en un mundo profundamente transformado por la mundialización y la mutación de los modos de producción, sino que una nueva corriente de pensamiento y de acciones de tipo socialista, tras la idea de tener en cuenta la novedad de la situación, se arriesgaba a evidentes alianzas con el neoliberalismo. Los procesos de unificación del continente europeo y las instituciones donde se desarrolla el debate sobre la constitución europea han constituido un lugar ejemplar del vacío y de la impotencia política de la izquierda – tanto en su variante "tercera vía a la Tony Blair" (cuyas orientaciones fueron rápidamente identificadas con la voluntad explícita de estructurar políticamente la Europa de manera neoliberal), como bajo formas contrarias: impotencia de los grupos que han ocultado, detrás de sus negativas a la unidad y al desarrollo de las instituciones europeas, su incapacidad para construir una línea que sea alternativa a la del neoliberalismo. Esto habría querido decir poner en discusión el Estado-nación, el derecho internacional público y el sistema administrativo de la modernidad capitalista. El fracaso de esas fuerzas, tomadas en su conjunto, ha sido enorme.
Si queremos reanudar el debate, es preciso entonces preguntarse cuáles son las condiciones teóricas y políticas que permiten reabrir una perspectiva de lucha sobre el terreno realista de la construcción subversiva de una Europa unida. Es una cuestión planteada hoy por los movimientos que aprenden a luchar contra la crisis a nivel europeo.

II. ¿En qué consiste el capitalismo financiero y/o biopolítico? Consiste en la subsunción de la sociedad – más exactamente aún, de la vida misma – bajo la dominación del capital. ¿Cómo se ejerce el mando de los mercados sobre la estructura de la sociedad? No puedo naturalmente detenerme en este punto; me limitaré a decir que este poder funciona a través de un uso cada vez más importante del control monetario, control monetario cuya finalidad es la acumulación de la renta financiera. Ésta reorganiza las relaciones productivas y reproductivas según las pautas de profundización e intensificación de los dispositivos de explotación, hasta tomar algunas veces la forma de una verdadera nueva acumulación primitiva, retomando los términos de Marx. Los mercados financieros, que buscan la máxima valorización, prefieren, por una parte, las industrias de la "producción del hombre por el hombre”, es decir el Welfare, los servicios productivos metropolitanos incluidos los servicios informáticos; y por otra parte, la minería, la energía, las industrias del agrobussiness y todas las que generalmente se aplican en la naturaleza…
Con frecuencia, se trata, ya he dicho, de una nueva figura de la acumulación originaria, donde la apropiación capitalista incorpora la puesta en trabajo, y por tanto la explotación del bios (es decir de la vida humana, a la que se debe añadir el medio ambiente natural donde la vida se desarrolla y con el que interactúa); alcanza también la captación del valor expresado por la sociedad en general, que se halla de repente desposeída. Una primera definición de este "común” que los movimientos buscan en la actualidad, podría pues, paradójicamente, consistir en lo siguiente: la inversión comunista de la apropiación capitalista en toda su extensión.
Lo que me parece interesante hacer es estudiar las contradicciones que han surgido en este terreno, a menudo un poco caótico por el ataque neoliberal y que han sido puestas en evidencia por los movimientos. Se trata de contradicciones difícilmente superables, que el poder tiende a administrar a través de una governance fuera de toda normativa, por un gobierno establecido de excepción de larga duración y destinado a volver a refundar la sociedad en su conjunto. Las contradicciones en cuestión pueden ser identificadas como sigue:

A. Una primera contradicción se refiere a la producción. Si por un lado el capitalismo financiero representa la forma más abstracta y más delegativa del poder, por otra parte, paradójicamente, el capitalismo financiero es el capitalismo que más inviste materialmente a la vida en su conjunto. La “reificación” de la vida y la “alienación” de los sujetos son impuestas a la fuerza de trabajo cognitiva por un mando productivo que parece haberse convertido, en tanto que poder financiero, en algo absolutamente trascendente. La fuerza de trabajo cognitiva, que está obligada a producir  plusvalor precisamente, en la medida en que ella es cognitiva, inmaterial, creativa, no inmediatamente consumible, es en realidad productiva en sí misma, de manera autónoma. Trascendencia financiera contra autonomía productiva, he aquí la primera contradicción.
 En la medida que la producción se basa principalmente en la "cooperación social” (independientemente de cuáles sean los ámbitos, desde los servicios hasta la informática o las actividades de cuidado, etc. ), la valorización del capital no tropieza simplemente con el "capital variable” masificado, sino con la resistencia y la autonomía de un proletariado que representa en sí mismo hoy en día una parte del “capital fijo”. En efecto, la nueva calidad social de la producción y las características cognitivas de ésta han transformado a los trabajadores en "sujetos maquínicos" que poseen una capacidad "relativa", pero permanente, para organizar de manera autónoma sus propias redes sociales de trabajo. No se puede dejar de incorporar la evidencia de esta contradicción.

B. La segunda paradoja está referida a la propiedad. La propiedad privada (aquella que definimos como tal desde el punto de vista jurídico) tiende a estar sujeta cada vez más a la forma de la renta. Hoy, la renta nace principalmente de los procesos de circulación monetaria que tienen lugar en los servicios del capital financiero y/o en aquellos del capital inmobiliario, o en los procesos de valorización que tienen lugar en los servicios industriales.
Pero cuando los bienes (privados) se presentan como servicios, cuando la producción capitalista se valoriza principalmente a través de los servicios, la propiedad privada tiende a matizar los rasgos que la caracterizaban tradicionalmente en tanto que “actos de posesión” y a presentarse, más bien, como el producto de esta cooperación social que constituyen los servicios; y los vuelve productivos. Para los patrones el problema deviene en devolver a la propiedad privada esta función fundamental (en la organización social) de la que el capitalismo tiene necesidad. Si la propiedad se socializa progresivamente, ¿cómo hacer para darle esta calidad al comando privado?
A esta cuestión, los capitalistas responden con la hipocresía que los caracteriza: son los poderes públicos quienes deben hacerlo. Pero en las sociedades post-industriales, la mediación pública de los relaciones de clase se vuelve cada vez más difícil – es en realidad lo que nos muestra muy bien la crisis: la soberanía ciertamente ha sido privatizada (patrimonializada,  podría decirse, por el capitalismo financiero) pero la paradoja es que, de manera absolutamente simultánea, la propiedad privada se disuelve presentándose cada vez más como el uso de un servicio, y no más como posesión de un bien. El “soberano público" no debe afrontar más ahora a las corporaciones, a los sindicatos, a los órganos colectivos de trabajo (que, dicho sea de paso, se presentan ellos mismos como sujetos privados), sino a la cooperación y a la circulación social de subjetividades que se componen y se recomponen permanentemente, tanto en la producción material como en la producción cognitiva. En suma, se enfrenta a lo que llamamos el “común”.
Por “común”, por tanto, debemos aquí reconocer que hoy, la producción se realiza de manera cada vez más cooperativa. Si bien esta cooperación es naturalmente comandada por el capital financiero, es también accionada inmediatamente por las nuevas figuras de la fuerza de trabajo cognitiva, es decir por las mismas potencias sociales que en otras épocas se conocía como la “clase obrera”. Y quiero subrayar aquí una vez más ésto: cuando se habla de fuerza de trabajo cognitiva, se habla en realidad de una nueva calidad de la producción, de un nuevo rostro de los procesos de valorización, de una nueva organización del trabajo, que surgiera después de 1968; pero se habla también de algunos aspectos, cada vez más centrales, de la propia producción material donde, pese a las apariencias, el trabajo cooperativo, o bien la introducción de elementos inmateriales, informáticos o lingüísticas, está hoy cada vez más generalizada.
Hay pues una progresiva "patrimonialización privada" de los bienes públicos que, simultáneamente, destruye la institución de la propiedad pública y hace valer la ideología de la propiedad privada; es a partir de esta combinación que se crea la deriva ahora permanente de la gestión de lo público del lado de los procedimientos de excepción, el deslizamiento de esta excepcionalidad en la corrupción, y la destrucción del común por los poderes de excepción.
El "soberano público" no existe ahora más que de una manera paradójica, y tiende a borrarse ante un "común" que surge, por el contrario, del interior de los procesos de producción social y de esta cooperación que representa el corazón de la valorización. Este común es precisamente lo que es directamente captado por los poderes financieros, por el mercado mundial: Hic Rodhus, Hic salta.

C. La tercera paradoja corresponde al bio-capital, desde el momento que entra en relación con el cuerpo de los trabajadores. Aquí, el enfrentamiento, la contradicción, el antagonismo aparecen de manera absolutamente clara, en la medida en que el capital (en la fase post-industrial, en la época en que la producción cognitiva se ha convertido en hegemónica) debe poner directamente en producción a los cuerpos humanos, que no son sólo mercancía trabajo, sino que se transforman en portadores de saberes productivos y operadores-maquínicos. Significa que en los nuevos procesos de producción, precisamente porque los cuerpos están cada vez más y más eficazmente especializados, han adquirido una autonomía relativa. Al mismo tiempo, la resistencia y las luchas de la fuerza de trabajo maquínica responden paradójicamente a la exigencia capitalista de una explotación de la producción del hombre por el hombre, es decir para la máquina-viviente “hombre”. Es precisamente sobre esta mutación que se aplica la explotación del capital financiero y a la que busca gobernar.
En efecto, en el momento en que el trabajador se apropia de una parte del “capital fijo” y se presenta
1) de manera variable, a menudo caótica, como actor cooperante al interior de los procesos de valorización, como “sujeto precario”; pero también por otra parte,
2) como un “sujeto autónomo” en el proceso de valorización del capital, en ese momento, por lo tanto, se produce una total inversión en la función del trabajo con relación al capital. El trabajador ya no es más sólo el instrumento que el capital utiliza para conquistar la naturaleza – lo que quiere decir banalmente producir mercancías; sino que en el trabajo cognitivo y cooperativo, el trabajador, - habiendo incorporado en sí mismo el instrumento de producción (del capital) y habiéndose metamorfoseado, desde el punto de vista antropológico-, reconquista el "valor de uso”,  -actuando de manera “maquínica”,  de manera autónoma y en oposición con relación al capital-, alcanzando una autonomía y una oposición que tienden a devenir completas. Entre esta tendencia objetiva y los dispositivos prácticos de constitución de este trabajador maquínico  toma lugar una nueva forma de lucha de clases  que ahora podemos calificar de biopolítica.

En el desarrollo del capital, estas tres paradojas, que acabo de poner de relieve, permanecen abiertas. Más aún, se trata de contradicciones que se han visto acentuadas por la crisis actual. Por consiguiente, mientras más se fortalece la resistencia, mayor es la tentativa de restauración del poder  por parte del Estado (en tanto órgano del capital),  y tanto más decisivo deviene el uso de la violencia. Toda resistencia es condenada como ejercicio ilegal de un contrapoder; toda manifestación de rebelión es considerada como un momento de devastación o saqueo. Más aún, como efectos posteriores y como pura mistificación, al ejercitar la máxima violencia el capital y su estado deben manifestarse como figuras necesarias y neutras. Hoy, el máximo de violencia es, por lo tanto, ejercitado a través de instrumentos y de órganos calificados como "técnicos”. Recordemos que Margaret Thatcher proclamó en su momento: "No hay alternativa".

III. Si, en el proyecto neoliberal de estabilización y en la crisis de éste, ésa es la constitución política del presente, es evidente que los movimientos de resistencia no pueden dejar de expresar su indignación, su rechazo, su rebelión. Es así que emerge el deseo de construir nuevas instituciones que puedan corresponderse con la potencia social de la cooperación productiva. Retomemos entonces los terrenos sobre los que las contradicciones, que he tratado de formular hace un momento, se presentan.
1-a. Si uno se enfrenta a la “paradoja de la producción”, se trata de retomar el viejo tema del programa comunista – aquel de la "auto-valorización” obrera y proletaria-, sobre la reapropiación  progresiva, de manera cada vez más cierta, del capital fijo empleado en el proceso productivo social – precisamente contra la multiplicación de las operaciones de valorización-captura-privatización que el capital financiero pone en práctica. Reapropiarse del capital fijo, significa construir el "común" – un conjunto organizado contra la apropiación capitalista de la vida, un común entendido como desarrollo de los "usos” cívicos y políticos y como capacidad de gestión democrática y autónoma, desde abajo. La reconquista del saber y del ingreso son objetivos que califican de manera primaria al trabajador cognitivo; se trata, en primer lugar, de objetivos políticos, exactamente de la misma manera en que la lucha contra la reducción del salario relativo – nos recuerda Rosa Luxemburgo – cito – la "Lucha contra el carácter de mercancía de la fuerza de trabajo, contra la producción capitalista adoptada en su conjunto” – constituían la política del trabajador industrial. Cito nuevamente a Rosa Luxemburgo: "La lucha contra la caída del salario relativo no es más una batalla sobre el terreno de la economía mercantil, sino un ataque revolucionario al fundamento mismo de la economía; es el movimiento socialista del proletariado" – fin de la cita. Por consiguiente, es sobre este punto, que deben ser retomadas, estudiadas e incorporadas las experiencias realizadas por ejemplo en Italia, en la agitación militante que rodeó a los recientes referendos, en particular sobre la cuestión de la gestión del agua, a fin de permitir la recuperación de esta nueva figura jurídica que son los "bienes comunes".
1-b. Volvamos a la “paradoja de la propiedad”. Si se desea ir en contra o, más allá de la propiedad privada, los movimientos necesitan desesperadamente sumergirse en este contexto contradictorio, hecho en gran parte a base de servicios y redes sociales, que estructura hoy la cooperación productiva. Se trata al mismo tiempo de situarse a la vez "en y contra" de las instituciones del poder público. Dos líneas principales se entrecruzan entonces: la primera debe oponerse a la función represiva – inerte y por tanto feroz – de los poderes públicos frente a las luchas de reapropiación; la segunda se opone al rol y al poder de la moneda. En el primer caso, la capacidad de romper con la governance neoliberal – por ejemplo, en la variante que presentan los supuestos “gobiernos técnicos" – es absolutamente fundamental. Ya he dicho en qué medida se trataba de una farsa. Pero también hemos debatido en muchas ocasiones para saber si era posible imaginar, a partir de los enfrentamientos que los movimientos ponen en práctica alrededor de la cuestión de la governance pública, el surgimiento de una especie de “dualismo del poder”; y el problema permanece hoy en día enteramente – dudo, sin embargo, que se pueda resolver de manera puramente abstracta, fuera de la dimensión de las luchas. Es sobre este punto, precisamente en relación con la intensidad de las luchas que se desarrollan en torno del tema de los usos del común, que debemos lanzar una propuesta: aquella de  los nuevos principios constitucionales, de nuevos derechos y de una nueva legalidad – el común, un ingreso universal, la negativa de la deuda y de la insolvencia, la libertad de movimiento de los hombres y mujeres, el ejercicio cooperativo del saber, el Commonfare, la reapropiación de la moneda. Me referiré nuevamente a todos estos puntos en mi conclusión.
Vayamos entonces al segundo tema – afrontar, a través de los movimientos, la cuestión de la moneda. Es evidente que si la moneda es un medio de cuenta y de intercambio difícilmente eliminable, es por la posibilidad que tiene de ser un instrumento de estructuración de la división social del trabajo y de la acumulación de poder patronal, contra el interés de los productores reales; aunque es precisamente por ello que se le debe arrebatar. Es preciso impugnar la independencia del Banco Central Europeo: el BCE debe estar sujeto a la necesidad de la "producción del hombre por y para el hombre” y sometido  a un proyecto estratégico de redefinición de los equilibrios sociales biopoliticos.  El problema no es tanto distinguir los “bancos de depósito” de los “bancos de inversión” sino el de canalizar el ahorro y la inversión hacia los equilibrios que garanticen la producción del hombre por el hombre. Esta es la batalla que los movimientos políticos más maduros han entablado. Ésta consiste – sin arrepentidos ideológicos ni vacilaciones – en impugnar y sabotear la governance monetaria del biopoder, es decir en introducir, cada vez que sea posible, reivindicaciones y rupturas expresadas de manera radicalmente democrática, por abajo. Es necesario comenzar a preguntarse lo que podría ser una "moneda del común" y desarrollar la hipótesis de que esta moneda debería garantizar la reproducción social, la cantidad de ingresos necesarios a cada ciudadano y el sostenimiento de las formas de cooperación que forman la estructura de la división del trabajo de la multitud productiva.
1.c Volvamos finalmente a la última de las "paradojas", a la  que anuda de conjunto el bio-capital y el cuerpo de los trabajadores. Aquí, esta contradicción no podrá ser disuelta a no ser que se elimine al capitalista. Esta contradicción dolorosa nace en efecto del hecho de que el capitalista no puede dejar de explotar al trabajador si quiere obtener el beneficio y que, sin trabajo vivo, no hay producción ni riqueza que dispongan.
Pero éste es el terreno mismo de la política. Del lado del poder del capital, nos situamos en el lado de la decisión sobre los indecidibles, con la incertidumbre propia de encontrarse en el medio del torrente suspendido entre fascismo y democracia.
Pero, por otro lado, es también el terreno constituyente del conjunto de los cuerpos-máquina, singulares y poderosos, en el ejercicio de la lucha de clases. Para todos esos cuerpos, hacer política, significa constituir “institucionalmente” la multitud, es decir extraer las singularidades de su soledad para vincularse y establecerse en la multitud; brevemente,  transformar la experiencia social de la multitud en institución política.
Es por ello que los movimientos actuales piden, de manera cada vez más impetuosa, superar el modelo constitucional de la modernidad – el de los siglos XVIII, XIX y XX-, es decir ese modelo constitucional que borraba toda traza de poder constituyente luego que la fase revolucionaria se hubiera terminado. De manera más realista, es preciso afirmar, por el contrario, que hoy el poder constituyente no puede ser circunscripto a la reconstrucción del Uno del poder. Ya no se rebela para tomar el poder, sino para mantener la apertura del proceso de contra-poderes, y para desafiar los dispositivos de captura que la máquina capitalista no deja de inventar. La experiencia de las luchas nos ha enseñado que la representación política siempre termina por entrar en crisis porque (atraída por el mecanismo de la soberanía, destilada en la alquimia electoral, a la vez mágica y putrefacta, que conocemos bien), no logra estar  a la altura de la verdad y de la riqueza permanentemente renovadas en la composición social de la clase de trabajadora. Desde la primavera de 2011, todos los movimientos han expresado su deseo de una “contra-democracia” conflictiva, alimentada por reivindicaciones y protestas, resistencias e indignaciones, y un "basta" al constitucionalismo "normativo”.  Estos movimientos formulan la exigencia de constituciones democráticas biopoliticas  que no se transformen inmediatamente, tras el filtro de la  legalidad y de la formalidad jurídica, en mecanismos de opresión; sino que sepan, por el contrario, intervenir, a través de la inversión del "dinero común”, a fin de reequilibrar constantemente las relaciones sociales  colocando a los pobres en el lugar de los ricos. En suma, creando una vida del hombre al servicio del hombre.
Habría que afirmar aquí, muy claramente, aquello que dicen todos los premios Nobel de economía del mundo: que una productividad creciente sólo puede lograrse, en y por una sociedad igual y libre, a través de una sociedad de la “denegación del trabajo" – si por "trabajo" se entiende lo que hasta ahora se concibe: servidumbre laboral y trabajo asalariado. Debemos liberar el trabajo de las Formas históricas en las que ha sido confinado.

IV. Mientras más avanza la crisis y maduran los movimientos, más se siente que algo decisivo está por producirse en la conciencia de los trabajadores. Resulta banal decir que el siglo XX ha terminado, sobre todo cuando esta frase sirve para borrar el recuerdo de las formidables experiencias de lucha obrera y de los intentos de construcción de una nueva sociedad que las atravesaron. El hecho de que estos intentos hayan fracasado – no en un día sino, precisamente, en un siglo – no quiere decir que el potencial se haya agotado. Por el contrario, el "viejo topo” ha seguido excavando su propia esperanza. ¿Es que resulta necesario recuperar la experiencia socialista? Sí, a condición, sin embargo, de insertarla en una nueva teoría, en una nueva estrategia… es lo que hacen los nuevos movimientos hoy.
Dirijamos ahora nuestra atención hacia lo que hacen estos movimientos que luchan en la crisis, y contra la crisis. Trabajando así es como podremos estudiar los procesos de subjetivación que surgen en este contexto, y buscar comprender cuáles son las condiciones favorables, o, por el contrario, las condiciones que constituyen un obstáculo, que permiten o bloquean  una política del común. Primera medida. Las referencias sistemáticas a las reformas constitucionales propuestas a nivel europeo desempeñan, sin duda aquí, un obstáculo. Lo que interesa, por el contrario, a los movimientos es preguntarse cuáles son las acciones políticas que pueden ser aplicadas para promover los procesos de subjetivación adaptados a un nuevo proyecto subversivo y comunista. Y, siempre que se examinan los movimientos, se puede determinar un primer grupo de acciones que se podría reunir bajo una misma etiqueta: la insolvencia. Estas luchas, contra la deuda y en favor de un ingreso de ciudadanía, reanudan las viejas luchas por el salario relativo pasando a ser luchas revolucionarias en la medida en que ponen en cuestión la medida del trabajo. En este mismo terreno, se encuentran toda una serie de experimentos y de intentos de construcción de una teoría y práctica de la “huelga precaria”; se trata de comprender cuáles son las luchas que pueden "hacer mal" al patrón bajo las nuevas condiciones de explotación social a partir de esta condición de precariedad impuesta a los trabajadores. Las luchas que están incorporando los espacios, las plazas, los teatros, los centros sociales, los squats  que los transforman en lugares de organización se ubican en este lugar, así como las luchas que bloquean la logística del comercio de mercancías, que nunca ha sido tan central como hoy en el proceso de acumulación social; o aquellas que impiden las “grandes obras de interés público”, que no tienen de público más que la enorme fuerza destructiva de los equilibrios civiles y ecológicos que utilizan, y donde no se trata en realidad de otra cosa más que de facilitar la corrupción y el enriquecimiento privado…
Pero entran también, sobre todo, aquellas iniciativas que consiguen retomar y/o a mutualizar de manera alternativa la gestión de los nodos fundamentales del Welfare, de la educación, de las políticas de vivienda, etc. En este caso se lucha alrededor del salario directo y/o indirecto de los trabajadores, integrando no sólo la cantidad monetaria sino también la calidad social.

Destitución. Es éste el segundo terreno sobre el que se mueven hoy las luchas. Lo primero que podemos decir es que se refiere a los intentos de  destituir a los sectores del comando capitalista. En el neoliberalismo, el caos social y jurídico se considera normal. Asumirlo transformando la governance, de momento de litigiosidad en momento de contra-poder,  es lo que cualquier fuerza de oposición al neoliberalismo debe tratar de hacer. Hemos visto, en América Latina, ejemplos de movimientos revolucionarios (trabajadores y/o indígenas, y, en la actualidad, estudiantes) que durante mucho tiempo construyeron y finalmente impusieron su agenda a los gobiernos. En Europa, no será fácil repetir esa experiencia; pero se trata, al menos de probar, sin creer siempre que esta capacidad de ruptura pueda consolidarse bajo formas de mecanismos de contra-poder estable. Aquí, el efecto destituyente es aún prominente con relación a la dimensión constituyente.
Algunos objetarán entonces: "¿estos movimientos no son inútiles, y a veces incluso peligrosos, porque las revueltas y los disturbios no crean instituciones?". Estos discursos no son honestos, cuando menos, son abiertamente provocadores; se basan implícitamente en que las revueltas(riots) y los disturbios no pueden crear instituciones. Una vez más, rebatimos. Por el momento no lo hacen simplemente porque el efecto destituyente es aún propedéutico y dominante. Esto no significa que no puedan hacerlo. Siempre sobre este terreno de actividad destituyente, existe otro ámbito de lucha que los movimientos recorren y que consisten en las acciones contra la estructura constitucional del biopoder capitalista. El tema, en este caso, es el del desarrollo de un poder constituyente democrático, de masas, multitudinario.
Estos terrenos de investigación y de lucha han sido identificados a nivel urbano, en las grandes ciudades. Donde, en el pasado, correspondía a la fábrica centralizar la organización del trabajo, hoy, es la metrópoli quien ejerce esta tarea: es la metrópoli quien centraliza las redes de cooperación del trabajo, sea cognitivo o no, y que, a través de dichos contactos aumenta los niveles de tensión y de fusión de la producción y de la lucha. Sobre el terreno metropolitano, se encuentran pues, cada vez más, lugares de reunión, de la militancia, de organización del trabajo, material e inmaterial, del trabajo y del no trabajo, de la cultura y de culturas (en particular debido a los inmigrantes) que se organizan. En síntesis, lugares de organización de las luchas y de recuperación de lo producido por el general intelect. ¿Es posible comenzar a construir instituciones de autogobierno que pongan en práctica formas de una "nueva mutualidad”, de una nueva tutela social contra los efectos más violentos de la crisis? En muchos casos, esto es lo que ocurrió. Y también, junto con esos elementos de apertura que podemos definir como “intensivos" (es decir orientados hacia el interior del tejido social), también hay que poner a prueba un dispositivo “expansivo” de apertura extensiva: sólo la concatenación, la articulación de las movilizaciones de los diversos países de Europa podrá determinar un efecto real y continuo sobre las políticas de crisis que hoy estamos experimentando.
Comunización, para terminar. Es aquí donde comienzan a jugar las iniciativas constituyentes. En Italia, por ejemplo, los movimientos han intentado avanzar en este sentido. De lo público a lo común: la vía es aquella que afirma el derecho de acceso al común, que busca realizar el deseo del común que anida en el corazón de los trabajadores. Comunalizar significa, en fin, construir nuevas instituciones del común, y, en particular, la  “moneda común" que permitirá a los ciudadanos producir con toda libertad y bajo el respeto de la solidaridad.
Después de todo ello, la alternativa resulta evidente. Por un lado, existe el biovalor captado, mejor dicho extraido a la sociedad en su totalidad por el capital; y su forma monetaria, su estructuración, pensada totalmente en función de la explotación de la sociedad. Por otra parte está la pregunta: ¿Qué sentido puede tener, en este nivel, la construcción de una alternativa revolucionaria? Su sentido es el siguiente: liberar la potencia de la fuerza de trabajo de la dominación capitalista, imponer la igualdad como condición de la libertad. Y planteando todos estos elementos, en particular los que se refieren a la moneda, estamos regresando al punto de partida: ¿qué hacer en relación a Europa? Mejor dicho, ¿cómo se comportan los movimientos con relación a Europa? Me parece absolutamente claro que la Unión Europea es necesaria e irreversible. Una trayectoria política carente de dimensiones continentales es hoy algo imposible en el seno de la mundialización. A veces, los movimientos, ellos mismos, parecen no tener una clara conciencia de esta lectura. Resulta necesario construir nuevos modelos de solidaridad, nuevos proyectos de ligazón, que sepan agenciarse entre sí y negociar las diferencias geográficas fragmentadas. No pienso aquí solamente en los antiguos Estados-nación, sino en las historias muy diferentes de los movimientos actuales. La urgencia de las luchas lo exige, sobre todo cuando el tema constituyente pasa a ser central. Para cumplir este programa, es preciso por lo tanto desarrollar una búsqueda continua, evitando el calendario institucional europeo y las campañas electorales que nos son continuamente propuestas. El corazón de la discusión consiste hoy, sin duda, en pensar en una acción contra el Banco Central Europeo, en la medida que es el BCE el que encarna, a su manera, el Palacio de Invierno hoy en Europa.

Texto presentado en la Universidad de París 8-Saint Denis, el 18 de enero de 2013.
Traducción: César Altamira.