Carlo Vercellone
La crisis actual es
una crisis sistémica del capitalismo cuya resolución exige un proceso de
transformación social capaz de redefinir radicalmente las reglas de
distribución y las normas y la finalidad social de la producción. Esta crisis
es expresión de la contradicción estructural entre la lógica de un capitalismo
cognitivo financiarizado y las condiciones sociales e institucionales
necesarias para el crecimiento de una economía fundada en el conocimiento así
como de la indispensable preservación del equilibrio ecológico del planeta.
Algunos observadores
hicieron inicialmente una apuesta donde el fracaso sin apelación de un modelo
de crecimiento dirigido por las finanzas de mercado y por las políticas
neo-liberales de reforma del Estado social abriría las puertas a un nuevo
New-Deal. El capital, en su propio interés, habría estado obligado en
definitiva a tomar conciencia de la necesidad de un nuevo compromiso
capital-trabajo, capaz de conciliar capitalismo, conocimiento y economía del
conocimiento, resolviendo al mismo tiempo los desequilibrios inherentes a las
desigualdades en la distribución de la renta, escasez de la demanda e
inestabilidad de las finanzas. Las razones que justifican un fuerte
escepticismo con respecto a esta tesis nos parecen ampliamente confirmadas a
partir de la evolución de la crisisii.
Pero el redescubrimiento de las virtudes de las políticas keynesianas se detuvo
ante el umbral de una serie de medidas urgentes que permitieron salvar el
capital, socializando las pérdidas y evitando que la economía mundial
desembocara en una espiral deflacionista similar a la de 1929. Para el resto
todo debe volver como antes, o casi como antes. El mismo regreso con fuerza de
la intervención del Estado está hoy cada vez más claramente puesto al servicio
de la continuidad de las políticas neoliberales, de desmantelamiento de los
sistemas de bienestar, de privatización de los servicios públicos y de
precarización de la fuerza del trabajoiii.
Prueba de ello es el
modo en como la misma transformación del endeudamiento privado en deuda pública
que se hizo necesario para evitar el colapso del sistema de crédito y relanzar
la economía, pasa a ser hoy el eje de una nueva y violenta ola especulativa de
los mercados financieros y el pretexto para imponer políticas de drásticos
recortes del gasto público. Después de haber tomado como rehén, bajo la amenaza
de un colapso de todo el sistema de crédito, a los bancos centrales y a los
gobiernos, obteniendo concesiones asombrosos e incondicionales, el capital,
revitalizado por la segura impunidad y eficacia de las amenazas que puede
producir, toma hoy nuevamente de rehén al conjunto de la sociedad a fin de
dictar, sin condiciones, una nueva aceleración del proceso de expropiación del
común y de expansión sorda de la burbuja parasitaria. Hay que señalar que esta
evolución de las políticas económicas no sólo es socialmente injusta sin que
corre el riesgo de avivar ciertas causas de la crisis relacionadas con la
escasez de demanda. Ella es también profundamente miope desde el punto de vista
de la eficiencia económica a largo plazo en lo relativo a las condiciones
socio-institucionales que garanticen el desarrollo de una economía basada en el
conocimiento. Se abre así una nueva fase de la crisis en la que, como observa
Frédéric Lordon, "el contraste entre capital y trabajo nunca no ha sido
tan claroiv. Una
nueva etapa de la crisis, con un marcado ascenso del desempleo y del encadenamiento
de políticas de austeridad que despertarán conflictos sociales cada vez más
agudos y condiciones de una profunda inestabilidad política; configuración
donde el caso de Grecia y las divisiones que suscita en Europa no son más que
el primer terreno de experimentación. Su apuesta a ganar remite cada vez más a
una alternativa tan simple como radical: la de la lógica de un capital incapaz
de reformarse a sí mismo y que parece enceguecido, como la aristocracia del
ancien régime, de su sola voluntad para preservar en el corto plazo la renta y
la fuerza colectiva de un proletariado precario y cognitivo capaz de elaborar
un modelo de desarrollo de salida del capitalismo en crisis.
En este contexto, el
objetivo de este artículo es de mostrar que, contrariamente al credo
neo-liberal, los gastos y los servicios sociales del Welfare no pueden ser
considerados, de manera restrictiva como un coste cuya financiación dependería
de un giro efectuado por la riqueza creada por el sector privado (pensado
erróneamente como el único sector productivo de riqueza). Gastos y servicios
colectivos del Welfare deberían ser reconocidos como los factores motores de
una dinámica de desarrollo basada en producciones intensivas en conocimiento y
de una economía en que la principal fuerza productiva esté representada por la
calidad intelectual de la fuerza de trabajo (o como es costumbre decir, tras la
ambigua expresión, por el capital humano).
El artículo se
desarrollará en dos partes. En la primera parte, presentaré una serie de hechos
de realce que ponen de manifiesto en el plano macroeconómico y social el papel
clave de las instituciones del Estado social, su génesis, desarrollo y la
reproducción de una economía basada en el conocimiento (EBC)
En la segunda, estas consideraciones generales
serán confirmadas y precisadas mediante una comparación internacional entre el
modelo nórdico y el modelo anglosajón neoliberal de bienestar. Esta comparación
hace surgir una correlación positiva fuerte entre el nivel de desarrollo de las
instituciones del Estado social y el de una EBC; esto nos proporcionará al
mismo tiempo otro enseñanza crucial para una política de bienestar: un débil
nivel de desigualdad social y de género es un factor eminentemente favorable
para la adopción de formas de organización del trabajo más avanzadas y para la
capacidad competitiva de un sistema económico. En conclusión, mostraremos cómo
alrededor de las cuestiones centrales de los servicios colectivos y del salario
social se define la alternativa entre dos modelos polares de desarrollo y de
regulación de una economía basada en el conocimiento.
1.
El papel motor de las instituciones del Estado de
bienestar-Welfare State- en el desarrollo y la reproducción de una economía
basada en el conocimiento.
Para analizar la función
crucial desempeñada por las instituciones del Welfare-State en el desarrollo y
la reproducción de una Economía basada en el conocimiento, hay que partir de un
de importancia frecuentemente evocado por la teoría económica de una Economía
basada en el conocimiento (EBC). Se trata de la dinámica histórica a través de
la cual la parte de capital llamado intangible (I+D, programas informáticos,
software, pero sobre todo educación, formación y salud) ha superado la parte
del capital material en el stock global de capital y es ahora el factor
principal del crecimiento económico y de la competitividad. La interpretación
de este hecho de importancia tiene cuatro significados principales y
estrictamente articulados no solo para comprender mejor el papel de los servicios
sociales y colectivos del Welfare, sino también el sentido profundo y
encubierto de las políticas que proponen su privatización.
El primer significado
es que la tendencia al aumento de la parte del capital intangible está
estrechamente vinculado al desarrollo de los servicios colectivos y las
prestaciones del Estado social. Son estos servicios colectivos los que han
permitido el desarrollo de una escolarización de masa y una formidable
elevación del nivel medio de formación de la fuerza de trabajo. Es lo que
mostró la formación de lo que podemos definir una intelectualidad difusa o una
inteligencia colectiva: eso es lo que explica en efecto, la parte más
significativa del aumento del "capital llamado intangible", que
representa hoy el elemento esencial del crecimiento y la competitividad de un
territorio.
El segundo significado
es que el llamado capital intangible corresponde, por tanto, esencialmente, a
las calidades intelectuales y creadoras incorporadas en la fuerza laboral. A
pesar de la distorsión introducida en términos como capital intelectual,
capital intangible o capital humano, no se trata de capital sino de la
expresión de una fuerza social y cooperativa de trabajo cognitivo e inmaterial
en la producción de valor y de riqueza. De ello se deduce, a nivel de las
empresas como de la sociedad, la afirmación de un nuevo primado del
conocimiento vivo movilizado por el trabajo, con relación a los conocimientos
muertos incorporados en el capital fijo y en la organización gerencial de las
empresas. Dos tendencias muestran el alcance y la puesta en juego de esta
transformación en una economía basada en el conocimiento. Por un lado, en el
plano micro-económico, la importancia de las actividades y las formas de
organización del trabajo basadas en una división taylorista, pierden su
centralidad y se encuentran relegadas a una lógica de la competencia basada en
los precios. En una economía basada en el conocimiento –donde la fuente de
creación del valor se sitúa cada vez más por fuera de las esferas de la
producción directa – este papel central está cada vez más vinculado a las
actividades basadas en una división u organización cognitiva del trabajo. En
este marco, la eficiencia productiva no se basa más sobre la reducción de
tiempos operativos necesarios para cada una de las ocupaciones. Ella se basa en
el conocimiento y la polivalencia de una fuerza de trabajo capaz de maximizar
el aprendizaje y la adaptación a una dinámica de cambio continuo, enmarcada en
una lógica de la competencia basada en la calidad y la innovación.
Por otro lado, en el plano macro-económico,
esto significa que las condiciones de la reproducción y la formación de la
fuerza de trabajo se han convertido directamente en productivas y,
parafraseando a Adam Smith invirtiendo la conclusión, la fuente de la riqueza
de las naciones se encuentra hoy cada vez más por fuera del sistema de las
empresas. En otros términos, el factor principal de la competitividad y de la
fuerza lde atracción en un territorio, depende cada vez más de los llamados
factores colectivos de la productividad (nivel general de la educación y de
formación de la fuerza de trabajo, calidad de las infraestructuras y de la
investigación, etc). Ahora, estos factores colectivos de la productividad son
producidos principalmente por los servicios públicos y colectivos del estado
bienestar y explotados gratuitamente por las empresas, en particular por las
multinacionales, que se benefician de este modo de una renta, sin haber
contribuido de ninguna manera a su constitución. Observamos también de manera
inmediata que estas constataciones tienen una implicancia extremadamente
importante para una política de desarrollo territorial y de bienestar. Uno de
las enseñanzas más importantes que nos ha facilitado el análisis de la dinámica
del capitalismo cognitivo es que es más conveniente dar prioridad a una
política de inversión y de prestaciones sociales centradas en las personas y en
el desarrollo de los factores colectivos de la productividad, que una política
de facilitaciones fiscales y sociales y de subvenciones “hundidas” en las
empresas. ¿Por qué? Por el hecho de que, en la nueva división internacional del
trabajo, es la presencia y el desarrollo de una plataforma de trabajo altamente
calificada lo que constituye, en última instancia, el factor esencial de la
localización en el largo plazo, sobre un territorio, de las empresas y las
actividades productivas intensivas en conocimiento, mayormente creadoras de
valor agregado. Los territorios especializados en actividades de tipo taylorista
o, en cualquier caso, vinculados a una competencia basada en los costes, son
sometidos a una fuerte movilidad del capital. En este caso, como ha ocurrido
recientemente en Francia,-donde han surgido conflictos sociales causados por la
multiplicación de despidos "producidos por la Bolsa" o por las
deslocalizaciones de las instalaciones productivas que también producían
beneficios- las empresas siguen en efecto, a menudo estrategias depredadoras,
estrategias que las conducen a abandonar un territorio tan pronto como llega a
su término el período en el que se benefician de diferentes formas de subsidios
fiscales y sociales, o cuando en otro territorio se opera una política de
dumping fiscal y social más atractiva.
El tercer significado
es que, contrariamente a una idea extendida, los verdaderos sectores motores de
una economía basada en el conocimiento no se encuentran en los laboratorios
privados de I&D. Este papel motor es desempeñado por lo que se puede llamar
la producción colectiva del hombre por el hombre (salud, educación,
investigación pública y universitaria, etc. ), facilitada tradicionalmente por
las instituciones del estado de bienestar según una lógica no mercantil. Este
elemento es sistemáticamente dejado de lado por los economistas mainstream y de
la OCDE, y esta
omisión es tanto más sospechosa cuando se asiste a una extraordinaria presión
para privatizar estas instituciones. La explicación de esta forma está
vinculada al papel estratégico que tiene cada vez más para la valorización del
capital el control biopolitico y la colonización mercantil de las instituciones
del Estado de bienestar. Salud, educación, formación y cultura no sólo forman
los modos de vida y las normas de consumo, sino que también representan una
parte creciente de la producción que hasta ahora, al menos en Europa, está
principalmente garantizada por fuera de la lógica del mercado. En particular,
conviene observar en este sentido como en los países de capitalismo avanzado
frente a fuertes tendencias estancacionistas, los únicos sectores donde, en el
contexto de la crisis, se registra un crecimiento constante y fuerte de la
demanda social, son precisamente los de la salud y la educación. Estos
factores, mucho más que cualquier otro tema relativo a una supuesta eficacia
superior de una gestión fiscalista, permiten explicar la presión extraordinaria
ejercida por privatizar los servicios colectivos del Welfare.
Ciertamente, la
extensión de la lógica mercantil en estos sectores es teóricamente posible. Sin
embargo, la salud, la educación y la investigación corresponden al mismo tiempo
a los sectores clave de una EBC y a las actividades en las que la lógica de la
mercantilización no se puede aplicar si no al precio de desigualdades
insostenibles y de una drástica disminución en la eficacia social de estas
producciones. También en este caso, como para los bienes del conocimiento, la
subordinación de estos sectores a la lógica mercantil y del beneficio no puede
conducir más que a una escasez artificial de los recursos en función de la demanda
solvente y a una desestructuración de las fuerzas creadoras de la base del
desarrollo de una economía basada en el papel motor del saber y de su difusión.
Tenemos aquí una de las manifestaciones más significativas de la crisis de la
ley del valor. Su permanencia se apoya mucho más en una pura lógica rentística
de la explotación vaciada de todos aquellos elementos progresivos (el
desarrollo de las fuerzas productivas como instrumento de reducción de la
escasez) que, en ciertos aspectos, habían caracterizado, en el capitalismo
industrial, la producción de mercancías materiales standardizadas.
En particular, tres
factores vuelven, en el plano macro-económico y social, totalmente
improductivas la extensión de la racionalidad capitalista basada en el beneficio
en la etapa de la producción del hombre por el hombre. El primero está
vinculado al carácter intrínsecamente cognitivo y afectivo de estas actividades
donde el trabajo no consiste en actuar sobre la materia inanimada, sino sobre
el hombre mismo en una relación de coproducción de servicios (que debe
garantizar al mismo tiempo un principio de igualdad basado en los derechos de
ciudadanía). Por ejemplo, en el trabajo de cuidado o de formación, los
criterios de eficacia económicos y sociales no pueden ser puramente
cuantitativos, sino que deben tomar en cuenta toda una serie de variables
cualitativas que la contabilidad analítica empresarial es incapaz de
incorporarlas sino como costes o tiempos muertos improductivos. El segundo
factor está ligado a las profundas distorsiones que la aplicación del principio
de la demanda solvente introduciría en la asignación de los recursos y en el
derecho al acceso a estos bienes comunes. Por definición, las producciones del
común se basan sobre la gratuidad y el libre acceso. Su financiación no puede
por lo tanto estar asegurada más que mediante el precio colectivo y político
representado por la fiscalidad, por las contribuciones sociales o por otras
formas de mutualización de los recursos. El tercer factor está vinculado al
hecho que, ni en salud ni educación, por ejemplo, no existe en realidad la
figura mítica del consumidor que llevaría a cabo sus opciones sobre la base de
un cálculo racional de costes/beneficios dictado por la búsqueda de la máxima
eficiencia de la inversión en capital humano. No es cierto que sea éste el
criterio principal (afortunadamente) que anima el estudiante en su búsqueda del
saber. Menos aún en el caso del enfermo que, en la mayor parte de los casos, es
víctima de un estado de angustia que lo vuelve incapaz de alcanzar una elección
racional y lo predispone más bien a todas las trampas de una lógica mercantil
donde el vender esperanzas e ilusiones es un medio para obtener beneficios.
El cuarto significado es que finalmente la
salud, la educación, la investigación, la cultura no orientan sólo las normas
de consumo y los modos de vida. Estas actividades constituyen también un
reservorio de trabajos altamente calificados donde pueden desarrollarse formas
inéditas de autogestión del trabajo, basadas en la coproducción de servicios
que implique estrechamente a los usuarios y conduzca a la elaboración de
criterios radicalmente alternativos de medición y de definición de la riqueza.
Todas estas razones
explican la apuesta fundamental representada por la confrontación entre la
estrategia neoliberal de expropiación rentística del común y un proyecto de
resocialización de la economía basado en la reconquista democrática de las
instituciones del Estado de bienestar y un modelo alternativo de desarrollo
basado en la centralidad de la producción del hombre por el hombre.
2.
Las enseñanzas de la confrontación internacional: modelo nórdico
y modelo anglosajón de Welfare.
Un enfoque comparativo a nivel internacional
permite corroborar esta presentación teórica general del papel estratégico del
estado de bienestar en un EBC con otros elementos empíricos. Numerosos hechos
indicativos muestran que los países que disponen de los sistemas de bienestar y
de servicios sociales más desarrollados son también los más competitivos en una
EBC.
Basado en esta
comparación internacional resulta, en particular, como veremos, la superioridad
del modelo nórdico de estado de bienestar y de EBC respecto al modelo
neo-liberal anglosajón, según una dicotomía que permitiría abordar a los otros
países en función de su proximidad con respecto a uno de los dos modelos. Pero
no es este el objeto de nuestro artículo.
Nos limitaremos aquí a
extraer de esta comparativa algunos elementos útiles para reforzar las
"armas de la crítica" contra las políticas de ataque a las
estructuras del welfare state, intentando al mismo tiempo deducir algunas
indicaciones útiles para definir estrategias de éxodo del "capitalismo
cognitivo en crisis". Centrando nuestra atención sobre algunos parámetros
estructurales relativos tanto a la eficiencia económica como a la justicia
social, un primer elemento surge inmediatamente. Donde los sistemas de
bienestar son más avanzados, como en los países nórdicos, podemos constatar dos
características que se sitúan en contraste neto con el modelo neoliberal
anglosajón:
- En la estructura del empleo se observa una
parte netamente más elevada de los servicios sociales que representan entre el
30% y el 35% de los puestos de trabajo (alrededor de 10 puntos más que en los
Estados Unidos);
- el porcentaje de los servicios comerciales a
la persona (empleados domésticas y cuidado de niños ) y de los servicios
comerciales (tipo McDonald's y Wall-Mart pero más en general restaurantes,
hotelería) que desempeñan un papel central del empleo en los países
anglosajones y donde se concentra la mayor parte del trabajo precario, atípico,
"no calificado" o infrarremunerado tiene un peso mucho más débil en
los países nórdicos ( incluso frente a otros países como Francia e Italia).
Estas dos
características de la estructura de los servicios en los países nórdicos–
importancia de los servicios sociales y débil impacto relativo de los servicios
más precarios– están además estrechamente vinculadas a cinco otros parámetros
esenciales para el desarrollo de una EBC capaz de conciliar, en el sentido de
Keynes, un más alto nivel de eficiencia económica y de justicia social y de
género.
1.
La importancia de los servicios sociales (ofrecidos por el
Estado, por las Regiones, por las entidades locales, e incluso también por el
llamado tercer sector) parece impedir la dualidad del mercado laboral y las
fuertes desigualdades en la distribución de los ingresos, propios del modelo
anglosajón, donde dominan los servicios mercantiles y sobre todo, los servicios
comerciales a la persona.
2.
La calidad y extensión de los servicios colectivos y sociales
(educación, salud, pero también guarderías, asistencia a domicilio a personas
mayores y discapacitados, formación permanente) asegurados sobre la base de
derechos universales, reduce considerablemente las desigualdades de género. La
tasa de actividad femenina es más elevada y sobre todo las mujeres sufren mucho
menos que en otros modelos de bienestar de discriminaciones en términos de
remuneración, calificación y carreras profesionales
3.
En los países donde los servicios sociales y no mercantiles
representan un porcentaje más importante en la estructura del empleo el nivel
de las remuneraciones así como la clasificación de la fuerza de trabajo es
mucho más elevado en el conjunto de la economía. Se trata de lo que Jean
Gadrey, oponiendo el sistema de Welfare nórdico al anglosajón, llama el modelo
de la calificación profesional de masa v. Dos
factores contribuyen a explicar esta configuración. El primero está vinculado
directamente al hecho de que los servicios sociales y las actividades
productivas del hombre por el hombre aseguradas por las instituciones del
Estado de bienestar y del llamado tercer sector son, como hemos visto, por su
naturaleza, actividades intensivas en trabajo cognitivo. El segundo remite a
los efectos indirectos que el acceso universal a un conjunto de servicios y de
prestaciones sociales produce sobre la calidad intelectual de la fuerza de
trabajo y sobre una cultura igualitaria y de la cooperación que se desarrolla
en el conjunto de las relaciones sociales y de las actividades productivas.
4.
Como lo demuestra el caso ejemplar de los países nórdicos, el
nivel de desarrollo de las instituciones del Estado de bienestar está pues
relacionado positivamente con la presencia en el mismo sector privado de un
número mucho más elevado de empresas que adoptan formas de organización del
trabajo más avanzadas y en ruptura con el modelo taylorista. A este respecto,
los resultados de la tercera encuesta europea sobre las condiciones de trabajo
en el sector privado y las empresas con más de 10 empleados tomada en marzo de
2000 por la Eurofound
(Fundación europea para la mejora de las condiciones de vida y de trabajo) son
elocuentes, por lo que los responsables de investigación y de diferentes
artículos dedicados al análisis de sus resultados evitan extrañamente mencionar
esta correlación.
Esta investigación
identifica cuatro principales modelos productivos o tipos de organización del
trabajo:
·
el modelo del “aprendizaje discrecional" (Discretionary
learning) que reune al conjunto de principios propios de una organización
cognitiva del trabajo. Este modelo está en efecto caracterizado por altos
niveles de autonomía procedimental de los trabajadores, la complejidad de las
tareas en la base de una economía de aprendizaje dinámico y la eficacia basada
en la calidad y la innovación;
·
el modelo de la producción “ágil” (lean production) que
corresponde a los principios del modelo japonés y se caracteriza por formas de
autonomía en el trabajo más limitadas, controladas y codificadas por normas
temporales y de control de calidad;
·
el modelo taylorista;
·
por último, el modelo de organización del trabajo propiamente
dicho "tradicional" o "de estructura simple" como el que,
por ejemplo, se puede encontrar en el pequeño comercio.
El análisis de los
resultados de esa investigación proporciona muchos elementos que confirman y
precisan las tesis que hemos desarrollado aquí. En primer lugar, confirman en
el plano general la tesis del papel cada vez más importante del trabajo cognitivo:
el modelo de “aprendizaje discrecional” es de lejos el principal tipo de
organización del trabajo en la
Unión Europea donde incorpora, en promedio, el 39% de la
fuerza de trabajo del sector privado (cf. Table 1 al final del texto). Este
porcentaje sería por otro lado, sin duda, mucho más alto si la investigación
hubiera cubierto el impacto cuantitativo y cualitativo de los servicios
públicos y de los sectores del "no mercado". Su distribución
geográfica es muy fuertemente desigual y aún podemos observar una correlación
fuerte entre el nivel de desarrollo de las instituciones del Estado de
bienestar y el de los modelos de organización del trabajo más avanzados.
El cuadro muestra en
particular que esta forma de organización del trabajo está muy generalizada
precisamente en los países nórdicos. El porcentaje de la fuerza de trabajo
implicada en el modelo de aprendizaje discrecional supera el 50% en Dinamarca,
Suecia y Holanda y el 47% en Finlandia. En Italia, la presencia de este modelo
es en cambio inferior a la media europea, mientras permanece, en porcentaje, la
forma mayoritaria de organización del trabajo.
Además del papel de
los servicios sociales y del sistema de enseñanza superior, dos otros elementos
del modelo de bienestar de países nórdicos contribuyen a explicar, con una
correlación fuertemente positiva, estas performancesvi:
- un sistema de
formación profesional permanente considerablemente desarrollado y que permite
integrar, mucho más que en otros lugares, al conjunto de las categorías
socio-profesionales en las formas de organización cognitiva del trabajo;
- un sistema de
indemnización del desempleo basado en prestaciones elevadas y derechos
objetivos que permiten a los trabajadores conciliar movilidad y seguridad de la
renta. Se trata de un elemento central para favorecer a nivel social el proceso
de producción de conocimiento que necesita de un horizonte de largo plazo y de
una garantía de renta que permita a los trabajadores invertir en un proceso de
formación permanente.
Por último, el cuadro
pone indirectamente en evidencia un último elemento muy importante relativo a
la relación entre el nivel de desarrollo de una EBC y el del Welfare State.
Se trata de un
indicador (calculado por Lundvall & Lorenz) del nivel de exposición y por
lo tanto de vulnerabilidad a la competencia internacional de los países
emergentes y a los procesos de deslocalización de la producción. También hace
ver claramente, para el conjunto de los países nórdicos, un índice de
exposición y de vulnerabilidad a la competencia internacional muy inferior a la
media. En definitiva, aunque otros elementos socio-económicos entran sin duda
en juego, existe una correlación cierta entre el nivel de desarrollo del
Welfare, difusión de las formas de organización del trabajo más avanzadas
basadas en el trabajo cognitivo y capacidades competitivas de un país.
Conclusiones
En conclusión, los
elementos de análisis aquí producidos permiten comprender mejor porqué, en el
contexto de crisis actual, alrededor de la cuestión central de los servicios
sociales y de los sistemas de bienestar, se define la alternativa entre dos
modelos opuestos de regulación de una economía basada en el conocimiento. El
primer modelo correspondería a una profundización de todas las políticas
neoliberales de desmantelamiento del Welfare según una lógica, donde la
extensión de la esfera mercantil debería ir pari passu con la desestructuración
de las condiciones más esenciales del desarrollo hacia una EBC. La continuación
de esta lógica condenaría a los países de la Unión Europea, y en
particular a Italia, a un declive ineludible, y a una posición cada vez más
periférica y de empleado en la nueva división internacional del trabajo. El
segundo modelo estaría basado en una política de fortalecimiento de las
instituciones del Estado de bienestar, consideradas en su doble aspecto de
proveedor de servicios colectivos y de sistema de distribución de la renta.
Éste podría constituir la vía maestra para hacer de la crisis una oportunidad
de construcción de una dinámica de desarrollo alternativa basada en dos ejes
principales. El primero se refiere a la prioridad de la inversión en los
servicios sociales y en las producción del hombre por el hombre (salud,
educación, formación permanente, investigación pública, etc. ) que garanticen,
al mismo tiempo, la satisfacción de las necesidades esenciales, el crecimiento
de una economía basada en el conocimiento y un modelo de desarrollo ecológicamente
sostenible. El segundo eje remite a la multiplicación de formas garantizadas de
acceso a la renta (en el caso de los estudiantes al trabajo interino) basadas
en derechos objetivos y universales. Y esto según una perspectiva que podría
suponer a largo plazo la instauración de un verdadero ingreso social
garantizado incondicional (ISG). Estas formas de garantía de la renta no sólo
tendrían un efecto positivo, con el fin de apoyar la demanda y atenuar los
efectos de la precarización del trabajo, sino que permitirían conciliar
movilidad, formación de la fuerza de trabajo y seguridad de la renta. Más aún,
es necesario recordar y subrayar que la reivindicación de un ISG encuentra un
doble fundamento basado en un reexamen del concepto de trabajo productivo en el
capitalismo cognitivo. Este descansa tanto en la extensión de los tiempos
sociales y de las actividades que, directa o indirectamente, participan en la
creación de plusvalor, sobre la base que el trabajo puede ser productor de
riqueza, es decir, de valores uso creados fuera de la esfera de mercado, aunque
sea improductivo para el capital. En esta perspectiva, la propuesta de ISG
permitiría recomponer al conjunto de la fuerza de trabajo alrededor de una
nueva componente socializada del salario reforzando su poder contractual,
restando al capital una parte del valor, capturado mediante la renta. Al mismo
tiempo, el debilitamiento de la coacción monetaria sobre la relación salarial,
favorecería el desarrollo de formas de trabajo que escaparían a la lógica
mercantil del trabajo subordinado y promoviendo la transición hacia un modelo
no productivista, basado en la primacía de formas de cooperación no mercantil
en relaciones de servicio y en actividades intensivas en conocimiento. Desde
este punto de vista el ISG debería ser pues considerado, simultáneamente, como
un rédito primario para los individuos y una inversión social de la sociedad
del conocimiento.
Table 1. National Differences in Forms of Work Organisation. |
|||||
Percent
of employees by country in each organisational class |
|||||
Discretionarylearning | Lean production | Tayloristorganisation | Traditionalorganisation | ||
Austria | 47.5 | 21.5 | 13.1 | 18.0 | 96.7 |
Belgium | 38.9 | 25.1 | 13.9 | 22.1 | 101.2 |
Denmark | 60 | 21.9 | 6.8 | 11.3 | 87.4 |
Finland | 47.8 | 27.6 | 12.5 | 12.1 | 94.6 |
France | 38.0 | 33.3 | 11.1 | 17.7 | 99.2 |
Germany | 44.3 | 19.6 | 14.3 | 21.9 | 99.5 |
Greece | 18.7 | 25.6 | 28.0 | 27.7 | 114,.8 |
Italy | 30.0 | 23.6 | 20.9 | 25.4 | 107,.6 |
Ireland | 24.0 | 37.8 | 20.7 | 17.6 | 106,.5 |
Luxembourg | 42.8 | 25.4 | 11.9 | 20.0 | 98.6 |
Netherlands | 64.0 | 17.2 | 5.3 | 13.5 | 86.8 |
Portugal | 26.1 | 28.1 | 23.0 | 22.8 | 109,.6 |
Spain | 20.1 | 38.8 | 18.5 | 22.5 | 109,.2 |
Sweden | 52.6 | 18.5 | 7.1 | 21.7 | 94.0 |
UK | 34.8 | 40.6 | 10.9 | 13.7 | 98.7 |
EU | 39.1 | 28.2 | 13.6 | 19.1 | 100 |
Fonti: Third Working Condition survey. European Foundation for the Improvement of Living and Working Conditions, 2000.Per l’indice d’esposizione : Bengt-Åke Lundvall & Edward Lorenz “On the Role of Social Investment in the Learning Economy: A European Perspective”, 2009. |
i
El artículo que presentamos es en gran medida la
transcripción de una intervención en el Coloquio Internacional
“Políticas públicas y derechos fundamentales entre Europa y las
regiones” desarrollado en Napoles el 27 de febrero de 2010.
Agradezco a Stefano Lucarelli por sus observaciones que han
permitido mejorar la versión de este trabajo.
ii
Sobre este punto me permito reenviar a C.
Vercellone, “Crisis de la ley del valor y devenir renta del
beneficio. Apuntes sobre la crisis sistémica del capitalismo
cognitivo” en A. Fumagalli, S. Mezzadra (recop.) “Crisis de la
economia global”, Ombre Corte-Uninomade, Verona pp. 71-10
iii
La nueva ley de salud aprobada en los EEUU no
modifica la valoración de la fuerza de esta tendencia general.
Extendiendo a treinta y dos millones de estadounidenses la
posibilidad de acceder a una cobertura médica, la ley no hace más
que atenuar ligeramente el retraso notorio del sistema de salud
americano con respecto al modelo europeo. Se trata, por otro lado,
de un simple compromiso con el sistema de seguridad social privado
que permanece como el pilar del sistema de salud americano. Bajo la
presión de una violenta campaña de los medios financiada por la
seguridad social privada (que el mismo Obama había cándidamente
salvado de la bancarrota, sin reclamarles ninguna contrapartida
política o económica) la reforma, de hecho, ha sido amputada de
aquello que en el origen era el aspecto más radical e innovativo:
la opción que habría instaurado un sistema de salud pública
disponible para todos y en competencia con la seguridad social
privada.
iv
F Lordon, “La absoluta urgencia de un contra
shock” Le Monde Diplomatique, Marzo 2010.
v
J. Gadrey “Modele nordique vs. Modele
anglo-saxon”, L’economie politique, Nº 19, Julio 2003. Sobre la
confrontación entre los dos modelos de servicios y de Welfare, ver
también del mismo autor, “Socio economique des services”, La
Decouverte, 2003.
vi
Como muestran B-A- Lundvall & Ed. Lorenz en un artículo
significativamente titulado: “Sobre el rol de la inversión social
en una economía de conocimient: una perspectiva europea” en N.
Morel, B. Palier, J. Palme (recop) “What future for social
investment”, Institute for Futures Studies, Digaloo, Estocolmo,
2009
http://www.framtidsstudier.se/filebank/files/20091022$140156$fil$L14XjdAIt31VUstBnU0K.pdf.
Para
un análisis detallado de los resultados de la indagación ver
también Ed. Lorenz y A. Valerye, “Les formes d’organisation du
travail dans les pays de l’union europeene”, Documento de
Trabajo Nº 32, Centro de Estudios sobre el empleo, junio 2004,
http://www.osl.upf.edu/pdfs/travail.pdf
Traducción:
César Altamira
Del
sitio italiano Uninomade 2.0
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.