martes, 18 de diciembre de 2012

El Comunismo es la crítica radical de todo lo que existe. Entrevista a Michael Hardt


Entrevista realizada por el colectivo editorial “Praktyka Teoretyczna” con motivo de la publicación polaca del libro de Hardt y Negri, Commonwealth.

Commonwealth[1] es un intento de responder a la pregunta sobre cómo podemos examinar actualmente las condiciones y horizontes de una práctica y teoría política comunistas. No es sólo un revival exitoso de la tradición del siglo diecisiete de tratados sobre el gobierno, sino también una especie de manifesto político. Sin embargo, viendo la recepción de diferentes propuestas teóricas de izquierda en Polonia, podemos esperar una bienvenida más bien reacia a este libro en nuestro país. ¿Podrías, de alguna manera, intentar convencer a los lectores de los países post-socialistas, “decepcionados” con el marxismo como perspectiva epistemológica e ideologicamente impermeable a la mayoría de las propuestas de izquierda, para que se familiaricen con el proyecto comunista presentado en Commonwealth?

Puedo imaginar que para muchos lectores polacos el concepto de comunismo se haya vuelto tan corrupto que no quieran ni oír hablar más del mismo. Para muchas personas (en los países post-socialistas y en otros lugares), el “comunismo”, como discurso típico, significa una rígida burocracia estatal, un total control estatal de la economia y la actividad social, la supresión del disenso político, el sacrificio de los trabajadores por el bien nacional, restricciones de la libertad de expresión, etc... Para Toni y para mí, sin embargo, y para muchos otros, el comunismo significa algo completamente diferente –no la exaltación del estado, sino su abolición, no la celebración del trabajo sino su liberación, así como la experimentación de formas de libertad y de participación democrática, que van más allá de lo existente en las sociedades capitalistas contemporáneas.
Podrías preguntar, entonces, por qué no dejamos de usar el término comunismo e inventar una nueva palabra. Podría hacerse, pero entonces nos desligaríamos de una larga historia de luchas comunistas que nos inspiran y enriquecen. ¿Por qué permitir al Estado stalinista que represente y atesore toda la tradición comunista, cuando muchos comunistas han luchado contra él? Es importante para nosotros reconocer alternativas dentro de la tradición y afirmar las corrientes que más valoramos. Sentimos así la necesidad de luchar por el concepto de comunismo e insistir em lo que consideramos su adecuado significado.
Dicho esto, sin embargo, apenas utilizamos la palabra comunismo en Commonwealth o Declaration[2]. En su lugar articulamos las principales elementos que componen la teoría y la práctica comunistas sin mencionarlas. Perseguimos así la crítica del estado y la crítica del trabajo, como he dicho, junto a la crítica de la propiedad. Podría llamárseles los tres pilares críticos fundamentales del pensamiento comunista, que corresponden a tres áreas igualmente importantes de investigación y experimentación práctica: libertad, acción democrática, y multiplicidad. Esto nos lleva no a respuestas o modelos de una sociedad futura, sino más bien a interrogante. ¿Cómo podemos organizar una sociedad libre y absolutamente democrática? ¿Cómo podemos gobernarnos colectivamente a través de procesos participativos sin necesidad de líderes por encima nuestro? ¿Cómo podemos gestionar nuestra riqueza común sin las relaciones de la propiedad privada? Estas son la clase de preguntas a las que una investigación comunista nos conduce, y son también las preguntas formuladas por algunos de los más poderosos movimientos sociales actuales.

En su introducción a la edición inglesa de Marx oltre Marx (Marx más allá de Marx), Antonio Negri plantea que ser  comunista es vivir como un comunista. Él hace esta aclaración referenciada en el reconocimiento de las bases de vuestra concepción sobre la producción biopolitica, es decir, en el hecho que el límite entre producción y reproducción es hoy arbitrario y confuso (si es que alguna vez fue posible trazarlo con precisión), y que la producción no es sólo la producción de un objeto para un sujeto sino también la de un sujeto para un objeto, es decir, la producción de subjetividad. ¿Teniendo todo esto en cuenta, qué significa para ti ser comunista hoy?

Esa es una pregunta difícil. Pienso que lo que significa vivir como un comunista –o mejor, vivir una vida revolucionaria– cambia en función de las diferentes situaciones históricas. Todos nosotros probablemente conocemos amigos activistas que parecen ridículos cuando intentan imitar estilos y posiciones de revolucionarios de otras épocas y lugares –usando la boina o la barba del Che Guevara, por ejemplo, o fanfarroneando con armas o sobre la lucha armada en circunstancias en las que ya no tiene sentido. ¿Qué constituye en nuestros tiempos un modo de vida revolucionario? sea una pregunta (o la pregunta) central para cualquier persona con deseos revolucionarios.
Pero eso no responde todavía a tu pregunta. Marx nos da una aproximación en su carta a Arnold Ruge[3] diciendo que el comunismo es la crítica radical de todo lo que existe. Pienso que este es un buen comienzo y nos ayuda a evitar el dogmatismo. El comunismo es un proceso destituyente que desestabiliza no sólo las instituciones vigentes sino también las ideas dominantes. Al poder de la crítica, sin embargo, debe siempre añadirse procesos creativos de experimentación con nuevas formas de relación social, nuevos modos de vida. A los poderes destituyentes del comunismo deben añadirse procesos constituyentes. Uno de los aspectos de las acampadas y ocupaciones de 2011 que encuentro más fascinante ha sido su experimentación con nuevas prácticas, como la asamblea general y los grupos de trabajo (o comisiones). Han tenido toda clase de dificultades, por supuesto, tanto por los conflictos internos como por la represión externa, pero han creado prácticas e instituciones de autogobierno autónomo que han extendido el interés por nuevas formas de democracia.

A diferencia de las primeras partes de la trilogía [Imperio[4], Multitud[5], en Commonwealth], la cuestión urbana tiene un importante papel Incluso han urbanizado la tesis sobre la fábrica social, en concordancia con la afirmación de Harvey acerca del carácter urbano de la lucha anticapitalista (en Multitud ya hablabais sobre la urbanización de la lucha de guerrillas). Vuestro acercamiento a la ciudad, sin embargo, proviene de un contexto específico, aquellos fenómenos típicos de grandes concentraciones de población (París, Milán, New York, Buenos Aires, etc.) tales como metropolitización y sus contrapartidas, por ejemplo neoliberalización, informatización y networking. ¿Cómo llevar a cabo vuestro análisis en ciudades de mediano tamaño, que no sean ciudades metrópolis post-socialistas (con la pocas excepciones de Varsovia, Moscú, Praga y Budapest)? ¿Podemos pensarlas en términos de lugares de resistencia y de fábricas inmateriales sin fronteras? ¿Dónde veríais las líneas de resistencia post-socialista y cómo se podrían superar sus limitaciones potenciales tales como el carácter mixto de las economías del Este de Europa, la pérdida de la solidaridad de clase y la fetichización local tan frecuente en los movimientos urbanos polacos?

Creo que es importante en estas discusiones cuestionar y revisar nuestras concepciones tradicionales sobre la división entre la ciudad y el campo, entre lo urbano y lo rural. Un riesgo de nuestra discusión en Commonwealth, así como en los trabajos de David Harvey sobre la ciudad, está en no considerar o subestimar las poblaciones y luchas rurales.
Em mi opinión el criterio más importante para distinguir lo urbano de lo rural en el pensamento moderno no es la densidad de población sino su intercomunicación. Retorno frecuentemente al pasaje de Marx en el 18 Brumario sobre los campesinos, que considero emblemático. Marx intentaba entender por qué a mitad del S.XIX lós campesinos franceses eran reaccionarios y, especialmente, por qué apoyaban la dictadura. No podían actuar como clase, decía, lo que significaba que no podían actuar políticamente y en su lugar podían ser sólo representados y manipulados por los poderes dominantes. La explicación de Marx era que, dado que los campesinos franceses estaban dispersos en pequeñas propiedades a lo largo de las zonas rurales, no conseguían comunicarse entre sí, y la comunicación es necesaria para la acción política autónoma y colectiva. Aquí la falta de comunicación no es principalmente un problema de información -por ejemplo si los campesinos franceses leían los periódicos- sino, en realidad, una cuestión de los tipos de contacto e intercambio que permiten la formación de la subjetividad política. El contraejemplo en la mente de Marx, naturalmente, es el proletariado urbano que se reúne no sólo en la ciudad sino en torno a las máquinas en las fábricas, participando así de un conjunto de procesos de producción de subjetividad a través de la comunicación corporal e intelectual.
Esta distribución comunicativa, que tiene importantes implicaciones políticas, es crucial en las modernas concepciones de lo rural y lo urbano y en las teorías de las metrópolis. Está claro que hoy esta división ya no se sustenta. El tipo de comunicación requerida para la acción política colectiva existe actualmente tanto en los espacios urbanos como en los rurales. De hecho, a fines del S.XX en el contexto global de las luchas campesinas –en Latinoamérica, en el Sudeste asiático, y  en otros lugares– parece a menudo que los espacios rurales tuvieran prioridad en este sentido, y los territorios urbanos parecieran a su vez desiertos.
Por tanto, abordaría tu pregunta respecto a las ciudades post-socialistas con este criterio. ¿Cuáles son las posibilidades de comunicación y de producción colectiva de subjetividad? En estos espacios urbanos desiertos, ¿los individuos están aislados o existen circuitos culturales, sociales y políticos articulados a través del territorio urbano en redes comunicativas? Esta viene a ser, realmente, una pregunta existencial muy directa: cuando vives en una u otra ciudad, ¿aumenta tu poder de actuar y pensar o te sientes más ignorante e inconsciente? Esta es una clásica pregunta spinozista sobre la alegría y la tristeza. Desafortunadamente, no conozco estas ciudades, pero estoy seguro que vosotros, o cualquier otro que viva en ellas, podría responder.

En Commonwealth, habéis tenido que hacer frente a importantes críticas, contestando a los ataques de diferentes y conocidos teóricos (también en Polonia) como Slavoj Žižek, Alain Badiou y Ernesto Laclau. ¿Podrías mencionar qué intelectuales, según vuestra opinion, comprenden hoy el actual estado de cosas, y cuyos libros pueden ser útiles en el proceso de organización y luchas de la multitud? Al preguntar esto pensamos en algo mucho más general –la pregunta sobre el rol de los intelectuales en la producción del conocimiento para uso del movimiento y soporte práctico-teórico para los trabajos de la revolución. ¿Cómo entendéis la relación entre teoría y práctica? ¿Es todavía razonable distinguirlas?

Los filósofos que mencionas –Žižek, Badiou, y Laclau – son buenos puntos de partida, y añadiría también a Judith Butler, Jacques Rancière, y muchos otros.
Pienso, sin embargo, como tu pregunta sugiere, que no se debería confiar en los intelectuales para proveerse de una guía teórica para la práctica revolucionaria. La división no está en que los intelectuales hagan teoría y los militantes práctica –o, incluso, menos, que los intelectuales guíen a los estudiantes. Algunos de los más importantes desarrollos conceptuales y teóricos actuales han sido construidos colectivamente por los movimientos sociales. Los indignados, Occupy, y otras acampadas iniciadas en 2011 son los autores no sólo de importantes experimentos políticos sino también conceptuales y teóricos. Dicho esto, no me refiero simplemente a invertir la relación tradicional y decir que los activistas deban liderar a los intelectuales. Diría que hay diferentes registros de teorización que van de las universidades a las calles, y que ambos son importantes.
Lo que precisamos descubrir, me parece, son los acuerdos de co-investigación en los que intelectuales y activistas creen los medios para trabajar juntos y comunicarse continuamente desde un registro de producción teórica a otro. No es necesario para ello que los académicos bajen a las calles y que los activistas vayan a las universidades –aunque no sea una mala idea. Lo esencial es que haya medios de comunicación y traducción entre los tipos de teorización producidos en las universidades y los realizados em lós movimientos. La co-investigación depende de la comunicación y la circulación.

De acuerdo con lo que escribís en Declaration, los movimientos más importantes de 2011 tienen sus raíces en el común. Ellos no solo se benefician de nuevas técnicas comunicativas y experimentan formas innovadoras más inclusivas de participación política, sino también luchas para liberar el común, tanto de la propiedad privada como del control estatal (o para decirlo en términos generales, del control público). Esta parece ser la retirada final de vuestra tesis en Empire sobre que los movimientos altermundistas no podían comunicarse entre sí. Ahora tanto Negri como tú estáis intentando diferenciar entre el ciclo altermundista de luchas y el ciclo inaugurado en el último año. ¿Podrías señalar los aspectos más importantes de esta diferencia? ¿Es capaz el presente ciclo de luchas de lograr “lo imposible” (al menos para el ciclo anterior): crear las instituciones del común?

Cuando destacamos la “incomunicabilidad” de las luchas en Empire, el movimiento altermundista todavía no había emergido. Terminamos el libro antes de las protestas contra la OMC en Seattle en 1999. En su lugar estábamos pensando en las potentes antineoliberales de los 90, como la revuelta de Tiananmen, la rebelión zapatista en México, las revueltas anti-FMI en Venezuela y Jamaica, etc... Durante los años del movimiento altermundista –desde Seattle en 1999 a Génova en 2001 –hubo una comunicación intensa entre los movimientos en cada cumbre y también en otros contextos, como el Fórum Social Mundial. Y hubo una comunicación incluso mayor y más significativa entre las acampadas y ocupaciones que comenzaron en 2011.
En todos estos ejemplos, sin embargo, una característica fundamental que tenemos que comprender es la profunda discontinuidad de los movimentos. Existe tanto una discontinuidad temporal (los movimentos surgen en un escenario y parecen desaparecer pocos meses después) como espacial (los deseos y prácticas parecen saltar de un lugar a otro, de El Cairo a Madrid, de Atenas a New York). ¿Cómo podemos comprender esta descontinuidad y, más importante, cómo podemos trabajarla políticamente?
Una respuesta, que pienso en parte correcta, es reconocer que debajo de esta apariencia discontinua hay una más profunda, una continuidad oculta de los movimientos, sus deseos y prácticas. La metáfora de Marx del topo es la imagen clásica de esta continuidad subterránea. Las luchas francesas del S.XIX eran como un topo que salía a la superficie por breves momentos –en 1789, 1830, 1848, 1871, y así sucesivamente– pero entretanto está trabajando y avanzando bajo tierra. Es una bella metáfora para capturar la continuidad oculta, aunque debo admitir que la imagen naturalista de un topo trabajador no me parece exactamente correta. Diría que los movimientos revolucionarios son más bien como un automóvil acelerando en la noche con las luces apagadas. Puedes verlo brevemente bajo alguna farola y entonces desaparece, apareciendo después calle abajo. Esta metáfora tiene la ventaja de dar un sentido del peligro e, incluso a veces, de la precipitación del proceso revolucionario.
Pienso que es importante, en todo caso, reconocer estas continuidades ocultas en términos espacio-temporales. Lo que ocurrió en Seattle en 1999 y luego desapareció, por ejemplo, produjo muchos más avances sobre Wall Street en 2011, y lo que se logró en Túnez y El Cairo a comienzos de 2011 reapareció más tarde en Madrid y Atenas. Proclamar tales continuidades no es suficiente, pero es un buen comienzo.

Cuando miramos los eventos de 2011, podemos llegar a una conclusión bastante pesimista. En casi todas las confrontaciones con el poder y el capital, la multitud, al menos por ahora, falla gravemente. Si nos fijamos en los gobiernos posrevolucionarios en Túnez, Egipto o Libia, o consideramos los acontecimientos tras la Marcha a Bruselas de los Indignados, la desintegración de las asambleas de Zuccotti Park, o las consecuencias de la masiva manifestación en Israel. En este contexto muchas de las críticas mantienen que la presión política de la multitud desde todas las plazas de los países árabes fue suficiente para derrocar a los dictadores pero para consolidar las conquistas de las revoluciones (o mejor –de las revueltas) es necesaria la toma de un control democrático (en la forma de consejos obreros) sobre los lugares de producción, clásicamente entendidos. En Declaration resaltáis la diferencia entre la vieja izquierda (con su nostalgia de las viejas formas de organización política) y los nuevos movimientos como Indignados o Occupy. También escribís que los movimientos de 2011 han creado una oportunidad para una nueva izquierda. ¿Pensáis se ha hecho un uso adecuado de esta oportunidad? ¿Existen puentes entre movimientos y formas organizativas de la multitud y las formas clásicas de organización del movimiento obrero (como consejos obreros con un sistema de delegados) que permitan una consolidación de las conquistas de las revueltas en las instituciones del común?

Tu pregunta refleja muy bien la limitación de mi respuesta a la cuestión anterior sobre la naturaleza discontinua de los movimientos contemporáneos. No basta con decir que la continuidad de los movimientos está oculta o subterranea y que aparecerá en otro lugar u otra vez. No basta con decir que el verdadero éxito de la Plaza Tahrir puede juzgarse no en Egipto sino en Madrid o en Wall Street. O incluso decir que quizás seamos derrotados ahora pero que en 10 o 20 años venceremos.
Tenemos también que construir nuevas formas políticas que consigan uma mayor extensión y duración de los movimientos aquí y ahora. Es un lugar común decir que las acampadas de 2011 fueron válidas para organizar una plaza con algunos cientos o incluso miles de participantes pero no tuvieron éxito en trasladar la victoria de la plaza a una nueva sociedad duradera, a una forma alternativa de vida.
Por tanto, en Declaration, Toni y yo nos centramos en la necesidad de iniciar un proceso constituyente y, como dices, crear instituciones del común. Aquí, por “institución”, no entendemos una estructura rígida o burocrática, y por “constitución” no nos referimos a un orden fijo y formal. En cambio, estamos interesados en la creación de instituciones compuestas de prácticas y hábitos sociales repetidos, y la invención de procesos constituyentes que se propagen y realicen asociaciones sociales duraderas y formas de vida. Los movimientos, en otras palabras, necesitan crear mayores formas de continuidad.
Estas dos respuestas a la cuestión de la discontinuidad de los movimientos –una insistiendo que existe una continuidad oculta y otra llamando a la creación de instituciones para establecer su continuidad– son muy diferentes pero no contradictorias. De hecho, diría que la clase de continuidad que ya existe, la comunicación entre los movimientos a través del tiempo y el espacio, es hoy la base necesaria para cualquier proyecto que pretenda iniciar un proceso constituyente y crear instituciones del común. Sin esta base, tales proyectos serían inimaginables.

Traducción: Nemo Niente.

[1] Commonwealth. El proyecto de una revolución del común, Michael Hardt & Antonio Negri. Akal, 2011
[2] Declaración, Michael Hardt & Antonio Negri. Akal, 2012
[4] Imperio, Michael Hardt & Antonio Negri. Paidós, 2002
[5] Multitud, Michael Hardt & Antonio Negri. Debate, 2004

lunes, 26 de noviembre de 2012

La huelga nacional del 20 de Noviembre y el futuro político


Cesar Altamira (ARG.)

0. El paro nacional del 20 de noviembre, el primero contra el kirchnerismo luego de casi 10 años de gobierno, sorprendió a propios y extraños. Asombró a sus convocantes por su masividad y por extensión incorporando las ciudades más importantes del interior. Descolocó a las centrales "oficialistas", léase CGT "Rosada" y CTA "oficialista", mostró una renovada influencia de sectores de la izquierda con trabajos fabriles y en los servicios y terminó preocupando no sólo al gobierno sino también a las propias patronales, a pesar que la medida de fuerza no contenía demandas hacia la patronal. Las últimas movilizaciones callejeras, importantes por su masividad y extensión nacional, 8 de noviembre (8N) y 20 de noviembre (20N), desnudaron la debilidad del gobierno kirchnerista -un año después del 54 % de los votos en octubre de 2011- y transparentaron que el gobierno había perdido la "calle" y extraviado la agenda, ante una oposición que, aunque con composición social diferente y fuera de toda representatividad política partidaria, había reclamado a cielo abierto por sus demandas. El gobierno peronista del nuevo siglo, a contrario sensu de la  historia, permanecía "sentado en el cordón de la vereda". La conflictividad social lo había desbordado, imprevista e impensadamente para sus partidarios. En estos días el cristinismo busca retomar la iniciativa e imponer la agenda  asentada en el próximo 7 de diciembre, la madre de todas las batallas contra el multimedio Clarin, al decir del relato kirchnerista.
            La jornada de lucha había sido convocada desde hacía ya tiempo por las centrales sindicales opositoras al kirchnerismo ante el silencio del gobierno frente a los reclamos sintetizados en cinco puntos: 1) la disminución de la presión impositiva sobre los salarios (impuesto a las ganancias sobre los salarios, toda una anomalía) que al mantener su base imponible incorporaba nuevos asalariados en este universo e incrementaba las deducciones para quienes estaban ya sujetos a ellas, luego de los aumentos salariales producidos durante el 2012; 2) la universalización de las asignaciones familiares (el pago por hijo que realiza el organismo de Seguridad Social) ya que quedaban excluidos del cobro sectores importantes de asalariados, situación agravada luego de reformas que introdujera el gobierno en estos meses provocando una disminución de las alicuotas recibidas; 3) la normalización de la deuda del estado para con las Obras Sociales sindicales que conforman una de las patas importantes del Sistema de Salud nacional; 4) el aumento del Salario Mínimo Vital y Móvil y 5) el rechazo a la ley antiterrorista recientemente sancionada.  El gobierno desoyó estos reclamos apremiado por el déficit fiscal en ascenso. Durante 2012 los mayores impuestos a las ganancias le aseguraron una mayor recaudación fiscal,  6000 millones de pesos; la reducción del monto a pagar de las asignaciones familiares mejoraba el perfil fiscal, mientras hacía uso de unos 12000 millones de pesos adeudados a las Obras Sociales. Conjunto todo que al menos cuestionaba el modelo inclusivo, mientras mantenía las exenciones impositivas a las explotaciones mineras y a las transacciones de la Bolsa.
1.Una de las convocantes al paro, la CGT Azopardo, conducida por el camionero Moyano, durante todos estos años compañero de ruta del kirchnerismo, había pasado a la oposición en marzo de este año ante las evasivas del gobierno para responder a sus reclamos, los intentos oficiales por imponer un techo en las paritarias por debajo de la inflación, la sanción de la ley antiterrorista y la tercerización del ajuste que el gobierno empezaba a concretar trasladándolo a los gobiernos provinciales. Moyano, quien dirige el sindicato de Camioneros, fue durante ocho años el principal apoyo sindical de los Kirchner –sobre todo de Néstor-, pero la torpeza o la convicción de Cristina lo empujaron a la vereda de enfrente, en el preciso momento en que debían abrazarlo para compartir los costos del ciclo descendente del “modelo”.
            La pérdida del doble superavit fiscal y de balanza de pagos, pilar del proceso de acumulación "virtuoso", se había transformado en un recuerdo. La crisis energética, que reconociera el gobierno, previo a la expropiación de Repsol, había derivado en importaciones energéticas que volvieron deficitaria la balanza de pagos, a pesar del precio de la soja. La imposibilidad de disminuir los subsidios al transporte (subterráneo, ómnibus, trenes), al agua, a la luz, al gas, todos en aumento, ya que agregaban nuevas presiones inflacionarias, debilitaron un superávit fiscal enflaquecido y el déficit fiscal entró en escena. En los últimos meses se aprobó una nueva ley antiterrorista, se conoció el « Proyecto X » de espionaje, se procesó a militantes de organizaciones piqueteras, se penalizaron los salarios con el impuesto a las ganancias y se sancionó una nueva ley de riesgos del trabajo abiertamente pro patronal, diseñada por la Unión Industrial Argentina. Todo esto en el marco de una inflación del 25 % presente, negada por el gobierno quien reconoce solo el 8 %, y con desacreditaciones presidenciales a quienes se oponen a su política, como fue el caso de los docentes.
2.El otro gran convocante la CTA (Central de Trabajadores Argentinos) es una central sindical particular, donde las afiliaciones, a diferencia de la CGT, son individuales. Conformada ya hace varios años se proclama independiente de los partidos políticos y del estado, con una fuerte influencia a nivel de los trabajadores estatales, así como en algunos gremios importantes como docentes, neumáticos y la importante filial metalúrgica de Villa Constitución. Últimamente ha sumado importantes adhesiones e influencias a nivel de las explotaciones mineras incorporando sus trabajadores a la sindicalización. La CTA fue el baluarte principal de resistencia a las políticas neoliberales de los 90´s organizando numerosas marchas nacionales contra la Pobreza a través del FRENAPO (Frente Nacional contra la Pobreza) y sus dirigentes mantienen aún, a diferencia de sus pares sindicales, un prestigio social ganado por la coherencia en la lucha y con sus ideas. Fracturada desde 2011 ante lecturas diferentes con relación al kirchnerismo, hoy existen dos CTA, una opositora, relacionada con el opositor Frente de Acción Progresista y otra oficialista, integrante de Unidos y Organizados a través de Nuevo Encuentro. La CTA opositora mantiene aquella línea de trabajo mencionada en momentos en que seis de cada diez hogares argentinos es pobre, cuando ocho de cada 10 jóvenes menores de 30 años no saben lo que es un trabajo estable, cuando en la provincia de Buenos Aires 6 de cada 10 personas que están en la cárcel son jóvenes menores de 25 años, es decir en tiempos donde prevalece un crecimiento del castigo a la pobreza y a la juventud. 
3.Frente a una perspectiva de disminución de la actividad económica, de la pérdida del doble superávit gemelo y de los efectos de la crisis mundial sobre la economía nacional, la conflictividad social se presentaba como un horizonte inevitable. Asentada en la legitimidad electoral del 54 % de los votos, Cristina Kirchner dio un golpe de timón en sus acuerdos y alianzas alejándose de Moyano y recostándose sobre el ala más conciliadora y entreguista de la burocracia sindical, los llamados "Gordos", en otros tiempos apoyatura del menemismo y de las políticas neoliberales. El Ministerio de Trabajo convalidó la división de la CGT, reconoció a la CGT de los "Gordos" y desconoció la CGT de Moyano. Paralelamente el cristinismo motorizaba la re-relección presidencial bajo el paraguas de una "necesaria" reforma constitucional que aggiornara la constitución a los nuevos tiempos políticos. Desconfiando del aparato del Partido Justicialista Cristina de Kirchner fogoneó la unidad de las organizaciones más afines al corazón cristinista bajo Unidos y Organizados, que cobija a su hijo predilecto La Campora. Pero los hechos de estos días nos dicen que estas medidas no alcanzaron, fracasaron o se han debilitado sobremanera.
            Cierto es que la Presidenta manejó la relación con el camionero durante la campaña por su reelección teniéndolo a raya, sin atender sus reclamos corporativos ni políticos (confección de las listas de diputados nacionales y provinciales), ganando puntos frente a una clase media reacia a convalidar a las burocracias sindicales largamente apoltronadas en los sillones de los sindicatos y devenidas en empresarias, mientras transmitía que el suyo seguiría siendo un gobierno “de los de abajo”. Fue así que logró sumar al voto popular, el de amplios sectores medios.

 4. Lo novedoso es que la jornada de lucha fue acompañada de manera activa por sectores muy variados. Además de las organizaciones y federaciones cercanas a la CTA opositora -Federación Agraria Argentina, y la Federación Universitaria Argentina-, participaron sectores ligados a los movimientos de desocupados como la Corriente Sindical Combativa, Barrios de Pie y MST Teresa Vive . Se pudo distinguir en los piquetes  distintos grupos de izquierda que se movilizaron, entre ellos partidos y organizaciones políticas y sociales, juntas internas, corrientes sindicales y centros de estudiantes, entre otros. Su composición social fue diferente a la expresada en la movilización del 8 de noviembre que transparentó una fuerte intervención de la clase media. La contundente adhesión al paro se expresó en la fuerza manifestada aún en gremios oficialistas, donde los  trabajadores consiguieron romper el cerco de los aparatos sindicales en fábricas, talleres y oficinas, como fue el caso de la línea B del subte, varias fábricas de alimentación como Pepsico y Stani, y gráficas como Donnelley, WorldColor y Print Pack, así como en el gremio docente de Provincia de Buenos Aires manejado por la CTA oficialista, por sólo nombrar algunas. Aunque también debemos decir que afectó más al sector de servicios que al de la clásica producción fordista. Sintomático resulta el malestar manifestado por los trabajadores del estatal  Canal 7 ante la censura de sus autoridades  para hacer público su acuerdo con las consignas de la huelga del 20N. En este caso el nudo del conflicto es la gestión de La Cámpora y su desmesurada obsesión por la vigilancia ideológica y el control de la información así como la cobertura de sus militantes en todos los puestos del Canal. Toda una obsesión del cristinismo para formar esa burocracia orgánica de estado acrítica, creada y organizada desde el poder. El gobierno, así como la CTA oficialista, intentaron minimizar la contundencia del paro achacándolo antes a los piquetes que impidieron el libre tránsito, que a la decisión de los propios trabajadores. Cristina Kirchner fue más allá: habló de "chantajes y aprietes", lenguaje propio de una derecha vernácula a la que el gobierno dice combatir, con invocaciones a la remanida "libertad de trabajo", mientras se subía al podio con un "a mí no me van a correr". Los piquetes y bloqueos jugaron un rol importante, pero las reivindicaciones levantadas expresan intereses inmediatos con demandas concretas que incorporan a amplios sectores de trabajadores que trascienden las organizaciones convocantes. Esta es probablemente la razón de porqué tuvo tal amplitud.
5.Si algo caracteriza la actual situación es su “evitabilidad”: se trata, al menos, en su mayor parte, de consecuencias de decisiones presidenciales, de “errores no forzados” que ha cometido el gobierno.  ¿Cómo dar cuenta sino de la coyuntura política, inimaginable hace 12 meses? Impensable en esa época que Cristina Kirchner lidiara con los problemas de hoy, en especial el clima social adverso y más todavía con una protesta social en ascenso. ¿Cómo y por qué alguien pudo equivocarse tanto en tan poco tiempo?
            Parte del problema es que Cristina Kirchner se volvió víctima de su propio éxito: interpretó muy mal su triunfo del año pasado, creyó que los votos conseguidos le daban la razón en todo y ya nada le impediría “sacar de la cancha” a sus adversarios. Tras la elección, en vez de ajustar el  juego, probado en la práctica previa a las elecciones para lubricar el giro que inevitablemente debía hacer en la política económica, y que implicaba reducir al menos algunos beneficios e incrementar algunos impuestos, Cristina cambió drásticamente de actitud: quiso usar el 54% para hacer a un lado sin miramientos a los que la desafiaran o pretendieran seguir ejerciendo un poder autónomo; emprendió guerras destructivas contra el gobernador de la Provincia de Buenos Aires Scioli, posible presidenciable y contra Moyano, entre otros, sin incorporar en estas batallas el deterioro social que se producía ante una economía que se estancaba afectando a la producción, el empleo y el salario. Fracasó en aislar y liquidar a Moyano en los primeros seis meses; tampoco acertó con sus nuevos aliados sindicales (se habla de acercamientos de la CGT oficial con la CGT Moyano en estos días luego de la contundencia del paro). El humor social de estos días cuestiona la posibilidad de la re-reelección, fundamentalmente luego del 8N, electorado movilizado del que necesita en las elecciones del próximo año de persistir en la reforma constitucional que la habilite para un nuevo mandato. No resulta entonces extraño que afloren los temores paranoicos ante la “pérdida del control de la calle” traducidos en las "amenazas de una conspiración destituyente”. Fuera de CFK, el kirchnerismo carece de alternativa presidencial para las elecciones del 2015. El sistema de alternancia, pensado entre Néstor y Cristina, murió junto con Kirchner. Cierto es que faltan tres años, pero el peronismo es también implacable en su accionar. Si la alternativa re-reeleccionaria queda descartada se abrirá inmediatamente la lucha por la sucesión y esto, conociendo su historia, generará de manera inmediata un vacío de poder y enorme diáspora de fieles y aliados oficialistas hasta el día anterior. Si hay alguien que conoce estos movimientos es el propio gobierno. Por ello la urgencia que tiene para recuperar protagonismo y marcar la agenda.
6.¿Qué futuro posible ante las últimas movilizaciones, 8N y 20N? Tal vez estemos en los comienzos de un nuevo escenario político. Lo que está realmente en disputa va más allá de las demandas legítimas de los trabajadores del 20 N. Está en juego el curso futuro de la situación política y del propio gobierno. La combinación de la emergencia de los límites del neo-desarrollismo, del impacto del 8N y de la ofensiva lanzada en estos días por los fondos buitres y la justicia americana, ha colocado al gobierno a la defensiva, en un estado de relativa debilidad. Carente de reflejos solo atinó a descalificar los reclamos y rechazar las resoluciones de la justicia estadounidense.
Pero también está en juego el apostar a la construcción de una nueva alternativa que supere las dicotomías planteadas: o modelo con inclusión social o vuelta a los 90's para algunos; la necesidad de recrear el viejo welfare de bienestar, para otros.
Cierto es que muchos quienes se movilizaron son trabajadores formales. Que las centrales sindicales que convocaron al paro representan y defienden casi exclusivamente a los trabajadores formales, cuando mucho los informales, con escasa o nula presencia de los desempleados y precarizados pobres. Lo paradójico es  que también hubo desocupados e informales y precarios en los piquetes y plegados a la medida de fuerza. Y que el trabajo informal representa hoy, a pesar de las altas tasas de crecimiento de los últimos diez años, casi el 40 % de la fuerza de trabajo empleada. Lo que la izquierda y los sectores más progresistas del sindicalismo argentino, como la CTA, no alcanzan a visualizar son los cambios producidos en el capitalismo del nuevo siglo. Si bien dimensionan la necesidad de superar el workfare instalado con fuerza desde el 2001 y continuado por el kirchnerismo, permanecen atados al viejo welfare fordista dejando de lado la necesidad de construir un welfare de nuevo tipo. Que reconozca la auto organización social y su fuerza creativa para producir riquezas en el capitalismo cognitivo; que dé cuenta de la nueva forma de producir, que valorice la importancia del conocimiento e incorpore la nueva forma de explotación del capital. La crisis del capitalismo financiero que se despliega desde hace ya casi treinta años a nivel global es el espejo de la crisis de la relación capital trabajo que signó el régimen fordista de acumulación y la transición hacia un nuevo capitalismo caracterizado por la centralidad de la renta  con respecto a las variables "reales" de la economía o sea el salario, el precio y la ganancia. Donde la autonomización de las finanzas con respecto a la economía real es la otra cara de la autonomización del capital de la relación directa entre capital y trabajo asalariado, proceso donde el capital busca ahora controlar la propia vida en la medida que es la vida misma la que es puesta a trabajar. Donde la acumulación del capital se efectúa ahora por medio de la exclusión, de la explotación no remunerada de la vida, promoviendo una desocupación activa. Se efectúa igualmente a través de la generalización de la relación deuda/crédito al interior del ciclo de vida del capital y de la fuerza de trabajo, donde, al decir de Lazzarato, el capitalismo financiero no es más que una enorme fábrica de producción del hombre endeudado.
7.Se trata de trabajar por la reapropiación del proceso de producción es decir de la auto organización  social y su fuerza creativa, de las nuevas formas de vivir y de la producción de riquezas. Se trata de la construcción de un welfare  que vaya más allá tanto del estatalismo burocrático, parasitario y corrupto, como del individualismo propietario y corporativo asentado en el goce de la renta individual alcanzada. El enorme desafío es pensar la independencia y la auto determinación de las singularidades excluidas de toda ciudadanía, precarizadas, desocupadas, desempleadas y condenados a la construcción de empresas autónomas productoras de pobreza y miseria sometidas a los efectos devastadores de la permanente crisis depresiva del capitalismo financiero. Se trata de ser contemporáneamente radical en las propuestas, innovativos en la construcción de pragmáticas coaliciones sociales que definan ellas las nuevas alianzas que construyan una nueva ciudadanía activa asentada en la posibilidad del accionar conjunto de las múltiples singularidades aunque sin ser necesariamente idénticas.    


¿Por qué Toni Negri?


Veronica Gago & Diego Sztulwark
Colectivo Situaciones (Arg.)

Toni Negri es un entusiasta y frecuente visitante de Argentina y de América Latina. Luego de hacer una conferencia en Buenos Aires (Universidad de Avellaneda), participó del IX Coloquio Internacional Spinoza (Universidad Nacional de Córdoba). Siguió camino a Ecuador y Colombia. Y es que este continente le resulta, en la última década, un espacio de experimentación política que le interesa seguir de cerca. De los movimientos sociales a los gobiernos que siguieron a los momentos de crisis en la región, Negri despliega una interpretación de una relación que ha sido virtuosa y que se encuentra desafiada hoy por una suerte de estabilización. La pregunta que aquí señala como fundamental puede sintetizarse así: ¿cómo hacer que los servicios de bienestar social o welfare (de lo subsidios a los distintos beneficios sociales) no sean simplemente concedidos desde arriba, sino sostenidos y valorados como retribución de un valor social de cooperación luego de ser conquistados por las movilizaciones populares? Neoextractivismo, multitudes y moneda común se tejen, en la conceptualización negriana, para pensar las nuevas formas de la producción y la disputa que implica el mando del capital financiero.

Hace unos años proponía una hipótesis para entender la situación política en Sudamérica: decía que había un atravesamiento del Estado por parte de los movimientos sociales. De esta manera, el poder constituyente de los movimientos podía desarrollarse, si bien de un modo conflictivo, al interior del poder constituido. Ahora habla de estar “dentro y contra² del Estado. ¿Cómo lee actualmente esta relación entre potencia popular y Estado?

Yo creo que cuando se dice “dentro y contra” se hace una afirmación metodológica que siempre debe ser confrontada con las determinaciones de lo concreto. No es que “dentro y contra” signifique siempre lo mismo, sino que se trata de adoptar una perspectiva desde la cual mirar las cosas. Tengo la impresión de que tanto desde el punto de vista de la gestión económica como política ha habido en los últimos años un relativo declive a partir de la situación inicial que se había formado en la última década, después de 2001, que fue una situación efectivamente revolucionaria. Hubo un primer desplazamiento desde el punto de vista económico a partir del gobierno de Néstor Kirchner: se da una recuperación productiva que toma como base a la producción social en un sentido amplio y se produce una confrontación con los diktat de los mercados sustentada en la experiencia de resistencia del período previo. Este primer momento es efectivamente muy importante en la medida en que toma la fuerza de los movimientos piqueteros, las ocupaciones de fábricas, la organización barrial como base de esa ampliación del terreno de la producción social, sin encerrar esas experiencias en una interpretación puramente ideológica. Este elemento nuevo de la productividad social insurgente es la fuerza que logra representarse en un proceso institucional efectivo, que tiene como espacio definido a la nación. En este sentido, el poder político nacional concreta la efectiva necesidad de tener un punto de referencia central para enfrentar a los mercados y sus maniobras monetarias. Por ejemplo, desde este punto de vista, la renegociación del pago de la deuda y las tratativas con el Club de París, han sido un momento de recalificación de la trama institucional de la democracia argentina respecto de los esquemas heredados del peronismo tradicional tomando en cuenta las mutaciones en el tejido social.

¿Y qué impresión tiene sobre lo que sucedió después?

Desde el punto de vista económico parece haberse dado una aceleración  hacia el extractivismo empujada por el agronegocio de la soja, consolidando la estructura de relaciones con las grandes empresas multinacionales. Seguramente la disputa con el campo tuvo que ver con todo esto. Desde este punto de vista me parece que ha habido un estancamiento y un fuerte intento de centralizar poder por parte del gobierno. El extractivismo no es sólo un hecho económico. No se trata sólo de discutir que pueda resultar útil concentrar la producción en ciertos productos, sino también de tener en cuenta que funciona como negación efectiva de una democratización económica, en el sentido que niega una productividad social generalizada. Ahora, la pregunta es cómo hace el modelo actual para garantizar un efectivo régimen de welfare (bienestar) en Argentina. Tengo la impresión de que las políticas sociales –tal como sucede por ejemplo en Venezuela– adoptan cada vez más la apariencia de concesión realizadas al pueblo, más que ser propuestas como producto de una movilización general productiva a la cual corresponde un welfare efectivo.

¿Y cómo funciona entonces el “dentro y contra” del Estado en este contexto?

Consiste en la utilización del Estado, para decirlo así, al interior del espacio global de los mercados poniendo en el centro este problema fundamental de la democracia, que no es tanto el problema de la libertad, como el de la producción. Quiero decir que es en el nivel de las condiciones materiales de la producción que se juega, en esencia, el devenir democrático y la conquista de nuevas libertades.

¿Cómo cree que manejan esta relación entre neoextractivimo y welfare otros países de América latina? Pensemos en experiencias tan importantes como Venezuela y Brasil.

Ya hemos mencionado lo que pasa en Venezuela. No sé si se puede llamarlo welfare, pero hay allí, sin dudas, una difusión de servicios a las comunidades con un significativo salto político y tecnológico con el apoyo cubano (médicos, maestros, etc.). Fue algo muy importante, en la medida en que el nivel de expectativa de vida se fue acrecentando. Sin embargo, una verdadera democratización de la sociedad supone enfrentar muchas dificultades. Por ejemplo, los problemas que hubieron con las misiones al mismo tiempo en que se forma una nueva burguesía tan activa como rapiñera. Tengo un juicio más positivo del proceso brasileño que cuenta con condiciones excepcionales desde el punto de vista de los recursos naturales y sociales. Hay en efecto una situación muy afortunada, pero no hay duda de que la política de Lula fue capaz efectivamente de hacer participar a todos del desarrollo, configurando una sociedad abierta, en términos democráticos y productivos. Lula desplegó una lucha de clases continua, en contra de una burguesía y de un sector capitalista fuerte y con gran capacidad, lo que supone problemas enormes.

¿Brasil le parece un modelo?

No sé si estas luchas puedan darse de igual modo en otros lugares. No creo que su política sea un modelo. Pero estos días me preguntaba sobre el énfasis del discurso oficial sobre la batalla con el grupo Clarín. Lula debió enfrentar la enorme capacidad de la televisión brasilera y no fundó ni un sólo diario, sino que se apoyó en la capacidad de intervenir sobre los otros sectores, sustentado en una politización de bases a través de los grandes movimientos, como el MST y los movimientos de las favelas que fueron extremamente importantes. La situación argentina no parece contar hoy con una capacidad de recrear movimientos sociales de esa magnitud, aunque guardo muchas dudas al respecto. De todas maneras, me parece que el problema de la democracia se plantea con toda claridad en América Latina, que ya no puede ser pensada como un territorio periférico sino que en muchos aspectos constituye un escenario central para todos nosotros.
El extractivismo convive en buena parte de América latina con una retórica contraria al neoliberalismo, aun si hay una serie de prácticas sociales que funcionan según lógicas de apropiación neoliberales. ¿Cómo evalúa este desfasaje?

A mí me parece que cuando el Estado se pronuncia contra el neoliberalismo dice una mentira. Existen toda una serie de acuerdos específicos con las multinacionales. Es un poco lo que sucedió aquí luego del conflicto con el campo. Dentro del marco que surge de estos acuerdos actúan las empresas nacionales y los emprendimientos cooperativos inmersos en una lógica capitalista. ¿Están estos gobiernos en contra del neoliberalismo? Tal vez sea mejor decir: están en contra de las extremas consecuencias del neoliberalismo, que son las de anular el welfare. Pero estas son extremas consecuencias.

¿Se puede pensar que es el capital financiero como tal el que funciona de un modo extractivo con respecto a la producción de valor del conjunto de la sociedad?

Me parece que la relación entre capital financiero y extractivismo es de una identidad completa. Aunque los gobiernos progresistas de Sudamérica han planteado nuevas relaciones de fuerza en relación a los mercados financieros, lo cierto es que estos capitales siguen funcionando a partir de la expropiación del valor producido por la cooperación social. El capital financiero sigue siendo el elemento que unifica el complejo social, de un modo abstracto, es cierto, pero efectivo. Y no se trata de una intervención que venga desde afuera, de un modo imperialista, sino una intervención que condiciona la entera máquina social, y busca prefigurarla. Por eso es insuficiente toda tentativa de oponerle meramente una estructura de regulación vertical. El problema político que se nos plantea es, en cambio, cómo articular las pluralidades productivas en la protesta. Yo no veo una propuesta diferente.

¿No le parece que es también un problema el modo en que se fija una cierta imagen del movimiento social, incapaz de dar cuenta de nuevos modos de organización más difusa?

Creo que efectivamente este es un verdadero problema. Veo que estos días se habla de los cacerolazos. Más allá del sentido político que ha tenido el movimiento –por lo que escucho aquí, se trata de un movimiento básicamente de derecha– se trata de fenómenos que no se expresan al nivel institucional, sino en el nivel de las multitudes. Se plantea la pregunta: ¿cómo se puede decir si una multitud es “buena” o “mala”? Yo creo tener una respuesta, pero que es abstracta: lo que distingue a la buena multitud de la mala es lo que llamo el común. Se trata de una hipótesis teórica que abarca también una noción de democracia sustancial, y no como algo meramente formal. Me refiero a la democracia en cuanto capacidad de organizar un conjunto de relaciones, y extraer de ellas una conciencia política. El comunismo no es algo que pueda brotar del común de modo directo. Por eso hay que crear formas políticas capaces de poner a las singularidades en relación, y de darle una forma institucional al proceso.

¿Cómo piensa esa forma institucional sin que se trate de un cierre sobre el Estado nacional?

Creo que después de la gran polémica contra el Estado nación y frente al poder de innovación capitalista debemos reflexionar sobre las formas en que se considera hoy la cuestión desde la izquierda. En Europa el fracaso de la izquierda consiste en no haber logrado ir más allá del Estado nación y no llegar a imaginar una gestión del poder por fuera y más allá del Estado nación. El defecto de la izquierda en Europa es haber identificado la idea misma de gobierno con una instancia única. Al fijar la idea de gobierno al Estado nacional se bloqueó la capacidad de imaginar formas de gobierno sobre los mercados, que claramente exceden los confines nacionales. Y entonces, sucede que los mercados crean por ellos mismos sus instancias de gobierno. Así, el Banco Central actúa como representante de la red de Europa: de esto se trata el comunismo del capital. En América Latina las cosas se dan de otro modo, aunque también aquí se trata de superar las visiones que se cierran en términos de proyectos nacionales-extractivos. Y me parece que la posibilidad de articular una espacialidad más amplia pasa por comprender el papel que juega Brasil.

¿En qué sentido?

Porque el Brasil produce más de lo que producen los demás países de América latina y tiene una enorme capacidad de atracción sobre el nivel internacional, que lo coloca necesariamente en una posición hegemónica. Este problema queda por fuera del concepto de hegemonía que plantea Laclau, que refiere exclusivamente al nivel nacional, excluyendo la necesidad de tomar en serio el nivel regional. Creo que habría que pensar en un equilibrio en la relación entre espacios nacionales y regionales a partir de una colaboración real. Porque si los países se encierran sobre la exportación de sus recursos naturales, es muy fácil que compitan unos contra otros, al estilo medioriental, pero sin jeques.

Usted habla de una serie de paradojas en torno a lo que llama biocapitalismo y al sujeto actual “hombre-máquina” como parte de la dinámica de valorización. ¿De qué se trata?

Sería importante volver a trabajar sobre las nociones de Marx tales como capital constante y capital variable y capital fijo y capital circulante para ver cómo esas categorías se modifican a partir de la hegemonía del capital financiero. La paradoja es que al mismo tiempo que las finanzas constituyen actualmente el mando mismo del capital, la fuerza de trabajo está determinada por nuevas formas de existencia en virtud de su movilidad, de la incorporación de conocimientos y de la autonomización de su cooperación. En este sentido, se puede decir que el trabajo vivo sufrió un cambio antropológico: el hombre-máquina –para tomar la imagen de Deleuze y Guattari– se apropió de elementos de lo que tradicionalmente Marx llamaba el capital fijo, es decir, las máquinas. Esta mutación supone que el capital ya no dirige al trabajo de modo directo, sino a la distancia, capturando al trabajo a partir de dispositivos financieros. Se trata de un capital que capta el resultado del trabajo en red. Esta es una gran diferencia, que implica una serie de consecuencias políticas.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo con respecto a la cuestión de la propiedad, que concierne cada vez menos a la posesión inmediata de un bien y más a la apropiación de toda una serie de servicios. La propiedad depende cada vez más del conjunto del trabajo que se organiza alrededor de la posesión. La composición de este trabajo se da como una realidad enteramente biopolítica, lo cual implica un movimiento de subjetivación fundamental. A mí me parece que sobre este terreno se debe desarrollar la reconstrucción de un pensamiento revolucionario, en el sentido de ligar el análisis de estas transformaciones con la utopía: en esto Maquiavelo, Lenin y Gramsci siguen siendo muy actuales para nosotros.

Usted habla también de una moneda del común, ¿a qué se refiere?

Creo que hoy se plantea el problema de la reapropiación de la riqueza común, la cual sólo puede darse a través de la moneda del común, para volverla lo más extensa posible, aceptando siempre la abstracción de la relación, ya que en eso no se puede volver atrás. Y luego, sobre este terreno, es sólo una lucha común en el nivel global la que resuelve el problema. Yo no veo otras soluciones. Se pueden tener soluciones particulares de ruptura, echar a una multinacional, repetir operaciones como la del 2001, no pagar, declarar la insolvencia: son momentos de lucha pero no de solución. Son todos problemas que se ponen políticamente de manera muy fuerte por eso este es un momento maquiavélico puro.

* Colaboró: Maura Brighenti.


martes, 20 de noviembre de 2012

“Hay que abordar la manera en que los movimientos se piensan a sí mismos”


Entrevista a Michael Hardt & Toni Negri
Fabián Darío Mosquera
Diario El Telégrafo, Ecuador.

El trabajo de Negri aporta con nuevas nociones para la comprensión de la izquierda, el poder, el sistema de producción, el rol de los trabajadores y el accionar desde la movilización y la organización social” dice  el sitio web de  Flacso/Quito, en relación con la reciente  visita de Antonio Negri a la capital, para una conferencia. Se trata de uno de los pensadores europeos más citados de los últimos años -nacido en Padua en 1933, con preocupación  sobre todo por  Marx y Spinoza-, conocido  fuera de los espacios académicos especialmente a raíz de la publicación de  “Imperio” (2000), que se convirtió, no sin polémica de por medio, en un best seller, y al que siguieron “Multitud” y “Commonwealth”, para completar la trilogía  que trabajó  con su par norteamericano Michael Hardt (Washington D.C. 1960), filósofo político y profesor de la Duke University, quien hace años pasó algún tiempo en  Centroamérica vinculado con diversos proyectos sociales, y también estuvo de visita en Quito la semana pasada.  
En una espaciosa sala de la Universidad, sentados apaciblemente,  ambos aguardaban al mediodía del pasado miércoles el inicio del diálogo, que comenzó pasando  revista a una de las nociones fundamentales en  su  trabajo compartido, la de  “Multitud”. Recordábamos entonces   un evento histórico que contribuyó,  parcialmente, a configurarla:  la batalla de Seattle, en que  un amplísimo colectivo heterogéneo (campesinos, anarquistas, sindicalistas, universitarios...) hizo colapsar -el 30 de noviembre de 1999- una cumbre de la OMC.

Su idea de “Multitud”, al tratarse de “una multiplicidad de singularidades” en que se respeta “la diferencia en la unidad” y que genera una “hibridación virtuosa” (marcada por  las migraciones, las tecnologías de la comunicación, las diferencias socioculturales,  de género, etcétera) se desmarca de la categoría clásica de “masa” y la noción abstractizante de “pueblo”... Pero a estas alturas, y luego de los tantos comentarios que ha suscitado su teorización, ¿cuál es su postura sobre las potenciales formas de liderazgo y articulación para concretar el proyecto multitudinario de resistencia al capitalismo global (a ese “Imperio”, según han dicho, “sin centro y sin afuera”)? Recordando que la “Multitud”, según su perspectiva, plantea una operatividad sin liderazgos, cosa que ha recibido no pocas críticas...

MH: Debemos recordar que la inspiración para el desarrollo del concepto de “Multitud” no proviene solamente del movimiento antiglobalización de Seattle, sino, por ejemplo, de los movimientos latinoamericanos. Pensemos en el trabajo del grupo Comuna, en Bolivia, con su lectura de la guerra del gas y del agua, que sembraba una referencia de pluralidad en el sentido de formas diversas de trabajo, diferentes colectivos étnicos, etcétera. Está, también, desde luego, la referencia tutelar de Spinoza, pero lo que hicimos fue un abordaje a la naturaleza de varios movimientos recientes, en muchos lugares...
De cualquier manera, la pregunta es pertinente: hay que ver si los movimientos organizados en forma multitudinaria son capaces no solamente de una protesta, de una energía destituyente del poder actual, sino si se trata de una energía constituyente de otra forma social. Y ante eso, claro, podemos dar una respuesta teórica; pero lo más importante sería trabajar con los movimientos y ver qué están haciendo; suscitar un modo de acercarse no solo a sus prácticas sino a la manera en que ellos mismos se piensan, a la manera en que están teorizando.
Ahora, por otro lado, no veo el concepto de “Multitud” como alternativo al de clase, sino un modo de pensar la clase hoy; es decir, tomarla no como una realidad homogénea, sino reconocer su diversidad interna como factor relevante. De allí que la perspectiva de René Zavaleta nos llamara la atención en la medida en que, para él, en algún momento, fue una lástima que la sociedad boliviana fuera tan “abigarrada”, que planteara una forma multitudinaria de lucha, pues pensaba que hubiese resultado mejor una forma social homogénea que pudiera luchar como clase. El grupo Comuna invierte este “principio”, afirmando precisamente la lucha multitudinaria para una sociedad abigarrada.
Ocurre lo mismo con el concepto de pueblo: no hay oposición, si pensamos el pueblo desde la pluralidad. ¿Y de qué manera se puede luchar como un pueblo multitudinario, que reconozca la diferencia en su composición?... Mmm, quizás estamos hablando de una transformación bien radical del populismo...
En cuanto a la cuestión del liderazgo, pues va de la mano con una reconsideración profunda de la idea de democracia y de genuina participación... Insisto en que se debe observar la experiencia de los movimientos sin liderazgos visibles... Reflexionemos sobre 2011: las luchas en Túnez, Egipto, Grecia, España e incluso Estados Unidos experimentan esta   ausencia  de liderazgos centralizadores...

… Quisiera darle la vuelta a esa reflexión  desde la perspectiva de Rancière, quien plantea que obviamente la acción -dicho en marxista- es la que incide en la “situación inmediata” de las colectividades (menciona puntualmente una huelga de camioneros y una huelga de hambre de inmigrantes árabes en Francia), pues   así se sugieren los “otros mundos posibles de la política”, pero que esos mundos, esos relatos, solo pueden sostenerse, afianzarse, si pasan a través de lo que llama “la máquina de  las interpretaciones” en tanto “campo polémico”. ¿Cómo creen que está funcionando hoy esa máquina de interpretaciones, ese campo polémico? ¿Qué abordaje crítico -desde este punto de vista- resulta preciso para tratar aquellas irrupciones de supuesta resistencia antisistémica recientes (los Indignados, Yo soy 123, Occupy Wall Street, etcétera…)?

AN: Para dar una respuesta exhaustiva me parece que debemos remitirnos al momento de la crisis, que a partir de 2008 se vuelve general, y gira por supuesto  alrededor de la deuda. Se forma entonces una convención financiera y, por lo tanto, un acuerdo alrededor de los mercados, que impone evidentemente el pago a todos los países endeudados. Esta imposición capitalista incide sobre las formas de producción, abriendo también nuevas formas de explotación. Por ejemplo, es claro que en América Latina el dinero para pagar la deuda se encuentra en el extractivismo (agrario, minero y, sobre todo, petrolero, aunque este es el más antiguo).
Todo eso determina, además, modificaciones en la forma del Estado. Se cierra, en cierta medida, un período en el que los movimientos influían más visiblemente  en la agenda. En los países árabes, por citar el caso, se pone en juego una profundización de la colonialidad ya conocida... Pero en Europa el problema es mucho más sencillo: lo que está en juego es el Estado de Bienestar; se plantea que el Estado tiene que ser privatizado, y detrás de esto hay una verdadera patrimonialización  de dicho Estado y de los mercados. Los gobiernos se traducen, en este sentido, en puros trámites de los mercados... ¡Aquí los populismos y otras cosas se los dejamos a (Ernesto) Laclau!…
Es interesante entonces la referencia a Rancière, pues es claro que él entendió -en términos seguramente trascendentales- el paso “de la política a la policía”. Y es el momento en que los movimientos tratan de recuperar la política, en un proceso alrededor de los puntos críticos y fundamentales. Primero, lo económico: recuperar la naturaleza, la vida... Y en términos políticos, la restitución de una forma de democracia que se desmarque de las “versiones” actuales de representación,  absolutamente corruptas por el mercado.
... Pero cuando vemos que en Egipto se vuelve a un gobierno militar, que el movimiento madrileño es disperso, que el  mexicano poco pudo hacer frente a un monstruoso aparataje electoral, ¿cuál es el impasse -en términos de organización interna sobre todo- que no permite que la opción multitudinaria termine de cuajar y tenga la efectividad que debería?

AN: …¡La historia pues! La determinación en las relaciones de fuerza... estamos en una situación maquiavélica... ¡No entiendo tu estupor!
MH: … Mi respuesta apresurada -y quizás que no vale nada- es que hay que fortalecer la idea de una estrategia que se va construyendo, que está en proceso...

En ese sentido, entonces, de toda esta constelación de movimientos recientes, ¿cuál les parece el más interesante?

AN: Es indudable que el movimiento de los Indignados es tremendamente interesante. Los españoles están generando cosas valiosas -que se replican o tienen eco a nivel europeo, desde luego-; pensemos en la huelga del 4 de noviembre, y el hecho de que, como colectivo, el español posee el reconocimiento de la población. No se trata de un movimiento entre tantos, sino de uno que compone. Son llamativas, además, en España,  las formas no clásicas de institucionalización que asumió una colectividad que lucha por temas tan sensibles como el de las casas, las hipotecas y los desahucios (organizaciones barriales autónomas, marcadas por la cooperación). Se trata de la construcción de momentos alternativos en términos políticos, allí donde el gobierno de Rajoy golpea.
Creo también que el movimiento Occupy ha influido visiblemente en la agenda de la elección norteamericana...
MH: …Ha propiciado sobre todo un lenguaje acerca de la pobreza y la riqueza... Pero compartimos tu preocupación, y en nuestro último libro, “Declaración”, tocamos el tema: ¿cómo puede suscitarse un proceso constituyente desde dentro de los movimientos?... Claro, no dejamos de reconocer nunca que el camino recorrido por muchos de ellos es ya, de por sí, muy valioso, y que hay características puntuales que deben destacarse...
AN: …Pensemos, por ejemplo, en lo que pasa aquí, en Ecuador... tengo la impresión de que este llamado al Uno, a una suerte de discurso único o aglutinador, el énfasis sobre el Estado, el líder, esta sensación de que los movimientos no son prácticamente nada si no se acoplan a este Uno, todo esto funciona como una suerte de censura del discurso político en términos de movimientos... ¡El movimiento indígena, por citar un caso, es una cosa enorme sin necesidad de ese Uno del Poder, y esta pluralidad hay que entenderla!... Me parece ver aquí, a veces, desde el poder, una neutralización de los significados y los significantes.

Circunscribiendo, entonces, el análisis a América Latina, quisiera recordar que Michael Hardt expresó alguna vez que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional era una “gran máquina de producción de lenguaje” (algo de eso pudo ser incluso lo que molestó a Octavio Paz, quien se quejaba, desde una suerte de conservadurismo ilustrado, del carácter “performativo” del movimiento). ¿Qué tipo de lenguaje les parece que está generando ahora  la llamada “izquierda latinoamericana  en el poder”? ¿El chavismo, por ejemplo, para utilizar una referencia  al uso luego de un sonado proceso electoral?

AN: El lenguaje de Chávez es el viejo lenguaje de la izquierda latinoamericana. Creo que no se ha dado cuenta de que es apenas uno de los protagonistas de la modificación de la situación venezolana, y se ha quedado prisionero de su propio lenguaje. Es indudable que el discurso generado desde el kirchnerismo (el de Néstor) o desde Bolivia, es mucho más abierto... o el de Uruguay... por no hablar del discurso agudo, inteligente, del partido de Lula.
Es una paradoja, entonces, que el de Chávez se haya vuelto una suerte de discurso del transformismo, en la medida en que si consideramos aquel panorama donde  la agenda política no está ya marcada  por los movimientos sino por un eje que vertebra desde mercados hasta gobiernos, el lenguaje de Chávez termina por hacerle el juego a esta circunstancia, pues se trata, el suyo, de un proyecto político que surgió para  afianzarse y tomar forma abiertamente desde las bases, desde abajo, y terminó cerrado, determinado desde arriba, desde la élite de dicho proyecto...
MH: …Se debe considerar que hace diez años las luchas y movimientos latinoamericanos inventaban un nuevo lenguaje para la izquierda mundial. Hablo del anti- neoliberalismo, luego, de la Marcha de Mar del Plata. Creo que hay una diferencia entre la invención de un lenguaje de los movimientos hace diez años y la cosificación, o mejor dicho, la “esclerosis” de ese mismo lenguaje hoy.

En su libro “Commonwealth” la noción de lo “Común” constituye una  “crítica de fondo al concepto mismo de propiedad”; ¿podrían ampliar esta idea? ¿Dónde encuentran, de manera concreta,  la “encarnación” de esa forma de comunidad?

AN: Sabemos que ya desde viejos códigos, tanto orientales como occidentales, la propiedad está dividida entre pública y privada. En cada caso lo que cambia es la titularidad. En las sociedades liberales capitalistas la propiedad pública es funcional a la privada; y en los regímenes socialistas, pues al contrario. Lo Común entonces es un concepto diverso... En el Derecho Romano, por ejemplo, existe como posibilidad de acceso universal, de uso libre que se somete no a un principio de propiedad sino de administración.
Hoy, la producción, en el régimen del capitalismo cognitivo y de la fuerza de trabajo cognitiva, se vuelve cada vez más común. Basta pensar en las condiciones de producción de lenguajes que son inevitablemente comunes (pues de lo contrario no serían lenguajes). Hablo, obviamente, de códigos y valores comunicativos. Si quieres verlo de otra manera, hoy, por ejemplo, la propiedad privada está sujeta a una lógica de los servicios. Si para poseer debo a su vez ser poseído por el servicio de agua, de luz, de sanidad, el mismo concepto de posesión se va vaciando en una sociedad donde la producción se vuelve cada vez más común...
MH:  …Pero hay otras fuentes, más allá de la ley romana. Por mencionar una: el comunismo andino de Mariátegui. Recordemos que en “Los siete ensayos” habla del libre acceso a la tierra, de la tierra como un espacio sujeto a la administración de la comunidad. Entonces, resulta interesante cotejar todas las fuentes y nociones de lo Común... Pero es una referencia que toma fuerza en relación, sobre todo, con el capital inmaterial que vemos cada vez más a menudo circulando: códices, lenguaje, ideas...

Valores simbólicos, “afectivos”... Señor Hardt, usted ha dicho que es necesario reincorporar el término “amor” en el vocabulario político. Ha expresado que el amor se redujo al espectro íntimo y cualquier mención sobre él en relación con la cosa pública parece restarle seriedad al debate político. Mencionó, sin embargo, momentos históricos en que el amor tuvo una connotación política:  San Pablo y sus cartas, por ejemplo. Creo que resulta inevitable la mención de otro momento: la contracultura sesentera (XX) sobre todo norteamericana, y europea en segunda instancia. Muchos, de todas formas, optan apenas por hablar socarronamente de Lennon cantando “All you need is love” o ver apenas puerilidad en Mayo del 68, ¿pero no hay cosas que sacar en limpio de la experiencia de mediados del siglo pasado -desde la noción de comunidad, la resistencia estudiantil o incluso las indagaciones estéticas- para efectos de la agenda antisistémica actual? ¿Se miran a sí mismos de esa manera, históricamente, los movimientos norteamericanos?

MH: Bueno, hay muchos ejemplos, distintos entre ellos. Debemos recordar, por citar uno, que  Martin Luther King hablaba, ya en los primeros años de la década del sesenta, de crear una “Beloved Comunity”. Pero creo que sería más preciso pensar hoy, de manera puntual,  en la carta del “Che” -¿del 63?- sobre el nuevo hombre en el socialismo, en la que dice que todo revolucionario verdadero debe basarse en un sentimiento de amor, tomando en cuenta básicamente  dos vertientes: amor al pueblo -como base de todas las acciones revolucionarias-, pero también haciendo énfasis en un amor que fue difícil para los revolucionarios, un amor íntimo, para la familia, para los hijos... Y creo que es importante restituir en nuestro vocabulario de lucha reivindicativa  una idea del amor como vínculo de la acción política, más allá del sentimentalismo con el que se lo ha contaminado... que es un sentimentalismo que no tiene el “Che”, desde luego, ni Spinoza...
AN: ... Recordemos que la última parte de la “Ética” de Spinoza está dedicada al amor intelectual como clave que recompone la singularidad en la multitud. Diego Tatian es un profesor cordobés que en Argentina ha trabajado mucho, desde hace ya algún tiempo,   el concepto del amor intelectual como el coágulo pacífico en el seno de la multitud.

...  Pero el “Che”  también habló del odio “como factor de lucha”.   Hoy, pocas tentativas de reivindicación que han optado por la lucha armada cuentan con legitimidad moral (pienso en las guerrillas colombianas); sin embargo, por otro lado podemos volver a Schmitt cuando plantea que la  política implica un punto antagónico de confrontación, de fricción, casi insalvable -cuando de una verdadera transformación se trata-. Hace ya bastante tiempo, en entrevista con este diario, Gianni Vattimo comentaba  que los gobiernos de varios países europeos habían redireccionado su presupuesto de “seguridad”, ya no priorizando la compra de gran armamento militar sino herramientas policiales antidisturbios y demás, como sabiendo que la confrontación que se venía no sería con algún país vecino sino con colectivos ciudadanos internos… Hemos hablado del amor como término político importante, pero ¿qué tipo de atención hay que prestarle, desde esa óptica, a la violencia? ¿Se puede? ¿Se debe?

AN: ¡¿Por qué tenemos nosotros que dar una respuesta a eso?! ¡Son los movimientos los que dan la respuesta!... Nosotros somos apenas portavoces, y ni siquiera esto… ¡Si algún aspecto de los movimientos les molesta, pues tienen que hablar con ellos!
MH: Ah… es, sin duda, un tema difícil; pero podría decir en primera instancia, y en términos abstractos, teóricos, que no considero el amor y el odio como opuestos, y ciertamente tampoco el amor y la violencia…  El amor está atravesado de violencias, de rupturas, y la respuesta a esta cuestión debe surgir de la práctica... Esto quiere decir que los movimientos tienen que repensar cuáles son las fuerzas disponibles y adecuadas en términos de los usos de la violencia…
AN: El cuestionamiento no es sobre la violencia, sino sobre su legitimidad. Todo el discurso ha girado siempre sobre ese aspecto, considerando que el Estado se arroga el monopolio de la violencia. No se trata de “calificar” la violencia a secas, sino la necesidad de ella. Para calificarla a secas (más, menos intensa, etcétera)  tienes como catálogo todo el infierno dantesco.