Kirchnerismo: ¿gobierno o governance?
Cesar Altamira
0.0
Nos
proponemos avanzar en la caracterización política del kirchnerismo y su
proyecto; entender el llamado modelo y
dar cuenta de la importancia de la narración oficial en la construcción del
consenso alcanzado por el gobierno, así como la persistencia de lo viejo y el
despuntar de lo nuevo en el peronismo gobernante. Discutiremos también algunas
ideas difundidas en recientes análisis con relación al gobierno de los
Kirchners que nos sirven de contrapunto; en especial los trabajos escritos por
Mellino y por Mezzadra (este último en menor medida) difundidos en el sitio de
la Uninomade 2.0 italiana, hace unos meses. Desgraciadamente, debemos aclarar,
no se cuenta con la traducción española de dichos trabajos.
La
heterogeneidad propia de las sociedades latinoamericanas promovida en los
últimos tiempos por las políticas neoliberales y el avance del capitalismo
cognitivo, plantea la posibilidad de construcción de una governance post
neoliberal. Sólo la posibilidad, la potencialidad de dicho evento. Es difícil
avanzar en el análisis que pretende globalizar al conjunto de las sociedades
latinoamericanas en función de sus heterogeneidades y diferencias manifiestas.
La globalización del análisis, si bien tiene el encanto de la totalización, al
mismo tiempo presenta el peligro de generar extrapolaciones erróneas,
simplificadoras. Por ello es que en el trabajo que presentamos otorgamos una
particular importancia a lo simbólico a los imaginarios sociales, a los tabúes
surgidos de las prácticas históricas en
el país, a sus lealtades, fidelidades y tradiciones políticas donde abrevan las
luchas del ayer y del presente. Sostenemos la hipótesis de que, a pesar de los
profundos cambios operados en la sociedad argentina en los últimos veinte años,
que la volvieron más heterogénea, más singular, menos fordista y más cognitiva,
el kirchenrismo ha podido gobernar y alcanzar consenso político debido a formas
de gestión que remiten más a la tradición y práctica de gobiernos republicanos,
que al desarrollo de una governance
postmoderna. Se trata de un fenómeno cuyas causas abrevan en la fuerte impronta
que el peronismo ha dejado en la sociedad y en la historia política del país.
Por ello no compartimos la tesis de Mezzadra acerca que nos encontramos frente
a la crisis definitiva del estado de
desarrollo. Debemos examinar esta categoría en el marco de la larga
historia latinoamericana respecto a las concepciones desarrollistas y a las de
la teoría de la dependencia. Sólo en ese marco nos parece apropiada analizarla.
No parece que la productividad política del kirchnerismo se asiente en una
discontinuidad con respecto al modelo nacional desarrollista, ni que la
adhesión a dicha política sea pura retórica. Las nacionalizaciones promovidas
(Correo Argentino, Aguas Argentinas, Aerolíneas Argentinas y últimamente
Repsol-YPF), las apuestas a la revitalización del mercado interno, el impulso a
las políticas de industrialización y de sustitución de importaciones
relativizan por sí mismas dicho abordaje (Mezzadra). No son sólo gestos declamatorios. Luego de la noche neoliberal
reconocemos la existencia de un desarrollismo resucitado. Mixturado e impuro;
de patas cortas, sin duda, pero desarrollismo al fin. Es cierto que el
capitalismo cognitivo cuestiona y quebranta los conceptos de ciudadanía y
representatividad política; que vuelve obsoleta la imagen del representado en y
por el estado; que vuelve anacrónico reclamar derecho a los derechos sociales
asentado en la relación salarial fordista. Sin embargo, a pesar de ello debemos
reconocer que el kirchnerismo ha resultado exitoso en recrear en el imaginario
social del nuevo siglo los recuerdos y nostalgias propios de la vieja época
peronista. Mientras deja de lado las pesadas cargas de lo que “falta por
hacer”: precariedad laboral, informalidad laboral, pobreza sostenida, un 75 %
de la fuerza de trabajo fuera de las convenciones colectivas de trabajo,
salarios que no alcanzan, salud privatizada etc. En ese fenómeno se asienta en
todo caso la anomalía argentina, el hecho
maldito del peronismo.
0.1 Gobierno kirchnerista
El kirchnerismo se
propuso obturar toda continuidad a la iniciativa y creatividad política que
alumbró en el 2001; buscó recomponer de manera perentoria la crisis de
representatividad que estalló para esa época. En efecto, no solo no incorporó
el 19-20D como antecedente que permitiera iluminar una nueva etapa, sino que,
por el contrario, consideró que su fortaleza política solo podía construirse
dejando atrás ese acontecimiento, leído por el oficialismo como el hecho
maldito producido por el neoliberalismo, suceso anárquico que había
desmadrado toda organización u organicidad política tras la consigna del “que se vayan todos”. Por ello es que,
cuando en los últimos días de febrero de este año, en ocasión del accidente
ferroviario que dejara 51 muertos, se volvió a corear la consigna de "que
se vayan todos" el kirchnerismo estremeció de pánico. Debemos aclarar que
esta consigna englobaba a la dirigencia de los partidos políticos, de los sindicatos, banqueros y empresarios,
pero no mucho más allá de estos. En discrepancia con aquellos análisis que ven en
el 2001 la expresión más alta de las luchas contra el neoliberalismo, la gesta
del 2001 debe ser entendida como la primera gran irrupción del nuevo sujeto
político a que diera lugar las políticas neoliberales en Argentina, y,
seguramente en Latinoamérica. Su potencialidad política solo puede medirse si
se tiene en cuenta que por primera vez en la historia política del país, un
gobierno elegido por el voto popular fue derrocado por una insurrección
popular. Por ello, el kirchenrismo no se propuso negociar ni consensuar con esa
subjetividad política emergente, sino, por el contrario, anularla,
disolverla, cuando menos devastarla y
recrear, en su reemplazo, viejos o dóciles sujetos y construir nuevas
subjetividades, manejables desde el poder político. En última instancia
recuperar para el poder del estado, la soberanía cuestionada tras la crisis de
representatividad que había
transparentado el 19-20D. Encarnar el Termidor del 19-20D.
Frente
a la crisis de la soberanía estatal agudizada con la globalización, la teoría política moderna, ha incorporado el
concepto de governance como tentativa
de inscribir los conflictos sociales y los procesos administrativos tras
mediaciones particulares, puntuales y singulares del poder soberano. Lejos de
reducir la governance a una versión
posmoderna de la razón de estado, la
teoría intenta mostrar cómo el concepto de praxis de la governance explica la desaparición de la tradicional definición de
gobierno. Se trata de la construcción de
nuevos caminos ante la crisis de la representación. La governance en ese contexto
no se referencia en esquemas trascendentales ni estructuras fijas y
predeterminadas, sino en formas aleatorias de gobierno que dominan por sobre la
contingencia; lo que algunos han llamado el "constitucionalismo
sin estado" (Teubner) La governance
intenta entender al orden social sin representación, sin restaurar el régimen
de representación, propio de los regímenes republicanos. En última instancia,
no salda la crisis de representación sino que la gestiona. Es posible afirmar
que la governance es un espacio
abierto de lucha y conflicto entre el poder de la soberanía y el contrapoder de
lo social (Negri-Hardt, Commonwealth)
Sólo
en este último sentido es posible hablar de una governance postneoliberal
kirchnerista. Los planes sociales kirchneristas, como continuidad de los planes
duhaldistas, persiguieron un objetivo central: contener el desempleo y la
marginalidad urbana y del conurbano nacional, a la espera de la generación de
nuevos empleos, y, paralelamente, desactivar la tensión social que pudiera
sacar de cauce político y cuestionar los intentos oficiales por recuperar la
legitimación política perdida. La
permanente invocación oficial a la reconstrucción del imaginario político peronista asentado en la
independencia económica, la soberanía política y la justicia social apuntala
esta idea. Resulta por lo tanto inapropiado proyectar en el kirchnerismo (como
apunta Mellino) la voluntad de construir una governance, como mecanismo
político post soberano, capaz de producir un dispositivo de control y de
captura de la fuerza inmanente que se expresara
el 19-20D. El kirchnerismo se
propuso superar la crisis de representatividad manifiesta. Y podemos decir que
este objetivo, en gran parte cumplido, constituye uno de sus principales
éxitos. El kirchnerismo representa el Termidor del 19/20D que expropia la política constituyente del 19-20D,
presentada socialmente bajo el carácter de destituyente.
Avalar la idea de una governance kirchnerista (Mellino) supone aceptar que el
kirchnerismo, consciente o inconscientemente, se propuso la construcción de un
nuevo tipo de gobierno que, incorporando su relación con los movimientos, fuera
más allá del clásico concepto republicano. Esto es, reivindicar y apuntalar la
construcción de un espacio productivo común asentado ahora en la productividad
social y política de los movimientos de desocupados y pobreríos del conurbano,
así como en la solidaridad y en el trabajo comunitario de larga tradición
social en estos espacios sociales.
La
instancia de governance kirchnerista,
si hubo algo que tendiera a ello, quedó reducida al corto tiempo llamado de la transversalidad. Esta construcción
política fue propuesta por el oficialismo en sus comienzos pero rápidamente
abandonada en 2005. No parece apropiado hablar de una ruptura o discontinuidad
evidente con relación a gestiones políticas peronistas precedentes. Sí es
posible hablar de modalidades y/o formas diferentes de construcción política y
elección de interlocutores entre Néstor Kirchner (NK) y Cristina Fernandez de
Kirchner (CFK). Si con NK el gobierno se
recostó en el Partido Justicialista y en la estructura partidaria del conurbano
bonaerense (los llamados barones del conurbano), o en las clásicas estructuras
sindicales (CGT y Moyano), con CFK los aliados de la familia mutaron a La
Campora, estructura política de jóvenes de elite, profesionalizada, vertical y
de alto acatamiento al poder del gobierno, construida no desde los territorios
sino desde las alfombras del poder. La Cámpora se ha visto catapultada en los
últimos tiempos a la gestión de las políticas públicas (Aerolineas Argentinas,
YPF, ex- COMFER, Autoridades legislativas naciones y provinciales, ANSES
regionales, Directorios de empresas privadas con participación accionaria del
ANSES, puestos en Ministerios Nacionales de segunda línea, numerosos
nombramientos en el estado), fenómeno
que la acerca más a una burocracia orgánica de estado que a las formas
históricas de gobierno peronista. En este aspecto radica la novedad del
kirchnerismo, más concretamente la del 2º mandato de CFK. Por ello es que la
construcción de una governance kirchnerista asociada a los movimientos sólo
puede analizarse como expresión de deseos coligada a una benevolente lectura
del oficialismo. Los movimientos fueron dejados de lado por el kirchnerismo a
partir de 2005 y los dirigentes de los movimientos, cuando fueron incorporados
a una tarea de gestión oficial, lo hicieron
formando parte de una política de cooptación del gobierno.
El llamado
"retorno de la política" incorporado al discurso kirchnerista se
asienta en la negación del 2001 como proceso de creatividad política y
explosión de una nueva resistencia transversal que hibridizó los sectores
medios pauperizados por la crisis, los
desempleados alcanzados por las políticas neoliberales y los nuevos
trabajadores autónomos generados por la cognitivización del capitalismo. Para
el kirchnerismo se trataba de encausar el proceso referenciándolo en el
“glorioso” pasado peronista alejándolo de la propuesta anárquica que proyectaba
un futuro incierto para el país. Si es posible hablar de un retorno de la política, éste se
corporiza en la política destituyente
del 19-20D, antes que en la política instituyente
del kirchnerismo (recuperación de la trascendencia de la
representatividad).
1.0
Peronismo aggiornado al siglo XXI
¿Cómo podemos
calificar al proyecto político kirchnerista? Básicamente el kirchnerismo se
propuso recrear el movimiento peronista, aggiornándolo y modernizándolo de
acuerdo a los nuevos tiempos. Adaptando las viejas banderas peronistas al siglo
XXI: a) reemplazo de la soberanía política de los 50’s y
70`s, que diseñaba un enfrentamiento aislado del estado nación con el
imperialismo estadounidense, por un regionalismo latinoamericano, apoyado ahora
en la construcción de la UNASUR y en el fortalecimiento del MERCOSUR; el slogan
político de “el nuevo siglo nos
encontrará unidos o dominados” toma cuerpo en la regionalización
latinoamericana; b) sustitución de la
exclusividad otorgada al “movimiento obrero organizado” como pivote del
movimiento peronista, por una base ampliada que incorpora también a la estructura partidaria del conurbano
bonaerense (continuidad con la política duhaldista), así como a los movimientos
sociales más afines: Movimiento Evita, Frente Transversal, Kolina, y sus
destacamentos provinciales, la Jaurectche etc. y, como dato relevante, a los
Movimientos de DDHH cooptados: MPM, Abuelas e HIJOS; c) valoración de la justicia social, ahora tras la
continuidad de los planes sociales iniciados por el duhaldismo, como forma de
paliar y superar la desigualdad social generada por el neoliberalismo; d) reindustrialización
del país en la perspectiva de la independencia
económica, luego de la política de
"valorización financiera"
(sic) y destrucción de la industria nacional por el neoliberalismo,
como forma de alcanzar el pleno empleo, integración al mercado mundial y
superación de la pobreza; d) utilización de la renta diferencial de la tierra,
de la renta petrolera y últimamente de la renta minera, como manera de
subsidiar a la industria nacional (vía créditos de bajo interés, desarrollo de
obras de infraestructura, etc.) así como sostén de los planes sociales, que
permitan amortiguar la pobreza mientras el crecimiento, al incorporar nuevos
sectores, se derrama sobre la
sociedad. Es lo que el discurso
kirchnerista ha llamado modelo de
acumulación con inclusión social. Quizás los intentos de revival remozado
del peronismo, puedan sintetizarse en la imagen de Evita que, como trasfondo,
acompaña casi permanentemente las ya frecuentes apariciones públicas de CFK por
TV, pareciendo revelar una obstinada búsqueda
de asimilarse con quien fuera la "abanderada
de los humildes".
1.1
Disciplinamiento y control
Toda realidad
política, presenta sus aspectos contradictorios. Luego de lo dicho debemos
reconocer que han habido puntos de ruptura con el viejo peronismo,
fundamentalmente en la gestión de CFK. Algunos elementos ya los hemos
mencionado. Así, las invocaciones de CFK a una solvente gestión profesional en
la recientemente expropiada Repsol-YPF, como forma de administración eficiente
y necesaria, dan cuenta de esta discontinuidad, en la medida que el peronismo
nunca privilegió el concepto de eficiencia en el manejo de la res pública. Por el contrario, siempre
antepuso la función de estado protector y de bienestar social a la de un estado
eficaz en el manejo administrativo. Todo indica que estamos también ante la
constitución de un estado que, alejado
del imaginario peronista de prioridades y acciones estatales de protección
social, se muestra propenso a la construcción de un campo burocrático estatal
atento a la gestión gubernamental y en línea con la construcción de un espacio
de disciplinamiento de los sectores más díscolos de la sociedad. La ley
antiterrorista, recientemente promovida por el ejecutivo, induce a pensar más
bien en intentos de disciplinamiento del trabajo precario e informal de las
capas más bajas de la sociedad, que en la construcción de un campo estatal con sesgo fuertemente social. La
criminalización de la protesta social, pretendiendo doblegar y poner en caja a
los sectores de clase trabajadora post industrial, más reticentes a aceptar la
precarización del trabajo asalariado (fábrica Kraft), marcan los límites que
acepta el nuevo Leviatán a los que deberán ajustarse los "ciudadanos de
bien". La ley antiterrorista (adjetivación que parece toda una ironía en el
lenguaje kirchnerista) satisface una exigencia del organismo internacional GAFI
y cumple un doble papel de control. Son ellos la identificación de los
activistas sindicales y el de disciplinamiento, en la medida que criminaliza la
protesta social al penalizar a su dirigencia. La política del estado se mueve
entonces, contradictoriamente, entre la transferencia de recursos y generación
de programas hacia los de abajo, y la
penalización de los mismos individuos.
La reiterada desacreditación de la protesta social por CFK con relación a las
protestas de los trabajadores de Subterráneo de Bs. As., con relación a la
lucha de los maestros y últimamente con relación a los cortes de rutas, es
reveladora de la intolerancia para con quienes cuestionan al gobierno paso
previo a la criminalización de la protesta. Este perfil de estado, que mixtura de
manera sobredeterminada el disciplinamiento y el control, es indicativo de la
anomalía argentina. Cuando mundialmente asistimos al debilitamiento de la
sociedad disciplinaria y la consolidación de la sociedad de control, en nuestro
país esa transición se presenta de manera dudosa, imprecisa, con retrocesos
y vacilaciones; distorsionada y de
manera ambigua. En esa perspectiva se
enmarca también las políticas sociales del gobierno y la singularidad
argentina.
1.2 Crecimiento, sintonía fina y workfare.
Debemos ser capaces
de dejar de lado el cotillón que arropa el relato épico oficialista, de poder
exponer sólo una delgada pátina de verosimilitud, para avanzar en un análisis
del kirchnerismo que deje de lado toda adjetivación que eluda el análisis (complejo, difícil, entrecruzado, lo que
falta etc.) así como los intentos de proyección de una historia pasada que
no corresponde, a cuya sombra se intenta cobijar al gobierno del presente,
mientras se acude en el análisis a categorías más adecuadas y próximas a las de
los países capitalistas centrales que terminan dejando de lado la historia viva
política de nuestro país. Es cierto que el kirchnerismo leyó correctamente
algunas de las demandas del 19-20D, pero ello no autoriza a afirmar que
transformó en política constituyente las
exigencias insurreccionales (Mellino). Antes bien, todo indica que puso en
marcha, deliberadamente, una política oportunista que le permitiera afianzarse
y superar su pecado original: había asumido con el 22% de los votos (Menem, que
se retiró de la segunda vuelta había obtenido el 24%). Por lo demás, debemos
recordar que su ministro de economía hasta fin del 2005 fue R. Lavagna, el
mismo ministro de Duhalde, quien dirigió las negociaciones de la quita de la
deuda externa y marcó las líneas
directrices de la recuperación económica en el gobierno de NK apoyada en el impulso del consumo, las retenciones,
precios favorables de las commodities y la baja inflación, hasta su renuncia.
Debemos reconocer que NK recompuso la Corte e impulsó una política de DDHH en
oposición al duhaldismo precedente, ambas medidas verdaderamente progresistas
en un país donde la Corte de Justicia había perdido toda credibilidad ante la
llamada mayoría automática y donde el juicio y castigo al Terrorismo de Estado había
quedado relegado al Juicio a la Junta de Alfonsín.
En su ascenso al
gobierno el kirchnerismo
"tropieza" con una revolución en el agro que, iniciada tiempo
atrás, había casi duplicado la producción agrícola y con una coyuntura de
precios internacionales altamente favorable que cuestionaba, cuando menos, al
famoso "deterioro de los términos de
intercambio comercial" cepalino. El alineamiento casi automático con
los "idus de marzo", (solo
un imberbe lo hubiera dejado de lado) y la continuidad de la política iniciada
por el tándem Duhalde-Lavagna hará el resto. El modelo se apoyaba en una tasa de cambio elevada, que recogía la
devaluación postconvertibilidad
generadora de la fenomenal transferencia de ingresos del trabajo (L) al
capital (K) y de un importante crecimiento del PBI. Las retenciones acordadas
con el agro, e implementadas desde el gobierno de Duhalde, constituyen la otra
pata del modelo. El doble superávit fiscal y comercial, se asentó en el
crecimiento sostenido del precio de las commodities, las retenciones que aseguraban el superávit
fiscal y en la actividad económica apoyada en el consumo creciente impulsado
por el gobierno que utilizaba la capacidad ociosa instalada sin necesidad de
nuevas inversiones. El crecimiento de la economía a tasas casi insospechadas,
la recuperación del empleo (donde el sector manufacturero se expandía a tasas
del 7,5 % anual, mientras lo había hecho al 1,3 % en la convertibilidad) y un
consumo en aumento fundado en la clase media y media alta, motorizado por salarios
reales sostenidos, construyeron el apoyo al gobierno de NK. Sin embargo este
crecimiento de la economía, empleo y consumo no puede soslayar el hecho de que
mientras la economía creció un 58,5 % entre el 2001 y fines del 2008, los
salarios reales crecieron un 8 % lo que evidencia la mencionada transferencia
de ingresos del L al K que consolidaron la desigual estructura distributiva
gestada en el neoliberalismo. La redistribución progresiva de ingresos
(Asignación Universal por Hijo, extensión de la Jubilación a las “amas de
casa”, política de subsidios en las tarifas de los servicios
domiciliarios) fue posible debido a los
precios de la soja, que siguen teniendo altos niveles y permiten sostener un
capitalismo agroexportador “voraz” que, si bien no puede asimilarse vis a vis con el modelo, como conducta
extrema ha mostrado ser capaz de matar a quienes se le resisten (los Qom o
Christian Ferreyra en Santiago del Estero).
Es posible hablar
de síntomas actuales de agotamiento actuales de las condiciones internas que
posibilitaron un crecimiento "fácil",
en momentos en que ya nadie habla del "blindaje argentino" y cuando
la situación fiscal se deteriora. La reindustrialización que el gobierno
presentara como su prioridad estratégica se ha estancado. Ocupa incluso un
lugar menor que en los años 80´s y 90´s. Tres ramas concentran el 75 % de la
actividad manufacturera (automotriz, metalurgia y minerales no metálicos) y, a
pesar de la recuperación de los puestos de trabajo, no se alcanzó a superar el
nivel de empleo de 1997. Las cinco actividades que concentraban en los 90´s el
60 % de la producción, hoy alcanzan al 67 %.
El crecimiento de la economía en estos años se realizó sin modificar la estructura productiva, sobre la base
del aprovechamiento de las condiciones expuestas, -precios de los productos de
exportación en alza, política económica expansiva y recuperación de la tasa de
ganancia que siguió al brutal ajuste del 2001. Sólo los precios del “yuyo
verde” (como así nombrara CFK a la soja)
en alza le dan al modelo una ya cuestionada vitalidad. La caída del superávit
comercial, la continuidad del perfil exportador de bienes primarios, la
dependencia del crecimiento económico de la importación de bienes de capital e
insumos (energéticos incluso), los elevadísimos subsidios a grandes empresas
reflejan que no se logró modificar ni las funciones de producción ni el
comportamiento de los agentes económicos. La Argentina repite así experiencias
pasadas aprovechando condiciones coyunturales para recomponer la economía
mientras se erosionan sus condiciones para un sostenimiento dinámico sin
superar la frágil y subordinada inserción internacional.
El deterioro de las
condiciones ha conducido a CFK al planteo de la sintonía fina, cuando el superávit fiscal que acompañara al modelo
ha quedado atrás y reaparece el viejo desbalance que acosara a las finanzas
públicas. Sin los auxilios del Banco Central y los intereses de los fondos
depositados en el ANSES (organismo recaudador de los aportes previsionales de
los activos y quien paga las jubilaciones) parece poco probable que cierren las
cuentas fiscales. La magnitud del problema fiscal salió a flote con el plan de
recorte de los subsidios a los concesionarios de los servicios públicos, cuyas
transferencias habían crecido en forma exponencial desde 2003. Y aquel justificativo oficial sobre estos
subsidios -como forma de mantener el consumo con bajas tarifas en el periodo
post convertibilidad- pierde consistencia cuando se hizo público que dichos
subsidios auxiliaron a las clases altas, hipódromos, juegos, casinos, y todo
tipo de actividad suntuaria. Asistimos en estos días , expropiación de YPF de
por medio, al revival de aquella retórica nacionalista, continuidad de los
recientes discursos contra el colonialismo británico anclado en Malvinas, que
nos retrotrae al conocido Braden o Perón
del 47, como si nada hubiera ocurrido en estos 50 años de historia política
mundial. Nacionalismo y defensa de los recursos naturales conceptos que desaparecen
cuando se trata de las explotaciones mineras, donde la alianza con las
multinacionales brilla como el oro socavón adentro. Todo sea por la
codificación del relato kirchnerista. En
los últimos tiempos ha conseguido consenso social debido a la construcción de
un relato que suplanta la realidad, mientras se aparta del slogan tan caro al
peronismo "la única verdad es la
realidad". A pesar de que la expropiación de las acciones de Repsol ha
transparentado el fracaso de la política energética del gobierno kirchnerista,
el relato se mueve al compás del discurso nacionalista que busca ocultar esa
frustración. "Soberanía energética", proclama el oficialismo,
"los recursos naturales son nuestros" gritan los nacionalistas. Lo
cierto es que tras el nacionalismo retrógrado se oculta la falsedad de una
supuesta soberanía energética en la medida que no hay modificación con relación
al marco regulatorio de la explotación petrolífera que asegura a las petroleras
libre disponibilidad en boca de pozo del petróleo extraído, más aún cuando la
producción de la empresa expropiada alcanza solamente al 30 % de la producción
total.
Paralelamente, la sintonía fina apuesta al control
salarial -tope en los aumentos pactados en las convenciones colectivas- como
forma de contener la inflación, mientras se hostiliza y desacredita desde el
gobierno la resistencia que se oponga a esa medida (calificación como extorsivas a las medidas de huelga y/o
manifestaciones en la vía pública). En los últimos días el kirchnerismo
modificó la Carta del Banco Central, rémora de la convertibilidad y de las
políticas neoliberales, adecuándola para ampliar préstamos, transferir fondos
para el pago de deuda y tapar así los baches financieros. Medida progresista
que otorga al Banco Central autonomía monetaria, pesifica la economía y recrea
el crédito. Este política fue rechazada por el establishment que promueve los ajustes
clásicos, aborda la emisión como causal inflacionaria y remarca un atraso
cambiario que obligaría a devaluar, con la consiguiente pérdida de poder
adquisitivo de quienes menos tienen, al tiempo que critica el congelamiento de
tarifas como algo antinatural.
El kirchnerismo en
la realidad ha construido un excelente workfare
en reemplazo del welfare, continuando
así las políticas de selectividad social propias del neoliberalismo, alejado de
toda governance alineada con la
productividad social. Pero no solo se trata de políticas sociales
individualizadas bajo criterio del estado que selecciona las personas en
situación de necesidad, sino que, simultáneamente, como es el caso de las mal
llamadas cooperativas de trabajo en el Plan Argentina Trabaja, en el de los
beneficiarios del Plan de Asignación Universal por Hijos, en el de las tarjetas
SUBE para el transporte y en varios
planes asistenciales, los beneficiarios deben someterse a un fichaje que en los hechos funciona como
un paso más en la política de control social alimentando el clientelismo
político. Muchas veces se otorgan los subsidios o planes según criterios que
resuelve la autoridad de turno.
Si bien CFK ha
manifestado la intención de fundar una industria integrada mundialmente al
estilo alemán, no existe plan oficial que permita afirmar que esta formulación
no sea una simple expresión de deseos; por el contrario, el Plan Agroalimentario
Nacional lanzado hace poco tiempo, proponiendo una meta de 157 millones de Tn
de producción agrícola para el 2020 reafirma una política de integración
mundial futura a través de los commodities. Tampoco existen propuestas oficiales
orientadas a la diversificación del aparato productivo que persigan la
fabricación de productos de alta tecnología orientada al mercado mundial, ni al
desarrollo del trabajo inmaterial, como supone Mellino. Las torpes maniobras del Secretario de
Comercio, Moreno, restringiendo las importaciones para mejorar el saldo de la
balanza comercial, no puede ser interpretada como una política de sustitución
de importaciones de alta tecnología; ni la distribución de las netbooks en las
escuelas primarias puede ser indicativa
de políticas generadoras de desarrollo del trabajo inmaterial (Mellino).
Calificarlas así nos parece un acto temerario. Desmesurado. En todo caso, sin
dejar de valorizar la iniciativa oficial, esta decisión empalidece cuando nos
enteramos que la fabricación y distribución de las netbooks son realizadas por
Cirigliano, (concesionario del tren urbano que protagonizara el reciente
accidente) empresario amigo, que hace pensar más en un negocio, que en el
sustento de una política tecnológica de largo aliento.[1]
Lejos
del modelo del primer peronismo, hoy la gran mayoría de los trabajadores (75 %)
no están encuadrados en organizaciones sindicales, ni amparados por convenios
colectivos. Fenómeno novedoso del nuevo capitalismo que los gobiernos de los K
no han tenido en cuenta. Son innumerables las referencias de CFK a la
recuperación de las Convenciones Colectivas de Trabajo, como una de las grandes
deudas saldadas por el gobierno con relación a los trabajadores, a pesar de que
incorporan sólo al 25 % de la fuerza de trabajo, mientras se omite cualquier
referencia al trabajo informal que aún persiste en niveles elevados (30
%). Se suma a este cuadro de notable
precariedad una desocupación que subsiste, acompañada de una inflación que, incluso
los cálculos más optimistas, ubican este año en un 20 %.
Debemos evitar todo
intento de quedar presos de aquellos análisis que, invocando la hegemonía
política alcanzada por el kirchnerismo en las últimas elecciones -54%- nos
relega casi a simples espectadores de un proceso de supuesta governance en
curso. Esa lectura supone una población
homogéneamente encandilada por una política institucional que conduce a anular
con los votos todo antagonismo social, maniatando los análisis a simples
cuentas electorales.
2.0 La narrativa kirchenrista
El kirchnerismo ha sido eficaz en la elaboración de un discurso oficial
que construye consensos al proclamar haber saldado una serie de necesidades y
demandas sociales insatisfechas, mientras subsisten fenómenos que dice haber
superado (pobreza, indigencia, informalidad laboral etc.) Ha tenido la virtud
de distorsionar los hechos de gobierno. "Asistimos a la
construcción de un relato oficial, que por vía de la negación, ocultamiento o
manipulación de los hechos, pretende investir de gesta épica el actual estado
de cosas", dice
acertadamente el documento liminar de Plataforma 2012[2]. Estamos frente a un
gobierno que cuando ve afectado su caudal electoral o cuando se enfrenta a
límites o carencia de recursos para administrar el conflicto, adopta dos
caminos; o bien apela al imaginario simbólico de la experiencia política
cultural argentina; o bien inmola en el altar del corto plazo las reformas
estructurales que dice llevar adelante. La estatización de las AFJP puede
analizarse bajo este razonamiento. Era absolutamente imprescindible substraerle a los bancos el
negocio financiero de las jubilaciones, aunque dicha medida no tuviera como
contrapartida financiar la caja del gobierno (corto plazo), sino, en todo caso,
garantizar el 82 % móvil de los jubilados y terminar con la lógica de la
jubilación privada (reforma estructural). Es posible leer en igual sentido la
reciente expropiación de REPSOL. Nada indica que la expropiación de YPF no
convierta a dicha empresa en importadora de petróleo (corto plazo), mientras se
permite que el resto de las empresas petroleras se apropien de la renta
diferencial petrolera (reforma estructural).
La Ley de Medios ha funcionado también como otro de las grandes
narraciones kirchneristas donde atrás de la supuesta democratización de los
sistemas de información y comunicación que contiene, se oculta la construcción
de una gran corporación mediática oficialista proclive a la construcción de un
nuevo tipo de macartismo, eludiendo la posibilidad de la discusión política y
el debate de ideas.
El kirchnerismo ha confiscado el discurso antisistema y antineoliberal,
se ha apropiado de toda política progresista sobre todo en sus variantes más
radicales[3], algunas de ellas producidas
por la izquierda y los movimientos sociales, para convertirlo en un dispositivo
político de legitimación, disociando su
práctica gubernamental de la ideología que dice representar, permitiéndole absorber,
metabolizar y disolver muchas veces las resistencias sociales al interior de la
propia institucionalidad estatal. Esta metabolización de la energía política de
los movimientos sociales ha corrido en paralelo a su necesidad de denostar,
difamar y tergiversar las ideas y posiciones de aquellos que oponen resistencia
a su práctica política. En esa
perspectiva ha neutralizado la capacidad de reacción tanto de la derecha
política cuanto de las organizaciones sociales. Por ello siempre está un paso
delante de sus opositores. En virtud de que conoce de la inconformidad con el
pasado (la larga noche neoliberal), es que puede remitir, en un juego de
significados, toda crítica a su propia acción como tentativas de retorno al
pasado y con ello legitimar su estrategia de poder: o con nosotros o contra nosotros.
La narración kirchnerista se
construye de manera casi invariable sobre la persistente provocación de que las
opciones son el kirchnerismo o los
90´s, el kirchnerismo o el pasado neoliberal, el kirchnerisnmo,
vestido de ropaje nacional y popular, o la vuelta a las formas más salvajes de
la dominación capital imperialista. Es en ese sentido que expresábamos el
acercamiento a un extremismo de centro
del kirchnerismo. No por el contenido de las medidas políticas tomadas, sino
por la construcción y proyección de su relato.
En ese discurso todo está maquillado
por enunciados vacíos de realidad
y envueltos en grandes palabras. Debemos ser capaces de dejar de lado aquel
discurso que proyecta la idea de que estamos viviendo gestas emancipadoras. Las
cosas pueden y deben tener un nombre simple,
sin necesidad de grandes narrativas (soberanía nacional, emancipación
nacional y popular, soberanía energética, liberación, patria) que fabrican una
sociedad retórica que tuvo fecha de vencimiento hace ya unas cuantas décadas.
La narrativa kirchnerista construye intocables, un relato mítico propio de una
casta de sacerdotes a la que se le debe obediencia debida, un relato
emancipatorio, liberacionista, misionero. Así, "los crecimientos nunca alcanzados en la historia económica del
país", tienen héroes y heroínas: NK y CFK. El kirchnerismo congela toda posibilidad que
la sociedad se sienta partícipe. El discurso de realizaciones autocentradas
remite a las prácticas de la representatividad y donde los avances político no
serían el producto de las luchas y la resistencia social, sino de la bendición
de un poder trascendente cuyo cuerpo central y único es el propio gobierno.
Esta modalidad de construcción pretende desarmar y desarticular toda
resistencia dese abajo al apostar a un mecanismo de delegación que fortalece la
anomia social y proyecta en su imaginario la existencia de un gobierno que
resuelve las cosas por si mismo, todopoderoso, al mismo tiempo que promueve una
sensación de impotencia, de debilidad interna en las fuerzas sociales.
¿Cuál es el aspecto definitivamente atrasado y retrógrado del
kirchnerismo? El de invisibilizar al sector social que creció a la sombra de
las políticas neoliberales: el trabajo a domicilio, el taller artesanal
informal que explota fuerza de trabajo inmigrante, precaria, clandestina e
ilegal, la red de trabajadores autónomos precarios dependientes de las grandes
fábricas modernas. En fin esa nueva composición de clase a la intemperie de
toda reglamentación laboral y sometida a la peor de las condiciones laborales
donde efectivamente el tiempo de vida y el tiempo de trabajo se superponen.
Todo parece indicar
que en tiempos de globalización los éxitos alcanzados por el desarrollismo kirchnerista tienen plazos
acotados. Quizás uno de los mecanismos que
mejor refleja esta limitación se condensa irónicamente en la fuerte
dependencia extractivista (sojera y minera) del modelo revelando de manera
infausta la dificultad para alcanzar una integración mundial diferente. En
estos tiempos, los límites del modelo
debemos buscarlos no tanto a las contradicciones y resistencias internas que
genera, como fue en los 70`s cuando una dinámica de movilización de masas
inédita acabara con él que funcionaba en aquella época (un fordismo trunco), sino fundamentalmente en las
limitantes externas (globalización y transnacionalización de las economías
nacionales).
[1] Más allá de la propaganda y de los
spots publicitarios del gobierno, en el 2003, año base que el kirchnerismo toma
como comparativa, los gastos en Educación, Ciencia y Tecnología alcanzaron al
3,95 % del PBI; en 2009 al 6,45 % del PBI. Información en bruto que debe
complementarse con otra adicional. Así, en el
2003 el gasto en educación fue el más bajo de la década, incluso por
debajo del 2002. En el 2001, pico anterior, el gasto había alcanzado al 5,05 %
del PBI. Por lo que el crecimiento real del gasto en educación durante el
kirchnerismo ha sido mucho menor de lo que el gobierno difunde. Más aún, si se
incorpora que en el rubro Educación en el año 2009 el gobierno incluyó el gasto
originado en el programa “Futbol para Todos”. Tecnópolis es una síntesis perfecta
de esta política del montaje: se trata de un show que más que mostrar nuestros
adelantos tecnológicos trabaja como usina de nuevos mitos.
[2] Reunión de intelectuales críticos al gobierno de reciente formación,
enero 2012, impulsada por las luchas últimas contra la megaminería, alternativa
al grupo kirchnerista Carta Abierta nacido en julio de 2008 cuando el conflicto
con el campo.
[3] El proyecto de Ley que perseguía la anulación de las leyes de
Obediencia Debida y Punto Final para el juzgamiento de los crímenes del
terrorismo de estado nunca fue impulsado por la bancada kirchnerista;
resistiéndose a su tratamiento hasta el momento en que dicha medida ganara el
consenso del parlamento. Recién en ese momento el kirchnerismo se adueñó del
proyecto y lo hizo suyo como si hubiera estado siempre de acuerdo. Igual
tratamiento tuvo la Asignación Universal por Hijo, de la que el kirchnerismo se
adueñó de una manera descarada: cuando Diputados había dado la media sanción,
el ejecutivo se adelantó mediante un decreto de necesidad y urgencia
autoproclamándose el verdadero artífice de la medida.
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