Cristian Cabello (Chile)
* Texto leído en el Foro ¿Estamos
conformes?: Chile y la diversidad sexual después de la ley Zamudio realizado en
la Escuela de Sociología de la Pontificia Universidad Católica de Chile y donde
participaron Rolando Jiménez (Presidente y Fundador del Movilh), Claudio
Alvarado (Abogado y Director de Contenidos IdeaPaís) y Cristián Cabello como
representante de la Coordinadora Universitaria por la Disidencia Sexual (CUDS).
La mesa se llevó a cabo el pasado 14 de junio de 2012. Texto publicado en http://www.disidenciasexual.cl
La paradoja es la siguiente: ¿cómo la
homosexualidad perdió su estigma de enfermedad, vicio y alteridad siendo
reconocida ahora por la política tradicional, abrazándose con el Estado y sus
ministros sin problemas? Pero aún más, ¿cómo fue que la identidad política
homosexual institucional aparece como algo positivo en el contexto de un
Gobierno de derecha? ¿cómo el homosexual devino algo bueno para la política? Y,
esto me interesa en gran medida como activista de la disidencia sexual, ¿cómo
es que la identidad política de la mujer -feminista- en tanto lucha política
sexual sigue siendo criminalizada y oscurecida por el espacio público-político
a diferencia de lo que ha ocurrido con la identidad política homosexual cada
vez menos incómoda? Finalmente, ¿por qué no se relacionan feminismos y políticas
homosexuales?
La victoria de la política liberal es
justamente esta: la individualización de sus políticas, el aislamiento de los
grupos políticos entre sí, la departamentalización de los cuerpos políticos; es
decir que cada uno marche en sus marchas - los días que le corresponda-, que
cada uno luche para legitimar sus propios cuerpos, que cada uno tenga sus sedes
y que por sobre todo, que cada grupo social presente al Estado sus exigencias y
demandas que siempre deben ser distintas entre sí, pero muy identificables en
su individualidad o identidad. Nunca, pero nunca deben confundirse entre sí.
Aquí también resalto un carácter
importante de la política y su relación con las diferencias sexuales: la
política excluye y rechaza lo sexual. “El ideal de lo cívico público de
ciudadanía”, señala la teórica feminista Iris Marion Young, descansa “en una
oposición entre razón, por un lado, y el cuerpo y el deseo por el otro” (1).
Esta exclusión del deseo sexual caracteriza la política homosexual en un gobierno
de derecha, a diferencia de un feminismo donde el cuerpo es el terreno mismo de
la disputa. Se trata de parecer lo menos diferente y anormal posible, se trata
de parecerse al UNO que genera el consenso. Sin duda la Fundación Iguales como
organización de política homosexual en tiempos de derecha, es un caso
paradigmático para comprender cómo la política homosexual se aproxima a “la
política” tradicional dominada por hombres heterosexuales y blancos.
Los discursos que apelan a la
“diversidad” como modelo de la integración son también rápidamente apropiados
por un liberalismo universalista. No tienen ninguna politicidad en sí mismos,
más que gestionar un campo virtual donde las identidades subalternas se reúnen:
negros, mapuches, gays, mujeres, pueden convivir más como valor patrimonial de
unas identidades reconocidas, que como un conjunto de políticas que se enlazan
y comunican para producir transformaciones culturales. Supuestamente la
diversidad habla de todo pero en realidad y específicamente no habla de nada,
hace desaparecer las diferencias en su montaje cultural. La diversidad es el
modo de ordenar los disturbios políticos. Uno de los directores de la Fundación
Iguales -que busca defender los derechos de homosexuales- señaló luego del
ataque a Daniel Zamudio que la política homosexual no se trata:
“solamente de la tolerancia y del
respeto por la diversidad sexual, es por la diversidad en general, Nosotros
tenemos una mesa de coordinación con la comunidad judía, con organizaciones de
personas del extranjero, mapuches, y la discriminación está latente en todos
los sectores”(2).
Existe entonces un borramiento de lo
sexual, de lo que define a una identidad particular minoritaria homosexual,
donde se opta por un concepto más universal como “diversidad” a secas, para
evitar lo problemático y ambiguo para la política como sería esa diferencia
sexual. Precisamente el desplazamiento que ha generado Fundación Iguales es
escabullirse de la noventera política de “minorías”, una política que siempre
sonó distante y demasiado resentida ya que en sí misma marcaba una diferencia
incómoda, y que culturalmente no tiene ninguna relación con el perfil
profesional de clase alta y homosexual que lidera la política homosexual de la
Fundación dirigida por Pablo Simonetti. Lo minoritario, se volvió ahora
exigencia de “igualdad”, eso que era margen se volvió mayoritario.
La paradoja de la política homosexual
liberal se ilustra también en sucesos políticos donde la “libertad de
expresión” -discurso ligado a los derechos humanos de los cuales depende la
homosexualidad- se pone en disputa. No basta con buscar una “libertad” de
expresión, un lugar con identidades políticas para expresarse, no basta
encontrar un lugar en la política. Recordemos los recientes casos donde las
estéticas fascistas y derechistas se han tomado el espacio público (como el
homenaje a Krasnoff y el reciente homenaje a Pinochet) donde paradójicamente un
grupo de modo inesperado se apropia del discurso de la tolerancia, el respeto y
la libertad de expresión -el mismo discurso que ocupa la política homosexual-
¿hay un grupo con más derecho de ocupar esta estética enunciativa? ¿Pertenece
más a un grupo que a otro este tipo de narrativa política? A diferencia de
Mireya García, presidenta de la Asociación de Familiares Detenidos
Desaparecidos, quien a propósito del Homenaje a Pinochet afirmó que la libertad
de expresión tiene sus límites, durante el gobierno de derecha, es decir fuera
del consenso político concertacionista, la libertad de expresión es un discurso
que muestra por si sólo sus límites en procesos de conflicto político, ya que
la libertad liberal distorsiona la libertad como un espacio individual de
expresión que no reconoce jerarquías entre sí. Un pinochetista, un gay, un
mapuche, una mujer, no son sólo identidades que quepan en la categoría
“diversidad” sino que entre sí poseen jerarquías y potenciales de poder
distintos entre sí. Cabe preguntarse ¿Son los discursos de la tolerancia y la
libertad de expresión estéticas derechistas o más bien son simplemente un modo
útil de neutralizar lo político? Justamente la política ultraderecha ocupa el
discurso de la libertad de expresión para atenuar lo conflictivo de su
política, incluso lo inhumano que hay en ella. El mismo uso performático tienen
los discursos de la libertad de expresión en el caso de la política homosexual
donde se neutraliza lo problemático sexual para la política
heterosexual-masculina, que excluye todas esas prácticas sexuales, modos de
vivir erráticos, conflictos y múltiples prácticas más allá de lo monogámico o
familiar que se puede abrir con lo no-heterosexual.
Es necesario pensar radicalmente la
política identitaria, comprender que la política homosexual no pertenece sólo y
exclusivamente a homosexuales. Quizás este sea el éxito aparente que han tenido
las políticas de la Fundación Iguales que ha logrado salir del tópico
homosexual, por una idea fuera de lo homosexual, donde llaman a participar de
actividades a favor de homosexuales, pero llamando también a heterosexuales,
pero por sobretodo a la familia, ya no hay queja, ni resistencia, sino un
abogar por el valor de la familia: ¿qué tiene de conflictivo esto? La política
de tolerancia que está en el ADN homosexual impide pensar al homosexual como un
sujeto complejamente político, sino que sólo busca adecuarse positivamente en
el espacio privado de su hogar o familia. El problema de Iguales es que
despolitiza lo sexual, lo borra más que ninguna otra política homosexual, es
política sexual sin sexo, lo que es sin duda propio de una política más cercana
a una cultura religiosa-liberal, que a una cultura política que abogue por
hacer aparecer conflictos culturales. El problema de Fundación Iguales es que
desplaza la insistencia por lo homosexual, poniendo en un primer plano ya no lo
sexual, sino un orden familiar, un ideal de ciudadanía donde el homosexual sólo
espera la ayuda y protección del otro y donde abundan discursos de cuidado con
lo homosexual, discursos de un cuerpo gay sano o lo que llamo la “buena vida”
que quieren los gays, ya que insisten en pedir familia, pero para pensar eso,
primero necesito tener una casa y ojala una nana para cobijar una familia.
¿Qué debates o transformaciones del
valor cultural de lo homosexual han ocurrido en la política? Es preocupante que
ahora todos tengan un amigo homosexual, que el homosexual devenga simplemente
un signo positivo para sentirnos mejores, para ser “una mejor sociedad” ¿es el
gay ahora un signo de diferencia positiva? Y, esta me parece una pregunta
necesaria y ausente, ¿qué nos entrega la identidad homosexual en el contexto de
derecha que produce una “mejor” sociedad? El valor positivo no está en la
identidad homosexual, no es el homosexual el “mejor” sujeto, considero que esta
integración del homosexual en derecha, ayuda más a la política heterosexual
liberal que aparece como la protectora de los desvalidos.
Todas la identidades personales están
enraizadas en contextos colectivos culturalmente determinados”(3)-señala Jorge
Larraín-, sin embargo la producción de la identidad homosexual parece no tener un
contexto con densidad cultural, tan sólo una historia de victimización que
constituye su narrativa política. Hay un conflicto en la comprensión de la
identidad sin o lejos de la diferencia y que la política homosexual entiende
principalmente como la búsqueda de la dignidad humana, ser “mejores” personas,
es decir, donde el homosexual liberal busca sólo su dignidad y estatus, donde
buscan un modo correcto de representar su identidad, quizás por esto es incapaz
de relacionarse con otras identidades marginadas de la sociedad, quizás por
esto la homosexualidad política no tiene marcas de clase, de este modo
consideramos la política homosexual como una política sin política o
despolitizada debido a su falta de conflictividad y articulación con otros
sujetos políticos. El concepto de dignidad y conservación de un sí mismo,
contrasta con un concepto como diferencia más abierto y complejo, y el cual el
feminismo contemporáneo entiende no como
“la diferencia natural o históricamente dada [no se reduce a lo biológico],
sino a un proyecto de final abierto que debe construirse- [y que] puede
ofrecerles también a las mujeres [y homosexuales] la posibilidad de pensar en
todas sus otras diferencias”(4).
Finalmente ¿por qué la política sexual
del homosexual que se quiere casar, sentirse como igual, avergonzándose de su
diferencia, pasa a ser amiga de la política liberal a diferencia de una
política sexual feminista donde las mujeres abortistas siguen siendo
criminalizadas por el Estado? ¿por qué el homosexual que era condenado por sus
prácticas sexuales no-reproductivas, pasa a ser más positivo que una mujer que
aborta? Al parecer a la política liberal no le interesa qué hace con su cuerpo
el gay, a diferencia del control sobre las mujeres. Tanto feminismo como
política homosexual podrían compartir una crítica común a un sistema
heterosexual, pro-familia, donde culturalmente se instalan ciertos modos
morales de comprender la sexualidad. ¿por qué el homosexual debe sólo luchar
por cuidar su espacio privado, para asegurar su familia y para proteger su
identidad? Es fundamental producir una política sexual radical no basada en
identidades que el liberalismo separa y segmenta en grupos aparte, es urgente
que la política homosexual exija y luche por la libertad los cuerpos, más allá
de su identidad.
NOTAS
(1) YOUNG, Iris Marion (1998)
“Imparcialidad y lo cívico-público. Algunas implicaciones de las críticas
feministas a la teoría moral y política”, pág. 445-469. En La democracia en sus
textos, Rafael del Águila Tijerina (edit.), Editorial Alianza.
(2) Entrevista a Andrés Soffia,
director ejecutivo de la Fundación Iguales. Radio Cooperativa, 28 de Marzo.
http://www.cooperativa.cl/fundacion-iguales-faltan-politicas-publicas-para-que-qaceptemos-la-diversidad/prontus_nots/2012-03-28/200355.html
(3) Jorge Larraín. Identidad Chilena.
Editorial Lom, 2001, pág. 21-48.
(4) BRAIDOTTI, Rosi (2000) Sujetos
Nómades. Corporización y diferencia sexual en la teoría feminista
contemporánea. Editorial Paidòs, Buenos Aires. Pág. 123.
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