Raúl Prada Alcoreza (Bol)
Hay
que reconocer que la Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para
Vivir Bien ha cambiado desde su aprobación hasta su promulgación. ¿Cuáles son
los factores que han incidido en sus modificaciones? ¿Las críticas, las
observaciones de las organizaciones indígenas originarias? No lo sabemos. En la
última redacción hay menos insistencia en los tópicos del desarrollo integral;
se ha dejado una definición general que no tiene casi nada de desarrollo,
empero si de proceso de armonización y de integración. La definición es:
Desarrollo
Integral para Vivir Bien. Es el proceso continuo de generación e implementación
de medidas y acciones sociales, comunitarias, ciudadanas y de gestión pública
para la creación, provisión y
fortalecimiento de condiciones, capacidades y medios materiales, sociales y
espirituales, en el marco de prácticas y de acciones culturalmente adecuadas y apropiadas,
que promuevan relaciones solidarias, de apoyo y cooperación mutua, de
complementariedad y de fortalecimiento de vínculos edificantes comunitarios y
colectivos para alcanzar el Vivir Bien en armonía con la Madre Tierra. No es un
fin, sino una fase intermedia para alcanzar el Vivir Bien como un nuevo
horizonte civilizatorio y cultural. Está basado en la compatibilidad y
complementariedad de los derechos establecidos en la presente Ley.
Como
se puede ver el concepto ya no es meramente de desarrollo integral sino de
desarrollo integral para vivir bien. La definición se ha mantenido, empero
ahora se subordina el desarrollo integral al vivir bien. Antes el vivir bien
era un fin alcanzable por mediación del desarrollo integral, ahora el
desarrollo integral se encuentra atravesado y condicionado por los requisitos
del vivir bien. Es sutil el cambio, empero tiene connotaciones. Si uno lee el
texto de la ley promulgada, han desaparecido las connotaciones del desarrollo
o, si se quiere, desarrollista. ¿Para qué entonces seguir hablando de
desarrollo en ese concepto tan amplio de desarrollo integral para el vivir
bien? Si en la definición misma ya no aparece el sentido evolutivo de
desarrollo, por lo tanto tampoco se mantiene la idea de desarrollo, ni en el sentido
más económico del término, como transformación de las condiciones iniciales de
producción, ni en el sentido de su diseminación, desarrollo sostenible,
desarrollo sustentable, desarrollo con equidad, desarrollo alternativo. Lo que
está en la definición se puede expresar claramente como la creación de
condiciones integrales y complementarias para vivir bien, no como desarrollo,
que es una expresión e idea de la modernidad, fuertemente ligada a la imagen de
progreso y a la linealidad de la evolución. Si se quiere articular esa
definición con las cosmovisiones indígenas, entonces no tiene sentido hablar de
desarrollo, idea que no se encuentra en estas cosmovisiones, pues no consideran
la linealidad evolutiva, ni la imagen del progreso; comprenden más bien la idea
de ciclos, de temporalidades cíclicas.
La
mantención de esta idea moderna de desarrollo es lo que preocupa. ¿Por qué se
lo hace? ¿No hemos superado la episteme de la modernidad? ¿Se requiere de un
paraguas para cubrir las leyes extractivistas del Código minero y de la Ley de
hidrocarburos? Es difícil constatar estas hipótesis. De todas maneras ha
quedado el artículo 1, donde se convierte a la madre tierra en cenicienta del
desarrollo integral para vivir bien. En este artículo sobre el objeto de la ley
se escribe expresamente que:
Artículo
1. (OBJETO). La presente Ley tiene por objeto establecer la visión y los
fundamentos del desarrollo integral en armonía y equilibrio con la Madre Tierra
para Vivir Bien, garantizando la continuidad de la capacidad de regeneración de
los componentes y sistemas de vida de la Madre Tierra, recuperando y
fortaleciendo los saberes locales y conocimientos ancestrales, en el marco de
la complementariedad de derechos, obligaciones y deberes; así como los
objetivos del desarrollo integral como medio para lograr el Vivir Bien, las
bases para la planificación, gestión pública e inversiones y el marco
institucional estratégico para su implementación.
Se
mantiene entonces la duda: ¿Se trata de una ley de desarrollo integral para vivir
bien o se trata de una ley de la madre tierra? La primera alternativa es
transitoria, la segunda no, pues se trata de una norma que interpreta la
complejidad de los ecosistemas de la madre tierra, sus ciclos vitales y de
reproducción, regulando las acciones del Estado, de la sociedad, de las
comunidades, de las colectividades, de las instituciones, de las empresas y de
las personas. Por eso nos volvemos a preguntar: ¿Por qué han mezclado estos
ámbitos? Este procedimiento despierta la desconfianza. Podían haber aprobado y
promulgado dos leyes, una marco y orientadora de la madre tierra, otra
transitoria o sobre la transitoriedad que crea las condiciones para el vivir
bien, si quieren llamarle de desarrollo integral, allá ellos. ¿Por qué este
entrelazamiento que hace perder lo propio de la madre tierra?
En
el artículo 3 de la ley aprobada se escribía que:
Son fines de la presente Ley:
1. Establecer la visión y los fundamentos
del desarrollo integral en armonía y equilibrio
con la Madre Tierra para Vivir Bien, garantizando la continuidad de la
capacidad de regeneración de los componentes y sistemas de vida de la Madre
Tierra, en el marco de la compatibilidad y complementariedad de derechos,
obligaciones y deberes; recuperando y fortaleciendo los saberes locales,
conocimientos ancestrales, cosmovisión y las propias vivencias de las
bolivianas y los bolivianos, las naciones y pueblos indígena originario
campesinos, y las comunidades interculturales y afrobolivianas, acorde a la
Constitución Política del Estado.
2. Establecer los objetivos del desarrollo
integral que orientan la creación de las condiciones para transitar hacia el
Vivir Bien en armonía y equilibrio con la Madre Tierra.
3. Orientar las Leyes Específicas,
políticas, normas, estrategias, planes, programas y proyectos del Estado
Plurinacional de Bolivia para la construcción del desarrollo integral en
armonía y equilibrio con la Madre Tierra para Vivir Bien.
4. Definir el marco institucional para
impulsar y operacionalizar el desarrollo integral en armonía y equilibrio con
la Madre Tierra para Vivir Bien.
En
cambio en el artículo 3 de la ley promulgada se disminuye notoriamente en esta
insistencia en el desarrollo integral:
Artículo
3. (FINES). Son fines de la presente Ley:
1. Determinar los lineamientos y principios
que orientan el acceso a los componentes, zonas y sistemas de vida de la Madre
Tierra.
2.
Establecer los objetivos del desarrollo integral que orientan la creación de
las condiciones para transitar hacia el Vivir Bien en armonía y equilibrio con
la Madre Tierra.
3.
Orientar las leyes específicas, políticas, normas, estrategias, planes,
programas y proyectos del Estado Plurinacional de Bolivia para el Vivir Bien a
través del desarrollo integral en armonía y equilibrio con la Madre Tierra.
4.
Definir el marco institucional para impulsar y operativizar el desarrollo
integral en armonía y equilibrio con la Madre Tierra para Vivir Bien.
Como
dijimos, estos cambios apenas notorios, nos muestran modificaciones, que descubren
pequeños desplazamientos en la ley promulgada. Ya no se trata de establecer la
visión y los fundamentos del desarrollo integral en armonía y equilibrio con la Madre Tierra para Vivir Bien, como en
el caso de la ley aprobada, sino de determinar los lineamientos y principios
que orientan el acceso a los componentes, zonas y sistemas de vida de la Madre
Tierra. En la ley aprobada el Título II lleva la presentación de Visión del
Desarrollo Integral en Armonía y Equilibrio con la Madre Tierra para Vivir
Bien; y El Capitulo I, Desarrollo Integral para Vivir Bien; en cambio en la ley
promulgada el Título II lleva la presentación de Visión del Vivir Bien a través
del Desarrollo Integral en Armonía y Equilibrio con la Madre Tierra; y el
Capítulo I se subtitula Valores del Vivir bien como Horizonte Alternativo al
Capitalismo. En otras palabras, se ha cambiado la visión del desarrollo
integral por la visión del vivir bien. Por lo tanto en el artículo 6 ya no se
habla de la realización del desarrollo integral para el vivir bien, sino de los
valores del vivir bien. ¿A qué se deben estos cambios?
Los
redactores de los cambios que se hicieron al pasar del proyecto de ley
consensuado entre el Pacto de Unidad y el gobierno y la Asamblea legislativa,
así como los redactores de las modificaciones hechas al pasar de la ley
aprobada a la ley promulgada son
consciente de lo que hacían. Saben de lo que se trata y está en juego. Por eso
primero introdujeron en una ley de madre tierra la estructura normativa del
desarrollo integral, por eso, al arreciar las críticas y observaciones,
disminuyeron la insistencia en el desarrollo integral. Es más cambiaron la
visión del desarrollo integral, ahora convertida en visión del vivir bien. En
la ley promulgada llaman valores del vivir bien a los códigos de conducta;
saber crecer, saber alimentarse, saber danzar, saber trabajar, saber
comunicarse, saber soñar, saber escuchar y saber pensar, convertidos en valores
éticos. El Capítulo 2 ya no es derechos, obligaciones y deberes, sino vivir bien
a través del desarrollo integral, donde en el artículo 7 se trata de la
construcción de una sociedad justa, equitativa y solidaria, y en el artículo 8
se trata de la realización del vivir bien a través del desarrollo integral.
Recién en el Capítulo 3 se trata de derechos, obligaciones y deberes. El
desplazamiento que se produce entonces en la ley promulgada es del desarrollo
integral al vivir bien. Aunque se sigue insistiendo que el vivir bien se
consigue con el desarrollo integral.
Estos
cambios, aunque sean pequeños desplazamientos, son importantes, pues no se
trata del desarrollo integral sino del vivir bien. El desarrollo integral
definido en la ley promulgada no es un concepto de desarrollo, como dijimos, es
una imagen de proceso de creación de las condiciones de posibilidad para el
vivir bien. El gobierno no cuenta con una teoría o, si se quiere, una tesis del
desarrollo integral, sólo cuenta con una definición de un proceso armonizador y
de integración. Volvemos a insistir, ¿por qué llamar a este proceso de
desarrollo integral? Este es el quid pro quo del la ley. No pueden
desentenderse del desarrollo, por lo tanto del concepto moderno de desarrollo,
del concepto derivado de la economía política. Esto no lo dicen, no lo van a
decir, está implícito.
En
un artículo que escriben René Orellana Halkyer y Diego Pacheco Balanza, los
autores dicen que:
El
desarrollo integral es la implementación de medidas y acciones integrales
(económicas, sociales, espirituales, ambientales, culturales, materiales, entre
otras) para el fortalecimiento y la creación de condiciones materiales y
espirituales que faciliten y fortalezcan el vivir bien de los pueblos y las
sociedades. Entonces no es un desarrollo sinónimo de progreso ni de corte
occidental. Por el contrario, se establece que éstas medidas y acciones deben
ser culturalmente adecuadas a la realidad de los pueblos, correspondiendo a sus
culturas y construyendo vínculos edificantes, es decir, acciones y actitudes
constructivas que sienten las bases para una sociedad equitativa, justa y
solidaria[1].
Si
el desarrollo integral para el vivir bien no es un desarrollo sinónimo de
progreso ni de corte occidental, ¿para qué llamarle desarrollo? ¿Por qué
desentenderse de toda la discusión latinoamericana y el Caribe, así como en el
mundo, sobre el concepto de desarrollo? ¿Por qué desentenderse de las
resoluciones de la Conferencia de los Pueblos y Movimientos Sociales Contra el
Cambio Climático, donde se establece claramente que el vivir bien es un modelo
civilizatorio alternativo al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo? ¿Por
qué mantenerse en una perspectiva desarrollista, moderna y occidental? ¿Por qué
no asumir consecuente la alternativa al desarrollo y dejar de buscar rumbos en
el desarrollo alternativo? Se podría decir que los redactores de los cambios y
modificaciones no han salido de la episteme moderna, tampoco de los paradigmas
del desarrollo. Pero el problema es que no solamente se trata de eso, sino de
algo más pragmático. El gobierno está embarcado en el modelo extractivista, no
ha salido de esta herencia, es más, la ha ahondado y expandido. Sus políticas
económicas, el Código Minero, la Ley de Hidrocarburos, norman este decurso, el
conflicto del “gasolinazo” y el conflicto del TIPNIS ratifican dramáticamente esta
ruta optada y defendida por el gobierno. Con el dominio absoluto del MAS en el
Congreso no se podía sacar una ley que contravenga este recorrido
extractivista. Por eso se descartó aprobar el proyecto de ley consensuado con
el Pacto de Unidad y puesta en agenda hace más de dos años en el parlamento.
Pero, sin embargo, era necesario guardar las apariencias, no hablar de ninguna
manera de extractivismo sino de introducir esa variable tan opaca de desarrollo
integral. Con fines justificativos, propagandísticos y publicitarios se va
insistir en la definición del desarrollo integral, en el carácter de proceso
armonizador e integral, pero se va esconder el fin operativo, “equilibrar” la
madre tierra y el vivir bien con el modelo extractivista. Este es el fondo, el
objetivo enmascarado de la ley promulgada.
Volvamos
a una discusión teórica, hurguemos en las definiciones, sobre todo en los
artículos que han quedado de la ley consensuada, también busquemos las
comparaciones con el espíritu de la ley que se encuentra expresado en el
anteproyecto de ley de la madre tierra del Pacto de Unidad. Empecemos con las
definiciones que se mantienen en la ley promulgada.
1. Madre Tierra. Es el sistema viviente
dinámico conformado por la comunidad indivisible de todos los sistemas de vida
y los seres vivos, interrelacionados, interdependientes y complementarios, que
comparten un destino común. La Madre Tierra es considerada sagrada; alimenta y
es el hogar que contiene, sostiene y reproduce a todos los seres vivos, los ecosistemas,
la biodiversidad, las sociedades orgánicas y los individuos que la componen.
2. El Vivir Bien (Sumaj Kamaña, Sumaj Kausay,
Yaiko Kavi Päve). Es el horizonte civilizatorio y cultural alternativo al
capitalismo y a la modernidad que nace en las cosmovisiones de las naciones y
pueblos indígena originario campesinos, y las comunidades interculturales y
afrobolivianas, y es concebido en el contexto de la interculturalidad. Se
alcanza de forma colectiva, complementaria y solidaria integrando en su realización
práctica, entre otras dimensiones, las sociales, las culturales, las políticas,
las económicas, las ecológicas, y las afectivas, para permitir el encuentro
armonioso entre el conjunto de seres, componentes y recursos de la Madre
Tierra. Significa vivir en complementariedad, en armonía y equilibrio con la
Madre Tierra y las sociedades, en equidad y solidaridad y eliminando las
desigualdades y los mecanismos de dominación. Es Vivir Bien entre nosotros,
Vivir Bien con lo que nos rodea y Vivir Bien consigo mismo.
Estas
definiciones no se adecuan al concepto de desarrollo, tampoco a la versión
matizada de desarrollo integral. El concepto ecológico de sistema viviente no
se adapta al concepto de la economía política de desarrollo, tampoco al
concepto de desarrollo integral, que trata de articular dimensiones o impactos
del desarrollo, buscando armonizar ecología y economía política. La definición
del vivir bien no se presta a la reducción de la economía política del
desarrollo, tampoco al desplazamiento en términos de desarrollo integral. ¿Por
qué entonces insistir en el hibrido epistemológico de ecología y economía
política? Se trata de las observaciones del ejecutivo, del mandato del
gobierno, de adecuar la madre tierra a los requerimientos de las políticas
públicas implementadas por el gobierno. Esta es una labor de sastres, no de
intérpretes de toda la discusión y debate respecto a la cosmovisión de la madre
tierra y los derechos de los seres componentes de la madre tierra. El gobierno
y los asambleístas creen que se trata de eso, de hacer encajar la esfera al
cubo. El viejo dilema bizantino de la cuadratura del círculo.
Esta
labor de bricolaje no le hace bien a nadie, ni al gobierno, ni al pueblo
boliviano, ni a las naciones y pueblos indígena originarios campesinos, ni a la
madre tierra. Los gobernantes y legisladores deben distinguir entre leyes
matriciales del Estado plurinacional comunitario autonómico e intercultural y
leyes transitorias, que coadyuven a la transitoriedad. La ley de la madre
tierra es una ley matriz y obviamente una norma fundacional, como dice el texto
de la ley, fuente. En cambio, el desarrollo integral corresponde a la
transición, como bien reconoce el propio texto de la ley aprobada y de la ley
promulgada. ¿Por qué mezclar temporalidades y ámbitos? Incluso si los
gobernantes y asambleístas creen que no se va poder salir rápidamente del
modelo extractivista, lo mejor es distinguir etapas en el proceso; de ninguna
manera pretender aparentar, engañar, hacer trampa, llamado ley de la madre
tierra a una ley con no lo es. Si no se quiere discutir abiertamente el tema,
como se debería hacerlo, como manda la Constitución, cuando establece la
construcción colectiva de la ley, puede el gobierno promulgar una ley
transitoria de desarrollo integral, justificando esta acción como provisional y
obligada dada las circunstancias. Engañar no es aconsejable, termina
engañándose el propio gobierno, enredándose en sus propios dispositivos
normativos.
Recogiendo
estos problemas del desarrollo legislativo vemos que es indispensable el debate
y la deliberación sobre el dilema de desarrollo alternativo o alternativa al
desarrollo. ¿Se podrá convocar a una cumbre social sobre estos temas? No con
los afines, que lo único que hacen es convalidar como soldados lo que dice el
ejecutivo, sino con todos, sobre todo incorporando la participación de los que
critican las orientaciones gubernamentales, organizaciones sociales,
instituciones, universidades, activistas, críticos. De ninguna manera esto
debilita al gobierno, como consideran los llunkus, los aduladores, los
soldados; al contrario, puede permitirle una disquisición sobre alternativas,
permitiéndole orientar sus políticas, diferenciando coyuntura de contexto,
transitoriedad de orientaciones matrices y estructurales. No se le quita al
gobierno la posibilidad de decidir una secuencia de políticas públicas, empero puede moverse con claridad y orientar
los rumbos escogidos de una manera coherente. Si el gobierno cree que no se
puede renunciar al desarrollo, entendido como desarrollo alternativo, llámese
desarrollo integral, puede hacerlo, pero no puede quitar a los bolivianos, al
pueblo boliviano, el derecho a reflexionar y debatir la posibilidad de las
alternativas al desarrollo.
La
paranoia de los gobernantes cree que esta puesta en mesa del debate sobre temas
cruciales es una oposición, es más es una conspiración. Los gobernantes no
entienden que el ejercicio democrático, mucho más, el ejercicio de la
democracia participativa, se realiza mediante la deliberación. No dejaran de
ser gobernantes, si ese es el miedo, porque se planteen otras perspectivas, que
no comparte el gobierno. Al contrario, pueden gobernar mejor contando con un
mapa de opciones y perspectivas. El horizonte de la madre tierra es crucial
para el proceso de cambio, es primordial para la realización de la
Constitución. La cosmovisión de la madre tierra está íntimamente ligada a la
alternativa al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo. Por eso es
indispensable mantener esta orientación y perspectiva, aunque se crea que por
de pronto estas alternativas no sean viables inmediatamente. Esta diferencia
también nos obliga discutir las transiciones. ¿Cuáles son las condiciones de
posibilidad de las transiciones? ¿De qué manera garantizamos que las transiciones
sean transformadoras? ¿Cómo y a qué ritmo vamos dejando el modelo
extractivista? ¿Cómo nos encaminamos efectivamente hacia la soberanía
alimentaria y a una eco-industrialización? No son tópicos que se pueden
soslayar, a no ser que se crea que algún clarividente lo tiene resuelto en su
cabeza. Todo esto también amerita una deliberación y participación colectiva.
Consideraciones teóricas sobre la
cosmovisión de la madre tierra
En primer lugar la madre tierra no es la naturaleza. La naturaleza ya es una separación, naturaleza diferente a la cultura, naturaleza deferente a la religión, naturaleza a disposición del hombre, objeto de dominio. Todo esto como la base de la conversión de la naturaleza como materia de explotación, como recurso manipulable sujeto a la valorización por intermedio del trabajo. El cristianismo es la matriz imaginaria, el arjé imaginario de la economía política, que nace con el siglo de las luces. Con la economía política la naturaleza se convierte en objeto de producción, recurso natural, materia prima, renta, también en código genético manipulable. Lo que hace la crítica de la economía política es situar el carácter histórico de la economía política, circunscribir su pretensión universal en los límites relativos de una “ideología”, producida como interpretación en una época, de un orden de relaciones dadas. Por lo tanto también la crítica de la economía política también corresponde a una época. No puede pretender un carácter universal, no puede pretender explicar todas las historias, todas las sociedades, a partir de sus categorías críticas, que corresponden a la crítica de la interpretación en una época determinada. También la crítica de la economía política corresponde a esa época. Su alcance es ese. Si pretende universalidad cae en lo mismo que critica, reproduciendo la misma matriz de la economía política. Por ejemplo, pretender que la producción, las relaciones de producción, las fuerzas productivas, la lucha de clases, definen a todas las sociedades en la historia, y de lo que se trata es de develar su modo de producción, forma parte de esta pretensión de universalidad, entonces forma parte de una “ideología”.
El
problema de la crítica de la economía política es que persiste con la misma
concepción de naturaleza, heredada de la economía política. Lo único que hace
es llevar más lejos las consecuencias implícitas en la economía política,
llevar más lejos las consecuencias implícitas en el “modo de producción
capitalista”, buscando desarrollar las “fuerzas productivas” al punto de su
ruptura con las “relaciones de producción”. Hay un continuo entre la economía
política y la crítica de la economía política, este es el imaginario del
desarrollo. Ambas episteme creen que el desarrollo es una categoría universal,
válida para toda la historia y todas las sociedades. Desde esta perspectiva, se
puede hablar de una “ideología” del desarrollo que atraviesa el sistema-mundo
capitalista y el proyecto socialista.
La
“ideología” del desarrollo convierte a la naturaleza en materia disponible, explotable,
aprovechable, para satisfacer las necesidades, que pueden ser leídas de una
manera abstracta o de una manera concreta, desde la perspectiva del valor de
cambio o desde la perspectiva del valor de uso, ambos valores, dos caras de la
misma medalla: la producción de valor a partir del trabajo, abstracto y
concreto. Desde esta perspectiva se puede decir que el sistema capitalista y el
proyecto socialista forman parte de un mismo sistema de desarrollo; sólo que en
un caso, el capitalista, el desarrollo está al servicio de la clase dominante,
y en el otro caso, el socialista, el desarrollo está al servicio de toda la
sociedad, donde habrían desaparecido las clases. Empero, este desarrollo sólo
es posible por medio de la explotación o aprovechamiento de la naturaleza; en
palabras crudas, por medio de la destrucción de la naturaleza.
Cuando
decimos que la madre tierra no es la naturaleza, establecemos que la madre
tierra no comprende la separación; se trata de cosmovisiones de la
no-separación, de la pertenencia inmediata a la inmanencia que se manifiesta en
múltiples interrelaciones, interconexiones y ciclos conectados. Tampoco se
trata de un concepto de totalidad, sino de complejas dinámicas creativas
imposibles de totalizar. En las cosmovisiones indígenas la madre tierra
adquiere una comprensión animista y vitalista; se trata de fuerzas o de
espíritus que interactúan y crean. Por eso, desde estas cosmovisiones no se
puede hablar de un dominio de, de una explotación de, tampoco de
aprovechamiento de, sino de complementariedad, reciprocidad y armonía. Tampoco
hay intercambio, en el sentido económico, a no ser que se trate de un
intercambio simbólico, en sentido de permiso, en sentido de reproducción de los
ciclos vitales.
Por
eso cuando se habla de los seres de la madre tierra, de los derechos de los
seres de la madre tierra, aunque se use una terminología jurídica, se habla de
la interacción recíproca de los seres y de sus ciclos vitales interconectados.
Esto implica una convivencia ecológica de todos los seres y sus ciclos vitales.
Por lo tanto no es posible pensar esta convivencia desde una visión linealista
y evolutiva como la del desarrollo, sino desde cosmovisiones que comprendan las
complejidades de las multiplicidades y pluralidades de los ciclos entrelazados.
En
conclusión, no es la visión de desarrollo la perspectiva idónea para
interpretar la madre tierra, tampoco el vivir bien.
Consideraciones críticas
sobre las transiciones
La idea de transición supone tránsito, es una figura de paso. También de desplazamiento, de movimiento de un lugar a otro, así como de temporalidad. Así como puede referirse a un cambio de estado, a un cambio de situación. La tesis de la transición ha sido usada para estudiar el paso de una sociedad a otra, el paso de las sociedades feudales a la sociedad capitalista. Empero esto supone contar con un paradigma histórico. Estas transiciones fueron pensadas a partir de la pregunta: ¿Cómo nace, se forma la sociedad capitalista? Esta pregunta ya contiene un concepto formado de la sociedad capitalista. Entonces la transición a de ser pensada a partir de este modelo acabado. La anatomía del hombre es la clave para develar la anatomía del mono; la sociedad capitalista devela lo que esconden las sociedades anteriores al capitalismo. Estas apreciaciones sólo se sostiene si también se cuenta con una idea de evolución. Ahora bien esta idea de evolución es posible a partir de una condición que se concibe como lograda, realizada, liberada de todas sus ataduras. Empero esto no es más que “ideología” burguesa. La historia es el mito de la sociedad moderna.
Cuando
se dio lugar el proyecto socialista, el materialismo histórico se planteó una
pregunta inversa: ¿Cómo pasar de la sociedad capitalista a la sociedad
socialista? ¿Cuál es la transición del capitalismo al socialismo? Estas
preguntas también son realizadas a partir de un estado de cosas,
correspondientes a una forma de sociedad, los marxistas hablan de un modo de
producción, el modo de producción capitalista. Lo que se tiene entonces es un estado
de cosas, una estructura social, de un lado, y una idea de porvenir, un
proyecto de sociedad, del otro lado. Entonces la transición se daría desde una
realidad criticada hacia una utopía buscada. De lo que resulta que el
socialismo no es otra cosa que el espejo de la sociedad capitalista, empero sin
sus contradicciones y sus injusticias, una sociedad capitalista sin burgueses.
Esta transición entonces se efectúa de la sociedad capitalista real a una
sociedad capitalista corregida.
Es
este el problema de la transición al socialismo, una transición efectuada a
partir del espejo de la producción[2]. Esta transición se concibe a partir de
un mismo eje, el desarrollo de las fuerzas productivas; la dialítica de la
producción supone la acumulación cuantitativa de las fuerzas productivas, su
contradicción inherente con las relaciones de producción, que las inhiben, el
salto cualitativo de esta acumulación, a partir de un punto o límite, la
superación de las relaciones de producción, la conformación de otro modo de
producción, el modo de producción socialista. Las transiciones efectuadas en
los llamados países del socialismo real muestran la realización del mismo modo
de producción, la re-producción del mismo modo de producción, sólo que
efectuada sin la los grandes propietarios de los medios de producción, la
burguesía, sin la gran propiedad de los medios de producción, sustituida por el
Estado, por la administración burocrática, por la propiedad pública de los
medios de producción. Estas transiciones fueron transiciones a lo “mismo”, sólo
que corrigiendo sus injusticias, a partir de redistribuciones del excedente,
generando igualaciones, mediante inversiones sociales, inversiones en salud y
pleno empleo.
Ante
el llamado cambio climático, la crisis ambiental, la crisis ecológica, se habla
de otras transiciones, transiciones de la sociedad de consumo a una sociedad
que equilibre su consumo con el cuidado del medio ambiente, transiciones de un
modelo de desarrollo a un modelo alternativo al desarrollo, transiciones de la
sociedad capitalista a una sociedad en armonía y equilibrio con la naturaleza,
mejor dicho, con la madre tierra. Ahora bien, estas transiciones también son
pensadas a partir de un estado de cosas, esta vez de un diagnóstico calamitoso,
incluso apocalíptico, de una marcha vertiginosa a la destrucción del planeta
por un modelo de desarrollo basado en la dominación de la naturaleza y la
explotación indiscriminada de los recursos naturales, con las consecuentes
expansiones de la contaminación y la depredación destructivas de los ciclos
vitales. Ahora bien, estas transiciones son concebidas como el desplazamiento
de una situación calamitosa, de la crisis estructural del capitalismo y la
modernidad, de la crisis del modelo de desarrollo, hacia una utopía, llamémosle
ecológica, el equilibrio eco-sistémico. ¿Se trata de la misma sociedad
corregida, sólo que esta vez corregida ecológicamente?
Hay
distintas versiones de estas transiciones. Una transición efectuada por
decrecimiento; otra transición efectuada por el paso de un extractivismo
depredador a un extractivismo indispensable; otra transición de la sociedad
industrial a una sociedad postindustrial, basada en la tecnología limpia; otra
transición de una sociedad basada en la producción industrial y en la explotación
de los recursos naturales a una sociedad basada en la soberanía alimentaria.
Estas transiciones pueden venir acompañadas por la corrección de las
injusticias y las desigualdades, por el reconocimiento de los derechos de las
naciones y pueblos indígenas, por la diversidad cultural y civilizatoria, por
el reconocimiento de los derechos de la naturaleza, los derechos de los seres
de la madre tierra. Ahora bien, ¿estos proyectos que apuntan a un mundo
alternativo y a una sociedad ecológica, proponen una sociedad distinta a la
actual, la sociedad capitalista?
¿Cuál
es la caracterización de fondo de la sociedad capitalista? ¿Cuál es su
estructura matriz? La economía política la concibe a partir del mercado, de la
circulación, del trabajo, conmensurándola a partir del problema del valor, que
es resuelto en referencia al intercambio o la escasez, de una manera más
elaborada a partir del tiempo de trabajo. La composición cuantitativa del valor
tiene que ver con los costos, salario y renta, y el beneficio, la ganancia.
Otras caracterizaciones de la economía política tienen que ver con la división
del trabajo, la organización de la empresa, el libre cambio, la mano invisible
del mercado. Las teorías neoclásicas plantean el crecimiento económico partir
de la generación de la productividad; esto es, de la teoría marginal. Las
corrientes neoliberales recogen el recorrido desde las tesis del libre mercado
a las tesis d la competitividad, pasando por las tesis de la libre empresa. En
cambio, la crítica de la economía política lleva las consecuencias de algunas
de estas premisas más lejos, buscando sus raíces; recoge la teoría del valor a
partir del trabajo contenido, empero, distingue fuerza de trabajo, como
capacidad, de trabajo como desgaste. Concibe de que se trata de un modo de
producción que produce una valorización cuantitativa y una valorización
cualitativa, al mismo tiempo, diferenciando trabajo concreto de trabajo
abstracto; trabajo concreto, generador de valor de uso, de trabajo abstracto,
generador de valor de cambio. Se trata de un modo de producción del capital,
concebido como valorización dineraria, efectuada a partir de la producción
múltiple de valores de usos, que satisfacen necesidades. No hay pues producción
de valor de cambio sino a través de la producción de valores de uso, no hay
pues generación de trabajo abstracto sino a través de la generación de trabajos
concretos. El valor de uso es la
materialidad donde se realiza el valor de cambio. Tratar de separar y oponer el
valor de uso al valor de cambio es una mera ficción, ficción socialista. El
valor de uso está ligado a las necesidades que también son producidas por la
sociedad de consumo; producción, distribución, circulación y consumo forman
parte de los momentos del modo de producción capitalista. La crítica de la
economía política eleva a categoría universal la producción, el modo de
producción, las fuerzas productivas, las relaciones de producción, la lucha de
clases; aunque estas categorías sólo son válidas para la sociedad capitalista,
fueron producidas también a partir de la experiencia social en la sociedad
capitalista. Por lo tanto, podemos decir que es el espejo de la producción la
estructura matriz de la sociedad capitalista.
Se
trata de la racionalización, de una sociedad estructurada a partir de la
racionalización, entendida como adecuación de medios a fines. Ya Max Weber
planteó los procesos de racionalización social por medio de la irradiación de
las grandes religiones monoteístas, que buscan incidir en las conductas y en
las mentalidades. La sociedad capitalista es una sociedad organizada a partir
de estos procesos de racionalización, sólo que esta vez se trata de otro fin
distinto a la salvación; el fin es la producción misma, la acumulación
productiva, expresada cuantitativamente en la acumulación del capital. El
proyecto socialista llevó adelante esta organización social racionalizada
mediante la planificación; la racionalidad socialista buscaba también la
transformación de las condiciones de producción, que llamaremos desarrollo. La
continuidad histórica entonces se encuentra en estos procesos de
racionalización, en la organización racionalizada de la sociedad, en la
aplicación de la racionalización en la organización social. Una expresión de
estas racionalizaciones es la razón de Estado. Entonces nos encontramos ante el
despliegue de la misma “evolución” lograda a través de la racionalización
social. Desde las sociedades organizadas por las religiones monoteístas y
trascendentes hasta la sociedad socialista, pasando por las formas y ciclos de
la sociedad capitalista, nos encontramos en el mismo continuo evolutivo basado
en el desarrollo, que a su vez se sustenta en el dominio de la naturaleza.
Ahora
bien, la concepción de una sociedad ecológica o una eco-sociedad, es también
una prolongación de la racionalización de la organización social, sólo que esta
vez se quiere evitar las consecuencias contradictorias, paradójicas y
destructivas del desarrollo productivo. Por eso, en relación a las transiciones
a una sociedad ecológica, las dudas nacen. ¿Salimos de los horizontes de la
racionalidad, de la racionalidad humana aplicada a la organización social? No
es que el problema sea esta misma racionalidad, que en el fondo es una
racionalidad de dominio, una racionalidad de la adecuación de medios a fines,
una racionalidad que produce finalidades. ¿El problema no se encuentra mas bien
en los límites d la racionalidad humana? Este es quizás el tema de fondo. La
aplicación de la racionalidad humana no solamente en relación a la organización
social, sino ahora como aplicación a la ecología, a la gestión ambiental y a la
gestión ecológica. ¿Esta extensión no es mas bien una continuación por otros
medios de la misma estructura de sociedad?
En
relación a esta problemática y a estos límites sobresale la importancia de las
cosmovisiones de la madre tierra. Las cosmovisiones de la madre tierra no
responden a una racionalidad humana, no pueden concebirse a partir de la
racionalidad humana, pues comprenden la interacción, la integración, la
coexistencia, la convivencia e interdependencia de múltiples seres y ciclos
vitales integrados. Esta complejidad no se reduce a racionalidades lineales,
sino que reclama pensar la pluralidad en juego de la complejidad del caos
creador, del caosmosis[3]. De lo que se trata es de saber desprender gestiones
en este caos creador, que implica asumir la complejidad en forma de otra
complejidad activada, en interacción con otros seres y ciclos vitales.
[1]
René Orellana Halkyer, Diego Pacheco Balanza: Ley Marco de la Madre Tierra y
Desarrollo Integral para Vivir Bien. Bolpress 2012.
[2]
Revisar el libro de Jean Baudrillard El espejo de la producción. Gedisa 1996;
Barcelona.
[3]
Termino usado por Félix Guattari.
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