martes, 20 de noviembre de 2012

PRESENTACION: Textos para un encuentro


Víctor Manuel Moncayo C (Col.)

Hace casi justamente un decenio, en junio de 2002, conocí personalmente a Toni Negri en su apartamento del barrio Transtevere en Roma, donde residía, acogiéndose al beneficio de libertad relativa que por entonces se le había concedido, que lo obligaba a regresar al domicilio antes de las siete de la noche. Desde entonces venía insistiéndole que nos visitara para escuchar de manera directa sus siempre pertinentes y valiosas reflexiones sobre la sociedad global en la cual todos desplegamos nuestro quehacer.
Hoy, gracias a la cooperación de instituciones y personas de Argentina y Ecuador, que se han asociado con el Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia y el Instituto latinoamericano para una sociedad y un derecho alternativos, ILSA, le tenemos entre nosotros. No se trata, sin embargo, de rendirle culto a su personalidad ni a su prolífica obra, lo cual sería más que una afrenta a lo que Negri representa para el movimiento anticapitalista contemporáneo. Parafraseando sus tesis, su práctica teórica y política es una expresión más del común.
Con ocasión de su presencia, hemos recopilado textos que no han sido publicados en medio físico sino que se han conocido virtualmente en la red, traducidos a nuestra lengua, cuya organización para la edición ha sido conocida y autorizada por el propio autor. Se trata de documentos que distan bastante de aquel Negri de Dominio y Sabotaje que llegó a mis manos en Caracas en 1980, publicado en Italia un año antes de su detención, y que me puso en contacto con quien entonces era el teórico y activista de “ese otro movimiento obrero”, de la “autovalorización proletaria”, de la “autonomía obrera” sin mediación sindical ni partidista.
De aquella época a hoy, Negri fue protagonista inicialmente de dos fugas muy significativas. La primera fue su “tren de Finlandia, como figurativamente la denominó, no para compararse con Lenin de regreso a Rusia, sino para hacer una analogía con "la voluntad de burlar al enemigo, de conquistar una libertad que es en sí misma un acto revolucionario". Fue la evasión de aquel otoño de 1983, posible gracias a que pudo interrumpir 4 años de prisión al ser electo diputado por el Partido Radical. Al ser revocado el privilegio de la inmunidad parlamentaria,  huyó a Paris, confinándose en el medio académico francés durante 14 largos años, para fortuna de la teoría revolucionaria. Allí enseñó en la Université Paris VIII y en el College International de Philosophie.
Ese exilio duró hasta el verano de 1997, cuando escenifica la segunda fuga, menos espectacular pero también ávida de libertad, que lo regresa a la prisión de Rebibbia.  No lo hizo por masoquismo, ni porque creyera que esa privación era necesaria para construir algo. Para Negri, "uno puede ser tan libre en la cárcel como fuera de ella. La cárcel no es una carencia de libertad, así como la vida no es la libertad -al menos la vida de los trabajadores-". Se trataba de "fugarse" para formular una tesis política frente a una realidad que se achata y un mundo insulso, orientada a contribuir, como militante y no como profeta, a encontrar una solución para cientos de personas exiliadas o en la cárcel por las actividades políticas de los años sesentas y setentas, para doblar en definitiva esa página y redescubrir o reinventar un nuevo modo de intervención política radical.
Del periodo entre esas dos fugas queda la huella de su encuentro con la intelectualidad francesa, en especial con Foucault, Deleuze y Guattari, o con la productiva perseverancia de autores como Balibar y Vincent, que le permitió encontrar eco a su rechazo al trabajo, como resistencia a la sociedad disciplinaria, o como línea de escape para darle "vuelta a las cosas respecto a la teoría posmoderna" y dar paso a la "biopolítica productiva como algo en lo que la simbiosis y la confusión entre elementos vitales y económicos, los elementos institucionales y administrativos, la construcción de lo público, sólo puede concebirse como producción de subjetividad". De esa experiencia quedan como resultados sus estudios sobre Spinoza el subversivo, el Poder Constituyente o los Nuevos Espacios de Libertad, o la empresa adelantada con muchos otros en la revista Futur Antérieur, de la cual es fiel heredera la actual revista Multitudes.
Recluido en Rebibbia no llegó el indulto, ni la amnistía que algunos -y él mismo- esperaban. Prevaleció la total amnesia italiana sobre lo que había representado su acción y su obra, y la indiferencia sobre las muy significativas manifestaciones de muchos intelectuales y políticos que aún perseveran en este mundo global en hallar una alternativa para el nuevo tiempo que vivimos. Sus palabras reflejaron al inicio cierta decepción, pero al mismo tiempo se impuso su voluntad de continuar con la idea fija de vivir su pasión positiva, que continúa siendo para él la única forma de construir algo tanto en la cárcel como fuera de ella. Por eso su pensamiento estuvo unido a la decisión de que, una vez concluida la condena, reemprendería el camino desde la nación veneciana, sin la pretensión de recuperar una herencia que no existe y de la cual sólo hay elementos marginales y a veces perversos. Quiso, regresando a Leopardi, lejos de todo propósito nostálgico, "excavar en la historia y sacar de ella lo que queda del pasado como todo lo que se pueda inventar del futuro”. Estuvo en prisión, más tarde fue sometido a arresto domiciliario o a un régimen de libertad bajo ciertas condiciones, hasta alcanzar la plena libertad a finales de 2004.
Es durante esos años finales de su condena que llega a  la elaboración más acabada de su actual posicionamiento teórico y político sobre el orden capitalista contemporáneo en todas sus dimensiones, del cual dan cuenta precisamente sus obras Imperio (2000) y Multitud (2004), escritas con la colaboración del profesor estadounidense Michael Hardt.  Aunque su lectura y comprensión ofrecen dificultades por su densidad conceptual y exigen un adecuado conocimiento de su trayectoria teórica precedente, en ellas se pueden decantar e identificar las líneas centrales de su aporte al debate actual, que de alguna manera se completa con Commonwealth (2009), donde se atreve a proyectar las modalidades materiales de una nueva constitución que supere el capitalismo y el Imperio a partir de un “comunismo de los comunes”.

Para el Negri de esa trilogía, hoy es preciso reconocer que el Estado-nación ya no está en capacidad de ejercer el control de la relación del capital, pues las luchas obreras internas a que dió lugar el Estado-nación y las luchas antimperialistas y anticoloniales, agotaron esa forma histórica como modalidad garante del desarrollo capitalista. Por ello ha llegado a su fin la fase imperialista del desarrollo capitalista, entendida como proceso expansivo del poder del Estado-nación y, de igual manera, ha concluido el mundo del “socialismo real”cuya soberanía hizo crisis por la reivindicación de libertad.
Todo ello remite, además, a las transformaciones de la organización social productiva que impuso el posfordismo. La subsunción real del trabajo al capital iniciada por el maquinismo, ahora ha comprometido a todo el conjunto de la vida social, de tal manera que la explotación ya no remite a la teoría del valor-trabajo y a la relación salarial clásica, pues ha quedado atrás la prevalencia del trabajo material sustituido por la dominación hegemónica del trabajo inmaterial. Se ha llegado así a la “época de la producción biopolítica” y con ella ha terminado la vieja distinción entre Estado y mercado.
Lo central ahora es dar una respuesta nueva y satisfactoria a la caducidad de las categorías con las cuales se comprendía la explotación capitalista en otro momento. Para él el clásico concepto marxista de plusvalía ya no da cuenta de la realidad, ni apoya la acción política, como empezó a pensarlo en su obra “Marx más allá de Marx”, concebida y escrita en la prisión. Según su expresión hay que “reconocer que el sujeto del trabajo y la rebelión han cambiado profundamente”.
En ese contexto, reaparece la Multitud, desligada por completo de lo que significa en el mundo pre-social hobbesiano (en el cual es igual a la plebe o al pueblo que el Estado domina); recuperándose así el verdadero contra-pensamiento de la modernidad concebido por Spinoza. La multitud en la sociedad posmoderna le "quita al poder toda transparencia posible”, y hace que “sólo pueda ser dominada en forma parasitaria y por tanto feroz”. La multitud debe encontrar la forma de erigirse como sujeto político, debe llegar a ser Posse -nombre de la revista italiana que animaba Negri-, el poder de la multitud, que integre ser y conocer, como en la triada renacentista.
La multitud contemporánea no está compuesta por “ciudadanos”  ni por “productores”, pues se ha roto la distinción entre lo individual y lo colectivo, entre lo público y lo privado. Los muchos de la multitud ya no necesitan la unidad de la forma del estado-nacional, por que han reencontrado su unidad en las facultades genéricas de la especie humana. Estamos ante una multitud como un concepto de clase, ya no de la clase obrera, sino de la clase de todas las singularidades productivas, de todos los obreros del  trabajo material e inmaterial. Es una potencia ontológica que encarna un  dispositivo que busca representar el deseo de transformar el mundo.
La multitud como conjunto de singularidades vuelve a expresarse, y no admite que sus diferencias sean reducidas a otra Unidad distinta de la que la precede y que remite a su comunidad como especie. En tal sentido, desconoce la soberanía, pues puede regirse por sí misma,  puede ser carne viva que se gobierna a sí misma. Como tal, además, puede hacer realidad la democracia como gobierno de todos para todos. Siendo hoy la producción biopolítica, es decir que comprende todos los aspectos de la vida, la multitud es el sujeto común del trabajo, aunque aún siga sometida por la categoría de pueblo nacional.
A diferencia de lo que ocurrió cuando la burguesía como nueva clase social emergente, sobrepuso a la multitud una soberanía edificada sobre el concepto de pueblo nacional, hoy en la soberanía del nuevo orden global, la multitud resurge para imponer una sociedad alternativa que no disuelva las diferencias que se edifican a partir de nuestra unidad  como especie.
Pues bien, los textos reunidos en este libro corresponden a diferentes épocas, pero en general todos remiten a los debates que ha suscitado su trilogía, y en este sentido no sólo dialogan con ellos sino que creemos que contribuyen a su comprensión. En realidad cada uno de ellos puede estudiarse con independencia, pero corresponden de alguna manera a los temas bajo los cuales los hemos agrupado. Los primeros hacen referencia al vínculo indudable con la teoría marxista y a su posición sobre la dialéctica, y la reformulación del que hacer? Los reunidos en el segundo capítulo abordan tres grandes problemáticas que atraviesan la obra más reciente de Negri, como son el debate sobre la vigencia de la teoría del valor, la incorporación de la noción foucaultiana de biopolítica, y la construcción conceptual de Imperio que sin duda sacudió el complejo escenario de la teoría política contemporánea. En el acápite final, nos encontramos con su más reciente contribución al que hacer político, como es el rescate de lo común, con todas sus implicaciones en los movimientos que hoy se escenifican en todas las latitudes, y que son definitivamente al mismo tiempo la realidad y el porvenir de las luchas anticapitalistas en el mundo global al cual pertenecemos.
Por ello, los documentos que hemos reunido en este libro, no son guías para la acción, ni mucho menos manifiestos, sino intervenciones o comunicaciones, que nos permiten un encuentro con un Negri siempre renovado, que pueden aportarnos para salir de los límites estrechos dentro de los cuales nos aprisionan las condiciones particulares de las coyunturas latinoamericana y colombiana, y para asumir, bajo el signo de la nueva temporalidad de los movimientos, el necesario éxodo del capitalismo que continúa sometiéndonos bajo categorías diferentes.


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