César Altamira (Arg)
Introducción
A la luz de las últimas luchas desarrolladas por los trabajadores de la
salud en la ciudad de Córdoba nos proponemos elaborar una crítica de las luchas
reales. Crítica que reconoce la necesidad de historización, periodización e
identificación de las nuevas formas que adoptan los antagonismos y conflictos.
Esto exige dejar de lado al esencialismo ahistórico, al discurso sobre el
trabajo carente de referencia a la actualidad, así como al intento de resucitar
las identidades, la exaltación de la esfera privada y de toda esfera pública
como únicos espacios posibles para el ejercicio de las prácticas sin tiempo y
lugar. No se trata de invalidar bajo esta lectura las luchas pasadas, sino
cuestionar aquella tendencia que busca reducir las del presente a simple
reproducción de un pasado que ya no existe. El desafío que se nos presenta es
el de retomar y avanzar en el trabajo de la crítica y en el de la práctica, es
decir en el análisis del hoy y en la voluntad de cambio, en el de la lucha y en
el de la subjetivación.
¿Cuál es el marco general del que
partimos? Nos encontramos frente a un proceso histórico de radical
transformación que, iniciado a mediados de la década de los 70´s, se profundiza
en el último cuarto de siglo pasado sin cesar de manifestarse en esta primera
década del nuevo siglo XXI. Transformación que tiene su cuerpo principal en
aquello que Robert Castel denominara la metamorfosis de la sociedad
salarial y que hoy, frente a las evidencias empíricas, puede
designarse como la crisis irreversible del capitalismo industrial fordista.
Esta crisis ocurre en los países centrales capitalistas como en los de la
periferia. Se trata de un proceso que ha subvertido radicalmente el orden
económico y simbólico de la modernidad industrial y que ha tenido como efecto
colateral importante el estallido del trabajo que, como institución social,
garantizara en el siglo pasado la integración entre individuo y sociedad. Sobre
esta base debemos ser capaces de construir y definir un horizonte inédito
político y social. Tiempo de transición radical, de incertidumbres
estructurales, de desorientación y de plenas ambivalencias. Mutaciones que,
como tales, no son reconocidas por aquellos sectores enrolados en lo que
pudiera llamarse izquierda, ya que sus análisis se limitan a abordar dichos
cambios como simples efectos de equivocadas políticas neoliberales y cuya
superación requeriría de un viraje de política económica con fuerte participación
estatal. Esta lectura que es compartida por la izquierda tradicional ortodoxa y
por el propio gobierno kirchnerista. Importa en
estos momentos no la identificación de las fuerzas de izquierda o de derecha,
sino comprender, en este caso, el juego de las fuerzas antagónicas, de sus
correlaciones, del entrelazamiento de sus tendencias, de la marcha dificultosa
del proceso, de su ritmo y direccionalidades. Estamos en presencia de un nuevo
proceso de “acumulación originaria” asentado en la transformación post
industrial de un trabajo que ha devenido cada vez más trabajo cognitivo. Se
trata de la explotación del general intellect entendido como
aquella fuerza de trabajo cognitiva que complementando a la clase obrera
fordista en la producción de plusvalor, es explotada hoy en toda la extensión
del terreno social. Fuerza de trabajo cuya privatización y organización social
se asienta en la utilización de las Nuevas Tecnologías. Es el propio proceso
productivo capitalista el que se ha modificado: a la producción en la fábrica
se le superpone la organización postfordista de la explotación del general
intellect sobre el conjunto de la sociedad y la captación del plusvalor
socialmente producido mediante mecanismos financieros.
El
trabajo se divide en tres partes. La primera da cuenta del marco teórico del
nuevo capitalismo global; la segunda incorpora los cambios producidos en el
capitalismo argentino hasta ahora, en consonancia con el capitalismo
contemporáneo; la tercera un estudio de caso, alusivo a las ultimas luchas que
se desarrollaran en el sector de la salud en la ciudad de Córdoba referenciadas
en los cambios nacionales producidos en esa esfera.
A- Marco Teórico, nuevo capitalismo
La expansión
del neoliberalismo, como expresión de la sociedad postfordista, es coincidente
con la financiarización de la economía, por un lado, y con una precarización generalizada
y estructural, del otro, que toman cuerpo hoy a través de una crisis sistémica
de proporciones globales, generadora de desigualdades cada vez más profundas a
nivel económico, social y de clase. Mientras se derrumban todas la vallas
propias del modelo dicotómico fordista -producción-reproducción,
producción-consumo, tiempo de vida-tiempo de trabajo, trabajo productivo-trabajo
improductivo, trabajo manual-trabajo intelectual-, y asentada en una
subjetividad emergente, base del trabajo de nuevo tipo, adquieren importancia
preponderante la diferencia y la precariedad.[1] Diferencia relativa
al trabajo autónomo de múltiples subjetividades que,
lentamente, reemplazan a la figura del trabajador asalariado. Precariedad que
se alimenta de la proliferación de las contrataciones individuales que se
multiplican reemplazando a las convenciones colectivas de trabajo, conocida
fortaleza de los sindicatos. Ambas, precariedad y diferencia, encuentran su
fuente principal en la proliferación del trabajo autónomo, cuyas modulaciones
impregnan las principales características del trabajo postfordista[2]: a-
un mayor contenido relacional y lingüístico; b- un tiempo de
trabajo que se extiende asociado al trabajo en casa y que tiende a coincidir
con el tiempo de vida; c-una sustantiva modificación de la
retribución: ahora se retribuye una prestación por lo que el pago se realiza a
futuro. Ya no se habla de remuneración al trabajo sino de pago por un servicio
prestado independientemente del trabajo desarrollado. En el sistema de
producción fordista la salarización representaba siempre la
forma a través de la cual el trabajador podía disponer de un salario
mínimo, a través de la que accedía a la ciudadanía directa y, con ello, a
la reproducción de la fuerza de trabajo. Hoy el contrato del trabajador
autónomo elimina ambas prerrogativas. A partir de ahora ya no será más
obligación del patrón ni del Estado garantizar la subsistencia de la fuerza de
trabajo. El principio de subsistencia es reemplazado por la precariedad y el
riesgo existencial. La explotación directa del asalariado,
"compensada" en la sociedad fordista por la garantía de subsistencia,
es reemplazada por un trabajo autónomo formalmente desprovisto de toda relación
de subordinación, pero de hecho subalterno, y mediado por la condición de
precariedad y riesgo existencial[3] estrechamente
conexo a quien gestiona el ciclo productivo. d- simultáneamente,
en el mismo momento en que el trabajador autónomo se presenta de manera
individual ofreciendo sus servicios en un ámbito de contratación
individual la capacidad para vender la fuerza de trabajo manual y/o
intelectual pasa a depender fuertemente de su profesionalidad. Si el trabajador
asalariado se caracterizaba por una suerte de despersonalización frente a
una producción standardizada, el trabajador autónomo debe por el contrario
tender a la diferenciación a través de una profesionalidad que se convierte así
en un atributo de la persona. Esta profesionalidad y la permanente necesidad de
estar actualizado con los últimos conocimientos y saberes, resultan ser
requisitos básicos del trabajo autónomo ya que constituyen la base de la
remuneración por sus servicios. La especialización exclusiva, el hecho de que
sus servicios no se encuentren lo suficientemente difundidos es la base que
mantiene competitivo al trabajo autónomo y que le permite gozar de una cierta
autonomía en correspondencia con el grado absoluto de su saber y de su moderado
conocimiento. Por ello si bien la identidad profesional define al trabajo
autónomo, no lo independiza de la incertidumbre de la contratación individual,
ni de la precariedad ni de la heterodirección. Hoy en día la difusión del
trabajo autónomo, de las tecnologías de las comunicaciones, la necesidad de una
formación profesional más difusa, han modificado radicalmente aquella
estructura jerárquica profesional, propia del fordismo, produciendo una
redefinición entre trabajo manual y trabajo intelectual.
Frente al desmantelamiento del
Estado de Bienestar y la consiguiente desvalorización/eliminación de las
funciones del estado relacionadas con la regulación social, es decir aquellas
referidas a la provisión directa de los servicios sociales y a las garantías
del derecho a la subsistencia, asistimos, contrariamente, a la necesidad de
asistencia por parte de aquellos en situación de pobreza, que muchas veces ya
no encuentra respuesta directa en la asistencia pública y que es cubierta por
formas de asistencia privada estimuladas por el principio de la subsidariedad,
es decir que la asistencia proviene de la entidad territorial administrativa
más próxima a la comunidad. Se produce de esa manera una multiplicación y
generalización de formas espurias de prestación laboral que operan sin tener
reconocimiento del mercado.[4]
El crecimiento del trabajo autónomo y el
proceso de autonomización que lo acompaña conducen a la introducción de una
doble dimensión del tiempo de trabajo. El tiempo de la elaboración y el de la
ejecución del proyecto. La flexibilidad en este caso debe ser entendida como la
modulación del tiempo y del espacio de la actividad, de la remuneración y de la
inversión subjetiva, como fuentes de nuevas formas de sometimiento y de riesgo
asistencial aunque también como inéditas formas de emancipación y libertad.[5]
Se reconocen, sin embargo, numerosas figuras de trabajadores de servicios
de salud con falta total de autonomía provocada por las condiciones de
chantaje, de precariedad generalizada, con cambios de roles y funciones que los
vuelven fuertemente dependientes y frágiles. Desde el punto de vista del comando
del capital, el disciplinamiento del trabajador cognitivo es el principal
objetivo del proceso al que estamos asistiendo. Sin embargo, también aquellos
trabajadores que aún gozan de los convenios colectivos de trabajo ven
amenazados los derechos conquistados, cuando las cláusulas de seguridad se
reemplazan por otras que alientan la precarización laboral.
En tiempos biopolíticos los
conflictos adquieren características diferentes. Las luchas son diferentes a
las del fordismo. Interviene de manera preponderante la propia subjetividad de
los trabajadores. Aquel conjunto de modalidades perceptivas y afectivas
(deseos, miedos) que influyen en los sujetos activos y circunstancias
culturales y sociales que modelan, organizando y creando, los estilos de
movilización de afectos, sentimientos etc. Así como la dimensión bioeconómica
se propone la subsunción completa de los elementos vitales corpóreos,
intelectuales, emotivos del sujeto, de igual manera, la resistencia
coloca en el campo de lucha los mismos elementos. La dimensión conflictiva
deviene claramente interna al cuerpo y a la vida. El conflicto es percibido de
manera individual, subjetiva, acompañando la unión y coexistencia lograda entre
el trabajo y el trabajador. En el modelo antropogenético la
forma del sabotaje se traslada al propio cuerpo del trabajador, produciéndose
internamente la tensión entre la posibilidad de autodeterminación del sujeto y
su obligación a someterse a los imperativos de la estructura del poder.
La ideología de la
flexibilización, como horizonte simbólico del sujeto, así como las medidas para
disminuir pragmáticamente su capacidad individual puede ser revertida mediante
la renovada capacidad de hacerse evidentes, de narrar y de significar la propia
experiencia. Resulta difícil trazar una línea divisoria entre nuestro cuerpo
privado biológico y el cuerpo político, de la misma forma que resulta
difícil establecer hoy fronteras entre el campo privado y el público. La
lucha biopolítica asociada a la precariedad, expresada en la dificultad y en el
sufrimiento, deviene ahora más que antes una forma de revuelta radical, totalizante,
general porque debe soportar y oponerse a una gramática laboralista mucho más
determinante para el sujeto que en épocas precedentes.
En épocas de ausencia de representación los sujetos son proclives a
hacer de sí mismos su propia representación. Se trata de experiencias únicas de
luchas que tras su dinámica ensanchan las fronteras que los clásicos códigos
laborales intentan encorsetar. Niveles de conciencia múltiples y discontinuos
que no impiden márgenes de autodeterminación. Se recoge así la inspiración
foucaultiana para la que a pesar de los vínculos disciplinantes de la
bioeconomía se mantiene siempre la posibilidad ilusoria de alcanzar el grado de
autonomía que permita resistir. No son pocos los micro conflictos invisibilizados
en los que la resistencia al capital y a su sometimiento adquieren
características novedosas. Ante este tipo de luchas los sindicatos, en
complicidad con el comando del capital, han intentado ocultarlos cuando no
desprestigiarlos ante su evidencia.
A
partir del nuevo escenario postfordista la actividad laboral de una parte
creciente de la población ha dejado de tener que ver con la ejecución pasiva y
heterodirecta de una operación organizada según dictados de la organización
científica del trabajo, para concentrarse, cada vez más, en la creación y
tratamiento del imaginario, de la información y del conocimiento; envuelta
ahora en relaciones de servicios ligada al desarrollo de inéditas redes
productivas y de cooperación asociadas a nuevos productos y nuevos
mercados. Dicho de otra manera, "la importancia de la actividad productiva
rutinaria y del trabajo material que consiste en la transformación de la
materia prima a través de la ayuda de instrumentos y de máquinas, igualmente
materiales, disminuye a expensas de un nuevo paradigma del trabajo
contemporáneamente más intelectual, inmaterial y relacional".[6] Superada
la hegemonía productiva del modelo fordista, sólo la innovación, la
creatividad, la actividad original e ingeniosa, encastradas y estimuladas desde
la subjetividad del trabajo, pueden, de hecho, agregar la cuota de plusvalor
necesaria para la reproducción del sistema que, en el marco de la globalización
del mercado, resulta cada vez más difícil de crear.
El eje central en torno al que se produce
la metamorfosis del capitalismo del nuevo milenio es el conocimiento y la vida,
dos aspectos inescindibles, interdependientes, como dos caras de la misma
moneda. Hablar del conocimiento y las declinaciones que puede asumir significa
hablar de producción inmaterial, así definida no porque se contraponga a la
producción material fordista, sino porque se funda y se nutre del lenguaje,
como elemento constituyente en todo el proceso económico. Dicho de otra
manera, si bien la forma y modalidad de la producción es inmaterial, su
producto es enteramente material. El giro lingüístico que adopta la acumulación
capitalista se manifiesta en la metamorfosis que sufre la relación
capital-trabajo y encuentra su aplicación material en la estructura en red que
asume la producción. Se trata de una estructura que requiere cooperación,
comunicación y control social (autocontrol). Significa reconocer que en el
biocapitalismo la acumulación subsume no solo el espacio físico y virtual, sino
el relacional, (debido precisamente a su carácter comunicativo y
cooperativo) que se encuentra en la base de la naturaleza social del ser
humano. Así la vida de los individuos deviene la dimensión espacio temporal de
la acumulación y la acumulación es acumulación bioeconómica.[7] La
productividad del cuerpo y el valor afectivo resultan absolutamente centrales
para la producción y se manifiestan en tres aspectos centrales del
trabajo inmaterial en el capitalismo cognitivo: a- el trabajo
comunicacional asociado a la producción industrial cada vez más ligado
a las redes de información; b- el trabajo relativo a la interacción de la producción
simbólica para la resolución de los problemas, c- el trabajo de producción
y manipulación de los afectos y de los imaginarios. Aspecto este último
que adquiere notable importancia por su focalización en la productividad de los
cuerpos, estrechamente ligado a la producción biopolítica. El nuevo cuerpo
biopolítico deviene estructura a partir de reconocer la fuerza
vital que lo anima y deviene lenguaje en la medida que anima a
una multitud de singularidades ligadas a una relación dinámica.
Estamos en
presencia del llamado trabajo de cuidado, forma también del llamado trabajo
afectivo (care work) que, al desbordar los límites de la
estructura familiar, se visibiliza volviéndose una actividad remunerada y
profesional. Es lo que algunos han llamado la feminización del trabajo:
acompañantes, enfermeras de domicilio, personal especializado en el cuidado de
ancianos y de niños, cuidadoras, etc.
Podemos decir que la relación capital trabajo
adquiere un carácter móvil que puede ser subjetivo u objetivo. [8] El
espacio móvil subjetivo depende del carácter de la prestación
laboral, según se refiera a una actividad directa en la producción, en la
reproducción o en el consumo. Es decir, según prevalezca la utilización del
cuerpo, del cerebro o de los afectos. Por su parte la movilidad objetiva en
la relación capital-trabajo se relaciona con los flujos de mercancías y
personas asociados al lugar y tiempo de la producción. El trabajo resulta móvil en
la medida que no está circunscripto a un lugar predeterminado -la fábrica en el
fordismo- ni a una modalidad de trabajo prescripto como lo era con la
organización científica del trabajo. La fortaleza del general intellect deviene
precisamente de esta movilidad del trabajo, como resultado de una cooperación
social que recompone los diversos flujos productivos. El concepto de multitud, asentado
también en este carácter móvil del trabajo, da cuenta de la
complejidad de una fuerza de trabajo que no puede ser reducida a un bloque
unitario ni a un stock homogéneo.[9]
En el capitalismo cognitivo la relación móvil capital-trabajo
viene acompañada por el predominio de la contratación individual. Una
contratación individual asentada en la importancia que el trabajo en el
capitalismo contemporáneo asigna al aspecto relacional, afectivo y
comunicacional. Se sigue, por tanto, que la intrínseca movilidad del trabajo
deriva en precariedad subjetiva del trabajo.
Si bien el trabajo
aún se presenta en gran medida al interior de la empresa, contemporáneamente
también tiende a organizarse por fuera de la ella. Una primera
consecuencia de esta afirmación es que las fronteras laborales, anteriormente
circunscriptas a los muros fabriles, se han vuelto permeables, hasta incorporar
directamente, sin ninguna mediación, los espacios de vida y reproducción social
que en el pasado marcaban una clara frontera con el trabajo productivo fabril.
Mientras el trabajo necesario se reducía al mínimo impulsado por el proceso de
automatización, el capital forzó el aumento de productividad para una mayor
valorización, violentando la relación salarial, apropiándose de una serie
de actividades allende la relación salarial, y aumentando el volumen del
trabajo extra salarial, extra contractual, permitiendo así un continuo
incremento de la productividad comprimiendo el trabajo vivo social. Se trata de
una práctica laboral de nuevo tipo, permeada por un nuevo tipo de poder del
capital sobre el trabajo, consustancial y coherente con el nuevo tipo de
capitalismo flexible donde, superado el disciplinamiento y la subordinación del
sujeto productivo a un esquema operativo previamente ordenado y estandarizado,
ahora demodée, la subjetividad productiva se enfrenta con la
posibilidad de estimular, formar y controlar ilusorios espacios de
libertad, en cuyo interior los comportamientos productivos pudieran
plasmarse de acuerdo con las exigencias de una continua y preponderante
innovación del proceso y del producto. Imaginaria libertad regulada
en el espacio que vincula y dirige las acciones hacia una finalidad
dictada por la lógica del mercado y la acumulación capitalista. Avanzar
en este contexto en el análisis del poder significa reconocer la existencia de
un poder que se expresa en el plano de la biopolítica de la sociedad
contemporánea, donde las relaciones de poder ya no pueden ser explicadas en los
términos dicotómicos soberano-súbdito, dentro-fuera de la ley; el gobierno de
la vida, el gobierno bipolítico es un poder que contrasta con la generalidad y
la abstracción de las leyes.[10] El
gobierno biopolítico exige técnicas personalizadas, multiplicidad de gestiones
a través de un incesante trabajo de penetración en el cuerpo, en las biografías
y en las conciencias y simultáneamente potencia la individualización de una
originalidad productiva. Ahora, la norma, que se refiere a la propia vida
(norma biopolítica), se expresa como excepcional, extrajurídica y flexible,
en la medida que la flexibilidad y la imprevisibilidad hacen al carácter del
objeto-vida. El biopoder es entonces un poder que produce un poco de vida
también al potenciar el empoderamiento del trabajo, y que no se expresa
necesariamente como un poder restrictivo, disciplinar en el sentido tradicional
del término. Se trata de un poder que gobierna a la vida a través del
sometimiento a un saber-poder económico, la bioeconomía, que moldea la
gramática de la subjetividad y de sus legítimas aspiraciones sociales.
B- El capitalismo contemporáneo en Argentina.
Nuestro país no ha permanecido al margen de los
cambios apuntados. Basta incorporar algunos datos relevantes al respecto. A
pesar de las altas tasas de crecimiento del PBI en los últimos nueve años y del
declamado "proceso de reindustrialización" alcanzado en la post
convertibilidad,es decir el gobierno kirchnerista, la participación en el PBI
de los diferentes sectores de la economía no muestran diferencias
significativas con el período pre convertibilidad como se observa en la Tabla
siguiente[11].
Participacion
% PBI a precios constantes
|
1995
|
2003
|
2010
|
Industria
|
17,21
|
16,39
|
16
|
Construcción
|
5,12
|
4,41
|
5,67
|
Comercio
|
15,96
|
14,6
|
15,74
|
Vemos también que durante el kirchnerismo, luego del bienio 2003-2005 donde
la producción de bienes, que había descendido fuertemente con la crisis
del 2001, lidera la recuperación, será la producción de servicios la que
retomará el liderazgo del crecimiento que es indicativo de la permanencia de
una modalidad de acumulación iniciada durante los 90´s.[12]
Crecimiento
PBI
|
2003
|
2004
|
2005
|
2006
|
2007
|
2008
|
Producción
Bienes[13]
|
14,5
|
10,5
|
9,5
|
8,8
|
7,9
|
2,9
|
Producción
Servicios
|
4,2
|
6,8
|
8,4
|
8,1
|
8,7
|
8,2
|
PIB
|
10,5
|
9
|
9,2
|
8,5
|
8,7
|
6,8
|
Se verifica que en el período 2003-2010 la Producción de Bienes crece
a una tasa anual acumulativa del 6,6 %, distribuida según los siguientes
porcentajes entre los sectores que la integran; notar la importante ponderación
del sector de la construcción:[14]
SECTOR PRODUCTOR DE BIENES
|
CRECIMIENTO ANUAL ACUMULATIVO % 2003-2010
|
Manufactura
|
7 %
|
Construcción
|
11,3 %
|
Agropecuaria
|
3,9 %
|
Pesca y
Minería
|
1 %
|
Otros
Servicios
|
6,8 %
|
Total
|
6,6 %
|
Esta dinámica de crecimiento es compatible con el comportamiento registrado
en la evolución de los asalariados totales por sectores
económicos en el periodo comprendido entre los años 1995 y 2010. Quienes más
crecieron fueron los sectores ligados a los servicios, hoteles, comercio y
restaurantes, casi un 50 % entre puntas, seguidos por la administración
pública, y la construcción, reservándose el menor dinamismo para el sector
manufacturero, levemente superior al verificado.[15]
Evolucion
Asalariados
|
1995
|
1997
|
1999
|
2000
|
2001
|
2003
|
2005
|
2007
|
2009
|
2010
|
Manufacturera
|
100
|
100,5
|
92,3
|
88
|
80
|
82
|
100
|
112
|
102
|
105
|
Construcción
|
100
|
140
|
143
|
121
|
99
|
90
|
130
|
150
|
140
|
135
|
Comercio y
Rest.
|
100
|
108
|
114
|
121
|
112
|
118
|
130
|
150
|
147
|
150
|
Administrac.Púb.
|
100
|
111
|
118
|
105
|
105
|
108
|
112
|
120
|
140
|
140
|
Dada la distribución de la fuerza de trabajo entre
sectores de la economía se observa que mientras en 1996 el sector industrial
incorporaba al 32 % del total de la población empleada en 2008 se había
reducido al 21 %, y en 2010 ese porcentaje alcanzaba al 18 % con volúmenes de
producción industrial mucho mayores a los producidos 15 años atrás. El salto de
la producción industrial en ese período alcanzó al 70 %, indicativo de los
aumentos de productividad alcanzados y de la tasa de explotación obtenida en
igual período. Se observa también un aumento importante en el empleo
alcanzado en los sectores de comercio y servicios quienes emplean casi un
90 % más de fuerza de trabajo comparado con el magro 30% de aumento de la
industria. En el período de la postconvertibilidad 2002-2009 el aumento del
número de trabajadores ligados al comercio y servicios fue mayor que el aumento
registrado en la industria.
Distribución
Empleo Privado Registrado %
|
1996
|
2008
|
Incremento
|
2002/2009
|
Industria
|
32
|
21
|
30%
|
+ 30%
|
Comercio
|
19
|
24
|
90%
|
+ 610%
|
Servicios
|
49
|
55
|
90%
|
+ 47%
|
En el año 2010 se advertía la siguiente distribución del empleo en la
economía.[16]
Distribución
Empleo Privado
|
2010
|
Sector
Industrial
|
14,18
|
Sector
Construcción
|
6,64
|
Sector
Comercio
|
18,71
|
Sector
Público
|
10,64
|
El empleo manufacturero crece en la post
convertibilidad - del 2002 al 2008- a una tasa del 7,5 % mientras que para la
misma época el sector servicios lo hacía a una del 7,3 % (5% en la época de la
convertibilidad). Se debe destacar que el incremento del número de ocupados
crece a un ritmo mayor en el período 2002-2006 que en el período 2007-2010,
donde se observa un menor ritmo de crecimiento, indicativo de los cambios
alcanzados en la elasticidad empleo/PIB.[17]
En síntesis, si se toman los periodos pre
y post convertibilidad se observa una disminución en el porcentaje del
empleo perteneciente a la industria a expensas de los aumentos observados
en los sectores de comercio y servicios, ampliándose la brecha de empleabilidad
de cada uno de estos sectores, fenómeno indicativo de la continuidad y
profundización del régimen de acumulación iniciado en los 90´s. Es decir,
en el gobierno kirchnerista no hubo cambios en el modelo productivo o en la
estructura productiva sino, más bien, absorción de mano de obra nueva y
consolidación de una estructura productiva. Nos referimos acá a los 2,7
millones nuevos puestos de trabajo generados durante 2002-2006. En el período
2002-2006 la construcción fue responsable del 19,3 % de la generación de
empleo, el comercio del 18,7 %, las actividades empresariales, inmobiliarias y
de alquiler del 17 %, la industria manufacturera del 15,6 % y los
servicios comunitarios, sociales, personales del 12,8 %.[18]
Es posible observar que las actividades que aparecen como más dinámicas en
términos de creación de empleos coinciden con las ramas que se comportan
también más dinámicamente a nivel país: Servicios Financieros, Sociales, Inmobiliarias,
Construcción, Manufacturas.
Un dato relevante muestra que entre 1993
y 2006 el sector que tiene mayor incidencia en la creación del empleo es el de
enseñanza, servicios sociales y de salud, con 756.000 puestos de trabajo,
provocando un aumento del 46,3 % de empleos en el sector y una
participación del 23,5 % en el empleo total generado del
período. Las actividades inmobiliarias y de alquiler le sigue con 600.000
puestos de trabajo, 84,34 % mayor de empleo en el sector y 18,5 %
de incidencia en el empleo total; la construcción asociado al boom que la
acompañó con 433.000 puestos nuevos, un 46,53 % de aumento de empleos en el
sector y con un 13,4 % de responsabilidad en el empleo total
del período. En el mismo período la industria manufacturera generó 41000
puestos de trabajo con una incidencia de 2 % más de empleos y un aporte del 1,3 %
sobre el total. Las actividades de servicios comunitarios, sociales y
personales con un 30% y 14,3 % respectivamente.[19] La
escasa participación del sector manufacturero en la generación de empleo se
asienta también en que aproximadamente el 60 % de la producción industrial
tiene componentes importados. Entre 1993 y 2006 el sector industrial creó menos
de 43.000 puestos de trabajo[20],
lo que da una idea del nivel de globalización alcanzado por el sector manufacturero
argentino en esos años.
En el proceso de recuperación de la crisis del
2009, el empleo público jugó un papel importante. Los asalariados en ese sector
en el 1º trimestre del 2010 superaban en un 14 % al de igual época del 2008,
duplicando, con relación al sector privado, la cantidad de puestos de trabajo
generados en este período.[21] Se
observa también que el ritmo de la creación de empleos fue disminuyendo con el
avance del proceso de la post convertibilidad. En el año 2003 se crearon el
48,7 % de los empleos totales, 1.450.000. En los cuatro primeros años se
concentró el 71,4 % del total de nuevos empleos generados hasta fines del 2011,
4.185.000. Si en el período 2003-2006 el promedio de empleos generados fue de
747.000 en el periodo 2007-2011 llegó a 239.000.[22]
Por lo demás, entre 1991 y 2001 se
observa una mejora en el perfil educativo de los asalariados en general
con un incremento de participación de los trabajadores con nivel educativo
alto (estudios superiores y/o universitarios), en consonancia con una
fuerza de trabajo más acorde a un capitalismo cognitivo.[23]
Podemos concluir, a partir de la
distribución del empleo en el período 2003-2010, que nos encontramos frente a
la profundización de un proceso estructural, propio del nuevo
capitalismo, donde resulta infructuoso atribuir al kirchnerismo déficit en sus
políticas económicas de apuesta a la "reindustrialización nacional".
Es decir, más allá de los intentos oficiales por pretender reposicionar a la industria
en el lugar que tuviera en la década de los 70´s, y del autoconvencimiento que
se expresa en la "historia oficial", acerca de la
reindustrialización, la inclusión social y la recuperación de la soberanía
estatal, asistimos, como signo de época, a un proceso de acumulación de capital
de nuevo tipo con continuidades y discontinuidades marcadas con el régimen
precedente. Continuidad en tanto nos movemos aún en el marco de las relaciones
capitalistas de producción; discontinuidad porque la naturaleza del proceso de
acumulación tiende a dejar atrás la producción material de tipo
fordista-taylorista, mientras crece la producción basada en el conocimiento.
Donde las relaciones económico industriales fordistas han sido reemplazadas por
otras cuyo objeto de intercambio, acumulación y valorización se asienta en las
facultades vitales de los seres humanos. Donde el poder del capital se
transforma en biopoder y donde la sociedad disciplinaria se transforma en
la sociedad del control. En esa perspectiva el capital y su biopolítica
intentan ordenar la vida de los seres humanos mediante nuevos dispositivos de
coerción y de control que presuponen el paso a la subsunción total de la vida
por el capital. Donde el proceso de valorización ya no se funda sobre la
existencia de una actividad laboral singular, homogénea, definida de manera
unívoca, sino que reconoce ahora un fuerte contenido de naturaleza
afectiva y cognitiva, el desarrollo de un trabajo interdependiente, donde la
subjetividad, es decir la vida misma de los individuos, se constituye en la
base real del proceso de valorización. Este es el contexto general del
capitalismo contemporáneo, que modela el caso argentino donde la producción
adquiere nuevas modalidades y la explotación nuevas formas. En este proceso de
fuerte subjetivación de la fuerza de trabajo, el capital demanda a la fuerza de
trabajo cada vez más iniciativa, autonomía, disciplina, autocontrol,
involucramiento, responsabilidad y lealtad hacia la empresa.
Tercerización-Trabajo autónomo.
Durante la época de la convertibilidad,
auge del neoliberalismo, se asiste a un importante proceso de tercerización y
subcontratación encarado por las empresas de mayores dimensiones, provocando
que muchas tareas que anteriormente se realizaban en el interior de las
unidades productivas pasaran a realizarse en otros ámbitos. Cobran también
importancia las consultoras, la tercerización, la “externalización” de los
trabajos y el trabajo autónomo. A finales de los 90´s Sergio Bologna[24] había
acuñado la categoría “trabajador autónomo de segunda generación” para dar
cuenta de las nuevas subjetividades laborales que iban más allá de la típica
figura del asalariado fordista, al incorporar nuevos tipos de contrato que
rompían con la dicotomía trabajador dependiente-independiente. El trabajador
autónomo de primera generación, propio de la época fordista, estaba relacionado
con las actividades artesanales y/o de prestación de servicios para
el consumo, corazón de aquella pequeña burguesía sometida a los conflictos de
fábrica. La principal preocupación de Bologna en aquella época era la de comprender
y analizar la nueva cadena de comando del capital en momentos en que la
centralidad de la fábrica se debilitaba y comenzaba a expandirse en el terreno
social. El trabajo autónomo de segunda generación se convertía en una actividad
funcional a la nueva empresa al adoptar un nuevo modelo organizativo acorde a
una estructura en red. El conflicto capital-trabajo adquiría una nueva forma
mientras comenzaba un proceso de fragmentación del propio trabajo y de su
subjetividad, acorde a la reestructuración e informatización del aparato
productivo. Del trabajo dependiente, sindicalizado, con representación y
homogéneo se pasa al trabajo autónomo formalmente independiente dirigido y
controlado fuera de toda norma y regla sindical. Los trabajadores por cuenta propia
alcanzaban en 2010 el 22 % de la fuerza de trabajo empleada, valores no muy
diferentes a los de 1987 que totalizaban casi un 20 %.[25]
Tipo de trabajador-2010
|
Porcentajes
|
Trabajador
marginal
|
12
|
Cuenta
propista
|
22
|
Asalariado
calificado
|
52,5
|
Pequeños
patrones
|
2,2
|
Clases
servicios
|
11,3
|
Se observa que los trabajadores por cuenta propia alcanzaban casi
al 35% de la fuerza de trabajo, si se suman los propiamente cuentapropistas y
los trabajadores marginales. Según los sectores de la economía, los tipos de trabajadores se distribuían en:[26]
Tipo de
Trabajador
|
Sector
publico
|
Sector
Formal
|
Sector
informal
|
Cuenta
Propistas
|
16
|
30
|
54
|
Asalariados
calificados
|
20
|
36
|
44
|
En 2010 uno de cada tres trabajadores
del sector formal era trabajador por cuenta propia. Esta proporción es también
la de los asalariados calificados, lo que indica el peso del trabajo autónomo
en el sector formal de la economía. Sin embargo, se debe tener en cuenta que el
sector cuentapropista es muy heterogéneo. Así, para la misma época, el sector
profesional representa el 11 % del total; un 76 % corresponde a oficios,
asociados a posiciones ocupacionales calificadas, y un 13 % a trabajos de subsistencia.[27]
El proceso de tercerización
anotado promovió el crecimiento de las empresas de trabajo temporario ETT o de
servicios eventuales ESE, para cubrir tareas temporarias ante picos eventuales
de trabajo así como el desarrollo de tareas permanentes, propias de la
actividad normal de las empresas, apoyado en el proceso de externalización de
los trabajos. Se estableció así una relación salarial triangular que disminuyó
el poder individual de la contratación individual frente a su verdadero
empleador, que era en realidad la ETT, una de las formas de precarización del
empleo.
Si incorporamos el dato de que sólo el 28 % de
la fuerza de trabajo está sindicalizada, para las que las modalidades de
trabajo se rigen por convenciones colectivas de trabajo, se concluye que el
trabajo autónomo se perfila como una modalidad de trabajo permanente y en
ascenso en el capitalismo contemporáneo de nuestro país. Las últimas revueltas
populares son indicativas de la presencia de un nuevo sujeto político en las
calles. Todo indica que, en consonancia con lo que ocurre a nivel global,
desde Seattle en adelante, nos encontramos frente a un nuevo sujeto político,
formas de subjetividad política que al renovarse proponen nuevos escenarios de
confrontación, de articulación y de intervención absolutamente novedosos.
Precarización clásica-Nueva precarización.
Tradicionalmente la precarización laboral se ha
asociado a: 1) el empleo que no reúne las condiciones de estabilidad, seguridad
y protección adecuadas; es decir duración y permanencia de los contratos de
trabajo, trabajo a tiempo determinado, así como a diferentes tipos de
protección. 2) la informalidad, es decir a las condiciones de trabajo agravadas
por diferentes características en las unidades de trabajo. 3) el trabajo en
“negro” o trabajo no registrado. En este caso se trata de una desprotección extrema,
ya que los trabajadores en “negro” no están cubiertos por la legislación
laboral, pudiendo incluso carecer de los aportes a la seguridad social. Se
trata de la forma clásica más grave de precarización del trabajo.
Si bien históricamente la precarización laboral
ha buscado disminuir los costos laborales, en el capitalismo contemporáneo la
precarización adquiere un contenido y un justificativo diferente, acorde a la
modalidad de empleo/trabajo englobada bajo el calificativo de trabajo cognitivo.
En este sentido la precarización ha ampliado sus fronteras Incorporando, en
este caso, a empleados en relación de dependencia no inscriptos
legalmente, ni cubiertos por la seguridad social y sin aportes jubilatorios.
El fenómeno de la precarización fragmenta el colectivo
de trabajo y dificulta la construcción de pertenencias en la medida que cada
categoría de trabajadores precarios se rige por normativas diferentes. Según
Cynthia Polak la precariedad laboral puede ser definida "como una inserción
endeble de los asalariados en el sistema productivo"; se trata de trabajos
intermitentes, temporarios a tiempo parcial, sin garantías de estabilidad, ni
preaviso e indemnización en caso de despido. La informalidad es diferente de la
precariedad ya que la precariedad puede ser propia de trabajos formales o de
trabajos informales.
Hasta hace poco era usual que los trabajadores
precarios tuvieran baja calificación profesional, tratándose muchas veces de
quienes se encontraban al final de su vida activa, de inmigrantes, de mujeres,
de jefes de hogar etc. En estos días, la precariedad es propia del sector de
los servicios privados más que del sector de la producción de bienes y se
encuentra asociada a una demanda de trabajo del tipo de contratos a plazo fijo
o de tiempo parcial, impactando también sobre los ritmos de vida familiar. Ante
el trabajo precario el asalariado recurre al multiempleo o pluriempleo
aceptando más trabajo precario o contratos por actividad (trabajando
sucesivamente para varios empleadores) o a los ofrecidos por las ESE o la
ETT. Ya no se trata de la precariedad asociada al trabajo. O a una
precarización ligada a las condiciones laborales. En el capitalismo
contemporáneo al prevalecer el individualismo contractual la precariedad se
transforma en precariedad existencial. En el posfordismo, debido a la
configuración que adopta la relación trabajo/vida, la precariedad ya no
es un estado que se encuentra exclusivamente en el ámbito laboral, sino que se
ha extendido a toda la vida, y no como un estado pasajero o provisional, sino
como una forma constante «de incertidumbre permanente que afecta a la inmensa
mayoría de la población, ya sea de forma patente o latente (como una amenaza).[28] Por
ello es que la precariedad es condición estructural interna de la relación capital-trabajo; es subjetiva ya
que se relaciona de manera directa con la percepción del individuo; y es
finalmente existencial porque está presente en todas las
actividades del individuo. También es generalizada en la medida que toda
relación laboral puede rápidamente volverse inestable y efectivamente precaria.[29] Se
trata de una precariedad asociada a un mundo laboral que aparece cada vez más
fragmentado no sólo desde el punto de vista jurídico sino también desde lo
cualitativo-subjetivo. El trabajador industrial ha cedido su lugar a una
multitud de figuras atípicas, precarias, dependientes, para subordinadas,[30] autónomas
cuya capacidad organizativa y representativa está más vinculada al predominio
de la contratación individual. La clásica estructura sindical fordista se ha
mostrado incapaz de adaptarse a los nuevos cambios. Los intentos de
recuperar esta capacidad, fundada en la estrategia de concertación, han
mostrado sus límites, mientras se ha desnaturalizado el rol del sindicato para
representar los intereses de los trabajadores en las instituciones de control y
sometido frente a los intereses empresariales, hoy bajo el paraguas de la
compatibilidad económica dictada por la nueva jerarquía internacional.
La precariedad hoy en día significa escasez,
debilidad e intermitencia de los ingresos, de los derechos, de los proyectos,
de las expectativas de vida, etcétera, pero también: «acumulación de múltiples
saberes, conocimientos y capacidades a través de experiencias laborales y
vitales en permanente construcción y, sobre todo, aspectos ambivalentes como
movilidad y flexibilidad que se derivan de la contratación individual.
Se puede asimismo conocer la importancia del empleo precario en la década
neoliberal a partir de su incidencia en los cambios en el número de empleos. En
efecto, el cuadro siguiente revela el importante crecimiento de la
precarización laboral en ese período. [31]
Nº
Asalariados 1991-2001
|
Cambio
Total
|
No
Precarios
|
Precarios
|
Manufactura
|
-32 %
|
-28,5 %
|
- 3,5 %
|
Construcción
|
-9,9%
|
-15,3%
|
5,4%
|
Comercio
|
21,5%
|
5,6%
|
15,9%
|
Transporte
y Svcios Conexos
|
38,9%
|
-
|
38,9%
|
Svcios
Financieros e Inmobi.
|
26,7%
|
19,6%
|
7,1%
|
Administ.
Pública
|
27,4%
|
4,0%
|
23,4%
|
Enseñanza,
Svcios Soc.
Svcio
Doméstico
Otros
|
23,2%
28,3%
1,9%
|
15,1%
-1,1%
3,5%
|
8,1%
29,4%
-1,6%
|
Total
|
8,9 %
|
-24%
|
11,3%
|
A nivel
global, si en 1991 el porcentaje de asalariados precarios era superior al 30 %,
en 2001 esa cifra llegará al 38 %, un 25 % más en los 10 años subsiguientes. [32] Esta
tendencia se mantendrá durante el gobierno kirchnerista, donde, a pesar de la
generación de nuevos puestos de trabajo -cerca de cuatro millones,-la
precariedad sobre el total del empleo se muestra elevada.
Trabajo no
registrado [33]
|
2003
|
2005
|
2007
|
Serv. Com, Personal, Svcio Domest
|
75,8
|
74,6
|
65,6
|
Agricultura-Ganadería
|
69,3
|
63,2
|
60,9
|
Construcción
|
68,4
|
63,4
|
57,6
|
Hotel-Restaurante
|
53,2
|
50,2
|
49,6
|
Transporte
|
53,8
|
49,9
|
48,2
|
Comercio
|
51,7
|
46,7
|
44,6
|
Total
|
40,8
|
39,4
|
36,5
|
Minas y
Canteras
|
33,4
|
30,2
|
32,4
|
Manufactura
|
34,9
|
33,1
|
30,5
|
Inmobiliaria
|
26,8
|
23,3
|
19,5
|
Pesca
|
17,4
|
17,5
|
19,1
|
Enseñanza,
Svcio Social, Salud
|
11,6
|
12
|
11,1
|
Intermediación
Financiera
|
8,7
|
9,3
|
9,8
|
El comportamiento del trabajo precario no registró un patrón diferente al
de la década del 90. Si se toma la industria manufacturera en el primer
semestre del 2010, los trabajadores precarizados eran el 30 % de los empleados,
siendo un 6 % más que en 1995. En el periodo post convertibilidad el
crecimiento del trabajo precario siguió al crecimiento del empleo total hasta
fines del 2006. En el sector de la construcción el fenómeno de la precariedad
se agudiza: si en 1995 los precarios eran el 55 % de los trabajadores totales
del sector, en 2010 llegaron al 62 %. Por su parte en la rama del
comercio, si en 1995 los precarios eran el 55 % del total, ese porcentaje se
mantiene en 2010. Un comportamiento similar se registra en el sector de la
administración pública. El conjunto de los sectores mencionados, manufactura,
construcción, comercio y administración pública alcanzaron al 50 % del empleo
total en 2010.
Durante los años siguientes a la convertibilidad la
creación de empleo asalariado estuvo sostenida por la creación de empleos no
registrados. Si en la década de los 90`s la proporción del empleo asalariado no
registrado o en “negro” era el 34 %, en la década del nuevo milenio esa
proporción creció al 42%. En Argentina el proceso de precarización se agrava
dado que muchas veces el salario devengado se encuentra por debajo del
Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM). Así en el área del trabajo no
registrado los salarios eran el 70 % de los salarios formales y en blanco; por
lo que en numerosas ocasiones los trabajadores precarizados lo eran en virtud
del reducido salario percibido, como fue el caso del Plan social Argentina
Trabaja. Veamos. En la segunda mitad del 2009 el gobierno kirchnerista creó el
Programa social Argentina Trabaja como manera de promocionar la inclusión
social a través de la "generación de puestos de trabajo genuinos con
igualdad de oportunidades". Se promovieron las cooperativas de trabajo
entre los desocupados para la realización de trabajos de infraestructura a
cambio de ingresos monetarios. Ingresos que al mantenerse constantes hasta mayo
de 2012, representaron un importante deterioro del poder adquisitivo ante tasas
inflacionarias anuales del orden del 20 al 25 %. Los aumentos de mayo del 2012
no solo no alcanzaron a cubrir el deterioro inflacionario, sino que fueron
selectivos: solo se otorgaron a las cooperativas “amigas” de los intendentes
del conurbano, generando resistencia y movilizaciones.[34] En
este contexto, la política social del kirchnerismo, lejos de combatir y
erradicar la precarización, muchas veces la profundiza y extiende.
Finalmente, en el cuarto trimestre del año 2011 la
fuerza laboral precarizada que llegaba al 53 %, se componía de la siguiente
manera: un 35% respondía a la modalidad precaria; el 18 % restante a la
modalidad precaria por ingresos (salarios por debajo de salario mínimo, vital y
móvil –SMVM-). En el año de mayor crecimiento del empleo, 2003, 1.500.000
nuevos empleos - 40% del total de los empleos generados en el kirchnerismo-, el
74,5 % fueron precarios sobre el total ocupado y 85 % sobre el total de
asalariados.
Si se comparan el período neoliberal y la época
kirchnerista no se observan cambios sustantivos en lo referido a los
porcentajes de precarización del trabajo. Todo indica que la precarización
laboral, antes que presentarse como un fenómeno pasajero asociado a determinadas
políticas gubernamentales, se manifiesta como una característica estructural,
propia de un capitalismo de nuevo tipo que comenzara a desarrollarse en nuestro
país a mediados de la década de los 70´s para consolidarse en el nuevo
milenio.
C- Estudio de caso: las luchas en el sector salud en Córdoba.
El sistema de salud en Argentina
El sector de la salud no escapó al proceso de
privatización impulsado por las políticas neoliberales de los 90`s. Las
condiciones políticas que garantizaron la viabilidad de estas transformaciones
se asentaron en los efectos desmovilizadores que tuvo en la sociedad civil el
Terror de Estado ejercido
durante la última dictadura militar (que
dejó un saldo de 30.000 desaparecidos) y el Terror Económico de la hiperinflación de
1989. En este contexto fue posible que el comando del capital financiero
pudiera fijar con facilidad los aspectos sustantivos de las políticas del
Estado bajo condiciones de gobierno democrático,
mientras el partido gobernante, el peronismo- de origen y tradición populista y
con fuerte raigambre en el sindicalismo sobreviviente
a la dictadura-,
garantizaba el consenso y la gobernabilidad.[35] El
actual sistema de salud en la Argentina está constituido, luego de la reforma
de los años 90`s, por tres grandes actores: 1-las Obras sociales,
surgidas en 1970, basadas en el principio de la solidaridad grupal,
pertenecientes a los sindicatos, que cubren a los afiliados sindicales con las
reformas que se mencionan más abajo; 2- la medicina privada prepaga, que
naciera en el proceso de mercantilización de la salud, en los años 90`s; 3- el
sistema de salud estatal cubierto a nivel de hospitales nacionales,
provinciales y municipales. Por otra parte el sector salud es un área que
convocó, y convoca, intereses y actores de envergadura con una población
predominantemente urbana, con hábitos de utilización de servicios médicos y
alto nivel de consumo de
medicamentos lo que ha configurado de por sí un mercado importante dentro del
sector servicios para prestadores tradicionales, confederaciones profesionales
y de clínicas y sanatorios, e industria químico
farmacéutica.
La principal estrategia de reforma del Sistema de
salud fue la desregulación de las Obras Sociales. En los supuestos formulados
por los reformadores, la puesta en marcha de un proceso de libre elección
(principio de la soberanía del consumidor) por parte de los beneficiarios de
esas entidades –hasta ese momento cautivos de la institución administrada por
el sindicato correspondiente a la actividad laboral del agente–, estimularía a
estas organizaciones a mejorar la calidad de su cobertura y llevaría en el
mediano plazo a la concentración de los afiliados en un número menor de obras
sociales. De los tres sectores, las Obras Sociales han sido un actor de peso en
las decisiones del sector. Ya desde sus orígenes comenzaron a contratar
masivamente los servicios en el sector privado, constituyéndose en las
principales promotoras de su desarrollo. Se
estima que, desde su creación, las Obras Sociales habrían girado al sector
privado una suma equivalente a 10 veces la deuda externa argentina,
lo que habla de la estrecha relación entre el desarrollo de la salud privada y
los aportes de los afiliados sindicales. Una de las estrategias de penetración
en el mercado de la seguridad social adoptadas por las empresas de medicina
prepaga fue la realización de acuerdos con algunas obras sociales a partir de
los cuales éstas les transfirieron las contribuciones obligatorias de sus
beneficiarios. Las empresas prepagas administran esas contribuciones en las
mismas condiciones que las primas pagadas por sus afiliados, incorporando a los
beneficiarios de las obras sociales a diferentes planes conforme sus niveles de
aporte y su disposición a realizar pagos extra. Este mecanismo, que se difundió
a partir de 1997, destruyó el sistema de subsidios cruzados entre beneficiarios
con diferentes niveles de ingreso en el interior de la misma obra social.
Aquellos con mayor capacidad de pago suscribieron los planes ofrecidos por la
prepaga, mientras el resto recibe un plan acorde a sus niveles de ingreso, con
la consiguiente reducción de las dimensiones del pool de riesgo. La decisión de
desregular el sistema de obras sociales y la fallida propuesta de incorporar,
como entidades receptoras de contribuciones de seguridad social, a las empresas
de medicina prepaga también indujeron nuevas estrategias en diferentes actores
del sistema, transformando paulatinamente el escenario político sectorial.
La reforma del sistema de salud agudizó la brecha
entre ricos y pobres, al consolidar un sistema de salud que ya de por sí
arrastraba diferencias sustantivas. Así se observa que hasta fines de la
convertibilidad la evolución del gasto solidario (sector público más el de
Obras sociales) no había acompañado el ritmo de crecimiento de la riqueza.
Tendencia a la inequidad que se manifestó también en la inflación en el área de
salud, muy superior al incremento del costo de vida
durante la convertibilidad. Basta recordar que los servicios de salud figuran
entre los 10 rubros que tuvieron mayor inflación desde la aplicación del plan de
Convertibilidad (1991) hasta su finalización (2001). Mientras la moneda
permanecía estable, el encarecimiento de los servicios de salud fue del 110,2%.[36] Durante
todo este tiempo la masa de capitales que recaudara el sistema de Obras
Sociales concitó la entrada de nuevos actores. Si en los 80 el mercado médico
cedió ante los mercados farmacéuticos
y clínico-sanatoriales, esta distribución se
alteró por la entrada de bancos y
aseguradoras, cuyo interés estriba
en la captación de fondos sociales para transferirlos al mercado financiero de
capitales, siguiendo la misma lógica de las privatización de las jubilaciones.
La desregulación de las obras sociales, estuvo acompañada por una disposición
que las obligaba a pagar los servicios que sus beneficiarios demandaran
en los hospitales del subsistema público; disposición que se completó con la
creación de la figura del Hospital de Autogestión. La norma autorizaba a los
hospitales que se inscribieran en el respectivo registro a complementar sus
ingresos cobrando los servicios a las personas con capacidad de pago y con
fondos originados en las contrataciones con empresas de seguro privado de
salud, mutuales y obras sociales.[37] Se
planteó reservar la gratuidad de la atención para personas sin cobertura social
ni posibilidad de pago (indigentes). Además de brindar a los hospitales la
posibilidad de poseer personería jurídica con el fin de lograr autarquía
financiera. Este proceso recibió para su operatividad, préstamos
internacionales. Los ingresos extrapresupuestarios así percibidos serían
administrados directamente por el hospital de autogestión. Mientras se creaba
una estructura de incentivos basada en el reconocimiento de la productividad y
eficiencia del personal. Al mismo tiempo se establecía la descentralización de
la administración de estos hospitales y la integración de redes de servicios.
Por esta medida el Estado Nacional terminó de delegar en las instancias
provinciales y municipales la administración y gestión de los
servicios de salud, sin que se previera una asignación diferencial de recursos para
esa área.
La situación de crisis fiscal a nivel nacional y de
los gobiernos provinciales fue la excusa para desfinanciar el área de la
salud que empeoró sustantivamente con la crisis del 2001. La reducción de
salarios del personal estatal decidido por razones de déficit fiscal, generó
malestar entre los trabajadores del subsistema público, fuertemente
sindicalizados. También se generalizaron las denuncias de falta de insumos en
los hospitales, que vieron aumentada su demanda con la incorporación de grupos
poblacionales que anteriormente acudían a lo servicios privados. En algunas
provincias la agenda de la reforma incluyó, en la segunda mitad de los ‘90, la
propuesta de creación de seguros provinciales de salud.[38] En
la mayor parte de los casos, el mecanismo financiador se otorgaba sobre la base
de la ampliación de las obras sociales provinciales, que cubrían al
personal ocupado en los organismos del Estado. Ese tipo de estrategia hubiera
significado la cobertura de una fracción importante de la población provincial
(personal del Estado, afiliados voluntarios e indigentes) en una sola caja y, de
tener éxito, podría haber estimulado una federalización de la cobertura de las
obras sociales. Hasta aquí, a grandes rasgos, las reformas introducidas en el
sector salud.
El conflicto del sector salud en Córdoba
A finales de setiembre del 2011 los
trabajadores de la salud nucleados en la Unión de Trabajadores de la Salud,
delegados afiliados a la Asociación Trabajadores del Estado-Central de
Trabajadores Argentinos (ATE-CTA) y el Sindicato de Empleados Públicos
(SEP) de la provincia de Córdoba solicitaron al gobierno de la provincia
aumento salarial, rechazado por las autoridades, quienes adujeron que el
aumento acordado anteriormente lo había sido para el periodo anual en curso. De
todos los agrupamientos de trabajadores, solamente el SEP estaba en condiciones
de negociar de acuerdo a las normas laborales establecidas en tanto institución
reconocida para firmar la Convención Colectiva de Trabajo. La Unión de
Trabajadores de la Salud formada por activistas y empleados del área de la
salud pública se había constituido como oposición al gremio del SEP en el año
2005, a raíz de otro conflicto salarial dejado igualmente de lado por el
sindicato oficialista. Similar origen tuvieron los delegados de ATE-CTA
alineados con la CTA nacional, organización general de trabajadores nacional,
plural, basada en afiliaciones individuales y opositora al gobierno
kirchnerista. En esa ocasión se formó también, gracias a la conjunción de ambos
nucleamientos, el movimiento de autoconvocados que le
proporcionó horizontalidad y democracia a la lucha de esa época. Las nuevas
formas de empleo (muchas de ellas vinculadas a la externalización y a la
deslocalización, a la extensión del trabajo autónomo y de los contratos por
obra o servicio, a la estructura empresarial descentralizada y miniaturizada o
a la multiplicación incesante de las variaciones en los tipos de contrato)
provocó la disolución del lugar de negociación, volviendo el momento
contractual indeterminable, mientras el sistema de derechos y obligaciones se
definía en el andar, dificultando enormemente la formulación de esta gramática.
En ese contexto el convenio colectivo de trabajo, para quienes lo tienen
incluso sectorizado, se volvía una anécdota que chocaba una y otra vez con la
racionalidad de la actividad.
Sin embargo, se trataba ahora de un
conflicto que excedía largamente el problema salarial, relacionado con un
importante deterioro de los servicios de salud pública, sumado a una política
errática del gobierno y a la complacencia con las políticas oficiales del SEP
reacio a atender el reclamo de los trabajadores del área. La distancia
que tomó el SEP con el conflicto generó una rápida movilización de las bases,
mientras se conformaban múltiples colectivos de trabajadores quienes tendrían
todo el peso de la lucha. Así se construyó la Asamblea Interhospitalaria que
nucleó, en el momento de mayor tensión, a 26 hospitales públicos. La Asamblea
Interhospitalaria, integrada por trabajadores de los Hospitales San Roque,
Rawson, Hospital de Niños y Maternidad Provincial, unificó su accionar con la
UTS y ATE desplazando a la representación oficial del SEP. Exigió,
además de las reformas salariales, mayores recursos humanos, suministros y
equipamientos, así como formar parte de la mesa de diálogo con las autoridades
provinciales. El inicio de las medidas también generó la ruptura de un grupo de
médicos de la UTS que deciden conformar “Médicos Unidos” (anestesistas y
obstetras). Con el conflicto en desarrollo pero estancado por la negativa
gubernamental, las demandas se limitaron y simplificaron (aunque pocas veces
lograron unificarse) bajo el pedido de reapertura de la mesa de negociación
salarial, el reclamo de una mejora en los haberes cercana a los $5600 (tomando
como referencia la canasta para una familia tipo que publica la CTA), y la
extensión de la figura de “recurso humano crítico” a todos los sectores de la
salud provincial.[39]
La privatización de la salud pública, impulsada
con fuerza durante la época del menemismo, sumado a la negativa oficial de
invertir en el área de salud, había deteriorado el sector a expensas del sector
privado. Así, mientras la medicina privada en Córdoba poseía 22 equipos de
resonancia magnética, el sector público contaba para la época del conflicto
sólo con 2. Mientras en el sector privado existían más de 65 equipos de
tomografía computada, en el público, apenas 6. Por otra parte si en el sector privado
se computaban 44 centros de atención de hemodiálisis, en el sector público
alcanzaba sólo a 1. Similar situación se vivía en radioterapia: en el sector
privado había 5 centros de atención, mientras que en el público sólo 1.[40]
El abandono de la salud pública por el gobierno
condujo a dejar de lado la ley de equipos de salud (permitiendo la elección de
los jefes de servicio sin concursos y con fuerte sesgo político), el llamado a
concurso para la cobertura de cargos full time para los médicos así como la
permanente postergación de los concursos para cubrir los diferentes puestos
laborales, política que alimentó el descontento laboral. A fines del año 2007
el gobernador Schiaretti, en el comienzo de su mandato, había dejado de lado el
Programa de Salud Familiar[41] por
falta de presupuesto; simultáneamente el deterioro de la prestación pública de
saluda generaba una importante transferencia de usuarios hacia el sector
privado. Este fenómeno se agudizó ya que cerca del 40 % de la población en
Córdoba carecía, para la época, de obra social. El fin del Programa de Salud
Familiar impactó profundamente en los sectores más desprotegidos de la
población, fundamentalmente aquella alejada del Gran Córdoba, y, en particular,
la de los habitantes de los departamentos del norte de la provincia. El
programa había tenido logros importantísimos respecto de la reducción de la
mortalidad materna e infantil, en el cuidado de la mujer embarazada y de los
niños durante sus primeros años de vida. El fin del programa afectó a
especialistas de distintas disciplinas, no sólo a médicos, involucrando a una
población más amplia que la de los “barrios ciudades”[42].
El centro de salud no sólo era un espacio para la atención sanitaria, era mucho
más que eso. En ellos se albergaba parte de la memoria del barrio, de la
historia de la gente y de cómo fueron los traslados territoriales, ya que se
trata de profesionales que venían trabajando con los habitantes del barrio
cuando estos vivían a la vera del canal o del río. Los enfermeros, trabajadores
sociales, médicos, etc., la mayoría de ellos con magros salarios y en negro, a
pesar de su alta calificación, no sólo eran quienes podían ofrecer un
panorama sanitario: también narraban verdaderas crónicas personalizadas de las
migraciones internas, muchos de ellos conocían a los vecinos desde que vivían
en las villas. Los mismos vecinos que debían rastrear para hacer el seguimiento
'casa por casa' dada la frecuencia y naturalidad con la que quienes viven en
los “barrios ciudades” se cambian de vivienda. Así una enfermera podía -por
caso- explicar porqué se rompieron los lazos solidarios entre vecinos,
reconocer a los referentes sociales y pelear porque se fomentaran los micro
emprendimientos para los habitantes de lugar. Todo eso, a pesar de que en
muchos casos, la impotencia propia de la gente aislada hiciera foco en los
centros de salud, como si esas estructuras representaran el Estado que los puso
allí. Todavía resuenan las palabras de una de las psicólogas del Programa
de Salud Familiar que graficaba la situación de este modo “Pobres y
marginados junto con (profesionales) precarizados, ¡qué combinación!”. Toda una
verdad en el capitalismo contemporáneo.[43]
Estábamos frente a la generalización de un
modelo de relación laboral dúctil e hiperflexible, que al situar en el cuerpo y
en sus limitaciones el centro del análisis, y por tanto asemejarse más a la
experiencia laboral femenina, situaba sus límites en las fronteras que todo
cuerpo material, psíquica y afectivamente era capaz de construir en el proceso
de confrontación en curso. Se trataba, por tanto, de límites específicos y
diferentes de un sujeto a otro; límites que marcaban el umbral, espacial y
temporal, más allá de los cuales las interacciones con los demás y con las
otras fuerzas se vuelven insostenibles. Por lo tanto, son estos límites los que
garantizaban también la duración del conflicto particular en curso. Dicho
de otra manera, en un momento en que la precariedad generalizada ―pero
experimentada cotidianamente en primera persona― se trasforma en un
elemento estructural de capitalismo contemporáneo, nuestros cuerpos se
constituyen en el primer campo de batalla.
Estamos en presencia de un nuevo ciclo de luchas
cualitativamente diferente a los ciclos de luchas obreras anteriores. Las
nuevas luchas se construyen sobre una coordinación transversal de la acción
reivindicativa política, están envueltas por instancias democráticas que las atraviesan,
son expresión de una manifiesta voluntad de organización desde la base que
expresa la radicalidad de una igualdad reconocida. Las nuevas luchas cuestionan
la vieja relación dialéctica que establecían en el antagonismo con el capital,
en la medida que se desarrollaban dentro y con las reglas de la organización
capitalista del trabajo; al interior y contra el modo de producción. Hoy las
luchas se sitúan por fuera del modo de producción y contra él. En ese
marco, la autonomía es ahora un presupuesto, no un fin. En épocas de producción
biopolítica es posible comprender empíricamente cómo los procesos sociales, sea
que se trate de construcción de respuesta o de alternativa, no se encuentran ya
ceñidos a los antagonismos entre patrones y obreros, sino más bien a procesos
de constitución de subjetividades, a alternativas de organización independiente
de los trabajadores, donde la identificación de los antagonismos parece estar
referenciada más en la identificación de los movimientos y en el significado y
contenido de los nuevos poderes constituyentes. Las características
transversales de los ciclos de lucha presentes y su desarrollo fluctúan entre
momentos de agudos conflictos y otros de largos procesos de sedimentación
ontológica de los resultados organizativos alcanzados. Estas singularidades que
resisten incorporan la producción de subjetividad como invención de sí, sujeto
que resiste en las propias mallas del poder (Foucault)
El conflicto se inició en el Hospital Rawson,
especializado en enfermedades infecciosas, debido que el gobierno decidió re
categorizarlo como institución polivalente[44],
fruto de la aplicación de leyes de “emergencia provincial”. La polivalencia
modificaba de hecho el tipo de actividades que se realizaba, provocando la
pérdida de ciertos beneficios para el personal tales como la doble licencia
anual por trabajo de riesgo (enfermedades infecciosas) y la existencia de un
plus salarial. Es decir, una suerte de precarización laboral encubierta e
intensificación del trabajo.
Asistíamos a la implementación de
procesos que promovían la dislocación de los tiempos y los espacios del trabajo
(en los horarios flexibles, en los de tiempo parcial) cuyos efectos sobre
las unidades de convivencia y las redes de cuidados repercutían lesionando los
lazos afectivos con los mismos pacientes. Se trataba de la incorporación
de cualidades imperceptibles, inherentes a la fuerza de trabajo, difícilmente
estimables, retribuibles o asimilables en términos de su calificación y, por lo
tanto, dificultosamente desagregables en unidades de trabajo simple, a las que
correspondería un determinado valor (la atención personalizada, las capacidades
comunicativas, la empatía, la buena presencia, etc). Fenómenos nuevos que
vuelven casi imposible cuantificar el valor de la fuerza de trabajo dedicado al
cuidado, al care work, o también llamado trabajo
afectivo. Provocando una mayor explotación de la fuerza de trabajo al
estallar la medida del valor de la fuerza de trabajo.
Vulnerabilidad, invisibilidad, disponibilidad permanente y
flexibilidad, todas cualidades históricamente asociadas a los roles femeninos y
a la vida privada, son los que caracterizan las actividades de los trabajadores
de la salud, donde el componente afectivo, relacional y de cuidado juega un rol
central en la actividad específica desarrollada. Es lo que se conoce también como devenir
mujer del trabajo, como las nuevas dimensiones polivalentes y
cualitativas del trabajo. Aunque esta calificación no implica una
correspondencia de relaciones formales, ni semejanza, imitación o
generalización de las condiciones laborales sufridas por las mujeres como
entidad molar, sino, más bien, la idea de transitar un camino hacia nuevas
formas de trabajo molecular.
El conflicto rápidamente derivó en
movilizaciones, marchas, cortes de calles, algunos de ellos masivos [45],
y donde la dirección de las luchas se asentó en la Asamblea Interhospitalaria,
la UTS y los delegados de ATE. El SEP, a pesar de ser el sindicato
oficialmente reconocido para intervenir, se vio rápidamente desplazado por los
activistas y delegados quienes reclamaban sentarse en la mesa de negociaciones.
A pesar que el gobierno reconocía solo al SEP como interlocutor este se vió más
desprestigiado aún porque su secretario General, que integraba la lista de
candidatos oficiales a la Legislatura provincial en las elecciones de octubre
de ese año, asumió una posición vacilante y de manifiesta inoperancia. En
ese contexto los trabajadores de la salud se debatían para conseguir el apoyo
de la sociedad ante la casi segura "institucionalización" de su
secretario general. Práctica por lo demás extendida a nivel del
sindicalismo cordobés.[46] Finalmente
el conflicto terminó en los primeros meses del año 2012, cuando se alcanzó un
acuerdo salarial aunque diferenciado con la totalidad de los sectores
involucrados, médicos, anestesistas, obstetras, enfermeros y turneros.
Con el pasaje del capitalismo fordista al
capitalismo cognitivo la relación social anteriormente unificada en la relación
capitalista tiende a trasladarse y convertirse: de la relación entre fuerza de
trabajo y máquina, entre capital variable y capital constante, como relación
capitalista única, a la relación mente-cuerpo, cerebro-corazón, por un lado, -o
sea devenir enteramente al interior del ser humano-, mientras el capital se
presenta como externo. El uno se ha dividido en dos. Sin embargo, lejos de ser
el capital el que se humaniza, es la vida de los individuos con sus múltiples
singularidades y diferencias la que intenta ser colonizada por el
capital. En ese contexto la productividad del cuerpo y los afectos serán
absolutamente centrales en los nuevos espacios comunicacionales, relacionales y
afectivos para la determinación del valor. Si el biopoder es poder
y comando sobre la vida de quien detenta el poder económico e institucional, la
biopolítica como dimensión propia del trabajo contemporáneo puede ser asumida
en clave antagónica con relación al capital. Política de la vida entendida
como poder constituyente que produce subjetividad
alternativa al biopoder.
La lectura del postfordismo, con la
precariedad y la flexibilidad a cuestas, alimenta la idea de una geografía de
la derrota ante el embate del capital, mientras proyecta ingenuamente en el
horizonte la idea de una vuelta al fordismo. Y conjuntamente con esta idea
nostálgica de extrañamiento, proyecta la posibilidad de reequilibrar la
situación, ya mediante regulaciones estatales, ya mediante medidas
legislativas que doten de un mayor poder a la mano pública.
En ese contexto resulta difícil sustraerse a la tentación de devolverle al
estado todo el peso de la carga para equilibrar la situación de un trabajo a la
intemperie. Simultáneamente resulta cada vez menos probable que la sociedad
postfordista pueda alcanzar ajustes mediante el instrumento de la
reivindicación sindical. Los sindicatos se limitan aún a defender a sus
afiliados que pertenecen en su gran mayoría bien al empleo público, bien a las
grandes empresas. Sin duda que no disponemos de respuesta ante la pregunta ¿qué
hacer entonces? Sí somos conscientes de la necesidad de librarnos de
aquellos esquemas mentales propios del fordismo y dejar de reproducirlos hasta
la saciedad como una letanía, práctica común de la izquierda y del propio
gobierno. En ese aspecto son coincidentes.
[1] Per amore o per forza. Femminilizzazione del lavoro e
biopolitiche del corpo. Cristina Morini. Ombre Corte-Uninomade 2010
[2] Crisis de la clase
media y postfordismo. Sergio Bologna. Akal 2006 - Bioeconomía y
Capitalismo cognitivo. Andrea Fumagalli. Traficantes de Sueños, 2010.
[3] La condizione
precaria come paradigma biopolitico, Andrea Fumagalli en Lavoro
in frantumi, F. Chicchi, E. Leonardi (comp). Ombre Corte-Uninomade 2011.
[6] La these du
capitalisme cognitif. Une mise en perspectiva historique et teorique, Carlo Vercellone, en Les
nouveaux horizons deu capitalisme. Pouvoirs, valeurs et temps, Colletis,
Paulré, editeurs- Economica, Paris, 2008
[10] Scenari, resistenze e
coalizioni del lavoro vivo nel capitalismo contemporaneo. F. Chicchi, Lavoro in frantumi,
op. cit
[11] Ver La dinámca laboral
argentina desde 1995 hasta la actualidad.¿Recuperación sin cambio estructural?.
Monteforte-Pacifico-Jaccoud. IV Jornada de economía crítica Córdoba, Agosto
2011.
[12] La economía argentina de la
postconvertibilidad en tiempos de crisis mundial. N. Arceo, M. González, N.
Mendizábal, E. Basualdo. Cara o Ceca- Bs. As. 2010.
[16] La evolución del empleo en la
Argentina desde la crisis del tequila hasta la actualidad. ¿Cantidad vs calidad?
A. Salvia, E. Donza 10º Congreso ASET.
[17] Ver El empleo en el periodo
2003-2011. Un recorrido por la post convertibilidad. Instituto de
Pensamiento y Políticas Públicas IPYPP. Mayo 2012.
[18] Mercado de trabajo.
Postconvertibilidad-Límites, avances y perspectivas. E. Volguein, D.
Zorattini. 9ª Congreso ASET.
[23] Si Señor. Precarización y flexibilización
laboral en la década de los noventas. N. Bonfiglio-A. Fernandez-6º Congreso
ASET Agosto 2003
[25] A. Salvia, De una sociedad de
clases a una sociedad estamental? Estratificación económica laboral de la
movilidad social en Argentina. Observatorio de la Deuda Social Argentina. UCA.
[31] Heterogeneidades en los mercados
de trabajo locales y políticas económicas. J. Lindenboim-M. Gonzalez en Trabajo
desigualdad y territorio, las consecuencias del neoliberalismo.
[33] El trabajo no registrado como
modalidad límite de precariedad, .J. Neffa en La corrosión del
trabajo, M. Busso y P. Perez compiladores Miño Dávila, CEIL-PIETTE Bs. As.
2009.
[37] Una década de reforma de la
atención médica en Argentina. S. Belmartino- Revista Salud Colectiva, La
Plata, Mayo-Agosto 2005.
[39] La denominación de recurso humano
critico y prioritario se incorporó en el Plan Nacional de la Enfermería
(2008) designando así a las enfermeras, cuyo número resultaba
deficitario, otorgándoles becas para su carrera y cambios curriculares y
formación. Se estimaba que debería haber un médico cada seis enfermeros y es al
revés.
[41] El Programa de Salud Familiar
buscaba cubrir la atención a la salud en zonas pobres de mayor riesgo y alta
vulnerabilidad social, fortaleciendo el primer nivel de atención , mientras
evitaba la llegada de pacientes a los Hospitales de Córdoba, Capital.
[42] Los “barrios ciudades”, conocidos
como “ciudades modernas” remiten a zonas alejadas de los centros urbanos y que
llevan la marca del estigma: el lugar donde viven los villeros. Espacios que
reaseguran que las condiciones que favorecen la marginalidad se reproducirán y
que ésta gente no se mezclará con otra.
[44] El conflicto del sector salud en
Córdoba (set 2011-Feb. 2012)- Observatorio de conflictos en Córdoba. blog
[45] El 25-11-11 se produjeron 15 cortes
simultáneos que inmovilizaron a la ciudad. Indymedia-Córdoba, 27-10-11, citado
en Observatorio conflictos Córdoba. op. cit.
[46] El ex-secretario general de la Unión
de Educadores de la Provincia de Córdoba UEPC, pasó sin escalas intermedias de
Secretario general a Ministro de Educación; la ex-secretaria general del mismo
sindicato pasó a ser la principal referente político del kirchnerismo en la
provincia y ahora diputada nacional; el ex-secretario general del Sindicato
metalmecánico SMATA paso también sin escalas del sindicato a Ministro de
Trabajo de la Provincia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.