El profeta armado de la idea.
Benedetto Vecchi
Un conjunto de ensayos del filósofo francés Alain Badiou aparecieron
en los meses siguientes de la "primavera arabe", las acampadas de los
indignados españoles y de la ocupación de Zuccotti Park en Estados Unidos y
terminaron antes de que Nicolas Sarkozy fuera eyectado del Eliseo para dejar el
puesto al socialista Hollande, candidato de una izquierda sobre la que el
filósofo francés no alberga grandes esperanzas, visto que la considera la
hermana educada de la misma familia neoliberal (El despertar de la historia,
Ponte alla Grazie, pp. 126,).
Se trata de textos nacidos en una contingencia, frente a
los efectos devastadores de la crisis del capitalismo; es decir el único
momento donde es posible pensar la Política, como había subrayado agudamente
Badiou en otro ensayo, dedicado a la Comuna de París. Porque en contingencia
"el uno se divide en dos ”, volviendo posible develar el carácter de clase
de las relaciones sociales y elaborar otro modo de organizar la vida y de tomar
las decisiones atinentes a la res publica. Dicho menos teóricamente, es en este
momento que es posible hablar del comunismo. Parece haber pasado un siglo desde
que estos elementos se ofrecían a la discusión pública, como un antídoto a la
dominante concepción neoliberal de la política, como una indistinta declamación
de opiniones que se disputaban el consenso en el ágora.
El objetivo era contrastar la ideología del fin de la
historia que, como campana de plomo, había caído sobre la sociedad francesa
indiferente, cuando el Eliseo era ocupado por un socialista ambicioso como
Mitterand. Fueron años durante los cuales la práctica teórica de Badiou estaba
centrada en preservar los espacios más altos de la crítica al capitalismo de la
liquidación vulgar que formaban las cabezas del neoliberalismo. El volumen
sobre la Comuna (editado por Cronopio), como también la recopilación sobre el
siglo XX (El siglo, Feltrinelli), el Manifiesto para la filosofía (Feltrinelli)
hasta aquel dedicado a San Pablo (Cronopio) fueron piezas de un mosaico que integraron
una renovada hipótesis comunista (Cronopio) puesta definitivamente al abrigo de
cualquier supuesta concesión al postmodernismo. Recorrido de investigación
llevado a cabo a menudo en soledad, hasta el encuentro con Slavoj Zizek, que
identificó en Badiou al filósofo de la irreducibilidad al capitalismo. Un
recorrido de investigación que tiene una etapa, precisamente en este despertar
de la Historia, que parte de las recientes revueltas para llegar al anuncio que
la idea del comunismo ha renacido de las cenizas. Aunque la génesis de este
renacimiento sigue siendo un misterio, ni queda claro tampoco porqué las calles
tunecinas, egipcias o españolas son realmente expresión de un renovado
comunismo. Más que una filosofía de las nuevas
revueltas mundiales el texto es más bien expresión de una "teología
política" que considera la idea del comunismo inmutable en el tiempo y en
el espacio; así como el capitalismo resulta sin historia, indiferente a los
conflictos, a las revoluciones, a las guerras que determinaron el largo siglo
XX.
La potencia de lo genérico
En el
capítulo de apertura Badiou sostiene que es erróneo hablar de crisis del
marxismo, porque lo del filósofo de Tréveris se trataba de una aguda
"ciencia ficción de la realidad" que sólo en los últimos años ha
encontrado confirmación. Además, agrega, es inútil estudiar cómo el capitalismo
ha cambiado; más bien la crisis y el neoliberalismo solo han puesto en
evidencia la capacidad profética de la "ciencia ficción de la
realidad" marxiana; así como la equivocación de aquellos teóricos que
coquetean con los adjetivos cognitivos, postfordistas o postmodernos para
indicar la historicidad del capitalismo y su capacidad para cambiar las formas
de la explotación. Con un débil respeto hacia el materialismo histórico, que no
es una fórmula matemática que resuelva la ecuación del devenir histórico, sino
un método para el conocimiento de la realidad. La problemática de este libro no
es, sin embargo, la mayor o menor actualidad de Marx, o la necesidad de innovar
en su obra para elaborar un punto de vista adecuado a la realidad presente,
sino postular que el capitalismo es finalmente aquello descrito por Marx en su
realista ciencia ficción. Es a partir de esta cancelación de la historia del
siglo XX que se desprende la lectura llevada a cabo por Badiou sobre las
revueltas mundiales, valorizadas como manifestaciones de la idea,
representaciones también de una perenne "potencia de lo genérico".
El
filósofo francés hace una larga disertación sobre las distintas tipologías de
las revueltas, para salvaguardar una sola, llamada no por casualidad
"revuelta histórica" sólo porque está abierta al Acontecimiento, es
decir, al regreso a la idea comunista. Los otros tipos de revueltas –
inmediatas, latentes— expresan de hecho sólo mecanismos reactivos, "ni
políticos, ni prepolíticos”, de una masa indistinta de "hombres
genéricos", ante formas de injusticia.
Escribiendo
estos textos Badiou ha repasado seguramente las películas de las revueltas en
los banlieues parisinos, en los guetos estadounidenses o en los suburbios
ingleses, consideradas todas revueltas inmediatas, lanzadas contra los símbolos
del poder y que tienen una débil localización –el barrio, precisamente –y que
se propagan por imitación. Estas revueltas tienen una duración limitada en el
tiempo y terminan dejando, como restos de su existencia, sólo las ruinas de los
edificios que los sublevados –la chusma– han destruido o las cáscaras de los
coches quemados. Pero en estas páginas están presentes también las
oportunidades perdidas de los movimientos sociales. En este caso se trata de
las "revueltas latentes", es decir, cuando el movimiento rompe las
compatibilidades impuestas por los sindicatos o los partidos políticos, pero
sin lograr producir algún acontecimiento; sólo oportunidades perdidas. El
tiempo de la revuelta es definido por Badiou como intersticial, es decir, aquel
donde la discontinuidad, en medio de la ruptura revolucionaria, tiene la misma
posibilidad de producirse que la continuidad. Por último, es la vuelta de la
"revuelta histórica”, donde la polaridad entre revuelta y revolución –una
polaridad que el pensamiento crítico ha visto empeñarse entre quienes preferían
la revolución y quienes, más realistamente, sostenían que no hay revolución sin
revuelta – encuentra una solución.
Minorías
proféticas
La
revuelta histórica tiene como inspiración inicial motivos genéricos, así como
genéricos son los hombres y las mujeres que descienden por las calles y entran
en colisión con las fuerzas del orden. Pero, como ha ocurrido en Túnez o en
Egipto, sucede que la rebelión elije un lugar, plaza Tahir en Egipto, para
consolidarse. Es en ese lugar que la masa genérica y sin cuerpo se descubre
pueblo, es decir, sujeto político. Estas son las páginas donde Badiou considera
a la clase como un concepto frío, descriptivo y políticamente irrelevante. Lo
que interesa al filósofo francés es cómo la "potencia de lo
genérico", es decir, de la masa, se mantiene, se preserva por la necesidad
de dar solidez, es decir, continuidad a la revuelta. .Es en esta contingencia que la producción del “Acontecimiento”
es posible gracias a la organización política, que tiene el doble papel de
producir, así como de garantizar la disciplina y la fidelidad del pueblo al
Acontecimiento. Y en esta fase se retoma la figura de la vanguardia, que si
bien es minoritaria, es guardiana de la Verdad porque reafirma la fidelidad a
la Idea, independientemente de las dinámicas al interior de las masas (con un
práctica típicamente académica Badiou pondrá los conceptos que cuentan todos en
mayúsculas). Más allá de la disimulación lingüística que le caracteriza, los
escritos aquí propuestos por Alain Badiou reformulan también aquella lectura
tradicional de la relación entre organización y espontaneidad del movimiento,
donde la centralidad está asignada, en cuanto organización, a la disciplina del
Acontecimiento, señalando una delicada nostalgia por los tiempos cuando todo
era más simple, porque había un partido que producía aquella síntesis no
disponible, ahora, con lo múltiple, es decir, el movimiento. Badiou debe sin
embargo admitir que el partido es una forma política que ya no es sustentable.
Y por tanto se limita a constatar que hay necesidad de dar una nueva forma a la
idea.
Nos
encontramos aquí ante una teología política que hace del comunismo una idea
fuera de la historia, inmanente al ser humano genérico, que se muestra
continuamente traicionada, desterrada, borrada, para luego presentarse toda vez
como irrupción del Acontecimiento. Nada se dice de la derrota del socialismo
real, mientras se consideran como disparates, como retóricos ejercicios vacíos,
los intentos de analizar los cambios de la clase y de los procesos productivos,
es decir, de aquellos agentes a los que siempre se ha destinado la crítica de
la economía política. En otros términos, Badiou invoca el comunismo, pero es
indiferente a quién debería encarnar el conflicto para ello. La única alusión
es precisamente al pueblo, es decir, aquella negación de «lo uno que se divide en dos», operación sin
la cual no hay posibilidad de política. Y negación también de aquella
contingencia que permite precisamente pensar la política. Pensar la política,
ciertamente un rompecabezas que no puede empezar más que con los estilos de
vida, los modos de ser, la subjetividad que se manifiesta dentro del conflicto.
De otra manera se permanece en aquella precisamente detestada no man's land que es la dimensión
"ni política, ni prepolítica" de la sociedad civil.
*Publicado en Il
Manifesto, 18-07-2012.
Traducción César Altamira.
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