domingo, 1 de abril de 2012


Desatar la reducción de la política
Oscar Vega Camacho
(Bolivia)

¿Qué pasa en Bolivia? El cómo explicar la situación política a inicios del 2012 sin caer en la simplicidad del estar a favor o en contra del proceso de cambio o, como a otros les gusta dictaminar, los que están adentro y los que están fuera, por ejemplo, tan reiterado y reprochado en los denominados “bandos”. Lo que sí, queda muy claro, es que hay una necesidad, casi un apuro y una prisa, por delimitar y establecer las líneas y fronteras de la política. O, de manera bulliciosa y, por no decir, evidentemente en gestos y actitudes mediáticas de imponer una manera de la política como única, a la que deben regirse los que “hacen” y “dicen” de la política; como si fuera un cierto tono que pretende autorizar y legitimizar a los modos de la política.
No estoy en contra de la simplicidad y mucho menos cuando se trata de la política. Y no porque sea sencillo, sino porque no es ni puede ser competencia de los que saben o se muestran como los expertos, y mucho menos de los que son autoridades con mandatos políticos. La política no puede ser reducida a competencias y autoridades, o, más bien, cuando es reducida a la expresión de éstos es que no hay política, ya que está sucediendo en otra parte. La escena política es desplazada a la escena mediática, a la disputa por la escena, el protagonismo y el melodrama actoral. La reducción política es el desplazamiento de las cámaras y micrófonos mediáticos para establecer la escena política mediática.
¿Es lo que sucede en Bolivia? Si y no, ya que se puede rastrear los montajes mediáticos para incidir en la vida política pero que tengan los medios de comunicación la capacidad de incidencia para forjar la decisión política no está tan evidente y, mucho menos, tienen la credibilidad y legitimidad en la sociedad. Su desempeño tan ambivalente y tendencioso con el proceso constituyente, que se vive desde el 2000, no tendría el por qué haberse modificado o rectificado, o al menos como los posibles agentes de producción de opinión pública. Aún así, el ámbito mediático es la tentación para las plataformas políticas y de la reducción de la política.
¿Dónde radica la reducción de la política? Si el ámbito mediático es limitado pero necesario, o también podríamos decir: vistoso pero poco efectivo. La aplicación de la reducción de la política se enseña al pretender imponer “una” escena política, como la única, y, de esta manera, atar las acciones y las vivencias sociales a su desempeño y temporalidad como el marco de lo inteligible de la política.
Si podemos caracterizar de una reducción de la política es porque el proceso constituyente boliviano desde sus inicios se expuso como una ampliación de la política, tanto por la multiplicación de sujetos y escenarios como del despliegue de las temporalidades que nos configuran. Por ello, este proceso se autodenominó como democrático y descolonizador, porque es una democratización de la democracia y una descolonización de las formas de poder y dominación. El horizonte de los movimientos sociales e indígenas se fue tejiendo a partir de la construcción de lo común en la sociedad y el fortaleciendo de la pluralidad que lo constituye, por ello, si hablamos de la sociedad es de una sociedad en movimiento, un proceso constituyente para transformar la condición estatal orientado al vivir bien.
Que en la actualidad el proceso constituyente boliviano cuenta con una Constitución Política del Estado, que por primera vez en su historia consultada a los ciudadanos, no significa que finalizó el proceso constituyente, esta sería la versión positivista del derecho que declama la razón de la ley y la fuerza de su ejecución. Es decir, la pretendida conclusión o cierre del proceso constituyente inauguraría un nuevo ciclo de orden político, y consecuentemente sería tarea de abogados y políticos, los profesionales, el darle una forma o atar finalmente su contenido.
Esto es, siempre y cuando, se pretenda desconocer o abstraer la magnitud y la fuerza del proceso constituyente protagonizado por los movimientos sociales e indígenas que desordenaron y desarmaron la política instituida en Bolivia como neoliberal, republicana y colonial. Que en el curso del proceso constituyente se formuló un nuevo texto constitucional a través de la Asamblea Constituyente, que tuvo detractores poderosos y obstáculos violentos como también obstinados revisores y reformistas en el Congreso, y que aún esta pendiente trabajar su historia, testimonios y crónicas para poder evaluar y dimensionar sus efectos y despliegues en la vida y pensamiento político.
 Por ello, justamente, hay que leer la Constitución Política del Estado vigente como un texto programático, es un proyecto político a realizarse, y lo que está en juego es no un tiempo hipotético o utópico sino de su actualización, es decir, su capacidad performativa en el presente. O, como bien dice Boaventura de Sousa Santos, de expandir el presente, no se trataría de esperar un mañana o despertar un pasado sino de construir una temporalidad, o generar las temporalidades, para gestionar y administrar la autodeterminación y autogestión de la sociedad plural. Esto es transformar la condición estatal, es la sociedad que toma como objetivo a través de las formas de democracia –no olvidemos, que se han constitucionalizado tres formas: representativa, participativa y directa, y comunitaria– la construcción de la forma Estado, un Estado plural y pluralista. Entonces es la sociedad en movimiento que constituye a la nueva forma estatal y no son los aparatos estatales los que configurarian la sociedad. Ya sabemos, esto es un escándalo para el pensamiento político tradicional, pero es también porque descoloniza el poder y las formas de pensarlo.
Ante la reducción de la política actual que asistimos, hay que tomar atención y trabajar la política constitucional en curso, es decir, quizás, las configuraciones y transformaciones están dándose en otros escenarios y con otros sujetos, que el escenario tradicional de la política ya sea ha desplazado y se ha diversificado en lugares y temporalidades. No podemos negar la politización de la sociedad, y, si hay dudas, evaluemos en términos de país con el gasolinazo y el tipnis, pero también prestemos atención a los nuevos mapas territoriales de conflictividad y habría que redimensionar las capacidades y los logros locales y comunitarios. Tenemos urgencia de generar nuevas escalas y ensamblajes de la territorialidad, la política y las autoridades.
La tarea más urgente es actualmente posicionar la política constitucional en curso para orientar y delimitar la campaña electoral que está imponiéndose como el escenario prioritario de la reducción de la política. En otras palabras, ante un periodo –este año– de posibles revocatorios de las autoridades elegidas, y me refiero ante todo de las autoridades de las entidades territoriales, a nivel departamental y municipal, y también de la Asamblea Constituyente, es un probable paisaje de trastornos y cambios. Y, por lo tanto, de los vislumbres de las configuraciones y, por qué no, metamorfosis de las fuerzas políticas. Pero, también nos tocará un 2013 de elección de nuevas autoridades y continuará y se profundizará este paisaje político, que debería y podría dar cauce a las elecciones presidenciales el 2014. ¿Pero este es el sentido del proceso constituyente? ¿El protagonismo de los movimientos sociales e indígenas y la construcción de la nueva Constitución Política del Estado son para fines electorales y, por ende, la reducción de la política? O, ¿qué capacidades y potenciales hay para desatar la actual reducción de la política?

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