Los lugares de la lucha de clases: para hacer co-investigación.
Por
COLECTIVO UNINOMADE de ITALIA
1) Es aquí y ahora, en la crisis, que se reabre el campo de la investigación militante sobre el capitalismo y la subjetividad del conflicto. En el capitalismo cognitivo, financiero y globalizado, el conflicto se produce en el heterogéneo terreno de la expropiación del común. Se produce antes bien sobre el territorio, que en las empresas. Sin embargo, los límites establecidos por las luchas durante 2011 (en términos de fuerza vulnerante) también colocaron en la agenda un excedente de conocimiento "situado", respecto a los modos en que ocurre la producción y captura de la riqueza social, y como se transforman en la crisis. De esta manera, se exponen posibles puntos de ruptura a los dispositivos de expropiación. En otras palabras, se trata de analizar como "trabaja el capital", y cómo se trabaja contra él, a partir de los reservorios (las empresas) donde se condensa y es extraído el valor.
El discurso sobre la empresa, para la
izquierda partidaria y el sindicato parece alinearse, por un lado, a la crítica
de los excesos de las finanzas con relación a la economía real. Y, por otra
parte, con los pactos neocorporativos de los años 1970 y los acuerdos
empresariales de los años 1990. Especularmente, del lado del trabajo, el
discurso oscila entre la acrítica defensa de la ocupación productiva (como el
empleo) y la reivindicación por una mejor reglamentación de la situación de
flexibilización del trabajo, para mitigar el impacto de los despidos y del
desempleo (siendo que no tenemos la menor intención de despreciar la resistencia
que oponen los trabajadores formales) Sin embargo es innegable que el doble
chantaje al trabajador –sea a través de la eliminación de la producción formal,
sea a través de la situación de precariedad- son aspectos cruciales para
comprender como hoy el “trabajo” está restringido a seguir al “capital”.
Esta lectura parcial de la izquierda- además
de quedar reducida políticamente a un reclamo moral en nombre de fuerzas
progresivas inexistentes- parace interior al modelo de crisis que ambiciona nada
menos que la restauración de un capitalismo más antiguo basado en el nexo entre
la ganancia y la producción de la riqueza social (“capitalismo productivo”)
base en otras épocas del tradicional capitalismo industrial. Ese nexo fue
desestructurado por las rebeliones de los obreros, de las mujeres y de las
nuevas generaciones producidas en los años 60`s que no estaban más dispuestos a
reproducir la división social y de género en el trabajo, división que soportaba
el modelo de producción capitalista fordista.
Resulta intuitivo comprender, a partir de
estas premisas, porque se hizo necesario atender en estos últimos años a las
nuevas coordenadas de conflicto metropolitanas del trabajo cognitivo y su
producción estructural excedente respecto a sus tradicionales centros de
organización. No se trataba de negar la permanencia de todas las formas
innovativas de explotación (incluso en el ámbito del trabajo intelectual) ni de
realizar una división esquemática entre el trabajo industrial fordista y el
postfordista. Se trata más bien de poner en el centro del discurso no la
subordinación sino la potencia del trabajo vivo cooperativo en el nuevo
capitalismo, tanto dentro como afuera de la empresa. Una potencia que se
asienta en la relevancia alcanzada en la acumulación cognitiva de la cualidad
inalienable del trabajo (el saber, la experiencia, la habilidad, la
afectividad, la capacidad para comunicar, cooperar, imaginar) En el capitalismo
contemporáneo conviven y se alimentan recíprocamente, no sin “conflictos internos”,
formas de acumulación financiera, cognitiva e industrial (e inclusive proto
industrial) que deben ser investigadas a
partir de su interrelación y de su articulación jerárquica. Indicar su
presencia simultánea sin mencionar las relaciones de poder significa de hecho
renunciar a individualizar puntos de crisis y centros de comando que no pueden
ser diluidos en un (inexistente) capitalismo “líquido y horizontal”.
Aquí reside la actualidad de las formas de
investigación sobre las formas de producción/valorización y sobre la
subjetividad del trabajo vivo. Para nosotros la empresa no puede ser pensada
como el bastión contra la financiarización de la economía, ni tampoco, por otro
lado, como forma exclusiva convencional
de la organización y comando del trabajo. La empresa, en el capitalismo
cognitivo, es, antes que todo, una forma de generación
y de corrupción del común, para citar a Commonwealth. Este punto parece importante: para muchas personas
las empresas serían los únicos lugares donde cooperar con otros y participar de
proyectos colectivos, escapando así a una situación individual de aislamiento.
Más precisamente, serían los únicos
lugares que permitirían un acceso, aunque distorsionado, al común.
2) Pero, ¿Qué cosa son hoy las empresas
reales? Atravesadas por una nueva economía del tiempo (que derriba la frontera
entre tiempo de vida y tiempo de trabajo) y del espacio (con la puesta a
producir de la metrópoli y de los
territorios), por la fusión entre ganancia y renta, como por la proliferación
de luchas, ante el agotamiento del nexo fabrica-sociedad, la empresa parece
disolverse como principal productora del valor y lugar de los conflictos.
Aunque esto no significa ceder ante un pensamiento de la indistinción. La
"fábrica metropolitana" del capitalismo financiero,
cognitivo y globalizado precisa, antes que nada, ser investigada en su
materialidad. No se la puede imaginar como una superficie lisa sin obstáculos o
rugosidades, que subsuman la cooperación social, sin actores sociales que se
encuentran en condiciones desfavorables, sin que haya procesos de subsunción de
la cooperación social, manejados por los canales financieros, por las marcas, y
por las redes comerciales. Esos conglomerados deben ser investigados caso por
caso e interpelados en el ámbito de la identificación de los puntos de la
crisis y de ruptura. Es en ese nivel de indagación y análisis, por otra parte,
que se puede plantear la perspectiva de una huelga precaria.
Pero
atención, no se trata de restablecer la jerarquía conceptual entre la fábrica y
la sociedad, entre fronteras que fueron excedidas y desestructuradas por las
luchas obreras y proletarias de los años sesenta y setenta, cuando la
emergencia de una nueva composición de clase que asume la heterogeneidad y las
diferencias como trazo constituyente e irreducible. Aunque en el momento en que
para responder a esas luchas la sociedad fue convertida en una matriz de empresas,
será en su interior donde se rediseñan espacios interiores, incluso flexibles y
transitorios, de producción y de captura del valor con diferentes grados de
intensidad. No se trata repetita iuvant, del centro de una mitológica economía
real. Por el contrario, en los flujos pervasivos de la financiarización real,
la empresa puede funcionar como punto donde se produce y se condensa el valor.
Es este por el contrario un potencial punto de aplicación de la fuerza con
vistas a revolucionar el proceso de valorización. Más allá de las
contradicciones y ambigüedades que a su paso exigen otro punto de
profundización, nos parece que las recientes luchas desde las horcas hasta las
de los autotransportistas demuestran el carácter neurálgico de específicos ganglios
productivos donde, como es el caso de la logística, se combinan conocimientos
complejos, organizaciones flexibles y una explotación ergonómica y mental.
Por
lo tanto, por más potentes que sean los dispositivos de sometimiento ( de
endeudamiento individual o colectivo, de deslocalización, de chantaje sobre la
precariedad y ausencia de renta, de amenazas de despidos) y los dispositivos
patológicos interiorizados en el trabajo vivo, nos esforzamos por volver
visibles proyectos de apropiación del común que no enfrentan este nudo, es
decir las nuevas formas de extracción del valor. Aclaremos: en la medida que la
producción deviene común el emprendedor schumpeteriano desaparece: ahora el
capital debe capturar en el valle lo que cada vez menos consigue hacerlo aguas
arriba. Aquí es, desde el punto de vista de una autonomización tendencial de la
cooperación social, donde se observan las mutaciones relativas de la
forma-empresa: en su acepción más amplia, ella deviene máquina organizada para
la captura de la valorización social, para la governance de la economía de la
educación y de las redes, que remunera a los captores de manera directa
(salario adecuado, gratificación, opción para las acciones, bonos) e indirectos
(prestigio, status, y más en este sentido) Sin romper esa máquina, las
instancias de liberación, éxodo y socialización se arriesgan a ser reabsorbidas
continuamente. La ruptura de la máquina de captura resulta ser el pasaje
fundamental, aunque no suficiente, para la apropiación del común y, en consecuencia,
crear una nueva institucionalidad.
3) Esa tendencia debe ser situada en la
materialidad de los procesos impuestos por el devenir de la crisis. Nos obliga
nuevamente a focalizarnos en la trama de la acumulación financiera, cognitiva e
industrial como modos peculiares de extracción del plusvalor y de la
explotación. Sea para comprender la actual configuración productiva, sea para
captar las transformaciones. Sobre todo, para individualizar en la
reestructuración del capitalismo los terrenos posibles de respuesta y de
contrasubjetivación.
Un
primer campo de investigación a encarar está referido a ls producción de los
servicios colectivos y del welfare (seguridad social, bienestar social) No sólo
porque han sido objetos de recortes, sino también en virtud de los procesos de
privatización realizados y pretendidos. Configúranse hoy como importantes
terrenos de conquista por parte de los inversores financieros e industriales.
Los sectores de salud, educación, de los servicios personales, están hoy entre
los pocos que, también en crisis, en los EEUU y en Europa, muestran un
crecimiento en el número de empleados. Junto a los servicios públicos locales,
han sido objeto de intereses y de planes de inversión.
¿Cuál
será la respuesta de los trabajadores, una vez enfrentados a la previsible
reestructuración capitalista? ¿Será la defensa de los derechos y prerrogativas
sociales y de utilidad pública (aquellas que la prensa neoliberal denominan
descaradamente privilegios? O, nos preguntamos, en ese pasaje, frente a las
formas de resistencia y conflicto (sobre las cuales podemos apostar) ¿se abre
un espacio de experimentación de una alternativa de producción basada en el
común? Apostar entonces sobre una
alianza entre los trabajadores y usuarios de los servicios que de respuesta a
los fatídicos preguntas de que, como y para quien producir.
Investigar
esas transformaciones de los servicios del welfare
y de los servicios colectivos nos ayuda también a esclarecer el problema de la
relación entre lo privado, lo público y lo común. Desde este ángulo se puede
fácilmente observar como lo “público” no es solamente hoy un lugar de poder
constituido que rechaza toda apertura hacia el común, sino que, en realidad, ya
se encuentra enteramente privatizado por dentro. Lo hemos resaltado, a
propósito de la escuela y de la universidad, -en una crítica desde dentro de
los movimientos-, como posiciones invocadas para la poco probable preservación
del status quo. El modelo anglo sajón
de universidad empresa nos muestra
como el proceso de mercantilización del sistema de educación va más allá de
todo estatuto jurídico y termina por incomodar la distinción entre público y
privado, forjando un nuevo paradigma para la organización y captura del
trabajo. Piénsese en este sentido en la salud, como servicio propio del welfare state. Los
hospitales se ven obligados a reorganizarse según el paradigma del costo
beneficio, racionalidad de gestión competitiva propia del mercado. Así como
este servicio, muchas actividades socio asistenciales se encuentran
externalizadas (es decir consideradas parte de la esfera privada social), o sea
soportadas por familias e individuos, que en esas esferas, aceptan su
responsabilidad sin recibir nada a cambio, sufriendo así una disminución de su
salario total. ¿Qué es lo público hoy sino ese nuevo gerenciamiento público, es decir poderes constituidos del
estado y del mercado? Podremos entonces decir que en la disolución de la
dialéctica entre lo público y lo privado, la alternativa ya no se presenta
entre lo común y lo público, sino entre lo común y lo privado, siendo lo
público una variante de lo privado. Consecuentemente la cuestión de que las
luchas puedan ser leídas en términos de transición,
sólo cabe a condición de eliminar la idea de la política en dos tiempos
(situación revolucionaria y post revolucionaria) tal como ha sido entendida
tradicionalmente, para repensarla de manera inmediata y completamente en
términos de potencia constituyente de los movimientos y del trabajo vivo
contemporáneo.
4) En este escenario nos debemos preguntar no
sólo cómo es producido y capturado el común, sino también sobre aquello que
impide su organización colectiva. Debemos así poner en el centro de la
investigación los procesos de subjetivación. ¿Qué significa, desde esta perspectiva,
sustentar que la empresa es actualmente la organización de captura del común?
Existe, ante todo, dispositivos de diferenciación de las modalidades de
inclusión en el mercado y de los esquemas redistributivos que operan sobre una
base discriminatoria etaria, racial, y de género. En segundo lugar existen
distintos modelos de empresas de captura estructurados por las necesidades
simultanea de estimular y segmentar la cooperación social. Por lo tanto, desde
la empresa antropogenética (producción del hombre por el hombre) pasando por
las instituciones bancarias y financieras, hasta la web 2.0, el común se
presenta como el último recurso más de base y al mismo tiempo la amenaza mortal
del capitalismo contemporáneo. Para quebrarlo, sin serruchar la rama sobre la
que se apoyan, las empresas adoptan formas organizativas acordes a las
patologías del trabajo cognitivo. Nos parece útil leer en esos términos, en
lugar de los tradicionales tópicos de la ideología, el profesionalismo y la
meritocracia, como economías discursivas que se basan en la materialidad de lo
real para mistificar la lucha de clases, causando efectos patogénicos. Y esto
no es mera metáfora: las formas cada vez más difusas de depresión y ciclotimia
representan menos la reproducción o el retorno de modelos tayloristas, que el
sufrimiento específico e histórico propio del trabajo cognitivo, marcado por la
obsesión del desempeño, de la competencia, de la subordinación y/o complicidad
con los aparatos de captura. Aquí se abre un nuevo campo de investigación y un
extraordinario desafío para la medicina del trabajo. En esta reflexión no puede
ser excluida la tensión a la privatización de lo social rescatada por los
conceptos claves del biopoder neoliberal: el capital humano, el recurso humano,
el empoderamiento, el riesgo etc. Ese régimen semántico, aparentemente neutro,
hace de la racionalidad de la empresa algo que excede su campo y que se impone tout court, como modelo
cognitivo y régimen de verdad para la sociedad.
Finalmente
el bloque del común esta apoyado en lo que podemos llamar mecanismos de
prescripción de la subjetividad. En la máquina de captura, la ética del trabajo
-progresivamente consumida en las luchas y en los procesos de precarización- se
vuelve una ética de la responsabilidad social. En las empresas del welfare esto
es inmediatamente palpable: ¿como hace un acompañante social, una enfermera, un
trabajador de una cooperativa social, para entrar en huelga?. ¿Deben rechazar
sus propias funciones, sabotear a la máquina y ser estigmatizados por el
público? O, entonces, ¿cómo evitar la auto censura en su propia interioridad
individual? Esa responsabilidad social es extendida hasta convertirse en un
mecanismo de chantaje generalizado: lo vemos en las movilizaciones de los
investigadores, preocupados por no perjudicar su trabajo, o de los precarios
sobrecargados por la responsabilidad de ser ellos mismos emprendedores de si
mismos, de su propia condición precaria, además de ser productores de servicios
para otros. Aclaremos: es evidente que el específico rechazo al trabajo del
obrero masa ya no es repetible frente a las transformaciones productivas de las
últimas décadas, como la explosión de la forma salario al estar fuera del
horizonte de las luchas. El asunto está en que, en el momento en que la entera
composición del trabajo vivo es socialmente explotado, ¿cual pasa a ser la
forma de rechazo históricamente determinada que puede ser hoy practicada?,
sobre todo como rechazo de la organización de la captura, y de la socialización
de la "responsabilidad", o sea del "interés general" del capitalismo en crisis.
Afinal, o bloco do comum está afiançado ao que
podemos chamar mecanismos de prescrição da subjetividade. Na máquina de
captura, a ética do trabalho — progressivamente consumada nas lutas e nos
processos de precarização — torna-se uma ética da responsabilidade social. Nas
empresas de welfare, isto é imediatamente palpável: como fazem uma
acompanhante, uma enfermeira ou um trabalhador de uma cooperativa social para
entrar em greve? Devem recusar suas próprias funções e sabotar a máquina, e
serem estigmatizados pelo público? Ou, ainda, como evitar a auto-censura, pela
sua própria interioridade individual? Essa responsabilização social é estendida
até se tornar um mecanismo de chantagem generalizada: vemos isso nas
mobilizações dos pesquisadores, preocupados em não prejudicarem seu trabalho,
ou dos precários, sobrecarregados com a responsabilidade de serem
empreendedores de si mesmos, de sua própria condição precária, além de serem
produtores de serviços para os outros. Esclarecemos: é evidente que a recusa
específica do trabalho do operário-massa não é repetível diante das
transformações produtivas das últimas décadas, com a explosão da forma-salário
e a desmedida da exploração e das lutas. No entanto, no momento em que a
composição inteira do trabalho vivo é socialmente explorada, a questão passa a
ser: quais formas de recusa historicamente determinadas podem hoje ser
praticadas, sobretudo enquanto recusa da organização da captura e da
socialização da “responsabilidade”, ou melhor, do “interesse geral” do
capitalismo em crise. Se debe destacar que la ruptura de la estructura de captación del valor
significa crear nuevas instituciones de cooperación social. Destruir los
dispositivos de endeudamiento significa, por ejemplo, reapropiarse de la renta
social; preguntarse sobre qué cosa significa hoy construir los soviets en el
sistema bancario y en las empresas financieras.
5) El problema ahora no es restaurar sino en
realidad llevar hasta su disolución al pacto de fidelidad entre capital y
trabajo. Si los sindicatos no perciben esto, están condenados a
continuar-consciente o inconscientemente- subordinados a las iniciativas de las
empresas, es decir presos de una resistencia marginal o sectorial, de poco
vuelo. Los acontecimientos del último año y medio marcado por el rol de agente
de la governance de la crisis asumido por la dirigencia de la CGIL (como la
CGT) y la previsible derrota definitiva de la FIOM, parecen significativos.
¿Cómo romper entonces los dispositivos de inclusión diferenciada, de
patologización y chantaje del trabajo vivo contemporáneo? ¿Cómo practicar
formas de huelga metropolitana y no exclusivamente corporativas, capaces de
actuar en el cruce entre empresa y producción biopolítica? ¿Cómo pensar una
huelga del transporte donde los trenes y ómnibus funcionen normalmente de
manera gratuita para todos; ¿una huelga donde los hospitales dejen de exigir el
pago o el plan de salud?; ¿donde la educación ya no esté en manos de la gestión
pública y repensada al interior mismo de la cooperación de los saberes vivos?
¿No es esto acaso a lo que aluden las hipótesis de la huelga precaria? Fueron
importantes las anticipaciones que hemos venido cultivando desde mitad de los
años 90 y que hoy están siendo retomadas y desenvueltas en la construcción de
las instituciones del común. Esto puede llevarnos a culminar, mediante la
apropiación de las válvulas y reservas de condensación del valor, en un aspecto
constituyente que los movimientos de "indignados", "occupy"
y "no Tav" delinean.
En otras palabras la cuestión no es una alianza entre distintos movimientos o
entre bloques sociales que presupongan un mecanismo de representación
definitivamente agotado. Se trata, en su lugar, de apostar colectivamente a la
posibilidad de revertir los procesos de subjetivación que se determinan en la
tensión entre la producción el común y la captura empresaria. Para evitar
equívocos, reafirmamos que no estamos de hecho sustentando una mitológica
centralidad de la empresa en la lucha de clases en estos días. Por el
contrario, se trata de la multiplicación de las fábricas de la subjetividad, de
individualizar los campos de sedimentación y acumulación de autonomía, sus
trazos de generalización, los elementos paradigmáticos o peculiares el respeto
a la composición del trabajo vivo, los puntos en los que son perjudicados los
patrones. Toda investigación por fuera de este campo es hacer sociología del capita:
otros probablemente lo harán mejor, ciertamente para el enemigo. Si nos
interesa pensar en la empresa formas de subjetivación y de captura de la
cooperación social, es porque entendemos que también en este espacio vive la
posibilidad de una subjetivación autónoma, que contenga en su núcleo la
potencialidad de desarticular el rol empresario, por así decirlo, de la
cooperación social. Hacer investigación significa entonces, situarse en
condiciones de habitar los campos de posible conflicto, y aquí está la apuesta,
si se quiere organizar el discurso del conflicto, hacer saltar las válvulas que
contengan la emergencia de la composición política del trabajo vivo, abriendo
espacios constituyentes. Significa liberar las fuerzas subjetivas y políticas
autónomas hoy bloquedas por los cepos de la representación, interna y externa a
los movimientos. Es además a través de una investigación y un trabajo de
organización que se puede pensar en unificar las luchas de los pobres, de los
grupos empobrecidos de la clase obrera, y de la llamada clase media. Es ahí, en
las luchas, donde la investigación se vuelve co-investigación. O sea
dispositivo de lucha que unifica lo que queda de la clase obrera y los otros
sectores pauperizados de la sociedad. Es sobre todo en las estructuras en los
espacios y sobre el territorio del welfare
metropolitano que esto se vuelve posible. Muchas de las derrotas recientes en
toda Europa derivan de la ruptura de esa relación entre los pobres y la clase
trabajadora. He ahí porque la co-investigación es práctica militante y
revolucionaria de lo que hemos llamado una política de composición. Esto
significa también compartir lo que Romano Alquati llamaba el "medio
alcance", es decir los tiempos, los espacios y los niveles donde la
apuesta teórica se vuelve discurso político.
Trad: César Altamira
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